Los Upanishads son los textos filosófico-religiosos del hinduismo, Sanatan Dharma que significa «Orden Eterno» o «Camino Eterno», que desarrollan y explican los preceptos de esa religión. El nombre significa «sentarse con atención», cuyo sentido es el de escuchar con interés lo que explica el maestro u otra figura de autoridad.
Upanishad también se interpreta como «enseñanza secreta» o «revelación de las verdades subyacentes». Las verdades que exponen son conceptos obtenidos mediante revelaciones, los cuales se recogieron en los Vedas; textos religiosos que según la ortodoxia hindú contienen el saber acerca de la creación y de la manera en que funciona el universo.
La palabra veda significa conocimiento, y se cree que los cuatro Vedas expresan la sabiduría fundamental acerca de la existencia humana. Las obras se consideran Shruti, cuyo significado es «lo que se escucha», pues para el hinduismo sus ideas emanaron de las vibraciones del universo, más tarde escuchadas por los sabios y expresadas de forma oral, hasta que en el período comprendido entre 1500 y 500 a.C. se pusieron por escrito. Los Upanishads se consideran Vedanta, «el final de los Vedas», dado que desarrollan, explican y amplían los conceptos védicos por medio de narraciones en forma de diálogos cuyo objetivo es impulsar al individuo a involucrarse en su estudio en un nivel personal y espiritual.
Existen entre 180 y 200 Upanishads, de los cuales 13 son los más conocidos, todos comprendidos en los cuatro Vedas:
- Rig Veda
- Sama Veda
- Yajur Veda
- Atharva Veda
El Rig Veda es el más antiguo, mientras que el Sama Veda y el Yajur Veda utilizan de manera directa parte del contenido del Rig; por su parte el Atharva Veda toma un camino distinto. Sin embargo, los cuatro presentan la misma visión, y los Upanishads expresan sus mismos temas y conceptos. Los 13 Upanishads son:
- Brhadaranyaka Upanishad
- Chandogya Upanishad
- Taittiriya Upanishad
- Aitareya Upanishad
- Kausitaki Upanishad
- Kena Upanishad
- Katha Upanishad
- Isha Upanishad
- Svetasvatara Upanishad
- Mundaka Upanishad
- Prashna Upanishad
- Maitri Upanishad
- Mandukya Upanishad
Ciertas escuelas de pensamiento consideran que son de origen y antigüedad desconocidos, pero por lo general se acepta que los primeros seis (del Brhadaranyaka al Kena) se compusieron alrededor del período 800-500 a.C., y los últimos siete (del Katha al Mandukya) en fechas posteriores. Algunos se atribuyen a un sabio específico, otros son anónimos. No obstante, muchos hindúes ortodoxos aplican a los Upanishads el mismo calificativo de Shruti que asignan a los Vedas, debido a que creen que han existido desde siempre. Según esta concepción, las obras no fueron compuestas, sino recibidas y puestas por escrito.
Los Upanishads tratan acerca del lugar que ocupa el individuo en el universo y del cumplimiento de los rituales. Desarrollan los conceptos fundamentales del Supremo Rector de las Almas (Dios), conocido como Brahman, sustancia y creador del universo, y del Atman, ser superior del individuo cuyo propósito en la vida es la unión con Brahman. Los Upanishads definieron entonces, y hoy constituyen el soporte, de los preceptos fundamentales del hinduismo. Asimismo, los de mayor antigüedad influyeron en el desarrollo del budismo, el jainismo, el sikhismo, y tras su traducción a las lenguas europeas durante el siglo XIX d.C., en el pensamiento filosófico mundial.
