La primera guerra púnica (264-241 a.C.) fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron Roma y Cartago, principalmente por el control de Sicilia. La guerra se libró en esta isla, en el mar y el norte de África. Ambos bandos tuvieron sus victorias y sufrieron derrotas casi catastróficas. Los romanos, cuyos recursos parecían inagotables, se adaptaron a las necesidades de la guerra naval y finalmente salieron victoriosos.
Después de la guerra, que fue el conflicto bélico continuo más extenso de la historia hasta ese entonces, Sicilia se convirtió en la primera provincia extranjera de Roma. Sin embargo, Cartago no se daría por vencido y, tras solucionar sus asuntos internos y conseguir nuevos fondos, el conflicto se reanudaría una generación más tarde con la segunda guerra púnica.
Las relaciones entre las dos potencias habían sido mayormente pacíficas durante varios siglos antes de la guerra. Se firmaron tratados de paz en 509 a.C., 348 a.C., 306 a.C. y 279 a.C., los cuales demarcaron la esfera de influencia de cada imperio; sin embargo, cuando crecieron las ambiciones de Roma en la Magna Grecia, Cartago quiso proteger sus intereses. El objeto de la disputa era Sicilia, una isla próspera de gran importancia estratégica por la cual habían pugnado por mucho tiempo los cartagineses y las ciudades Estado griegas y que ahora atraía la atención de Roma. Cuando Roma ocupó Regio y Mesina solicitó la protección de Roma contra la doble amenaza de Cartago y Hierón II, tirano de Siracusa, las relaciones entre las dos potencias del mediterráneo, las cuales sentían recelo la una de la otra y competían por superarse, se deterioraron aún más.
Mesina había sido conquistada en el 288 a.C. por los mamertinos, un grupo de mercenarios de mala reputación provenientes de Campania, Italia. Tras perder una batalla contra Hierón II alrededor del 265 a.C., sus habitantes recurrieron primero a los cartagineses en busca de ayuda, quienes respondieron estableciendo una guarnición en la ciudad. Los mamertinos vieron en Roma una potencial aliada que podría garantizarles su independencia, por lo que cuando esta les ofreció ayuda, eliminaron la guarnición cartaginesa. Roma envió al cónsul Apio Claudio Cáudex y a dos legiones a Sicilia, mientras que Cartago respondió crucificando al comandante de la guarnición, quien había sido expulsado de Mesina, y luego formaron una alianza con Acragante (Agrigento) y Siracusa. Tras arribar, la flota cartaginesa unió sus fuerzas a las de Hierón, asedió Mesina y esperó para interceptar el desembarco de las legiones romanas de Apio Claudio. Hannón, el comandante cartaginés, advirtió a los romanos de que su flota se aseguraría de que no pudieran siquiera mojar las manos en el mar. Tras esta elocuente respuesta por parte de los cartagineses, el cónsul romano, que entonces se encontraba en Mesina, ofreció un acuerdo de paz, pero Hannón lo rechazó.
Para derrotar a Cartago y evitar los refuerzos continuos a Sicilia provenientes del mar, Roma necesitaba una flota que estuviera a la altura.
Las naves romanas y las 16.000 tropas de Claudio fueron imparables, y en el segundo intento lograron llegar a Mesina por la noche y, tras derrotar a los ejércitos de Cartago y Siracusa, rompieron el asedio de la ciudad. Otro comandante romano, el cónsul Manio Valerio Máximo Mesala, reemplazó a Claudio y atacó Siracusa. Hierón se rindió antes de que la flota cartaginesa pudiera brindarle su ayuda y, tras forjar una alianza con Roma, consiguió mantenerse en el poder. A pesar de haber perdido un aliado, Cartago no se detuvo y decidió enviar otro ejército a Sicilia en el 262 a.C., probablemente para aprovechar la retirada de la mitad de las fuerzas romanas, que habían regresado a Italia. La primera guerra púnica había comenzado.
Primeros enfrentamientos: victorias romanas
Los romanos asediaron Acragante, aliada de Cartago, con cuatro legiones lideradas por los dos cónsules, Lucio Postumio Megelo y Quinto Mamilio Vítulo en el 262 a.C. Cuando los cartagineses intentaron defender la ciudad, los romanos los derrotaron y la saquearon. La dureza del trato hacia Acragante dejó en evidencia ante los ojos de las ciudades-Estado de Sicilia de lo que era capaz Roma. Otra pérdida de Cartago fue Segesta, que decidió unirse al bando romano en el 263 a.C. Se produjeron otros enfrentamientos menores que no tuvieron desenlaces decisivos, y Acragante fue saqueada una segunda vez, tras lo cual 50.000 de sus habitantes fueron esclavizados. Sin embargo, para el 261 a.C. era evidente que, si Roma deseaba derrotar a Cartago, impedir los refuerzos continuos por mar y controlar la totalidad de Sicilia, necesitaría una fuerza naval capaz de tal empresa.
