La cultura del antiguo Egipto se desarrolló entre el 6000 a.C. con el surgimiento de la tecnología (como demuestran las fayenzas) y el 30 d.C. con la muerte de Cleopatra VII, la última soberana ptolemaica de Egipto. Se la conoce hoy en día por los grandes monumentos que celebraban los triunfos de los soberanos y honraban a los dioses.
Con frecuencia se considera erróneamente que la cultura egipcia estaba obsesionada con la muerte, pero, de haber sido así, es poco probable que hubiera causado la importante impresión que causó en otras culturas antiguas, como Grecia y Roma. La cultura egipcia era, de hecho, una cultura de afirmación de la vida, como escribe la académica Salima Ikram:
A juzgar por el número de tumbas y momias que dejaron los antiguos egipcios, se puede perdonar que se piense que estaban obsesionados por la muerte. Sin embargo, no es así. Los egipcios tenían una obsesión por la vida y su continuación, más que una fascinación morbosa por la muerte. Las tumbas, los templos mortuorios y las momias que produjeron eran una celebración de la vida y un medio de continuarla para la eternidad... Para los egipcios, como para otras culturas, la muerte formaba parte del viaje de la vida, con la muerte marcando una transición o transformación después de la cual la vida continuaba en otra forma: la espiritual en lugar de la corpórea. (ix)
Esta pasión por la vida infundió en los antiguos egipcios un gran amor por su tierra, ya que se pensaba que no podía haber un lugar mejor en el mundo para disfrutar de la existencia. Aunque las clases bajas de Egipto, como las de otros lugares, subsistían con mucho menos que las más pudientes, parece que seguían apreciando la vida de la misma manera que los ciudadanos más ricos. Esto se ejemplifica en el concepto de gratitud y en el ritual conocido como Los cinco regalos de Hathor, en el que se animaba a los trabajadores pobres a que se miraran los dedos de la mano izquierda (la mano con la que recogían a diario las cosechas del campo) y consideraran las cinco cosas por las que estaban más agradecidos en su vida. La ingratitud se consideraba un "pecado de entrada", ya que conducía a todos los otros tipos de pensamientos negativos y a la conducta resultante. Se observaba que una vez que uno sentía ingratitud, era propenso a seguir con su mala conducta. El culto a Hathor era muy popular en Egipto, entre todas las clases, y representa la importancia primordial de la gratitud en la cultura egipcia.
La religión en el antiguo Egipto
La religión era una parte fundamental de la vida diaria de los egipcios.
Al igual que los pueblos de Mesopotamia, los egipcios se consideraban colaboradores de los dioses, pero con una importante distinción: mientras que los pueblos mesopotámicos creían que debían colaborar con sus dioses para evitar el resurgimiento del caos original, los egipcios entendían que sus dioses ya habían cumplido ese propósito y el deber de los humanos era celebrar y dar las gracias por eso. La llamada «mitología egipcia» era, en la antigüedad, una estructura de creencias tan válida como cualquier religión aceptada en la actualidad.
Según la religión egipcia, en el principio no había nada más que aguas caóticas y revueltas de las que surgió una pequeña colina conocida como Benben. En la cima de esta colina se encontraba el gran dios Atum, que dio origen a la creación recurriendo al poder de Heka, el dios de la magia. Se creía que Heka era anterior a la creación y que era la energía que permitía a los dioses realizar sus funciones. La magia nutría toda la civilización y Heka era la fuente de este poder creativo, sustentador y eterno.
En otra versión del mito, Atum crea el mundo modelando primero a Ptah, el dios creador que luego hace el trabajo propiamente dicho. Otra variante de esta historia es que Ptah apareció primero y creó a Atum. Otra versión más elaborada es que Atum se aparea con su sombra para crear a Shu (el aire) y Tefnut (la humedad), que luego dan a luz al mundo y a los demás dioses.
A partir de este acto original de energía creativa surgió todo el mundo conocido y el universo. Se entendía que los seres humanos eran un aspecto importante de la creación de los dioses y que cada alma humana era tan eterna como la de las deidades que veneraban. La muerte no era el fin de la vida, sino el reencuentro del alma individual con el reino eterno del que había salido.
