El ejército romano, famoso por su disciplina, su organización y sus innovaciones en armas y tácticas, permitió a Roma construir y defender un gran imperio durante siglos, dominando el mundo del Mediterráneo y más.
Visión general
El ejército romano, sin duda una de las fuerzas armadas más efectivas y de más larga data en la historia militar, tuvo sin embargo un oscuro comienzo. El biógrafo griego Plutarco acredita al mítico fundador de Roma, Rómulo, la creación de la fuerza de legionarios (que así se llamaban en ambos períodos, republicano e imperial), aunque el historiador romano Tito Livio dice que el ejército romano primitivo luchaba más bien en el estilo de los hoplitas griegos, en falange, formada por una milicia ciudadana, con el reclutamiento asociado al nivel social de los ciudadanos. El rey Servio Tulio (c. 580-530 a.C.) introdujo la clasificación de los ciudadanos de Roma según seis clases económicas: el grupo inferior no tenía propiedades y estaba exento de prestar servicio militar, mientras que el grupo superior, los equites, conformaban la caballería.
La primera referencia contemporánea acerca de la legión romana figura en Polibio, y data de alrededor de 150-120 a.C.; y se refiere a ella como una legión manipular, aunque esta se desarrolló probablemente a mediados del siglo IV a.C. Se cree que la legión manipular, que se basa en unidades pequeñas de 120-160 hombres, llamadas maniple (del latín "puñados"), se desarrolló para enfrentar las formaciones abiertas de los enemigos de Roma y luego sería capaz de superar tácticamente a las formaciones en falange. La ventaja de este cambio se puede ver cuando Roma luchó contra las falanges macedónicas; en Polibio 18.29-30 se describen los méritos de los maniples romanos al ser capaces de superar a sus enemigos.
Tito Livio pone fechas a esta progresión diciendo que Roma pasó de tener dos legiones en el 362 a.C. a cuatro desde el 311 a.C. En ese tiempo el ejército manipular era esencialmente ciudadano, y esta debió ser la fuerza que enfrentó a Aníbal en la Segunda Guerra Púnica (218-202 a.C.); sin embargo, en ese entonces había mucho más que cuatro legiones. Cuando el ejército romano dejó de realizar campañas limitadas y estacionales, y comenzaba a formarse imperio provincial, gracias al éxito en las batallas tales como Cinocéfalos (197 a.C.) y Pidna (168 a.C.), las legiones comenzaron a desarrollar bases permanentes, pero esto al mismo tiempo llevó a una escasez soldados.
Cuando Cayo Mario fue elegido cónsul en el 107 a.C., comenzó a reclutar voluntarios entre los ciudadanos que no tenían propiedades y los equipó con armas y armaduras a expensas del Estado. El paso del manípulo a la cohorte se acredita también a Mario, aunque puede ser que Mario lo haya completado, sin que necesariamente lo haya creado él. La Guerra Social del 91-87 a.C. (del latín socii, aliados) hace notar que el reclutamiento era todavía un problema para el ejército romano, puesto que al final de la guerra se garantizó la ciudadanía a los aliados italianos, con lo que se consiguió un mayor suministro de hombres para el ejército.
Con el fin de la República y el comienzo de la Roma Imperial, Augusto reorganizó el ejército romano, aumentando el tiempo de servicio y creando el tesoro militar, entre otras cosas. El ejército se siguió desarrollando, incluyendo diferentes tácticas y formaciones que lo hicieron más efectivo contra los nuevos enemigos de Roma. En el siglo II d.C. Roma estaba desplegando unidades de caballería acorazada, y aunque anteriormente había usado armas de asedio, con máquinas lanzadoras de flechas y piedras, fue en el siglo III d.C. cuando se empezó a notar el uso de la artillería en Roma, con la incorporación del onagro, un gran lanzador de piedras.
