La Biblioteca de Alejandría fue establecida bajo la dinastía Ptolemaica de Egipto (323-30 a.C.) y floreció bajo el patrocinio de los primeros reyes, convirtiéndose en la biblioteca más famosa del mundo antiguo. Atrajo a eruditos de todo el Mediterráneo y convirtió a Alejandría en el centro intelectual preeminente de su tiempo hasta su declive después del 145 a.C.
Aunque la leyenda afirma que la idea de la gran biblioteca vino de Alejandro Magno, esta afirmación se ha puesto duda y parece ser que fue propuesta por Ptolomeo I Soter (que reinó de 323-282 a.C.), fundador de la dinastía ptolemaica, y construida bajo el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (282-246 a.C.), que también adquirió los primeros libros para su colección. Bajo Ptolomeo III Euergetes (que reinó de 246-221 a.C.), la colección de la biblioteca gracias a que todos los libros que llegaban a puerto en los barcos se requisaban y copiaban, para después recoger los originales en sus estanterías.
Bajo Ptolomeo IV (que reinó de 221-205 a.C.), el mecenazgo continuó, y Ptolomeo V (que reinó de 204-180 a.C.) y Ptolomeo VI (que reinó de 180-164 y 163-145 a.C.) hicieron de las adquisiciones para la biblioteca una prioridad tal por todo el Mediterráneo que los eruditos comenzaron a esconder sus bibliotecas privadas para evitar su incautación. Ptolomeo V, para socavar el prestigio de la Biblioteca de Pérgamo, prohibió la exportación de papiro, necesario para la producción de copias de libros, e inadvertidamente alentó la industria de pergaminos en Pérgamo.
El destino final de la Biblioteca de Alejandría se lleva debatiendo siglos. Según la afirmación más popular, fue destruida por Julio César en un incendio en 48 a.C. Otras afirmaciones dicen que fue destruida por el emperador Aureliano en su guerra con Zenobia en 272 d.C., por Diocleciano en 297 d.C., por los zelotes cristianos en 391 y 415 d.C., o por invasores árabes musulmanes en el siglo VII.
Como la biblioteca todavía existía después de la época de César y se habla de ella a principios de la era cristiana, la explicación más probable de su caída fue una pérdida de patrocinio de los gobernantes ptolemaicos posteriores (después de que Ptolomeo VIII expulsara a los estudiosos extranjeros en 145 a.C.) y el apoyo desigual de los emperadores romanos que condujo a una disminución en el mantenimiento de la colección y los edificios. La intolerancia religiosa, tras el surgimiento del cristianismo, condujo a los disturbios civiles, lo que alentó a muchos estudiosos a encontrar puestos en otros lugares, contribuyendo aún más al deterioro de la biblioteca. Para el siglo VII, cuando se dice que los árabes musulmanes quemaron la colección de la biblioteca, no hay evidencia de que esos libros, o incluso los edificios que los habrían albergado, todavía existieran en Alejandría.
Establecimiento de la biblioteca
Después de la muerte de Alejandro Magno en 323 a.C., Ptolomeo I tomó Egipto durante las guerras del Diádocos (los sucesores de Alejandro) y estableció su dinastía. Parece haber propuesto la biblioteca como una extensión de su visión general de la ciudad de Alejandría como un gran crisol que mezclara las culturas de Egipto y Grecia, cuyo epítome sería el dios híbrido Serapis, una combinación de deidades egipcias y griegas. Según la Carta de Aristeas, escrita entre 180 y 145 a.C., la idea de la biblioteca fue sugerida por el orador griego Demetrio de Falero (en torno a 350 a alrededor de 280 a.C.), un estudiante de Aristóteles (384-322 a.C.) o de su alumno, Teofrasto (en torno a 371 a alrededor de 287 a.C.), aunque la autenticidad de esta carta se ha puesto en duda.
