Tezcatlipoca (pron. Tez-ca-tli-po-ca) o "espejo humeante" en náhuatl fue uno de los dioses más importantes de la cultura mesoamericana del Posclásico y particularmente importante para los toltecas y los aztecas, especialmente en Texcoco. Era un dios creador invisible y omnipotente, deidad patrona de los guerreros y, como portador tanto del bien como del mal, era la encarnación misma del cambio a través del conflicto.
Considerado a menudo como el dios supremo del panteón azteca, adoptó una desconcertante serie de nombres y manifestaciones dependiendo de dónde y por quién fuera adorado. Tezcatlipoca era el décimo de los trece Señores del Día y estaba asociado al búho cornudo en el calendario mesoamericano, mientras que su nagual o espíritu animal era el jaguar. Para los mexicas estaba asociado al día 1, la muerte, y el dios era adorado especialmente durante Tóxcatl, el sexto mes del año solar de 18 meses, y los que veneraban al dios llevaban el epíteto titlacauan, que significa "somos sus esclavos", lo que indica quizás que, para bien o para mal, no se podía escapar de las atenciones y la influencia de Tezcatlipoca.
Un Dios creador
Se creía que la deidad mesoamericana Tezcatlipoca era hijo del dios andrógino primordial Ometeotl. En la mitología azteca era hermano de Quetzalcóatl, Huizilopochtli y Xipe Totec. En el complejo mito de la creación mesoamericana y azteca, Tezcatlipoca gobernó el primer mundo del sol, pero luego fue derrocado por Quetzalcóatl. Sin embargo, ambos cooperaron más tarde para crear el quinto sol. Transformados en serpientes gigantes, los dos dioses atacaron y desmembraron al monstruo reptil femenino conocido como Tlaltcuhtli (o Cipactli), una parte se convirtió en la tierra y la otra en el cielo. Los árboles, las plantas y las flores brotaron del pelo y la piel de la criatura muerta, mientras que los manantiales y las cuevas se hicieron con sus ojos y su nariz, y los valles y las montañas salieron de su boca.
Las varias caras de Tezcatlipoca
Compartiendo rasgos con el anterior Dios II del Clásico Maya, Tezcatlipoca era a menudo considerado como el único dios supremo omnipotente en varias culturas mesoamericanas y todos los demás dioses podían ser considerados como manifestaciones de este único gran ser. Se le conocía como Tezcatlipoca Negro o el "espejo humeante", dios del día y de Texcoco. El espejo puede significar que el dios lo ve todo o que gobierna toda la tierra. También se lo conoce como Tezcatlipoca Azul, el "brujo colibrí", dios de Tenochtitlán, donde se lo asociaba con el sol y el dios de la guerra Huitzilopochtli. Podía ser conocido como Tezcatlipoca Rojo, el "desollado" y asociado a los dioses Camaxtli y Xipe Totec (dios de los tlaxcaltecas) o como Tezcatlipoca Blanco, la "serpiente emplumada" o Quetzalcóatl, dios de los Cholula. Otra manifestación del dios era como Tepeyolohtli, el dios jaguar que vivía en el centro de la montaña de la tierra.
Siempre presente, el dios podía intervenir directamente en los asuntos humanos para traer tanto felicidad como tristeza. Tezcatlipoca podía adquirir connotaciones más siniestras cuando se lo conocía como señor de las sombras o de la noche, hechicero de la magia negra y portador del mal, la muerte y la destrucción como Chalchiuhtecólotl, "búho precioso" o Chalchiuhtotolin, "pavo precioso". También se lo asociaba con el conflicto, se lo conocía como Yaotl o "Enemigo" y era el patrón de los guerreros y sus campos de entrenamiento (telpochcalli). Sin embargo, no es siempre un protector de los soldados, ya que a veces se le podía encontrar en los cruces de caminos a altas horas de la noche, dispuesto a desafiar a cualquier guerrero desprevenido.
De manera similar, Tezcatlipoca podía representar esos otros elementos desagradables de la condición humana: el frío intenso, el pecado y la miseria cuando tomaba la apariencia de Itztlacoliuhqui. Por último, en un papel más positivo, cuando era Omácatl, era visto como el patrón de la aristocracia y las fiestas. Sin embargo, de acuerdo con el complejo carácter de opuestos del dios, en este papel podía representar al mismo tiempo a los ladrones y a los hechiceros malvados.
