Un ánfora (en griego: amphoreus) es una jarra con dos asas verticales que se usaba en la antigüedad para almacenar y transportar alimentos, tales como vino o aceite de oliva. El nombre deriva del griego amphi-phoreus que quiere decir "que lleva por los lados", a pesar de que los griegos habían adoptado el diseño de Mediterráneo oriental. Usada por todas las grandes naciones comerciales, desde los fenicios hasta los romanos, la robusta ánfora se extendió por toda la antigüedad y se ha convertido en un importante superviviente en los registros arqueológicos, ya que da pistas acerca de la datación de los lugares, las relaciones comerciales y la dieta cotidiana.
Diseños
El ánfora evolucionó a partir de las grandes vasijas pithoi de la Edad de Bronce, que los minóicos y los micénicos habían usado para el almacenamiento, y llegó a convertirse probablemente en la más común de las formas cerámicas de la antigüedad. Sin embargo el tamaño y la forma variaban considerablemente. Las ánforas también podían ser simples, especialmente cuando se usaban para el transporte de mercancías, o estar muy decoradas, igual que cualquier otra cerámica de figuras rojas o negras. Algunos sitios específicos, ya renombrados por su producción de cerámica, tales como Corinto o Ática, junto con islas famosas por su producción de vino, como Quíos, Lesbos y Samos, todos producían ánforas distintivas. También lo hacían las colonias en el mar Negro y en la Magna Grecia, aunque algunas ciudades se conformaban felizmente copiando diseños que ya habían probado otros. Todas las ánforas se hacían por pasos en el torno, con un período de secado entre una sección y otra.
Los dos tipos básicos de ánfora eran el ánfora de cuello, en la que el cuerpo se une al cuello en un ángulo agudo, y el ánfora de cuerpo ovoide (o ánfora simplemente) que tiene una curva continua desde el cuello hasta el pie. Estas vasijas de boca ancha se conocían como kadoi o stamnoi, mientras que las vasijas mas simples para el transporte se conocían como amphoreus. Con el tiempo la forma del recipiente evolucionó, reflejando su función primaria como recipiente de vino y para facilitar el envasado. El pie de base acabó convirtiéndose en un pico y el recipiente en general se volvió más alto y más delgado. Además, durante el periodo romano, el contenido de las ánforas se hizo fácilmente reconocible según la forma del recipiente en cuestión, una característica útil cuando se almacenaban en puertos concurridos. Las ánforas decorativas con una base puntiaguda se habrían mantenido de pie en un soporte de bronce o un profundo anillo de cerámica.
Funciones
La capacidad media de las ánforas era de 20-25 litros, aunque las primeras versiones eran bastante más grandes. El tamaño general se vio limitado por la necesidad de que una o dos personas pudieran mover el recipiente fácilmente, y la estandarización, aunque se intentó, no se llegó a conseguir en la práctica hasta el período bizantino. Entre los alimentos que se transportaban estaban el vino, el aceite de oliva, la miel, la leche, las aceitunas, el pescado seco, y alimentos secos, como los cereales, o incluso agua simplemente. Otras cosas que se transportaban que no eran alimentos era por ejemplo la brea, y algunos recipientes se usaban en las tumbas, donde contenían las cenizas del difunto. Otro tipo especial era el ánfora panatenaica, que era un recipiente grande de unos 36 litros decorado con diseños de figuras negras. Estos se llenaban de aceitunas y se entregaban como premios en los Juegos Panatenaicos, que se celebraban cada cuatro años en Atenas. Por último, las ánforas en miniatura, conocidas como amphoriskoi (amphoriskos en singular) o pelikai (pelike) se usaban para almacenar perfume.
Los romanos usaban las ánforas de la misma manera que los griegos, pero añadiendo los clásicos romanos que eran la salsa de pescado (garum) y las frutas en conserva. Por esta razón, las ánforas se sellaban con tapones de arcilla o resina, y algunas también tenían una tapa de cerámica cuando se almacenaban productos secos. Se conservan muy pocas tapas en comparación con las ánforas que tenemos, pero las que existen normalmente tienen un único mango, normalmente en forma de fruta. Por último, las ánforas también se usaban con fines totalmente ajenos a su diseño original, tales como enterradas en terrenos pantanosos para conseguir cimientos más estables para los edificios y las paredes, o en las cúpulas de los techos para crear un mayor soporte.
Sellos
Muchas ánforas usadas para transportar mercancías, aunque ciertamente no todas, recibían un sello antes del horneado, normalmente en el cuello, el borde o las asas. Esto identificaba el lugar de origen (el taller de alfarería), indicaba que el recipiente era parte de un lote en particular, nombraba a un oficial de control, o garantizaba el volumen del contenido o la calidad. En el sello podía aparecer el nombre o monograma del fabricante, un mes, o un adjetivo o símbolo regional. Rodas, por ejemplo, usaba una rosa como emblema. En el caso del vino, se indicada la edad del buen vino, o la fecha de caducidad (el año) para el vino barato. Los sellos también eran un medio por el cual las autoridades podían ejercer un control aduanero. Los tapones también se podían sellar con el mismo propósito. Además de los sellos, los romanos también pintaban información en las etiquetas de los recipientes para identificar fácilmente el contenido.
A menudo toda esta información ha sido muy valiosa para los arqueólogos al intentar fechar un sitio que contiene ánforas, especialmente los naufragios. Por último, el descubrimiento de ánforas cuyo origen puede ser identificado, y sus cantidades, ayuda a establecer el alcance del comercio en el mundo antiguo. El Monte Testaccio en Roma es un montículo artificial de cascotes de cerámica procedentes de 53 millones de ánforas desechadas; un testimonio impresionante del hecho de que el ánfora era uno de los objetos más comunes y útiles de la antigüedad.