Sin embargo, si Demetrio hubiese propuesto la idea de una biblioteca universal, eso explicaría fácilmente las descripciones del edificio que parecen reflejar el Liceo de Aristóteles, específicamente la columnata en la que los eruditos podían caminar y discutir varios temas, aunque la columnata no era específica de la escuela de Aristóteles. También se dice que Demetrio organizó la biblioteca como un hogar para todos los libros jamás escritos y propuso el nombre de Museion, un templo a las Nueve Musas, por lo menos para una parte de la biblioteca (este nombre es el origen de la palabra "museo"). En respuesta a la pregunta, "¿Por qué se construyó una biblioteca universal en Alejandría, una ciudad relativamente nueva?", el erudito Lionel Casson escribe:
Egipto era mucho más rico que las tierras de sus rivales. Por un lado, el suelo fértil a lo largo del Nilo producía cosechas abundantes de grano, y el grano era para el mundo griego y romano lo que el petróleo es para nosotros: gobernaban el comercio en todas partes. Por otro lado, Egipto era el hábitat por excelencia de la planta de papiro, asegurando así a sus gobernantes un monopolio sobre el principal material de escritura del mundo. Todos los monarcas helenísticos intentaban adornar sus capitales con arquitectura grandiosa y construir una reputación para la cultura. Los Ptolomeos,con mayor capacidad para gastar que los demás, tomaron la delantera. Los primeros cuatro miembros de la dinastía se concentraron en la reputación cultural de Alejandría, ya que ellos mismos eran intelectuales. Ptolomeo I era un historiador, autor de un relato meticuloso de la campaña de conquista de Alejandro... Ptolomeo II era un zoólogo ávido, Ptolomeo III, un mecenas de la literatura, Ptolomeo IV un dramaturgo. Todos ellos eligieron a destacados académicos y científicos como tutores para sus hijos. No es ninguna sorpresa que estos hombres intentaran hacer de su capital el centro cultural del mundo griego. (32-33)
Directores de la biblioteca y organización
El Museion y una adición, la Biblioteca Real, fueron construidos bajo Ptolomeo II, y el primer bibliotecario fue el erudito Zenodoto (siglo III a.C.). Entre los directores que lo siguieron durante el periodo ptolemaico se cuentan lo siguientes, en orden:
- Apolonio de Rodas (siglo III a.C.)
- Eratóstenes (en torno a 276-195 a.C.)
- Aristófanes de Bizancio (en torno a 257 a alrededor de 180 a.C.)
- Apolonio "creador de formas" (fechas desconocidas)
- Aristarco de Samotracia (en torno a 216 a alrededor de 145 a.C.)
Aunque a menudo se lo menciona como bibliotecario en Alejandría, Calímaco de Cirene (en torno a 310 a alrededor de 240 a.C.) nunca ocupó ese cargo. Sin embargo, fue responsable de desarrollar el sistema bibliográfico temprano de Zenodoto en lo que hoy se llamaría un "catálogo de tarjetas" de los fondos de la biblioteca. Los Pinakes de Calímaco ("Tablillas", cuyo título completo es Tablas de personas eminentes en cada rama de aprendizaje junto con una lista de sus escritos) fueron un exhaustivo estudio y catálogo de todas las obras griegas existentes, que llenaron 120 libros y crearon el paradigma del sistema organizativo de la biblioteca de ahí en adelante. Casson escribe lo siguiente:
Lo que hizo posible tal proyecto fue la existencia de la biblioteca de Alejandría, en cuyos estantes se encontraban todos estos escritos, con raras excepciones. Y hay acuerdo general en que la compilación surgió de, fue una expansión de, una lista de estanterías de los fondos de la biblioteca que había elaborado Calímaco. Los Pinakes no han sobrevivido; sin embargo, tenemos suficientes referencias a ellos y citas en obras académicas de siglos posteriores como para proporcionar una idea acertada de su naturaleza y extensión. (39)
Las obras catalogadas por Calímaco no estaban alojadas en un solo edificio, sino en un complejo de estructuras en el barrio del palacio (el Bruchion) del distrito griego de la ciudad. El complejo de la biblioteca parece haberse asemejado a una universidad moderna con viviendas, comedores comunitarios, aulas de instrucción, salas de lectura, pilas de la biblioteca, laboratorios, observatorios, scriptoriums, salas de conferencias, jardines paisajistas y, quizás, un zoológico. Durante el Período Ptolemaico, solo los eruditos varones recibían patrocinio para vivir en la biblioteca con habitación y comida gratis; no está claro si las eruditas, aunque no tenían permitido vivir allí, podían hacer uso o no de los recursos de la biblioteca, que se decía incluía 500.000 obras sobre cada tema que alguien hubiera escrito.