Desarrollo inicial
Existen dos pareceres diferentes acerca del origen del pensamiento védico. Los proponentes de una hipótesis afirman que en el entorno del período 7000-6000 a.C. lo desarrollaron los pueblos del Valle del Indo pertenecientes a la civilización de Harappa, y que sus concepciones religiosas se exportaron más tarde al Asia Central, de donde retornaron alrededor del 3000 a.C., con la llamada migración indoaria. El segundo criterio, por lo común más aceptado, es el de la escuela de ideas que afirma que los conceptos religiosos védicos se generaron en Asia Central en el seno de pueblos que más tarde migraron hacia el Valle del Indo. Estas gentes se identificaban a sí mismas con el nombre de arios, cuyo significado, ajeno a connotaciones raciales, era «noble» o «libre». En el Valle del Indo las creencias y cultura de los inmigrantes se fundieron con las de los pueblos indígenas, y se originó la religión que pasaría a identificarse como Sanatan Dharma. El término «hinduismo» es exógeno, es decir, es un nombre aplicado por terceros a un concepto, una práctica, pueblo o lugar; así, en este caso los persas asignaron el apelativo de Sindus a los pueblos que vivían allende el Indo.
La segunda definición disfruta de mayor soporte académico debido a que sus seguidores han identificado similitudes entre las más antiguas creencias religiosas de los indoiraníes, quienes colonizaron la región del actual Irán, y los indoarios, que migraron hacia el Valle del Indo. Se piensa que al principio estos dos grupos constituyeron parte de un conjunto mayor de nómadas que más tarde se separaron para dirigirse hacia destinos diferentes.
Sea cual fuere la alternativa que se apoye, los conceptos religiosos expresados en los Vedas se mantuvieron por vía de la tradición oral hasta que se consignaron en sánscrito, la lengua indoaria, durante el llamado período védico, en el entorno de los años 1500 al 500 a.C. Como se ha mencionado, se entiende que los textos fundamentales de los Vedas son mensajes provenientes del universo, contentivos de medidas prácticas para vivir en armonía con el orden que en él se manifiesta. Las escrituras que tratan sobre este aspecto, que los hindúes ortodoxos también consideran Shruti, son:
- Aranyakas: rituales y prácticas
- Brahmanas: comentarios acerca de los rituales
- Samhitas: bendiciones, mantras y oraciones
- Upanishads: diálogos filosóficos presentados en forma de narración
Tomados en conjunto, los Vedas presentan una visión unificada del Orden Eterno revelado por el universo, así como la manera en que la persona debe vivir en él. Este enfoque fue desarrollado por la escuela de ideas conocida como brahmanismo, que reconocía los numerosos dioses del panteón hindú como aspectos de un Dios único, Brahman, quien era a la vez el universo y su causa. El brahmanismo evolucionaría con el tiempo y se convertiría en lo que hoy se conoce como hinduismo clásico, y los Upanishads constituyen el registro escrito del desarrollo del pensamiento filosófico hindú.
Conceptos fundamentales de los Upanishads
Se entendía que Brahman resultaba incomprensible para el ser humano y que solo era en alguna medida aprehensible a través de sus avatares, los dioses hindúes, pero Brahman también se concebía como fuente de vida que había engendrado a la humanidad, lo cual en esencia entrañaba que era el padre y la madre de cada persona. Resultaba incontrovertible la imposibilidad de que un simple humano comprendiera la enormidad del significado de Brahman, aunque de igual modo parecía incongruente que Brahman hubiera creado a las gentes con el objetivo de que sufriera tamaña separación de lo divino.
Los sabios védicos resolvieron el problema al desplazar el foco de atención de Brahman y proyectarlo sobre el ser humano. Resultaba obvio que las gentes se movían, comían, sentían emociones e imaginaban situaciones; sin embargo, preguntaban los sabios, ¿qué era lo que las facultaba para actuar de esa forma? Las personas poseían mentes que les permitían pensar y almas que les proporcionaban sentimientos, pero esto no parecía explicar qué es lo que hacía que un ser humano fuera un ser humano. La solución de los sabios fue reconocer la existencia de un ser elevado dentro del yo, el Atman, que era una parte de Brahman que cada persona llevaba adentro. La mente y el alma de un individuo no podían abarcar a Brahman mediante el intelecto ni a través de sus emociones, pero el Atman podía hacer ambas cosas debido a que el Atman era Brahman; cada quien llevaba dentro de sí una chispa de lo divino y el objetivo de la vida de cada persona era el de reunificar esa chispa con la fuente de donde procedía.