El concepto egipcio del alma la consideraba compuesta por nueve partes:
- El Khat era el cuerpo físico
- El Ka era la forma doble de uno, la forma astral
- El Ba era un aspecto de pájaro con cabeza humana que podía ir a toda velocidad entre la tierra y los cielos
- El Shuyet era la sombra del ser
- El Akh era el ser inmortal, transformado
- Los aspectos Sahu y Sechem eran del Akh
- El Ab era el corazón, la fuente del bien y del mal
- El Ren era el nombre secreto de uno
El nombre de un individuo se consideraba de tal importancia que el verdadero nombre de un egipcio se mantenía en secreto durante toda su vida y se le conocía por un apodo. El hecho de conocer el nombre verdadero de una persona otorgaba poderes mágicos sobre ella, y esta es una de las razones por las que los gobernantes de Egipto adoptaban otro nombre al ascender al trono; no era solo para vincularse simbólicamente a otro faraón exitoso, sino también una forma de protección para garantizar su seguridad y ayudar a garantizar un viaje sin problemas a la eternidad cuando se terminaba la vida en la tierra. Según la historiadora Margaret Bunson:
La eternidad era un período interminable de existencia que no debía ser temido por ningún egipcio. El término «ir al propio Ka» (ser astral) se utilizó en cada época para referirse a la muerte. El jeroglífico de un cadáver se traducía como «participar en la vida eterna». La tumba era la «Mansión de la Eternidad» y el muerto era un Akh, un espíritu transformado. (86)
La famosa momia egipcia (cuyo nombre proviene de las palabras persas y árabes muum y mumia, que significan "cera" y "betún") fue creada para preservar el cuerpo físico del individuo (Khat) sin el cual el alma no podría alcanzar la inmortalidad. Como el Khat y el Ka fueron creados al mismo tiempo, el Ka no podría viajar al Campo de las Cañas si le faltara el componente físico en la tierra. Los dioses que habían formado el alma y creado el mundo velaban constantemente por el pueblo de Egipto y escuchaban y respondían a sus peticiones. Un ejemplo famoso de ello es cuando Ramsés II fue rodeado por sus enemigos en la batalla de Kadesh (1274 a.C.) e, invocando la ayuda del dios Amón, encontró la fuerza para luchar y ponerse a salvo. Sin embargo, hay muchos ejemplos mucho menos dramáticos, registrados en las paredes de los templos, en estelas y en fragmentos de papiro.
Avances culturales y vida diaria
El papiro (del que viene la palabra española "papel") fue tan solo uno de los avances tecnológicos de la antigua cultura egipcia. Los egipcios también fueron responsables del desarrollo de la rampa y la palanca y de la geometría con fines de construcción, de los avances en matemáticas y astronomía (también utilizados en la construcción, como se ejemplifica en las posiciones y ubicaciones de las pirámides y de ciertos templos, como Abu Simbel), de las mejoras en el riego y la agricultura (quizá aprendidas de los mesopotámicos), de la construcción naval y la aerodinámica (posiblemente introducidas por los fenicios), de la rueda (llevada a Egipto por los hicsos) y de la medicina.
El papiro ginecológico de Kahun (aprox. 1800 a.C.) es un tratado temprano sobre temas de salud femenina y anticoncepción, y el papiro de Edwin Smith (aprox. 1600 a.C.) es la obra más antigua sobre técnicas quirúrgicas. La odontología estaba muy extendida y a los egipcios se les atribuye la invención de la pasta de dientes, los cepillos de dientes, el mondadientes e incluso las pastillas de menta. Crearon el deporte de los bolos y mejoraron la elaboración de la cerveza que se practicaba por primera vez en Mesopotamia. Sin embargo, los egipcios no inventaron la cerveza. La creencia popular de que los egipcios fueron los primeros cerveceros se debe a que la cerveza egipcia se parece más a la actual que la de los mesopotámicos.
La cristalería, la metalurgia en bronce y oro y el mobiliario fueron otros avances de esta cultura, y el arte y la arquitectura egipcios son famosos en todo el mundo por su precisión y belleza. Los egipcios valoraban mucho la higiene personal y la apariencia, y se bañaban con regularidad, se perfumaban con incienso y creaban cosméticos que utilizaban tanto los hombres como las mujeres. La práctica del afeitado fue inventada por los egipcios, así como la peluca y el peine.
Hacia el año 1600 a.C., ya se utilizaba en Egipto el reloj de agua, al igual que el calendario. Algunos han sugerido incluso que entendían el principio de la electricidad, como se evidencia en el famoso grabado de las Lámparas de Dendera en la pared del templo de Hathor en Dendera. Algunos han interpretado las imágenes de la pared como la representación de una bombilla y de figuras que conectan dicha bombilla a una fuente de energía. Sin embargo, esta interpretación ha sido ampliamente desacreditada por la comunidad académica.
En la vida cotidiana, los egipcios no parecen muy diferentes de otras culturas antiguas. Al igual que los pueblos de Mesopotamia, India, China y Grecia, vivían, en su mayoría, en casas modestas, criaban familias y disfrutaban de su tiempo libre. Sin embargo, una diferencia significativa entre la cultura egipcia y las de otras tierras era que los egipcios creían que la tierra estaba íntimamente ligada a su salvación personal y tenían un profundo temor a morir más allá de las fronteras de Egipto. Los que servían a su país en el ejército, o los que viajaban para ganarse la vida, tomaban disposiciones para que sus cuerpos volvieran a Egipto en caso de ser asesinados. Se pensaba que la tierra fértil y oscura del delta del río Nilo era la única zona santificada por los dioses para el renacimiento del alma en la otra vida y ser enterrado en cualquier otro lugar era estar condenado a la inexistencia.