Funcionamiento y adquisiciones bajo los Ptolomeos
El número de libros que tenía la biblioteca y quiénes tenían acceso a ellos, al igual que la mayor parte del resto de la información relacionada con la Biblioteca de Alejandría, no está claro. Lo más común es hablar de 500.000 libros, pero es posible que sea una exageración. Casson, quien está más o menos de acuerdo con ese número, comenta:
Los rollos en la biblioteca principal sumaban 490.000; en la "biblioteca secundaria" 42.800. Esto no nos dice nada sobre el número de obras o autores representados, ya que muchos rollos contenían más de una obra y muchos, como en el caso de Homero, eran copias. Tampoco sabemos cuál era la división de funciones entre las dos bibliotecas. La biblioteca principal, ubicada en el palacio, tenía que ser principalmente para el uso de los miembros del Museo. La otra, en un santuario religioso con un acceso relativamente libre, bien puede haber servido a un grupo más amplio de lectores. Tal vez por eso sus tenencias eran mucho más pequeñas: se limitaban a obras, como los clásicos básicos de la literatura, que era probable que consultara el público general. (36)
La biblioteca, comenzando con Ptolomeo I, estaba financiada por la casa real. Eruditos, científicos, poetas, críticos literarios, escritores, copistas y lingüistas entre otros aceptados como miembros del Museion vivían allí libres de impuestos, sin pagar alquiler y recibían comidas y un salario simbólico de por vida. El propósito de este patrocinio era permitir que las mentes más grandes de la época, liberadas de las distracciones de la vida diaria, se dedicaran al estudio, la escritura y la enseñanza. Se esperaba que cada erudito alojado en el Museion enseñara en cierta capacidad y diera conferencias; aunque no está claro quién podía tomar clases o asistir a conferencias.
El director de la biblioteca era nombrado por la corte real y servía de por vida. Durante el periodo Ptolemaico, cada bibliotecario principal era un erudito notable que había realizado alguna contribución original a su campo de conocimiento. En el caso de Zenodoto, él fue el primero en establecer una versión oficial de las obras de Homero y también el primero en implementar un sistema alfabético de organización para los fondos de una biblioteca. Apolonio de Rodas fue famoso por su poema épico Las argonáuticas sobre Jasón y los argonautas. Eratóstenes fue el primero en calcular la circunferencia de la tierra y elaborar un mapa del mundo conocido.
Además de los bibliotecarios, estaban los eruditos famosos que vivieron y trabajaron allí, incluidos el matemático Euclides (en torno a 300 a.C.), el anatomista Herófilo, el inventor e ingeniero Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.), el físico Estratón, el gramático Dionisio de Tracia, y el innovador escritor y poeta Istros el Calimaco (un estudiante de Calímaco) entre muchos otros. Estos estudiosos crearon sus propias obras y tenían miles de otras de referencia al alcance gracias a la política de adquisición de los Ptolomeos. Casson comenta lo siguiente:
La política era adquirirlo todo, desde la poesía épica exaltada hasta los monótonos libros de cocina; los Ptolomeos intentaron hacer de la colección un depósito exhaustivo de escrituras griegas así como una herramienta para la investigación. También incluyeron traducciones en griego de obras importantes en otros idiomas. El ejemplo más conocido es la Septuaginta, la versión griega del Antiguo Testamento. Su propósito principal era servir a la comunidad judía, gran parte de la cual solo hablaba griego y ya no podía entender el hebreo o arameo original, pero el proyecto fue alentado por Ptolomeo II, que sin duda quería la obra en la biblioteca. (35-36)
Para adquirir las colecciones de la biblioteca, se enviaban agentes de libros a comprar cualquier obra que pudieran encontrar. Se confiscaban los libros de los barcos que atracaban en el puerto de Alejandría, se copiaban y después los originales se guardaban en la biblioteca y se devolvía la copia a su dueño. Las obras más antiguas eran las más codiciadas debido a que no se habían copiado extensamente y por lo tanto contenían menos errores. Según Casson, esto creó una nueva industria del mercado negro: falsificar copias "viejas" para la venta a precios altos (35). Las obras famosas también eran una prima. Se dice que Ptolomeo III envió un exorbitante depósito de 15 talentos (aproximadamente 15 millones de dólares o más) a Atenas para pedir prestados los manuscritos originales de Esquilo, Eurípides y Sófocles, prometiendo devolverlos. Después de hacerlos copiar en papiro de alta calidad, envió las copias de regreso a Atenas, se quedó con los originales y les dijo a los atenienses que se podían quedar el dinero.