Asumir la existencia del Atman condujo a la conclusión obvia de que la dualidad era una ilusión. No existía separación entre los seres humanos y Dios, solo existía la ilusión de una separación, y de igual modo, tampoco existía separación entre los individuos. Cada quien poseía la misma esencia divina dentro de sí, y todos se encontraban en caminos equivalentes de un único universo organizado, en dirección a un mismo destino. Por lo tanto no es necesario ir en busca de Dios porque Dios ya reside adentro. El concepto se expresa con absoluta claridad en el Chandogya Upanishad en la frase Tat Tvam Asi, «Tú eres Eso». La persona ya es aquello en lo que desea transformarse: no tiene más que comprenderlo.
Por lo tanto el objetivo de la vida es la comprensión de uno mismo, que cada quien tome total conciencia de su ser superior y esté en contacto con él, de manera de vivir en tanta conformidad como sea posible con el Orden Eterno del universo, y después de la muerte retornar al hogar y completar la unión con Brahman. Se pensaba que cada individuo se había puesto sobre la tierra con el objetivo de cumplir un propósito específico que constituía su deber (dharma), el cual necesitaban cumplir mediante la ejecución de acciones correctas (karma), para lograr la autorrealización. El mal se ocasionaba por ignorancia de lo bueno y por la resultante incapacidad de consumar el dharma personal mediante el ejercicio del karma adecuado.
Si no se eliminaba de manera correcta, el karma daba origen al sufrimiento en la vida presente o en la siguiente, de manera que al final el sufrimiento era responsabilidad del propio individuo. Nunca se pretendió que el concepto de karma se convirtiera en una regla universal determinista que colocaba al individuo en un destino predeterminado; el sentido que siempre tuvo fue el de que las acciones que cada quien realizaba traían aparejadas consecuencias que conducían a determinado resultado predecible. La forma en que el individuo administraba su karma conducía al éxito o al fracaso, a la satisfacción o a la pena; el karma no constituía un decreto divino.
La transmigración de las almas, la reencarnación, se consideraba una realidad, dada por el hecho que si una persona no cumplía con su dharma dentro del término de su vida, su karma, las acciones efectuadas en el pasado, la obligarían a retornar para realizar un nuevo intento. El ciclo de renacimiento y muerte se conocía como samsara, y la liberación del samsara, moksha, se lograba a través de la autorrealización que unía al Atman con Brahman.
Los principales Upanishads
Los Upanishads exploran estos conceptos, los desarrollan y explican, mediante la exposición de diálogos que los académicos occidentales equiparan a los diálogos filosóficos de Platón. Sin embargo, algunos estudiosos no aceptan que la interpretación de los Upanishads se califique de filosofía, pues argumentan que no presentan una línea de razonamiento coherente, que varían entre ellos respecto a su enfoque y que nunca sacan ninguna conclusión. Tales opiniones no han entendido el propósito de los Upanishads, de la misma manera que tampoco han entendido la obra de Platón: los Upanishads no se crearon para proporcionar respuestas, sino para inspirar preguntas.
En ocasiones los interlocutores que participan en los diálogos son maestro y alumno, a veces el esposo y su cónyuge, y en el caso de Nachiketa, del Katha Upanishad, un joven y un dios. En cada intercambio alguien está en conocimiento de una verdad, y otra persona necesita conocerla. Se anima a los que escuchan a que se identifiquen con el inquiridor que desea aprender del maestro, para que de esa manera se vean forzados a plantearse a sí mismos idénticas interrogantes a las que hace el discípulo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿A dónde me dirijo?
