Izanami («la que invita») e Izanagi («el que invita») son los dioses primordiales de la religión sintoísta. Se cree que fueron los que crearon las islas de Japón y dieron origen a muchos de los demás dioses sintoístas o kami.
Los mitos de la religión popular japonesa proceden de tradiciones orales codificadas para la posteridad en dos libros: el Nihon Shoki, publicado en el 720 d.C., y el Kojiki, escrito por un funcionario de la emperatriz Gemmyo entre el 708 y 714 d.C.. Otra fuente, el Kogoshui, fue escrito hacia el 807 d.C. por Imibe-no-Hironari, que recopiló tradiciones orales omitidas en el Nihon Shoki y el Kojiki.
La creación de Japón
Las islas de Japón son objeto de un mito de creación especialmente pintoresco. Parados sobre el puente o escalera del cielo (conocido como Ama-no-hashidate y que conectaba el cielo, o Ama, con la tierra), los dos dioses, Izanami e Izanagi utilizaron una lanza incrustada de joyas para agitar el océano. Al retirar la lanza, la sal se cristalizó en gotas en su punta y estas gotas volvieron a caer al océano en forma de islas. En otra versión, la lanza goteaba lodo de los aún turbios y caóticos mares.
La primera isla creada fue Onogoro-shima y los dioses la utilizaron inmediatamente para construir una casa y celebrar su ceremonia nupcial. El ritual consistía en dar vueltas alrededor de un pilar (o, en algunas versiones, de la lanza) con los dos dioses moviéndose en direcciones opuestas. Sin embargo, durante este ritual matrimonial sagrado, Izanami habló primero por error cuando se cruzaron y, como consecuencia de esta impiedad, su primer hijo nació de forma prematura y como una criatura fea, débil y sin huesos. Este era el dios Hiruko (más tarde Ebisu) que se convertiría en el patrón de los pescadores y uno de los siete dioses de la buena suerte. Hiruko fue abandonado por sus padres y puesto en una cesta para que el mar lo llevara adonde quisiera. El segundo hijo fue la isla de Awa, pero Izanami e Izanagi seguían sin estar satisfechos con su descendencia y preguntaron a sus padres, los siete dioses invisibles, la razón de su desgracia. Al revelarles que la razón era su incorrecta realización del ritual matrimonial, la pareja repitió la ceremonia, asegurándose esta vez de que Izanagi hablara primero.
Desde ahí, la pareja comenzó a tener más suerte con su descendencia, entre las que se cuentan las ocho islas principales de Japón: Awaji, Shikoku, Oki, Tsukushi (Kyushu), Iki, Tsu, Sado y Oyamato. También se creó un número prodigioso de otros dioses. De hecho, existen más de 800 kami (dioses, espíritus y fenómenos naturales) en el panteón sintoísta. Otros hijos notables fueron Oho-wata-tsu-mi (dios del mar), Kuku-no-shi (dios de los árboles), Oho-yama tsu-mi (dios de las montañas) y Kagutsuchi (dios del fuego), a menudo llamado en voz baja «Homusubi» durante las oraciones rituales.
Muerte de Izanami y venganza
Sin embargo, el nacimiento de algunos dioses tuvo un precio. Izanami sufrió terribles quemaduras cuando dio a luz a Kagutsuchi y se dice que muchos kami nacieron de sus lágrimas mientras sufría por sus heridas hasta que, finalmente, murió. Sin embargo, la venganza no se hizo esperar, ya que Izanagi cortó al dios del fuego en pedazos con su espada. Se dice que muchas nuevas deidades surgieron de cada trozo del dios.
Izanagi, claramente incapaz de vivir sin su amada esposa, la siguió rápidamente hasta el inframundo o Yomi (también llamado Ne-no-kuni, «tierra de las raíces» y Soko-no-kuni, «la tierra hueca»). Desgraciadamente, no pudo rescatar a Izanami porque ella ya había ingerido alimentos en el inframundo y, por tanto, tenía prohibido regresar al reino de los vivos. Sin embargo, Izanami suplicó a los dioses que hicieran una excepción con ella e hizo prometer a Izanagi que tendría paciencia y no intentaría verla en su estado actual. Sin embargo, el proceso de liberación fue largo, y el impaciente Izanagi no pudo esperar más e intentó ver a su amada. Cuando la vio, se llevó un susto, ya que el cuerpo de la diosa se estaba descomponiendo. Izanami estaba furiosa de que su marido rompiera su promesa y la viera en tal estado, por lo que los Ocho Truenos y las Mujeres Feas echaron al dios del inframundo. Durante su huída, Izanagi detuvo a los Truenos arrojando su bastón (kunado-no-kami) en su camino y fue en ese momento cuando se crearon los dos dioses de los caminos, Chimata-no-kami y Yachimata-hiko (juntos conocidos como Sae-no-kami o Dosojin).
Nacimiento de los dioses sintoístas
Al llegar finalmente al mundo exterior, Izanagi bloqueó la entrada a Yomi con una enorme piedra. Afortunado por escapar ileso de tan terrible lugar de tinieblas, el dios tuvo que realizar un ritual de limpieza en el río Woto para librarse de las impurezas del inframundo. Fue durante estos rituales cuando nacieron varios dioses: Amaterasu, la diosa del sol, cuando se lavaba el ojo izquierdo, Tsuki-yomi, el dios de la luna, cuando se lavaba el ojo derecho, Susanoo (o Take-haya-Susa-no-wo), el dios de la tormenta, cuando se lavaba la nariz y Shina-tsu-hiko, el dios del viento, nació del aliento de Izanagi. Además, cuando se deshizo de sus ropas manchadas en el río, otros doce dioses nacieron de los doce pedazos. En referencia a este episodio, la práctica del harai o limpieza antes de entrar en un santuario sagrado (jinja) se ha convertido en una parte importante del ritual sintoísta.
Izanami e Izanagi en el arte
En el arte japonés, los dos dioses suelen aparecer de pie sobre Ama-no-hashidate agitando el océano con su lanza. La pareja también es asociada con el famoso santuario de las rocas casadas de Meoto Iwa, en la costa de Futami. Aquí, dos grandes rocas se alzan en el mar y están unidas por una larga cuerda sagrada (shimenawa) de paja de arroz trenzada que pesa más de una tonelada, símbolo del vínculo matrimonial entre las dos deidades. Encima de la roca más grande, que representa a Izanagi, hay una puerta blanca o torii que marca el lugar como santuario sagrado. Debido a la evidente humedad del lugar, la shimenawa o cuerda se sustituye varias veces al año con gran ceremonia.