Esta política de adquisición de los Ptolomeos fue imitada por los reyes de la dinastía Atálida (281-133 a.C.) que necesitaban libros para la Biblioteca de Pérgamo, la rival de la Biblioteca de Alejandría. Durante el reinado del rey atálida Eumenes II (que reinó de 197-159 a.C.), Ptolomeo V prohibió la exportación de papiros para evitar que Pérgamo hiciera copias de los libros. Sin embargo, lo único que logró con eso fue lanzar la industria del pergamino de Pérgamo. La propia palabra "pergamino" deriva del nombre de la ciudad, ya que en latín este nuevo material se llamó pergamena, "papel de Pérgamo".
Decadencia e historias sobre su destrucción
La Biblioteca de Alejandría comenzó empezó a entrar en decadencia bajo Ptolomeo VIII (que reinó de 170-163/145-116 a.C.), un erudito que había escrito sobre Homero y apoyado el patrocinio de la biblioteca pero que retiró su apoyo después de la lucha de poder con su hermano Ptolomeo VI y, al castigar a los que se habían puesto del lado de su oponente, desterró a todos los eruditos extranjeros de la ciudad. Entre ellos estaba el director de la biblioteca, Aristarco de Samotracia, que huyó a Chipre en 145 a.C. y murió poco después. El mecenazgo ptolemaico de la biblioteca fue en declive, y el puesto de director de la bibliteca dejó de otorgarse a eruditos ilustres, sino que se concedía a compiches políticos. Es probable que, cuando fueron expulsados de Alejandría, los eruditos desterrados se llevaran algunos libros con ellos pero, incluso si no lo hicieron, para entonces los textos ya se habían estandarizado y copiado y habrían existido copias en las bibliotecas privadas y en las colecciones de otros centros intelectuales como Atenas y Pérgamo.
El período ptolemaico terminó con la muerte de Cleopatra VII en el año 30 a.C., y durante el período romano que siguió, el patrocinio de la biblioteca fue desigual en el mejor de los casos. El emperador romano Claudio (que reinó de 41-54) patrocinó la biblioteca, al igual que Adriano (que reinó de 117-138), pero no está claro si otros lo hicieron o no. En el año 272, cuando Aureliano reconquistó Alejandría de manos de Zenobia, quien la había reclamado como parte de su Imperio de Palmira, el distrito de la biblioteca fue destruido, aunque se desconoce si los edificios que alguna vez constituyeron la biblioteca sobrevivieron. En el año 297, el emperador Diocleciano también arrasó esa sección de Alejandría y, lo más probable es que fuera entonces cuando se destruyera lo que quedaba de la biblioteca. Sin embargo, para entonces, como ya se ha señalado, la erudición alejandrina no era ya más que un recuerdo. Cualquier gran obra que hubiera tenido lugar en la ciudad se habría llevado a cabo en algún otro lugar a partir de 145 a.C.