Fuentes
Hay muchos escritores clásicos, griegos y romanos que son útiles para investigar acerca del ejército romano. Polibio es muy útil para evaluar al ejército romano, ya que proporciona información sobre sus armas (6.23), disciplina (6.38) y recompensas por el coraje (6.39.1-3; 5-11), describiéndolo además en la batalla. El historiador judío Josefo (c. 34-100 d.C.), aunque posiblemente reutiliza a Polibio, cubre el entrenamiento y la disciplina del ejército romano (3.71-6; 85-8; 102-7). Frontino (c. 40-103 d.C.) escribió una obra titulada Estratagemas; en la que se refiere a la disciplina de Escipión, Corbulón, Pisón y Marco Antonio (4.1.1; 4.1.21; 4.1.26; 4.1.37), entre otros temas. Vegecio (c. siglo V d.C.) escribió las Instituciones militares, que abarcan la selección de los reclutas adecuados, el entrenamiento con armas, el entrenamiento en maniobras de combate y otros temas prácticos relacionados con el ejército romano.
Reclutamiento
Los ciudadanos soldados del ejército manipular se enrolarían por un período de tiempo específico, en lugar de enrolarse por años de servicio como lo harían en el período imperial. Esto significaba que las legiones de la República Romana no tenían una larga existencia continua porque se disolvían después de terminada la campaña para la que habían estado sirviendo. El resultado de las reformas marianas fue un ejército permanente profesional para el Estado romano o, en los años siguientes, la formación de generales individuales que ganaban la lealtad de sus legiones.
La mayoría de los soldados romanos se reclutarían alrededor de los 18 a 20 años, y en el siglo I d.C., hay una disminución en los reclutas italianos a medida que aumentaron los reclutas de las provincias. El reclutamiento en el ejército probablemente se realizó a través de las ciudades, ya que no siempre se conseguían voluntarios. En ese momento, no importaba tanto si se era o no ciudadano romano, siempre que se hubiera nacido libre. Esto se tomaba en serio y por eso se tomaba al recluta un juramento estatal que hacía referencia a su estado libre:
Trajano a Plinio: "[Un oficial descubrió que dos soldados recién alistados eran esclavos]... hay que investigar si merecen la pena capital. Depende de si eran voluntarios, conscriptos o habían sido entregados como sustitutos. Si son conscriptos, el oficial de reclutamiento tuvo la culpa; si son suplentes, la culpa es de quienes los entregaron; si se presentaron con plena conciencia de su propio estado, eso es su culpa. No es relevante que aún no hayan sido asignados a unidades. El día en que fueron aprobados por primera vez y prestaron juramento, se les exigió declarar la verdad de su origen”. Cartas de Plinio, (10.30), c. 112 d.C.
El ejército proporcionaba poca movilidad social, y tomaba un largo tiempo completar el servicio; además, probablemente había que servir en el extranjero, y aunque la paga no era mala, tampoco era nada especial y se hacían muchos descuentos, desde la comida a la ropa (RMR, 68, papiro, Egipto, 81 d.C. así lo muestra) y la disciplina era dura. Sin embargo, al mismo tiempo el ejército proporcionaba alimentación segura, médicos y salario, como también estabilidad. Aunque el salario no era brillante, podía complementarse con el botín de guerra conseguido personalmente, algún pago extra entregado por los emperadores (normalmente de acuerdo a su voluntad), y se conseguía también un claro beneficio monetario con los ascensos.
En promedio un centurión recibía 18 veces la paga de un soldado raso, 13.500 denarios, y los centuriones de la primera cohorte recibían 27.000, mientras que los primi ordines recibían 54.000. Durante el siglo II d.C. no habría habido mucho servicio activo y, por lo tanto, disminuyó el riesgo de muerte, ya que este fue un momento bastante pacífico en la historia de Roma. Debido a esta estabilidad y los asentamientos posteriores, muchas bases del ejército incorporaron baños y anfiteatros, por lo que el ejército claramente tenía sus ventajas. Sin embargo, no fue hasta Septimio Severo que los soldados comunes pudieron casarse legalmente durante el servicio (no es que esto hubiera impedido los matrimonios no oficiales de antemano y, además, a los centuriones se les permitía casarse desde antes). Asimismo, los soldados también podían poseer esclavos. Tácito (Hist. 2.80.5) da un buen ejemplo de las condiciones de vida del ejército.