Los Upanishads siempre han respondido a esas cuestiones con la frase Tat Tvam Asi, pero la persona no puede tener conciencia que ya es aquello en lo que desea convertirse si no lleva a cabo la tarea individual dirigida a descubrir la diferencia entre lo que es y lo que cree que es. Los escritos alientan a la audiencia a explorar su paisaje interior a través de la interacción con otras personas que proceden de igual manera.
No existe una continuidad narrativa entre los distintos Upanishads, aunque todos cuentan con su propia narrativa en mayor o menor grado. A continuación se mencionan según el orden en que se compusieron, acompañados de una breve descripción del tema principal que tratan.
Brhadaranyaka Upanishad. Es el más antiguo de los Upanishads y forma parte del Yajur Veda. Aborda los temas del Atman como yo superior, la inmortalidad del alma, la ilusión de la dualidad y la unidad esencial de toda la realidad.
Chandogya Upanishad. Insertado en el Sama Veda, repite en versos, de manera parcial, el contenido del Brhadaranyaka. Su nombre proviene de «chanda»: poesía, métrica. Las narrativas continúan con el desarrollo de los conceptos de Atman-Brahman, Tat Tvam Asi, y dharma.
Taittiriya Upanishad. También contenido en el Yajur Veda, la obra expande el tema de la unidad y de la práctica adecuada de los rituales, hasta concluir con una alabanza a la comprensión de que la dualidad es una ilusión y que cada persona forma parte de Dios y de todas las demás personas.
Aitareya Upanishad. Incluido en el Rig Veda, el Aitareya repite de manera algo distinta ciertos temas que se estudian en los dos primeros Upanishads, pero pone énfasis en la condición humana y en la felicidad que produce vivir la vida de conformidad con el dharma.
Kausitaki Upanishad. Está intercalado en el texto del Rig Veda. También repite temas tratados en otros escritos, pero con enfoque en la unidad de la existencia. Hace énfasis en que la ilusión de la individualidad es la causante de que la persona se sienta separada de los demás y de Dios.
Kena Upanisahd. Perteneciente al Sama Veda, desarrolla material del Kausitaki y otros textos desde un punto de vista epistemológico. El Kena rechaza el concepto de que las verdades espirituales pueden hallarse a través de la búsqueda intelectual y afirma que el individuo solo puede comprender a Brahman mediante el conocimiento de sí mismo.
Katha Upanishad. Lo incluye el Yajur Veda en sus páginas. Destaca la importancia de vivir el presente y de que no exista preocupación por el pasado ni por el futuro. Discute el concepto de moksha, y la manera en que los Vedas lo promueven.
Isha Upanishad. Comprendido en el Yajur Veda, el Isha se centra con intensidad en la unidad y en la ilusión de la dualidad. Acentúa la importancia de ejecutar el karma personal de conformidad con el propio dharma.
Svetasvatara Upanishad. Se encuentra incorporado en el Yajur Veda, y se enfoca en la «causa inicial». La obra discute la relación entre Atman y Brahman, así como la importancia de la disciplina personal como medio para lograr la autorrealización.
Mundaka Upanishad. Expuesto en el Atharva Veda, enfoca la superioridad del conocimiento espiritual individual sobre el conocimiento intelectual. El escrito hace una distinción entre conocimiento superior e inferior, y define la autorrealización como «conocimiento superior».
Prashna Upanishad. Es parte del Atharva Veda, se ocupa de la naturaleza existencial de la condición humana. Se concentra en la devoción como medio para liberar al yo del ciclo de nacimiento y muerte.
Maitri Upanishad. Conocido también con el nombre de Maitrayaniya Upanishad, englobado en el Yajur Veda, el escrito estudia la constitución del alma, las diferentes formas en que los seres humanos sufren y la liberación del sufrimiento a través de la autorrealización.
Mandukya Upanishad. Encastrado en el Athar Veda, versa sobre el significado espiritual de la sílaba sagrada OM. Resalta la importancia de no sentir apego por las distracciones que ofrece la vida para lograr la comprensión del Atman.
