Huitzilopochtli (pron. Huit-zi-lo-pocht-li) o "Colibrí del Sur" o "Colibrí Azul de la Izquierda" fue una de las deidades mas importantes del panteón azteca y para los Méxica el dios supremo. Era el dios del sol y de la guerra, se le consideraba el patrón de la capital Azteca, Tenochtitlán, y se le asociaba con el oro, los guerreros y los gobernantes. Su nombre calendárico era Ce Técpatl (1 Pedernal) y su nagual o espíritu animal era el águila.
A diferencia de muchas otras deidades aztecas, Huitzilopochtli no tiene equivalentes claros de culturas mesoamericanas anteriores. En la mitología azteca, Huitzilopochtli era hijo de Omecίhuatl y Ometecuhtli, respectivamente, los aspectos femenino y masculino del dios primordial andrógino Ometeotl. En una versión alternativa, el dios es hijo de Coatlίcue, la diosa suprema de la tierra. Huitzilopochtli también se consideraba hermano de los otros grandes dioses mesoamericanos Quetzalcóatl, Tezcatlipoca y Xipe Tótec.
Huitzilopochtli como el Sol
Huitzilopochtli es famoso por haber vengado el asesinato de su madre Coatlίcue (o en algunas versiones en realidad la salvó) cuando derrotó a sus hermanos los 400 Centzonhuitznahuac y Centzonmimizcoa en el Monte Coatepec, la montaña de la serpiente. Según la leyenda, Coatlίcue, mientras barría su templo, metió unas plumas bajo su pecho y con ellas quedó embarazada de Huitzilopochtli. Sus hijos se indignaron ante este hecho y atacaron a Coatlίcue pero cuando decapitaron a su madre Huitzilopochtli brotó del cadáver con todas sus armas en la mano y le cortó la cabeza a su hermana Coyolxauhqui. En algunas versiones del mito ella había sido la líder de la revuelta, en otras, había estado tratando de advertir a Coatlίcue del complot contra ella. En cualquier caso, Huitzilopochtli desmembró su cadáver para que su torso cayera al fondo de la montaña y cuando lanzó la cabeza al cielo se convirtió en la luna. Posteriormente, Huitzilpochtli se ocupó de sus otros hermanos revoltosos, el Centzonhuitznahuac y el Centzonmimizcoa, poniendo fin a su intento de dominación y dispersándolos en los cielos para que se convirtieran en las constelaciones del sur y del norte, respectivamente.
Para los aztecas, la lucha entre Coyolxauhqui y Huitzilopochtli se repetía todos los días, lo que explicaba el intercambio diario por el control del cielo entre el sol y la luna. Se creía que Huitzilopochtli era acompañado en la primera mitad de su viaje por el cielo por los espíritus de los guerreros caídos (que luego regresaban a la tierra como colibríes). A partir del mediodía, el dios era acompañado por los Cihuateteo, los espíritus de las mujeres que habían muerto durante el parto. Al caer la noche, Huitzilopochtli se desplazaba por el inframundo hasta el amanecer y una vez más volvía a surcar los cielos.
Culto a Huitzilopochtli
El rival de Huitzilopochtli como dios azteca más importante era Tezcatlipoca, pero en su ciudad de Tenochtitlán el dios era supremo. El punto central del culto a Huitzilopochtli estaba en la capital azteca, donde tenía una estatua de madera y un santuario junto al de Tláloc en la cima de la pirámide del Templo Mayor o Hueteocalli. El templo del dios estaba en el lado sur y marcaba el solsticio de invierno y la estación seca -la época tradicional de la guerra- y los escalones que conducían al templo de Huitzilopochtli estaban pintados de rojo brillante para simbolizar la sangre y la guerra.
Debido a que Huitzilopochtli era una deidad tan importante, era beneficiario de sacrificios humanos cuya sangre alimentaba y fortalecía al dios. Las víctimas solían ser cautivos de guerra y eran conducidos a la cima del Templo Mayor, se les extraía el corazón, se les desollaba y el cadáver era decapitado y desmembrado, tal vez en homenaje a Coyolxauhqui y su destino similar a manos de Huitzilopochtli. El torso de la víctima fue arrojado por los escalones de la pirámide hasta aterrizar en la base, donde, significativamente, las serpientes talladas en piedra recuerdan al monte Coatepec y se encontró una enorme piedra redonda que representaba a Coyolxauhqui desmembrada. Mientras tanto, los sacerdotes y los nobles comían partes de la carne sacrificada, siendo el corazón el más apreciado. En un homenaje más pintoresco a Huitzilopochtli, se ofrecían flores y huevos de codorniz al dios, se ensartaban imágenes suyas con guirnaldas y las mujeres bailaban la tradicional danza de la serpiente.
Huitzilopochtli era adorado en la ceremonia de Panquetzaliztli en el mes del mismo nombre cuando se conmemoraba el nacimiento del dios en el Monte Coatépec y también se le celebraba durante el mes de Toxcatl cuando una efigie o tzoalli hecha de masa con la planta de amaranto y vestida como Huitzilopochtli era llevada al templo del dios en una gran procesión y luego se comía.
Los Méxica, en especial, veneraban a Huitzilopochtli, ya que creían que les había guiado desde la legendaria cueva de Aztlán, en el desierto del noroeste, en un prolongado viaje que acabó conduciendo a su nueva capital, Tenochtitlán. Durante esta migración, los sacerdotes llevaban un enorme ídolo del dios que les susurraba direcciones, y les dio a los Méxica su nombre y les prometía gran riqueza y prosperidad si le rendían el debido culto. A lo largo del camino, los Méxica se asentaron en diferentes lugares, ninguno de los cuales se ajustaba realmente a su propósito. Un acontecimiento decisivo en la migración fue la rebelión incitada por Copil, hijo de la hermana de Huitzilopochtli, Malinalxochitl. Esto fue en venganza por el abandono de la diosa por parte de los Méxica pero con la ayuda de Huitzilopochtli se dio muerte a Copil. El gran dios de la guerra ordenó que el corazón del rebelde fuera arrojado lo más lejos posible en el lago de Texcoco y que el lugar en el que cayera indicara el lugar en el que los Méxica debían construir su nuevo hogar, siendo el punto exacto marcado por un águila sentada sobre un cactus espinoso. Esto es exactamente lo que ocurrió y se construyó la nueva capital de Tenochtitlán.
Representaciones en el arte
Se conservan pocas representaciones de Huitzilopochtli, probablemente porque el dios era relativamente joven en el panteón azteca y normalmente se esculpía en madera en lugar de piedra, por lo que no se conservan representaciones monumentales de él. Cuando se le representa, Huitzilopochtli puede llevar su lanza en forma de serpiente (atl-atl) que representa a la serpiente de fuego Xiuhcóatl. También puede llevar un escudo, sostener flechas de plumas o dardos y estar pintado con brazos y piernas azules. El dios podía estar simbolizado por un colibrí (huitzilin) -cuyas plumas llevaba en el casco- o por un águila sentada sobre un nopal que sostenía una serpiente en una de sus garras, imagen que hoy se ve en la bandera nacional de México.