Organización
Aunque ni Dionisio ni Plutarco mencionan la introducción de los manípulos per se, sí hablan de los cambios en las tácticas y el equipamiento que estarían en línea con las reformas necesarias para el cambio a los manípulos. Tito Livio describe cómo se presentaba en la batalla una formación manipular:
…lo que antes había sido una falange, como las falanges macedonias, pasó después a ser una línea de batalla formada por manípulos, con las tropas de retaguardia dispuestas en varias compañías. La primera línea, o hastati, comprendía quince manípulos, estacionados a corta distancia uno del otro; el manípulo tenía veinte soldados con armas ligeras, el resto de su número llevaba escudos oblongos; además, eran llamados "de armadura liviana" los que solo llevaban lanza y jabalinas. Esta primera línea en la batalla contenía la flor de los jóvenes que estaban madurando para el servicio. Detrás de estos venía una fila de igual número de manípulos, compuesta por hombres de más edad y robustez; estos eran llamados príncipes; portaban escudos oblongos y eran los mejor armados de todos. A este cuerpo de treinta manípulos lo llamaron antepilani, porque detrás de los estandartes también estaban estacionadas otras quince compañías, cada una de las cuales tenía tres secciones, y la primera sección de cada compañía se conocía como pilus. La compañía constaba de tres vexillas o “estandartes”; un solo vexillum tenía sesenta soldados, dos centuriones, un vexillarius o portaestandarte; la compañía era de ciento ochenta y seis hombres. El primer estandarte lideraba a los triarii, soldados veteranos de probado valor; el segundo estandarte a los rorarii, hombres más jóvenes y menos distinguidos; el tercer estandarte a los accensi, que eran los menos fiables, y por eso estaban destinados a la retaguardia… (Tito Livio, Ab urbe condita, 8.8)
La fuerza regular del ejército imperial romano eran las legiones, una infantería pesada, inicialmente compuesta por ciudadanos romanos, pero que estaba organizada de manera muy diferente al ejército manipular. La cantidad de legiones que existían al mismo tiempo solía variar, pero en promedio había 28. La composición de cada legión era la siguiente:
- 10 cohortes en una legión
- 6 centurias en una cohorte
- 10 tiendas para una centuria
- 8 soldados por tienda
- 120 hombres de caballería (no eran realmente una fuerza de combate, sino más bien mensajeros y exploradores)
Posteriormente, las legiones se complementaron con los auxiliares, que normalmente no eran ciudadanos, y combinaban caballería e infantería. Había cuatro formas principales de fuerza auxiliar:
1. Alae quingenariae; un ala de 16 turmae; cada turma de 30 hombres; 480 hombres.
2. Cohorte de infantería; una cohorte de seis centurias; cada centuria de 80 hombres; 480 hombres.
3. Cohors equitates; infantería mixta y caballería. Los auxiliares estaban comandados por prefectos de rango ecuestre. Sin embargo, a medida que se desarrollaron los auxiliares, se introdujo un cuarto tipo de tropa, lo que reflejaba el hecho de que los auxiliares habían adquirido un estado muy similar al de los legionarios.
4. Numeri; a partir del siglo II d.C., estaban formados por tribus locales, alrededor de 500 hombres, no tenían que hablar latín y, a menudo luchaban de acuerdo con su tradición local.
Cuando un soldado de los auxiliares cumplía su período de servicio, era dado de baja y recibía un diploma militar, que le otorgaba a él y a sus hijos la ciudadanía romana y permitía la legalización de cualquier matrimonio; para muchos, esta era una recompensa muy atractiva para unirse (y sobrevivir) al servicio en los auxiliares.
La Guardia Pretoriana era, de hecho, la guardia personal del emperador romano y constaba de nueve cohortes. Estaba comandada por dos prefectos pretorianos de rango ecuestre; estos hombres eran muy poderosos. Como estaban cerca del emperador, tenían una posición única en lo que se refiere a un posible intento de asesinato. Los pretorianos eran reclutados principalmente en Italia, y parece probable que nunca recibieran conscriptos debido a los muchos beneficios que tenían por sobre los legionarios regulares. Su servicio era de solo 16 años, y tenían mejor paga que el soldado legionario normal, que, a finales del gobierno de Augusto, era de 225 denarios por año (Tácito., Anales, 1.17); Domiciano lo aumentó después a 300, Septimio Severo a 450, y Caracalla a 675.