Cada uno de los Upanishads ofrece al oyente la oportunidad de enfrascarse en una lucha espiritual personal dirigida a aprehender la verdad última, pero se piensa que tomados de conjunto con los Vedas elevan a la persona por encima de las distracciones de la mente y de la vida cotidiana a niveles superiores de conciencia. Se afirma que en la medida que el individuo profundiza en los textos, más se aproxima al conocimiento divino, acercamiento que se promueve mediante la presentación de la paradoja entre la inherente naturaleza intelectual y lógica de los discursos, y el rechazo a los intentos intelectuales y del raciocinio de aprehender la verdad, contraste sobre el cual se hace repetido énfasis. La verdad divina solo puede experimentarse a través del trabajo espiritual individual. Esta característica de los Upanishads influiría en el desarrollo del budismo, el jainismo y el sikhismo.
Conclusión
Los Upanishads aportaron esencia al desarrollo del hinduismo hasta que se tradujeron al persa durante el reino del príncipe Dara Shukoh, también conocido como Dara Shikoh, que vivió entre los años 1615 y 1659 d.C. Shukoh era hijo del gobernante mogol Shah Jahan, conocido por haber construido el Taj Mahal durante su reinado, que se extendió desde 1628 hasta 1658 d.C. El príncipe, musulmán liberal y mecenas de las artes, creía que los Upanishads trascendían a las visiones expresadas por cualquier religión, y que sus conceptos habían conformado las estructuras de todas ellas. En consecuencia, presentó la obra como «enseñanzas secretas», reveladoras de las verdades fundamentales de la existencia.
Más adelante el gran filólogo y orientalista francés Abraham Hyacinthe Anquetil-Duperron, nacido en 1731 y fallecido en 1805 d.C., tradujo los Upanishads al latín y fue el primero en someterlos a la atención de los investigadores europeos en 1804 d.C. La versión inicial al inglés la realizó el británico Henry Thomas Colebrooke (1765-1837), orientalista y estudioso del sánscrito, que tradujo el Aitareya Upanishad en 1805 d.C. Alrededor de la misma fecha el reformista Ram Mohan Roy (1772-1833) trasladaba las obras del sánscrito al bengalí, como parte de su iniciativa de desmitificar el hinduismo y devolverlo al pueblo en lo que, según su apreciación, era la forma apropiada.
A principios del siglo XIX d.C. los Upanishads atrajeron considerable interés, hasta que hallaron un paladín en el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), que los declaró equivalentes a cualquier texto filosófico del mundo. Desde principios del siglo XIX d. C. el Movimiento Trascendentalista había introducido la filosofía y la religión orientales en el mundo occidental, pero la admiración que Schopenhauer expresó por los Upanishads promovió el reavivamiento de la atención sobre ellos, que se hizo aún más pronunciada a partir de que los escritores del siglo XX d.C. comenzaran a emplear sus conceptos en sus obras.
El poeta norteamericano T. S. Eliot (1888-1965) utilizó el Brhadaranyaka Upanishad en su obra maestra de 1922 La tierra baldía, en la que introduce los escritos a una nueva generación. Sin embargo, los Upanishads alcanzarían mayor popularidad después de la publicación en 1944 de la novela El filo de la navaja, del autor británico Somerset Maugham (1874-1965), en la que empleó un renglón del Katha Upanishad como epígrafe del libro y a los Upanishads, en general, para desarrollar tanto la trama central como el personaje principal de la novela.
El aumento de la popularidad de los Upanishads continuó a lo largo de la década de 1950 gracias a las obras de los poetas y escritores de la Generación Beat, tendencia que persistió hasta la década de 1960. En el presente se reconoce que los Upanishads se encuentran entre las más importantes obras filosófico-religiosas del mundo y el público moderno queda tan atrapado por ellos como los auditorios de los tiempos antiguos y de épocas más recientes.