Josefina de Beauharnais (1763-1814) fue una noble francesa y la primera esposa de Napoleón Bonaparte (1769-1821). Fue emperatriz de Francia desde el 18 de mayo de 1804 hasta la anulación de su matrimonio el 10 de enero de 1810, así como reina de Italia desde marzo de 1805 hasta 1810.
Nacida en una plantación de caña de azúcar en la colonia francesa de Martinica, Josefina se casó con el vizconde francés Alejandro de Beauharnais a finales de 1779 y se trasladó con él a París. La pareja tuvo un matrimonio difícil del que nacieron dos hijos. Durante la Revolución Francesa (1789-1799), Beauharnais fue encarcelado y ejecutado; la propia Josefina estuvo a punto de ser guillotinada, pero su vida se salvó con el fin del Reinado del Terror. En marzo de 1796 se casó con el general Napoleón Bonaparte, convirtiéndose en emperatriz de Francia cuando su nuevo marido proclamó el Primer Imperio francés en mayo de 1804.
Como emperatriz, Josefina fue conocida por su sofisticación y sentido de la moda; encargó obras de arte a muchos artistas famosos y ayudó a promover el movimiento artístico de diseño «estilo Imperio». Cuando quedó claro que Josefina no podría tener un heredero, Napoleón anuló el matrimonio en enero de 1810. Josefina murió de neumonía cuatro años más tarde. A pesar de su incapacidad para dar un heredero a Napoleón, varios de sus descendientes de su primer matrimonio se convirtieron en figuras históricas prominentes; su descendiente más famoso fue su nieto, Luis Napoleón Bonaparte, que un día gobernaría el Segundo Imperio francés como Napoleón III entre 1852 y 1870.
Es importante señalar que Josefina no fue conocida como «Josefina de Beauharnais» en vida. Antes de conocer a Napoleón, era llamada por su nombre de nacimiento, Marie-Rose; Napoleón le dio el nombre de Josefina, quizá derivado de su segundo nombre, Josèphe. Tras su matrimonio con Napoleón, pasó a llamarse Josefina Bonaparte; sin embargo, los historiadores de la época de la Restauración borbónica no quisieron referirse a ella utilizando el apellido de Napoleón y recurrieron a llamarla Josefina de Beauharnais, el nombre por el que se la conoce más comúnmente en la actualidad.
Primeros años
La mujer más conocida en la historia como Josefina de Beauharnais nació como Marie Josèphe Rose Tascher de La Pagerie el 23 de junio de 1763, en la isla caribeña de Martinica. Procedía de una familia de la alta burguesía francesa originaria del valle del Loira. Su familia llegó a Martinica en 1726, cuando su abuelo, Gaspard Tascher, decidió buscar fortuna en una plantación de caña de azúcar. Sin embargo, una serie de desgracias, como los huracanes y la propia ineptitud de Gaspard, le impidieron prosperar. En 1752, Gaspard consiguió un puesto como paje para su hijo, Gaspard-Joseph, en la corte del rey Luis XV de Francia (rey entre 1715 y 1774). Gaspard-Joseph desempeñó este cargo durante tres años antes de regresar a Martinica, donde se hizo cargo de la plantación de su padre y sirvió como subteniente de la milicia local. En 1761, Gaspard-Joseph se casó con Rose-Claire des Vergers des Sannois, hija de una de las familias más antiguas de Martinica; como dote, Gaspard-Joseph recibió la plantación de Les Trois-Îlets, al sur de Fort-Royal, la capital de Martinica.
En esta plantación nació en 1763 la futura emperatriz de Francia. Josefina, que al principio se llamaba Marie-Rose, pasó sus primeros años entre los campos de caña de azúcar y tabaco de la plantación y entre las familias de los esclavos de su padre. Fue criada por una enfermera esclava llamada Marion, que cuidó cariñosamente de la joven Josefina; años más tarde, Josefina compraría la libertad de Marion. Durante su infancia, las principales compañeras de Josefina fueron sus dos hermanas menores, Catherine-Désirée (nacida en 1764) y Marie-Françoise (nacida en 1766). En 1773, Josefina y Catherine-Désirée fueron enviadas a un internado en Fort-Royal, donde recibieron una escasa educación y aprendieron a escribir, cantar, bailar y bordar, pero poco más. En octubre de 1777, Catherine-Désirée murió repentinamente de fiebre y Josefina, de 14 años, regresó a Les Trois-Îlets para consolar a su madre.