Además de ellos, estaba la Flota Romana (classis), la Cohorte Urbana (3-4 cohortes estacionadas en Roma que actuaban como cuerpo de policía para mantener el orden civil, bajo el mando del Prefecto Urbano), y los Equites Singulares, la caballería para la Guardia Pretoriana, que variaba en fuerza de 500 a 1000 hombres. En total, durante la mayor parte del período imperial, Roma tuvo una fuerza militar de alrededor de 350.000 hombres, teniendo en cuenta que había 28 legiones de alrededor de 5500, y hay que sumar 160.000 repartidos entre los auxilia (auxiliares), las tropas en Roma y la flota.
Rangos
Había varios niveles de comando dentro de la legión. El comandante superior era el Legatus Legionis (Legado de la Legión), quien era a menudo un experto. Bajo él había seis tribunos militares, entre ellos un Tribunus Laticlavius, que ayudaba al Legatus y era su segundo al mando, siendo de rango senatorial, más cinco tribuni augusticlavius de rango ecuestre. Luego venía el Praefectus Castrorum, que manejaba la logística del campo y asumía el control en ausencia del Legatus Legionis y el Tribunus Laticlavius. Más abajo estaban 60 centuriones. Los centuriones tenían sus propias graduaciones, cuyos nombres derivaban probablemente de la organización del ejército manipular. Para las cohortes de la 2° a la 10° de cada legión, los rangos de los centuriones eran, de superior a inferior: pilus prior, princeps prior, hastatus prior, pilus posterior, princeps posterior, y hastatus posterior. Para la 1° cohorte, había cinco centuriones, llamados primi ordines, y eran, de superior a inferior, primus pilus, prínceps prior, hastatus prior, prínceps posterior y hastatus posterior.
Equipos, armas, armaduras y armas de sitio
Nuestras principales fuentes para el equipo militar romano son las representaciones artísticas, los documentos militares, otra literatura, y los artefactos arqueológicos sobrevivientes. Para el período imperial tenemos una gran cantidad de material sobreviviente. Las armas comunes del ejército de la Roma imperial era similar a las usadas en la República.
El pilum era una lanza pesada que se arrojaba antes de entrar en combate cuerpo a cuerpo. César, en su Guerra de las Galias, (1.25), muestra como era usada, y Polibio (6.23.9-11) nos dice cómo se fabricaba. El pilum se arrojaba con la intención de matar al enemigo, pero estaba diseñado para que, si se clavaba en el escudo del enemigo, se le convirtiera en un gran estorbo.
La gladius hispaniensis (espada española) de la República, era otra de las armas regulares de la infantería romana y se usaba sobre la cadera derecha, diseñada para apuñalar y estocar. Sin embargo, también podía cortar, puesto que tenía lados afilados. Tito Livio (31.34.4) describe el terror del ejército macedonio cuando vio el daño que esa espada podía causar. La espada imperial, que es parecida, es conocida como espada tipo Mainz (por el lugar donde se han encontrado ejemplares de ella). La espada debió ser usada principalmente para apuñalar. Luego, de la espada tipo Mainz se desarrolló el tipo Pompeya (ejemplares de ella se encontraron en Pompeya y en Herculano), que tenía una punta más corta y que podía ser más fácil de manejar como arma cortante, aunque también para apuñalar. Ambas espadas habrían sido llevadas sobre en el costado derecho.
Polibio entrega una descripción completa del escudo de la República, el scutum (5.23.2-5), que era circular. Vegecio (2.18) sugiere que cada cohorte tenía diferentes emblemas en sus escudos y que cada soldado inscribía en su interior su nombre, cohorte y centuria (similarmente a la placa de identidad moderna). Sin embargo, parece que no existe un material contrastable que apoye a Vegecio, y considerando la época tardía en que escribe, es posible que haya transferido prácticas contemporáneas a tiempos anteriores. El scutum imperial difiere del republicano en que era rectangular visto de frente (el estereotipo del escudo romano), con una protuberancia en el centro, hecha de hierro o de bronce y que probablemente se usaba para golpear al oponente. Polibio (6.23.14) describe varios tipos de pectoral o coraza con las que los soldados republicanos podían equiparse.