Debido a esta devoción por su tierra natal, los egipcios no solían viajar por el mundo, y no existe un «Heródoto egipcio» que deje impresiones del mundo antiguo más allá de las fronteras egipcias. Incluso en las negociaciones y tratados con otros países, dominaba la preferencia egipcia por permanecer en Egipto. El historiador Nardo escribe:
Aunque Amenofis III había añadido alegremente dos princesas oriundas de Mitani a su harén, se negó a enviar una princesa egipcia al soberano de Mitani, porque «desde tiempos inmemoriales no se ha dado a nadie una hija real de Egipto». Esto no es sólo una expresión del sentimiento de superioridad de los egipcios sobre los extranjeros, sino al mismo tiempo una indicación de la consideración que se tenía por las mujeres de la familia, a las que no se podía importunar haciendo que vivieran entre «bárbaros». (31)
Asimismo, dentro de los límites del país, la gente no se alejaba mucho de su lugar de nacimiento y la mayoría, salvo en tiempos de guerra, hambruna u otros trastornos, vivía y moría en el mismo lugar. Como se creía que la vida de ultratumba sería una continuación de la presente (solo que mejor en el sentido de que no había enfermedad, decepción ni, por supuesto, muerte), el lugar en el que uno pasaba su vida constituiría su paisaje eterno.
El patio, el árbol y el arroyo que se veían cada día desde la ventana se reproducirían exactamente en la otra vida. Por ello, se animaba a los egipcios a alegrarse y apreciar profundamente su entorno inmediato y a vivir con gratitud dentro de sus posibilidades. El concepto de ma'at (armonía y equilibrio) regía la cultura egipcia y, ya fueran de clase alta o baja, los egipcios se esforzaban por vivir en paz con su entorno y con los demás.
Distinciones de clase en la cultura egipcia
Entre las clases bajas, las casas se construían con ladrillos de barro cocidos al sol. Cuanto más pudiente era un ciudadano, más sólido era su hogar; las personas más ricas tenían casas construidas con una capa doble, o más, de ladrillo, mientras que las casas de los más pobres sólo tenían un ladrillo. La madera era escasa y solo se utilizaba para las puertas y los alféizares de las ventanas (de nuevo, en las casas más ricas) y el techo se consideraba una habitación más de la casa en la que se celebraban habitualmente reuniones, ya que el interior de las casas solía estar poco iluminado.
La ropa era de lino sencillo, sin teñir. Los hombres usaban una falda o taparrabos hasta la rodilla y las mujeres usaban vestidos livianos hasta los tobillos o túnicas que ocultaban o dejaban al descubierto sus pechos, según la moda del momento. En cualquier caso, parece que el nivel de desnudez de una mujer era indicativo de su estatus social durante gran parte de la historia de Egipto. Las bailarinas, las músicas y las sirvientas y esclavas aparecen habitualmente desnudas o casi desnudas, mientras que las damas de la casa van completamente vestidas, incluso en los tiempos en que los pechos descubiertos estaban de moda.
Aun así, las mujeres eran libres de vestirse como quisieran, y nunca hubo una prohibición, en ningún momento de la historia egipcia, con respecto a la forma de vestir femenina. La exposición de los pechos de una mujer se consideraba una opción de moda natural y normal, y no se consideraba en absoluto inmodesta o provocativa. Se entendía que la diosa Isis había otorgado los mismos derechos a hombres y mujeres y, por lo tanto, los hombres no tenían derecho a dictar cómo debía vestirse una mujer, incluso la propia esposa. Los niños llevaban poca o ninguna ropa hasta la pubertad.
Los matrimonios no se concertaban entre las clases bajas y parece que no existía una ceremonia matrimonial formal. Un hombre llevaba regalos a la casa de su futura esposa y, si los regalos eran aceptados, ella se mudaba con él. La edad media de una novia era de 13 años y la de un novio de 18 a 21 años. Se establecía un contrato en el que se asignaban los bienes del hombre a su mujer y a sus hijos, y esta asignación no podía rescindirse salvo por motivos de adulterio (definido como relaciones sexuales con una mujer casada, no con un hombre casado). Las mujeres egipcias podían poseer tierras, casas, administrar negocios y presidir templos, e incluso podían ser faraonas (como en el ejemplo de la reina Hatshepsut, que reinó entre 1479 y 1458 a.C.) o, anteriormente, la reina Sobeknofru, que reinó entre 1767 y 1759 a.C.).