Por aquel entonces, François de Beauharnais, un acaudalado oficial de la marina francesa y antiguo gobernador de Martinica, buscaba novia para su hijo Alejandro. Nacido en Martinica en 1760, Alejandro de Beauharnais había vivido con la familia Tascher durante cinco años cuando era niño, ya que había sido considerado demasiado joven para acompañar a sus padres a Francia; por lo tanto, él y Josefina habían pasado juntos parte de su infancia. En parte por esta razón, y en parte porque la tía paterna de Josefina era su amante, François de Beauharnais decidió casar a su hijo con una de las chicas Tascher. En un principio, se decidió que Alejandro se casaría con Catherine-Désirée, pero tras su muerte prematura en 1777, se comprometió con Josefina. En octubre de 1779, Josefina acompañó a su padre a París, donde se casó con Alejandro dos meses después. La pareja permaneció en París y pronto tuvieron dos hijos: un varón, Eugenio de Beauharnais, nació el 3 de septiembre de 1781, y una niña, Hortensia de Beauharnais, que nació el 10 de abril de 1783.
Durante el Terror
El matrimonio entre Alejandro de Beauharnais y Josefina (o «Rose», como él la llamaba) fue infeliz. Alejandro, un caballero bien educado, se sentía avergonzado por los modales provincianos y la falta de sofisticación de Josefina; cuando asistía a eventos sociales, siempre la dejaba atrás. La relación no tardó en volverse abusiva: Alejandro le pegaba a Josefina e incluso secuestró a Eugenio, de tres años, del convento al que había ido Josefina para escapar de sus abusos. Le era infiel constantemente, visitaba burdeles e incluso abandonaba a su familia por periodos largos de tiempo para vivir con sus amantes. En marzo de 1785, Josefina consiguió separarse de su marido. Permaneció en París tres años, durante los cuales se adaptó a la alta sociedad parisina, procurándose vestidos y joyas a la moda. En 1788, regresó brevemente a Martinica, pero se vio obligada a volver a París en 1790 debido a una revuelta de esclavos.
Para entonces, la Revolución Francesa estaba en pleno apogeo. Alejandro de Beauharnais había desempeñado un papel activo en sus primeras etapas: había sido elegido diputado de la nobleza en los Estados Generales de 1789 y había sido uno de los primeros nobles en abrazar la causa del Tercer Estado (los plebeyos). Había apoyado con entusiasmo la abolición de los privilegios feudales en los Decretos de Agosto y se convirtió en oficial del ejército revolucionario francés. Sin embargo, a pesar de su apoyo a la Revolución, Alejandro seguía siendo un aristócrata, hecho que le colocó automáticamente bajo sospecha de contrarrevolución durante el Reinado del Terror. Después de que los jacobinos radicales acusaran a Alejandro de haber sido un mal comandante durante el sitio de Maguncia (del 14 de abril al 23 de julio de 1793), fue arrestado el 2 de marzo de 1794. A pesar de sus anteriores abusos, Josefina defendió a su marido, y debido a esto también fue arrestada el 22 de abril.
Josefina pasaría los siguientes tres horribles meses como prisionera del régimen jacobino, recluida en la húmeda y oscura cripta bajo la iglesia de Saint-Joseph-des-Carmes. El historiador Andrew Roberts relata las tortuosas condiciones de su encarcelamiento:
El aire solo llegaba a las celdas subterráneas a través de tres profundos agujeros y no había lavabos; ella y sus compañeras de celda vivían con el temor diario a la guillotina; disponían de una botella de agua al día cada una, para todos los usos; y como las mujeres embarazadas no eran guillotinadas hasta después de dar a luz, por las noches se oía en los pasillos el sonido de las relaciones sexuales con los guardias. En la cripta de Saint-Joseph hacía frío incluso en pleno verano, y la salud de las reclusas se quebrantaba rápidamente; de hecho, es posible que Josefina sobreviviera solo porque estaba demasiado enferma para ser guillotinada (Roberts, 69).
Alejandro de Beauharnais fue guillotinado el 23 de julio de 1794, apenas cuatro días antes de que la caída de Maximilien Robespierre pusiera fin al Terror. Si el régimen de Robespierre hubiera durado un mes más, es probable que Josefina también habría sido ejecutada. Tras su liberación, Josefina se volvió sexualmente promiscua, sedujo a poderosos funcionarios franceses y se entregó al lujo y la moda. Roberts sugiere que se trataba, al menos en parte, de una expresión del trastorno de estrés postraumático, una necesidad de encontrar un protector entre los hombres más poderosos de Francia.
Tuvo una aventura con el elegante general Lazare Hoche, que se negó a dejar a su esposa por ella. Luego se juntó con Paul Barras, una de las figuras más destacadas del nuevo gobierno revolucionario, el Directorio francés. Su romance con Barras duró el verano de 1795, pero el mujeriego en serie se cansó pronto de su compañía y trató de pasársela a otra persona. Decidió presentársela al joven y prometedor general Napoleón Bonaparte.