Había tres tipos de armadura usadas por el ejército imperial; la lorica hamate, una túnica de malla de hierro; la armadura de escamas, que estaba fabricada con escamas de metal aplicadas sobre una base de tela; y la mejor conocida loriga segmentata, que consistía en láminas de hierro unidas con correas de cuero.
Otra parte principal del equipo del legionario era el casco, el que tenía muchas variantes, especialmente en la historia temprana de Roma, cuando los soldados debían proporcionarse sus propias armas. El más común era el que estaba fabricado con una lámina de hierro con forma redonda, con una protección para la nuca, una visera prominente y protecciones articuladas para las mejillas; diseñadas para minimizar el daño y desviar los golpes dirigidos contra el rostro del soldado. El casco de estilo Montefortino (llamado así por la tumba en Montefortino en Ancona, donde se encontraron varios ejemplares) era el casco estándar en el siglo II a.C. Polibio (6.23.12) describe el famoso penacho de plumas de este casco.
Las armas de sitio romanas tendían a ser variantes o copias de las versiones helenísticas; existían en una variedad de tamaños, formas, y funciones. La mayoría de ellas fueron descritas por Vitruvio. Estaban las catapultas y las ballistae (ambas variaciones de lanzadores de piedras); lo más pequeños scorpiones (similares en forma si no en diseño a las balistae) que eran piezas de artillería que arrojaban dardos; además, los romanos usaban arietes y torres de asedio. Vitrubio deja pasar las obviamente fáciles de construir escalas de sitio. También, aunque no es un arma per se, la mina era utilizada por los zapadores para derribar las murallas. Josefo, en La guerra de los judíos (3.245-6) describe con sangrientos detalles la eficacia de los arrojadores de piedras. También las armas de sitio fueron usadas alguna vez (raramente eso sí) en el combate a campo abierto: Tácito (Historias 3.23), cuenta como en la segunda batalla de Bedriacum en el 69 d.C., “una catapulta excepcionalmente grande … pudo haber causado una carnicería a lo largo y a lo ancho…” si no hubiera sido porque dos soldados se acercaron sigilosamente y cortaron sus cuerdas y aparejos.
Los campamentos del ejército
Es importante recordar lo que el ejército hacía cuando no estaba combatiendo; la mayor parte del tiempo estaba en entrenamiento. Las marchas podían realizarse unas tres veces al mes y algunas veces se practicaban las maniobras sobre el terreno. Sin embargo, los legionarios también realizaban tareas civiles. Mejoraban la infraestructura con la construcción de puentes y caminos. Manejaban los hospitales, trabajaban los hornos de arcilla, juntaban leña, y hacían pan, por nombrar algunas de las actividades del campamento. Las tabletas escritas de Vindolanda proporcionan una muy buena visión de la vida en el interior de un campamento romano, y contiene cartas personales y cuentas del campo. Así también Josefo (La guerra de los judíos, 3. 76-93), aunque posiblemente se base en Polibio y, por lo tanto, no refleje un relato demasiado preciso para el momento en que estaba escribiendo, muestra la muy ordenada actividad del ejército romano en un campamento. De todos modos, una legión no siempre estaba alojada por completo en el campamento al mismo tiempo. El Inventario N° 154 de Vinolanda, de la 1° Cohorte de Tungros, muestra como las tropas estaban repartidas por la provincia, actuando como policía provincial o como guardia del gobernador, por nombrar dos actividades por las que los soldados eran enviados fuera del fuerte. El ejército era una pieza clave en el Imperio romano, y los emperadores se apoyaban en la lealtad del ejército; esto se puede ver en una moneda de Vitelio en la que se lee que está en el poder “en un acuerdo con el ejército”, y por el hecho de que el emperador era visto como un soldado, y cómo esto fue una de las razones de los errores de Nerón; Dio Casio (69.9), habla del papel vital que tuvo la guardia pretoriana en la ascensión al poder de Claudio.