Para la primavera del 260 a.C., en solo 60 días Roma había logrado construir una flota de 20 trirremes y 100 quinquerremes de guerra, con tres niveles de remeros organizados en grupos de cinco. Es probable que los romanos, que no eran expertos en la guerra naval, hubiesen replicado las naves cartaginesas que habían logrado capturar y, durante su construcción, hubiesen entrenado a los remeros en bancos especiales en tierra.
Al igual que hicieron en otras áreas de la tecnología, añadieron innovaciones a los diseños existentes. En este caso, añadieron el corvus (cuervo), una plataforma rotante con un pico gigante de amarre (que se asemejaba al pico de un ave, de donde proviene su nombre). Contaba con un puente que tenía 11 metros de longitud y podía colocarse sobre un barco enemigo para permitir el abordaje por parte de una unidad de infantería pesada (probablemente, entre 80 y 120 soldados). Esta idea servía para neutralizar la superioridad marítima de los cartagineses y hacer que el combate naval se asemejara más al combate en tierra, con el cual los romanos estaban más familiarizados. El invento fue un éxito y permitió que los romanos obtuvieran una victoria inmediata con una flota de 145 naves comandada por Duilio frente a la flota cartaginesa de 130 navíos en la batalla de Milas (Milazzo), en el 260 a.C. Se honró a Duilio con un triunfo, el primero en la historia de Roma otorgado en reconocimiento a una victoria naval.
Tras un período de dos años sin progresos para ningún bando, durante el cual los romanos se conformaron con realizar incursiones en Córcega y Cerdeña, finalmente obtuvieron otra victoria naval en la batalla de Sulci, en el 258 a.C. Los cartagineses crucificaron a su comandante por su derrota. Más tarde, en el 256 a.C., una numerosa flota romana (de 330 naves, según Polibio) obtuvo otra importante victoria en la batalla de Ecnomo (Licata). Los cartagineses parecían no encontrar una respuesta ante la táctica de abordaje mediante el corvus. Entonces, el cónsul Marco Atilio Régulo desembarcó con un ejército de cuatro legiones en Clupea, también conocida como Aspis (en el actual Túnez). Ahora, la guerra se estaba expandiendo hacia el territorio de Cartago.
Tras arribar a África, los romanos inexplicablemente decidieron retirar la mitad de su ejército y su flota. Sin embargo, a pesar de este exceso de confianza, Régulo aún conservó 15.000 unidades de infantería y 500 de caballería a su disposición. Es probable que el senado de Roma retirara dos legiones a Italia bajo la creencia de que Cartago no atacaría hasta que terminara el invierno, que estaba por comenzar. En todo caso, Régulo consiguió una victoria decisiva en combate terrestre al sur de Túnez, donde los cartagineses, que contaban por lo menos con tres comandantes, se vieron desfavorecidos por el terreno irregular, que impidió el uso de sus elefantes. Régulo ocupó la ciudad y ambos bandos entablaron negociaciones de paz en el 255 a.C., pero fracasaron debido a las excesivas exigencias del comandante romano, entre ellas, que Cartago le entregara toda Sicilia a Roma.
La suerte de Cartago mejoró cuando el comandante mercenario espartano Jantipo reorganizó su ejército y se preparó para enfrentarse a los romanos con 12.000 unidades de infantería y 4.000 de caballería. Jantipo combinó su caballería y 100 elefantes de guerra de manera brillante, con lo cual derrotó al enemigo y capturó al general romano. Los romanos sufrieron 12.000 bajas, frente a las 800 de los cartagineses. Los sobrevivientes del ejército de Régulo (tan solo 2.000 hombres) lograron huir y fueron rescatados por una flota que había sido enviada recientemente a Clupea, pero la mayor parte de los barcos fue destruida en una tormenta, lo que resultó en la muerte de por lo menos 100.000 hombres. Polibio describió este suceso como el mayor desastre naval de la historia. Quizás, si los romanos no hubieran retirado la mitad de sus unidades y hubieran aprovechado los alzamientos libios en Cartago, la guerra habría finalizado en el 255 a.C. En cambio, esta se extendería 14 años más y resultaría ser un conflicto sanguinario y costoso.