Todo esto parece seguro, pero eso no ha impedido que los escritores repitan la afirmación de que la gran Biblioteca de Alejandría, que albergaba todo el conocimiento del mundo antiguo, fue quemada o bien por Julio César en 48 a.C., por los cristianos en 391 (o, quizás, en 415 alrededor de la época del asesinato de Hipatia de Alejandría) o por los musulmanes en el siglo VII. Fuera lo que fuese lo que se quemó en el incendio iniciado por César en 48 a.C., no fue la biblioteca porque los escritores posteriores todavía hablan de ella después. Marco Antonio, según Plutarco, le otorgó toda la colección de 200.000 libros de la Biblioteca de Pérgamo a Cleopatra VII en el 43 a.C. para la biblioteca. Por tanto, claramente esta todavía existía en Alejandría después de la muerte de César en 44 a.C. Se dice que César Augusto (que reinó de 27 a.C. al 14 d.C.) más tarde devolvió algunos de los libros a la Biblioteca de Pérgamo, aunque no todos.
En 391, Teófilo, obispo de Alejandría, supervisó la destrucción del Templo de Serapis, que había albergado una parte de la colección de la biblioteca, pero se desconoce si todavía se guardaban libros allí o no. Alejandría se había vuelto cada vez más hostil al tipo de beca inclusiva que llevaba alentando la biblioteca desde el surgimiento del cristianismo en la ciudad después de 313. En 391, los disturbios civiles alimentados por la intolerancia religiosa se habían convertido en el sello distintivo de la ciudad. Parece cierto que el Serapeo (el templo de Serapis) fue destruido en aquel momento, y que se construyó una iglesia en su lugar, pero no hay evidencia de la destrucción de la biblioteca; probablemente porque ya había sido destruida por Aureliano o Diocleciano.
La afirmación de que los árabes musulmanes bajo el califa Umar destruyeron la biblioteca en 641 es completamente insostenible. La famosa historia de Umar ordenando la quema de la vasta colección alegando que, si las obras estaban de acuerdo con el Corán, eran superfluas, y si contradecían el Corán, eran herejías, aparece 600 años después en la obra del escritor cristiano Gregorio Bar Hebraeus (l. 1226-1286) tomada de autores árabes musulmanes del siglo XIII como Ibn al-Qifti. Los estudiosos han descartado este relato como una obra de ficción desde el siglo XVIII.
Conclusión
La afirmación de que la pérdida de la Biblioteca de Alejandría en una gran conflagración convirtió el conocimiento del mundo antiguo en humo y retrasó el desarrollo intelectual de la humanidad miles de años es una fábula que se ha vuelto cada vez más aceptada porque se repite una y otra vez en artículos, libros, programas de televisión, documentales, videos y folletos variados que culpan a una u otra parte de la destrucción de la biblioteca para favorecer una agenda determinada.
La imagen en llamas de la gran Biblioteca de Alejandría y de todo el conocimiento del mundo antiguo sin duda es más dramática que el escenario más mundano de una biblioteca en decadencia debido a la negligencia fomentada por la intriga política mezquina y un cambio social, político y religioso, pero esto último es casi seguro lo que sucedió realmente. No hay duda de que algunas obras escritas fueron destruidas a partir del 48 a.C., pero esto no significa que todos los libros alojados en la biblioteca en su cenit se perdieran. Como se señaló, se hicieron copias de la colección, y estas partieron de Alejandría con sus propietarios.
Puede que Alejandría pudiera presumir de la biblioteca más grande de la Antigüedad con los priemros Ptolomeos, pero ningún relato de la antigüedad secunda la afirmación de que la biblioteca seguía siendo un gran centro intelectual en la época romana. Está claro, por las referencias en las obras de varios escritores antiguos, que un número considerable de manuscritos se perdió en Alejandría entre 48 a.C. y 415 d.C., pero no se sabe cuáles eran. Muchas de las obras referenciadas como parte de la colección de la biblioteca todavía existen hoy en día en todo el mundo y forman parte de la colección de la Bibliotheca Alexandrina ("Biblioteca de Alejandría"), abierta en 2002 en Alejandría, Egipto, como un homenaje a la gran biblioteca de la Antigüedad.