El historiador Thompson escribe: "Egipto trataba a sus mujeres mejor que cualquiera de las otras grandes civilizaciones del mundo antiguo. Los egipcios creían que la alegría y la felicidad eran objetivos legítimos de la vida y consideraban el hogar y la familia como la principal fuente de deleite". Debido a esta creencia, las mujeres gozaban de un mayor prestigio en Egipto que en cualquier otra cultura del mundo antiguo.
Mientras que el hombre era considerado el jefe de la casa, la mujer era la jefa del hogar. Ella criaba a los hijos de ambos sexos hasta que, a la edad de cuatro o cinco años, los varones quedaban bajo el cuidado y la tutela de sus padres para aprender su profesión (o asistir a la escuela si la profesión del padre era la de escriba, sacerdote o médico). Las niñas permanecían bajo el cuidado de sus madres, aprendiendo a llevar la casa, hasta que se casaban. Las mujeres también podían ser escribas, sacerdotisas o médicas, pero esto era inusual porque la educación era cara y la tradición sostenía que el hijo debía seguir la profesión del padre, y no la hija. El matrimonio era el estado común de los egipcios después de la pubertad, y se consideraba anormal que un hombre o una mujer se mantuvieran solteros.
Las clases más altas, o la nobleza, vivían en casas más ornamentadas y con mayor riqueza material, pero parece que seguían los mismos preceptos que los que estaban más abajo en la jerarquía social. A todos los egipcios les gustaba jugar, como el juego del senet (un juego de mesa popular desde el periodo predinástico en Egipto, entre el 6000 y el 3150 a.C.), pero solo los más pudientes podían permitirse un tablero de calidad. Esto no parecía impedir a los más pobres jugar al juego, sino que simplemente lo hacían con un equipo menos elaborado.
Las luchas y las carreras, así como la práctica de otros deportes como la caza, el tiro con arco y la navegación, eran populares entre la nobleza y la clase alta, pero todos los egipcios disfrutaban de ellos en la medida en que podían permitírselo (salvo la caza de animales grandes, que era competencia exclusiva del gobernante y de quienes él designaba). Los banquetes eran una actividad de ocio solo de la clase alta, aunque las clases bajas podían disfrutar de forma similar (aunque menos fastuosa) en las numerosas fiestas religiosas que se celebraban a lo largo del año.
Deportes y ocio
La natación y el remo eran muy populares entre todas las clases. El escritor romano Séneca observó a egipcios comunes haciendo deporte en el río Nilo y describió lo siguiente:
La gente se embarca en pequeños botes, dos por bote, y uno rema mientras el otro saca el agua. Luego son sacudidos violentamente en los feroces rápidos. Al final, llegan a los canales más estrechos y, arrastrados por toda la fuerza del río, controlan a mano la barca que se precipita y se sumergen cabeza abajo ante el gran terror de los espectadores. Se creería, con tristeza, que a estas alturas ya se habrían ahogado por semejante masa de agua, cuando, lejos del lugar donde cayeron, salen disparados como de una catapulta, todavía navegando, y la ola que se retira no los sumerge, sino que los lleva a aguas tranquilas. (Nardo, 18)
La natación era una parte importante de la cultura egipcia, y a los niños se les enseñaba a nadar desde muy pequeños. Los deportes acuáticos desempeñaban un papel importante en el entretenimiento egipcio, ya que el río Nilo era un aspecto muy importante de su vida cotidiana. El deporte de las justas acuáticas, en el que dos pequeñas embarcaciones, cada una con uno o dos remeros y un luchador, se enfrentaban, parece haber sido muy popular. El remero (o los remeros) de la barca trataba de maniobrar estratégicamente mientras el luchador intentaba derribar a su oponente de la embarcación. Sin embargo, también disfrutaban de juegos que no tenían nada que ver con el río, y que eran similares a los juegos actuales de la pelota y el handball.
Los jardines y los adornos sencillos del hogar eran muy apreciados por los egipcios. Un jardín doméstico era importante para el sustento, pero también proporcionaba el placer de cuidar la propia cosecha. Los trabajadores del campo nunca trabajaban en su propia cosecha, por lo que su jardín individual era un lugar de orgullo por producir algo propio, cultivado en su propia tierra. Esta tierra, de nuevo, sería su hogar eterno después de dejar sus cuerpos y por ello era muy valorada. Una inscripción en una tumba del año 1400 a.C. dice: «Que cada día camine por las orillas del agua, que mi alma descanse en las ramas de los árboles que planté, que me refresque bajo la sombra de mi sicomoro», haciendo referencia al aspecto eterno del entorno diario de cada egipcio. Después de la muerte, uno seguiría disfrutando de su mismo árbol, de su mismo paseo diario junto al agua, en una tierra eterna de paz concedida a los egipcios por los dioses que veneraban con gratitud.