Pegaso, o Pegasos, es un caballo alado de la mitología griega, cuyo padre era Poseidón y que nació del cuello cortado de la gorgona Medusa, asesinada por Perseo. Al mismo tiempo y de la misma manera, también nació Crisaor. Poseidón le dio Pegaso a su hijo Belerofonte, que le daría buen uso en su famosa batalla con la Quimera.
El mito de Belerofonte comienza con la visita del héroe a Tirinto, donde disfrutó de la hospitalidad del rey de la ciudad, Preto. Sin embargo, los problemas comenzaron cuando Estenebea, la esposa del rey, se enamoró del héroe y le hizo insinuaciones inapropiadas. Belerofonte, como buen invitado, rechazó cortésmente estas insinuaciones, pero como era de esperar, Estenebea se enfureció, fue ante el rey y acusó al visitante de intentar seducirla. Como castigo, Preto envió a Belerofonte a servirle a su suegro Yóbates, rey de Licia. A su llegada, Yóbates sometió a Belerofonte a una serie de tareas peligrosas e imposiblemente difíciles, la principal de las cuales era destruir a la temible y estrafalaria Quimera. Esta criatura que escupía fuego era una mezcla terrible del cuerpo de un león con una serpiente como cola y una cabeza de cabra que brotaba de su espalda. Para ayudarlo en esta tarea, Belerofonte tuvo la suerte de tener a su disposición a Pegaso. En algunos relatos se dice que encontró al caballo en la fuente Pirene cerca de Corinto, y Hesíodo sugiere que este hecho explica el nombre Pegaso, derivado de "agua", pēgē. Belerofonte consiguió domar al caballo con la ayuda de Atenea y después cabalgó (y voló) con Pegaso y logró matar a la monstruosa Quimera con su lanza.
Belerofonte y Pegaso volverían a triunfar en otros desafíos que Yóbates le asignó al héroe, incluida una batalla con las amazonas. Sin embargo, volviéndose bastante jactancioso y pensando que podía volar lo suficientemente alto en su corcel alado para tomar su lugar entre los dioses inmortales, Belerofonte fue lanzado por Pegaso y cayó bruscamente de regreso a la tierra. Mientras tanto, Pegaso siguió avanzando y llegó al Monte Olimpo y fue entregado a Eos, quien era responsable de llevar a Aurora a lo largo del cielo cada día. Según Hesíodo en su Teogonía, Pegaso también le llevaba a Zeus sus truenos y relámpagos cuando era necesario.
A Pegaso también se le atribuye la creación de una serie de manantiales con una pisada de su pezuña. Los más famosos eran el manantial Hipocrene en el monte Helicón, cerca de la arboleda sagrada de las musas, y el manantial en Trecén.
Pegaso también aparecía en la cerámica griega, y los ejemplos más antiguos se encuentran en la cerámica corintia del siglo VII a.C. Pegaso también era un diseño popular en las monedas, especialmente en las de Corinto del siglo VI a.C. Una representación famosa en la escultura pertenece al frontón del templo de Artemisa en Córcira (en torno a 580 a.C.). El mito de Belerofonte y Pegaso también era un tema popular en el arte romano, especialmente los camafeos de piedra semipreciosa grabada y los mosaicos de piso, donde el caballo se convirtió en símbolo de la inmortalidad.