Tácticas y formaciones
En cuanto a los manípulos, la formación normal de los manípulos era de triplex acies, con las tropas formadas con una profundidad de tres filas, los hastati al frente, los principes en el medio y los triarii en el fondo. Cada soldado ocupaba el espacio de medio metro cuadrado (90 cm de frente), lo que le permitía arrojar su pilum y tener el espacio suficiente para manejar su espada (Polibio 18.30.8). Los diferentes manípulos mantenían un espacio entre ellos que era igual su propio ancho, en una formación de tablero de ajedrez, la que se llamaba quincunx. Una vez que la batalla se iniciaba, a menudo eran los comandantes subalternos, más que el mismo comandante, los que debían cuidar de la motivación de los soldados; Plutarco registra una situación única:
Cuando los romanos atacaron a la falange macedonia fueron incapaces de forzar el paso, por lo que Salvio, el comandante de los pelignos, tomó el estandarte de su compañía y se lanzó en medio de los enemigos. Entonces los pelignos, puesto que entre los italianos es antinatural y falta grave abandonar el estandarte, se abalanzaron al lugar donde él estaba, y se infligieron y sufrieron terribles pérdidas por ambos lados.
(Plutarco.Vit.Aem. Paul.1.20)
Los romanos también desarrollaron muchas tácticas y métodos militares que serían usados en los siglos venideros, como también tácticas únicas adaptadas a cada situación dada. Cuando Bruto fue sitiado por Marco Antonio en Mutina, en el 43 a.C., el asedio se levantó cuando Bruto se enteró de los planes y acciones del enemigo. Se habían atado cartas en el cuello de las palomas y ellas, "buscando luz y comida, se dirigieron a los edificios más altos y fueron capturadas por Bruto". (Frontino, Estratagemas, 3.13.8). Cuando Quinto Sertorio, un équite de notable distinción militar, estaba siendo superado por la caballería enemiga, “durante la noche cavó trincheras y reunió sus fuerzas frente a ellos. Cuando llegaron los escuadrones de caballería... retiró su línea de batalla. La caballería lo persiguió de cerca, cayó en los fosos y así fue vencida”. (Frontino, 2.12.2). También había formaciones contra la caballería, Dio Casio (Historia Romana, 71.7) describe una formación defensiva particularmente útil contra la caballería: Los romanos […] formaron un grupo compacto dando frente a todos sus enemigos a la vez, y la mayor parte de ellos pusieron los escudos en el suelo y apoyaron un pie sobre ellos, de forma que no pudieran resbalar demasiado; y así recibieron la carga del enemigo”.
Si estaban completamente rodeados, entonces formaban un cuadrado hueco.
Victorias gloriosas
Lago Regilo, c. 496 a.C.
Esta legendaria batalla tuvo lugar en el lago Regilo entre Tusculum y Roma durante los comienzos de la República Romana. Se libró entre los romanos y los latinos. Los latinos estaban liderados por el último y exiliado rey, Tarquinio el Soberbio, y este fue el último intento del rey por recuperar el poder en Roma. Los romanos estaban liderados por el dictador Postumio. Después de un tiempo en que el resultado de la batalla era incierto, Postumio tomó tres medidas que le aseguraron la victoria. Primero, ordenó a su propia cohorte que tratara a los romanos que huían como si fueran el enemigo, con el objeto de reunirlos; después ordenó a su caballería luchar a pie, puesto que su infantería estaba exhausta; en tercer lugar, puso incentivos a sus soldados prometiendo recompensas a los que entraran al campo enemigo en primer y en segundo lugar. El resultado fue que los soldados romanos cargaron con tal energía que Tarquinio y los latinos huyeron del campo de batalla, y Postumio regresó a Roma a celebrar el triunfo, Tito Livio, Ab Urbe Condita, 2.19-20, proporciona un completo relato de la batalla.
Zama, 202 a.C.