Ceremonias Tóxcatl
En el mes de Tóxcatl, el sexto mes (o quinto) del año solar azteca, se rendía culto a Tezcatlipoca en ceremonias especiales. Al igual que en otros ritos religiosos aztecas, una parte importante de la ceremonia era la personificación del dios, casi siempre a cargo de un prisionero de guerra, normalmente el más guapo y valiente. De hecho, durante un año antes, el cautivo era tutelado por los sacerdotes, tratado como un noble e incluso se le daban cuatro mujeres para que lo cuidaran. Estas mujeres se hacían pasar por cuatro diosas: Atlatonan, Huixtocihuatl, Xilonen y Xochiquetzal. Cuando llegaba el mes especial, el imitador se vestía elegante con un traje de guerrero y en un festival nupcial simbólico se casaba con sus cuatro diosas. Honrado con flores y danzas, el hombre-dios era trasladado a un templo dedicado a él, donde se lo sacrificaba y se le extraía el corazón con un cuchillo de obsidiana para honrar al verdadero Tezcatlipoca.
Aventuras míticas
Además de la Creación, Tezcatlipoca está involucrado en muchos relatos míticos y uno de los más curiosos es la llegada de los primeros perros. El problema comenzó con la pareja de ancianos Tata y Nene, supervivientes del diluvio que había destruido el cuarto mundo. Al llegar a tierra, vararon su barca de troncos de ciprés y procedieron a hacer un fuego frotando palos. Entonces decidieron cocinar un pescado, pero el humo de su fuego molestó a los astros, especialmente a Citlallatonac y Citlalicue. Estos dioses se quejaron a gritos a Tezcatlipoca, quien, quizá con un poco de dureza, les cortó la cabeza y se la volvió a pegar en el trasero, con lo que se crearon los primeros perros.
Otra historia de la mitología azteca explica la asociación de Tezcatlipoca con la música. Un día, el dios dio instrucciones a un dios negro del viento para que fuera a buscar música al sol. El dios del viento necesitaba ayuda para tan peligrosa misión y por ello reclutó a los ayudantes de Tezcatlipoca (una tortuga, una sirena y una ballena), a los que unió para hacer un puente y poder cruzar el océano. El sol vio llegar al dios del viento y advirtió a su séquito de músicos que no respondieran a ninguna demanda del viento, pues de lo contrario serían enviados de vuelta a la tierra con el viento. Sin embargo, el dios del viento comenzó a cantar de una manera tan irresistible que uno de los músicos se sintió obligado a responder, por lo que fue castigado por el sol y se le hizo regresar a la tierra, trayendo consigo el don de la música. El amor del dios por la música también se puso de manifiesto durante la ceremonia de Tóxcatl, en la que el imitador de Tezcatlipoca rompía una flauta a cada paso de la pirámide que subía en su camino hacia el sacrificio.
Representaciones en el arte
Las primeras representaciones artísticas del dios aparecen en la escultura de piedra de Chichen Itzá en el período posclásico temprano (900-1200 d. C.). Aquí puede tener un espejo humeante en la cabeza y una serpiente en lugar de un pie, mientras que en representaciones posteriores del dios tiene un espejo de obsidiana negra pulida en lugar de un pie izquierdo. Esta sustitución del pie es una referencia a una herida que recibió en su famosa batalla con Tlaltecuhtli durante la Creación. A menudo está acompañado por una serpiente de color turquesa, puede tener pintadas en la cara rayas amarillas y negras y llevar un traje con diseños de maíz (en referencia a su papel como dios de la estación seca y la guerra) y calaveras y huesos (ya que es un dios del inframundo). A veces lleva cuatro flechas en la mano derecha, armas que utiliza para castigar a los malhechores. El dios podía ser representado en diferentes colores según el punto cardinal que representara: negro para el norte, azul para el sur, rojo para el este y blanco para el oeste.
Tezcatlipoca se representa a menudo con una máscara de color turquesa con una banda negra sobre los ojos. De hecho, uno de los objetos artísticos más famosos del dios es el cráneo decorado que ahora se encuentra en el Museo Británico de Londres. El cráneo está cubierto de mosaico de lignito turquesa y negro, con una concha de ostra roja en la cavidad nasal. Los ojos están rodeados de pirita pulida y concha blanca. El interior de la máscara está revestido de piel de ciervo y el mismo material se utiliza para las dos correas que sujetan el cráneo. Este llamativo objeto podría ser uno de los regalos que el rey azteca Moctezuma II hizo a Hernán Cortés en 1519.