Matrimonio con Napoleón
Cuando se conocieron, Napoleón tenía 26 años y Josefina 32. Ella era bella y encantadora y pasaba mucho tiempo arreglando su maquillaje y su vestimenta. A menudo sonreía con los labios cerrados, en un intento de ocultar sus dientes ennegrecidos que probablemente eran el resultado de masticar caña de azúcar de niña. A Josefina no le impresionaba mucho el joven oficial, escuálido y desaliñado; sin embargo, estaba muy endeudada y vio la ventaja de casarse con Napoleón, que acababa de ser nombrado comandante del Ejército de Italia.
Del mismo modo, Napoleón se sintió atraído por Josefina en parte por sus buenos contactos en la alta sociedad parisina pero, a diferencia de ella, él parecía realmente enamorado: apenas dos meses después de conocerse, empezó a enviarle cartas románticas: «¡Qué extraño efecto tienes en mi corazón! Extraigo de tus labios, de tu corazón, una llama que me abrasa» (Bell, 22). Comenzó a llamarla «Josefina», nombre que ella misma utilizaría el resto de su vida. El 9 de marzo de 1796, la pareja se casó por civil, con ella llevando un fajín revolucionario tricolor sobre su vestido de muselina. Dos días más tarde, Napoleón abandonó París para tomar el mando del Ejército de Italia.
La campaña italiana de Napoleón en 1796-1797 marcó su ascenso a la prominencia política y consolidó su reputación como un genio militar. A lo largo de toda la campaña, mantuvo consigo un retrato de Josefina, un amuleto que besaba con regularidad y compartía con sus oficiales, convencido de que le otorgaba buena fortuna. En sus cartas diarias a Josefina, expresaba sus sentimientos de una manera apasionada que rayaba en el melodrama. En una de ellas, escribía: «El pensamiento de ti ha tomado precedencia sobre todo lo demás en mi alma... eres hermosa, graciosa; un alma dulce, celestial, se refleja en tintes divinos en tu rostro» (Roberts, 102).
Sin embargo, Josefina rara vez respondía a estas efusivas cartas, y cuando lo hacía, sus respuestas eran breves y carentes de pasión. De hecho, durante la estancia de Napoleón en Italia, Josefina inició un romance con Hippolyte Charles, un joven y apuesto teniente de húsares.
En 1798, durante la campaña de Napoleón en Egipto y Siria, el general se enteró de la aventura de Josefina. Enfurecido, inició su propia aventura con Pauline Fourès, la esposa de un oficial subalterno, conocida como «la Cleopatra de Napoleón». Cuando Napoleón regresó a París en octubre de 1799, él y Josefina se enfrentaron por sus infidelidades, lo que desembocó en una dramática pelea a gritos en la calle. Napoleón llegó a hacer las maletas, pero la intervención de los hijos de Josefina le impidió marcharse, y terminaron reconciliándose. Con el tiempo, Josefina llegó a amar a Napoleón a su manera, aunque siempre se refería a él como «Bonaparte». Napoleón parece haber seguido amando a Josefina, aunque parte de la pasión se había desvanecido. Después de que Hippolyte Charles rompiera el romance con Josefina, ella nunca tuvo otro amante, mientras que Napoleón tuvo muchas más amantes.
Emperatriz de Francia
En noviembre de 1799, Napoleón se hizo con el control del gobierno francés en el Golpe de Estado del 18 de brumario. Cuatro años más tarde, se proclamó emperador de Francia y coronó emperatriz a Josefina en una ceremonia celebrada en la catedral de Notre-Dame de París el 2 de diciembre de 1804. En marzo de 1805, Napoleón añadió el título de rey de Italia a su creciente lista de títulos, y Josefina se convirtió en reina de Italia. Napoleón también elevó a sus hijastros a altos cargos dentro del nuevo Imperio francés: Eugenio fue nombrado virrey del Reino de Italia en 1805 y a menudo se le confiaron importantes mandos durante las Guerras Napoleónicas (1803-1815). Napoleón y Josefina conseguirían finalmente el matrimonio de Eugenio con la princesa Augusta, hija del rey de Baviera. Hortensia se había casado con el hermano de Napoleón, Luis Bonaparte, en 1802; aunque su matrimonio no fue feliz, Hortensia se convirtió en reina en 1806 cuando Napoleón concedió a Luis el reino de Holanda. Hortensia y Luis tendrían tres hijos, entre ellos el futuro emperador francés Napoleón III (1808-1873). Napoleón III era, por lo tanto, nieto de Josefina y sobrino de Napoleón.