Zama fue la última batalla de la Segunda Guerra Púnica y dio fin a 17 años de guerra entre los estados de Roma y Cartago. Los legionarios romanos y la caballería italiana (apoyada por un cuerpo de caballería númida) eran mandados por Publio Cornelio Escipión. Los cartagineses lo estaban por Aníbal, quien puso en el campo un ejército de mercenarios, ciudadanos locales, veteranos de sus batallas en Italia y elefantes de guerra. La victoria romana terminó con la resistencia cartaginesa, con el senado cartaginés pidiendo nuevamente la paz. Los romanos garantizaron la paz pero a un alto precio para Cartago.
Derrotas ignominiosas
Lago Trasimeno y Cannas, 217 y 216 a.C.
Las batallas del Lago Trasimeno y Cannas fueron dos derrotas espantosas durante la Segunda Guerra Púnica cuando Aníbal comenzaba a ingresar a tierras italianas. Tito Livio, en Ab Urbe Condita, 22.4-7 trata de Trasimeno y en 22.4-7 los hace con Cannas. Cannas fue la derrota más grande de los romanos. A pesar de sobrepasar en mucho numéricamente a las fuerzas de Aníbal (aunque se debate acerca de los números reales), los romanos fueron eventualmente cercados en un movimiento de pinzas que los dejó atrapados por el ejército cartaginés que lo rodeaba. Ambas batallas vieron una lucha increíblemente feroz. En el lago Trasimeno los romanos fueron emboscados por Aníbal, y esto llevó a una encarnizada lucha.
y tal fue el ardor de los combatientes, su voluntad de luchar, que ni un solo hombre en el campo de batalla se preocupó del terremoto que destruyó gran parte de muchas ciudades de Italia, alteró el curso de rápidas corrientes, llevó el mar dentro de los ríos y provocó enormes corrimientos de tierras entre las montañas. (Tito Livio, Ab Urbe Condita, 22.5)
Teutoburgo, 9 d.C.
En la batalla de los bosques de Teutoburgo, tres legiones romanas fueron emboscadas y masacradas por un conjunto de tribus germánicas mandadas por Arminio, jefe de los Queruscos. Los romanos estaban bajo el comando de Publio Quintilio Varo. Tácito (Anales, 1.55-71) describe en detalle el escenario y la batalla. Pero Suetonio resume mejor los efectos de esta derrota:
“[la derrota] de Varo amenazó la seguridad de todo el imperio; tres legiones, con su comandante, sus tenientes, y todos los auxiliares habían sido eliminados. Habiendo recibido noticias de este desastre, dio órdenes de mantener la ciudad en estricta observación, para prevenir cualquier disturbio público, y prolongó los nombramientos de los prefectos en las provincias, para que los aliados se mantuvieran en orden por la experiencia de las personas a quienes estaban acostumbrados. Hizo un voto de celebrar los grandes juegos en honor de Júpiter, Óptimo, Máximo, "si les complace restaurar el estado a circunstancias más prósperas". Anteriormente se había recurrido a esto en las guerras de los cimbrios y marsios. En resumen, se nos informa que quedó tan consternado por este suceso, que se dejó crecer el pelo de la cabeza y la barba durante varios meses, y a veces se golpeaba la cabeza contra el marco de la puerta, gritando: "¡Varo! ¡Devuélveme mis legiones!" Y desde entonces observó el aniversario de esta calamidad, como un día de dolor y luto.
(Suetonio, Augusto, 2)
Durante casi la mitad de un milenio, el ejército romano actuó como el largo brazo del imperialismo romano sobre una superficie que abarcaba las tierras tocadas e influenciadas por el Mediterráneo. Unió Italia, dividió las lealtades romanas, actuó tanto como ejecutor del Estado o como ejecutor de los individuos en el poder; pudo someter a las tribus germánicas, a los cartagineses, griegos, macedonios y muchos otros pueblos. Era una fuerza a tener en cuenta, y todavía lo es, porque entender cómo operaba el ejército romano no es tarea fácil, y esta definición solo ha descubierto la capa superficial de la enorme cantidad de detalles sobre el ejército romano que ha quedado sepultada en el tiempo.