Didio Juliano fue emperador romano desde marzo a junio del 193 d.C. El 28 de marzo del 193 d.C., el emperador romano Pertinax fue asesinado por la Guardia Pretoriana y, al igual que su predecesor Cómodo, no dejó ningún sucesor aparente. Dos posibles reclamantes se presentaron a la Guardia. Estos "protectores" del trono imperial habían prometido que ningún nuevo emperador sería elegido sin su aprobación y se produjo una "subasta", tras lo cual, el trono fue finalmente otorgado al mejor postor: Didio Juliano, un antiguo comandante, gobernador y cónsul.
Vida Temprana
Marco Didio Juliano nació el 30 de enero del 133 d.C. de Quinto Petronio Didio Severo de Milán y Emilia Clara. Se crio en la casa de la madre de Marco Aurelio, Domicia Lucila. Las ventajas educativas que recibió ahí le permitieron ascender en las filas imperiales y convertirse en un exitoso comandante en Germania, el gobernador de Germania Inferior y, durante el tiempo del emperador Pertinax, senador y co-cónsul. Desafortunadamente, su carrera se estancó brevemente cuando él y otros comandantes fueron llamados a Roma por el emperador Cómodo, y fue forzado a retirarse temporalmente. Aunque no existe prueba, se sugirió que pudo haber formado parte de la conspiración para asesinar al emperador caído.
Con la muerte del emperador Pertinax, Juliano decidió usar su vasta riqueza para comprar el trono, superando al prefecto de Roma y suegro de Pertinax, Tito Flavio Sulpiciano. Para asegurar aún más su reclamo al trono, convenció a la Guardia que Tito podría buscar venganza por la muerte de su yerno. En su Historia Romana, Dion Casio habló de la subasta: "Didio Juliano, a la vez insaciable captador de dinero y derrochador desenfrenado... siempre ansioso por revolución y, por lo tanto, había sido exiliado por Cómodo... cuando se enteró de la muerte de Pertinax rápidamente se dirigió al campamento y, al pie de la puerta del recinto, hizo una oferta a los soldados para el gobierno sobre Roma".
En su Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, Edward Gibbon también escribió sobre la subasta: "esta infame oferta, el exceso más insolente de licencia militar, se difundió como dolor, vergüenza e indignación universal por toda la ciudad. Llegó, al fin, a oídos de Didio Juliano". Aun así, según Gibbon, no fue ego personal sino la sugerencia de su esposa e hija lo que lo convenció de buscar el trono. Gibbon agregó que mientras la Guardia llevaba a Juliano por las calles hasta el Senado, desfilaban a un hombre "a quien servían y despreciaban". Herodiano, en su Historia del Imperio Romano, habló de la recepción de Juliano por parte del pueblo de Roma. "Nadie, sin embargo, gritó las felicitaciones que se suelen escuchar cuando los emperadores iban acompañados de una escolta formal; al contrario, la gente se mantuvo a la distancia, gritando maldiciones y reprendiendo amargamente a Juliano por usar su riqueza para comprar el trono".
Didio Juliano como Emperador
Al igual que Pertinax, Juliano sabía que necesitaba mantener el apoyo de la Guardia Pretoriana para permanecer en el trono imperial, algo que no podría hacer. No pasó mucho tiempo antes de que el nuevo emperador admitiera que no era tan rico como había afirmado y que había poco dinero en las arcas. Desafortunadamente para Juliano, su compra del trono lo hizo impopular tanto con el Senado como con el pueblo, y con la pérdida del apoyo de la Guardia, sus días en el trono estaban contados. Tampoco le fue mejor cuando asumió sus nuevas responsabilidades. Según Herodiano: "consideraba que sus deberes al Estado no tenían importancia y ocupaba su tiempo en una vida lujosa y actividades de libertinaje".
Casi inmediatamente después de que Juliano asumiera sus nuevas responsabilidades, tres comandantes expresaron sus intenciones de arrebatarle el trono a él; los tres declararon que habían sido elegidos por Pertinax como sucesores. El primero en declarar su intención fue Cayo Pescenio Níger, gobernador de Siria y la elección preferida de muchos en Roma. Aunque fue nombrado emperador por sus tropas (incluso eligió a Antioquía como su capital), decidió esperar su marcha sobre Roma hasta que pudiera reunir más apoyo, solo tenía cuatro legiones a su disposición. Luego vino Décimo Clodio Albino, gobernador de Britania, para declarar sus intenciones; sin embargo, lo hizo con el apoyo de solo tres legiones. Por último, estaba Lucio Septimio Severo, gobernador de Panonia Superior, una provincia en el Danubio. Parecía ser el más fuerte de los tres candidatos con 16 legiones, todo el ejército del Rin y Danubio.
Septimio Severo como Emperador
En el 9 de abril del 193 d.C., con el apoyo completo de su ejército, Severo se autodeclaró emperador en Carnuntum. Después de obtener (o comprar) el respaldo de Albino, marchó hacia el sur a Roma. Desesperado, Juliano ordenó a la Guardia construir fortificaciones para defender la ciudad contra Severo, pero se negaron. Después, Juliano pidió al Senado nombrar a Severo como co-cónsul; ellos también se negaron. Gibbon escribió: "... en el invencible y rápido acercamiento de las legiones de Panonia, vio su inevitable perdición". En el 1 de junio del 193 d.C., Juliano fue condenado a muerte por el Senado y, aunque aún no había entrado a la ciudad, Severo fue reconocido como el nuevo emperador. Un asesino fue enviado a la casa de Juliano y, al encontrarlo solo, lo apuñaló y decapitó. Las últimas palabras del antiguo emperador fueron: "¿Pero qué mal he hecho? ¿A quién he matado?" Su muerte marcaría el final del segundo emperador en el "Año de los Cinco Emperadores".
Desafortunadamente para Juliano y la posterioridad, poco se sabe de sus logros en el trono. La mayoría de los historiadores están limitados a los comentarios de la forma en que obtuvo el poder y la manera innoble en que lo perdió.