Mientras Napoleón conquistaba Europa, Josefina permaneció en París, donde se convirtió en una de las mujeres más elegantes y sofisticadas del imperio. Fue una figura central en el surgimiento del «estilo Imperio» de diseño neoclásico que influyó en el mobiliario y la arquitectura durante el periodo napoleónico. Fomentó los estilos ostentosos que habían florecido durante la época de Luis XIV de Francia (rey de 1643 a 1715) y sacó de los almacenes suntuosos tapices y bronces para decorar el palacio de las Tullerías. Organizaba cenas para 200 personas cada diez días en las Tullerías y reimplantó la etiqueta de la corte prerrevolucionaria. Su residencia personal, el castillo de Malmaison, estaba decorado con frescos pompeyanos y repleto de obras de arte neoclásicas, contaba con 300 acres de jardines y bosques y albergaba una colección de canguros, emús y otros animales exóticos. Josefina fue también una gran mecenas de las artes y encargó obras a artistas famosos como Jacques-Louis David, François Gérard y Antoine-Jean Gros. Encargó cuatro grandes obras de arte al escultor italiano Antonio Canova, entre ellas las «Tres Gracias», una estatua neoclásica que representa a las tres Cárites, representaciones de la juventud, la alegría y la elegancia.
Sin duda, Josefina era el modelo de elegancia en Francia, para disgusto de las tres celosas hermanas de Napoleón. Sin embargo, esto tenía un precio: los vestidos a la moda y el lujoso mobiliario de Josefina acabaron generando una factura superior a todo lo que había gastado María Antonieta (1755-1793).
Anulación y muerte
En 1809, Josefina no había podido dar un hijo a Napoleón, lo que supuso una gran tensión en su matrimonio. Napoleón creía que necesitaba un hijo varón para asegurar la supervivencia de su dinastía, pero después de 13 años de intentos, estaba cada vez más claro que era improbable que Josefina, de 46 años, tuviera más hijos. El 30 de noviembre de 1809, Napoleón comunicó a Josefina durante la cena que había tomado la difícil decisión de anular su matrimonio. «Tú tienes hijos», le dijo, «yo no tengo ninguno. Debes sentir la necesidad que tengo de fortalecer mi dinastía» (Roberts, 536). Al parecer, Josefina rompió a llorar y le suplicó que lo reconsiderara; Napoleón recordaría más tarde que «dio un grito y se desmayó» (ibid). La anulación finalizó el 16 de diciembre, y el 10 de enero de 1810 se celebró la ceremonia de divorcio, durante la cual cada parte leyó una declaración de devoción a la otra.
Napoleón permitió que Josefina conservara el título de «emperatriz» y le permitió conservar el castillo de Malmaison, donde vivió a partir de entonces. También fue creada duquesa de Navarra. Napoleón, por su parte, se casó por poderes con María Luisa de Austria, hija del emperador austriaco, el 11 de marzo de 1810. Un año más tarde, María Luisa dio a luz a un hijo, Napoleón II, que fue llamado Rey de Roma. Durante todo este tiempo, Napoleón y Josefina mantuvieron una buena relación; algunos afirman que seguían enamorados, aunque es imposible saberlo con certeza.
En abril de 1814, Napoleón se vio obligado a abdicar de su trono tras ser derrotado en la Guerra de la Sexta Coalición. Fue exiliado a la isla de Elba mientras el rey borbónico Luis XVIII de Francia ascendía al trono. Josefina siguió viviendo lujosamente en Malmaison, donde celebraba cenas y bailes ostentosos. Después de uno de estos eventos, salió a pasear al aire frío de la noche con el zar Alejandro I de Rusia (rey de 1801 a 1825), quien le prometió su protección. Sin embargo, Josefina enfermó de neumonía y murió cinco días después, a mediodía del 29 de mayo de 1814, a la edad de 50 años. Cuando informaron a Napoleón de su muerte, se limitó a decir: «¡Ah! Ahora es feliz» (Roberts, 724).
Aunque en el momento de su muerte Josefina ya no era emperatriz de Francia, varios de sus descendientes formaban parte de la realeza europea: su descendiente más famoso fue su nieto por Hortensia, Napoleón III, que gobernó el Segundo Imperio francés (1852-1870). Una de sus nietas por vía de Eugenio, Amelia de Leuchtenberg, se convirtió en emperatriz de Brasil al casarse con Pedro I de Brasil en 1829. Otra de las hijas de Eugenio, también llamada Josefina, se casó con el rey Oscar I de Suecia. A través de este matrimonio, Josefina es antepasada directa de los actuales jefes de las casas reales de Suecia, Noruega, Bélgica y Dinamarca. Varias de las joyas de Josefina también las lucen miembros de la realeza actual. Hoy en día, Josefina sigue cautivando la imaginación popular: ha sido representada en numerosas ocasiones en el cine y la televisión, sobre todo por la actriz italiana Isabella Rossellini en la miniserie Napoleón, de 2002, y por la actriz inglesa Vanessa Kirby en la película Napoleón, de Ridley Scott, de 2023.