La guerra regresa a Sicilia
Tras el fracaso en el intento de aprovechar su éxito inicial en África, los romanos regresaron a las tierras conocidas de Sicilia en el 254 a.C., cuando capturaron Panormo (Palermo). De los 70.000 habitantes, aquellos capaces de pagar 200 dracmas recibieron su libertad, mientras que el resto fue esclavizado. Mientras tanto, los cartagineses saquearon y arrasaron Acragante, pero ahora solo contaban con una estrecha franja costera bajo su control. Una vez más, la suerte tomó un giro desfavorable para los romanos y una tormenta destruyó 150 navíos de la flota de Cayo Sempronio Bleso mientras regresaba de otro saqueo en el norte de África. Una vez más, miles de hombres perecieron ahogados, y es probable que el corvus haya sido culpable en parte por el peso que sumaba a los navíos, lo cual, sumado a las malas condiciones climáticas, puede que contribuyera al hundimiento de tantos de ellos. Por supuesto, el corvus podía desmantelarse y guardarse durante el viaje, pero es interesante notar que este dispositivo no se volvió a mencionar después de este desastre.
Tras un período durante el cual Cartago debió enfocarse en asuntos cercanos a su propio territorio y asegurar su control en África, una vez más las ambiciones de la ciudad se dirigieron a Sicilia, adonde se envió otro ejército en el 251 a.C. Sin embargo, esta expedición, comandada por Asdrúbal, resultó en un fracaso, y el ejército fue derrotado cerca de Panormo por dos legiones comandadas por el cónsul Lucio Cecilio Metelo en junio de 250 a.C. Cecilio incluso capturó los elefantes cartagineses, los cuales habían causado un daño mayor a la infantería cartaginesa que a sus enemigos, y los envió a Roma para el entretenimiento del pueblo en un triunfo. Luego, Régulo, quien regresó al combate, y el otro cónsul romano, Lucio Manlio Vulsón, asediaron la ciudad de Lilibea (Marsala), pero el largo asedio fracasó. Esta ciudad y otras fortalezas cartaginesas resultaron ser inquebrantables.
La guerra se prolonga: las órdenes de Amílcar
La racha de derrotas cartagineses en tierra y romanas en mar continuó en 249 a.C., cuando la flota cartaginesa, comandada por Aderbal, derrotó a la flota romana en Drépano (Trapani) y capturó 93 de los 120 navíos enemigos. El comandante romano era el cónsul del 249 a.C., Publio Claudio Pulcro, que gozaba de poca popularidad y que es conocido por haber arrojado los pollos sagrados al mar cuando estos se rehusaron a comer antes de la batalla, lo cual fue interpretado como un augurio negativo. Los romanos acompañarían en suerte a los pollos, ya que otra flota numerosa, que incluía 800 navíos de suministros, se hundió por tercera vez debido a una tormenta, esta vez en el golfo de Gela. Este suceso no evitó que los romanos capturaran Eryx (Erice), pero ahora la guerra estaba causando estragos en ambos bandos, que no serían capaces de financiar más ejércitos hasta el 247 a.C. Cartago incluso solicitó un préstamo de 2000 talentos al monarca egipcio Ptolomeo II para financiar la guerra. Naturalmente, este rechazó otorgar una suma tan cuantiosa.
Entonces ingresó en la escena Amílcar Barca, padre de Aníbal. Reemplazó como comandante de la flota cartaginesa a Cartalón, a pesar de que este había tenido un relativo éxito. Amílcar comenzó saqueando la costa italiana en el 247 a.C., quizás para procurar un botín que le permitiera pagarles a sus mercenarios, y luego desembarcó en Sicilia en Heircté, cerca de Panormo. Esta posición le permitió colocarse por detrás de las fuerzas romanas que estaban asediando Drépano y Lilibea, los últimos fuertes cartagineses en Sicilia. Debido a que Cartago ya no contaba con recursos para financiar un ejército numeroso, Amílcar recurrió a las tácticas de guerrilla, que llevó a cabo con impresionante rapidez (lo que le valió el apelativo “Barca”, del púnico “Baraq”, “rayo”), y capturó Eryx en el 244 a.C., la cual se convirtió en su nueva base. Continuó atacando el territorio continental italiano, pero, sin un ejército significativo a su disposición, el efecto en la guerra fue limitado. Quizás una consecuencia positiva más importante para Cartago a largo plazo fuera aquella proveniente de las campañas de Hannón el Grande en Libia, quien expandió el Imperio cartaginés en África y aumentó así la fuente de ingresos provenientes de los impuestos, que eran necesarios para cubrir los ingentes costos de la guerra.
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La victoria de Roma
En el 242 a.C., los romanos obtuvieron una nueva flota de 200 navíos, esta vez financiada con préstamos de ciudadanos acaudalados y comandada por el cónsul Cayo Lutacio Cátulo. Cátulo hizo buen uso de esta y asedió Drépano una vez más. El 10 de marzo del 241 a.C., los romanos derrotaron una flota cartaginesa comandada por Hannón que había sido enviada para asistir a la ciudad en las islas Egadas. Los romanos hundieron 50 naves cartaginesas y capturaron 70; además, tomaron 10.000 prisioneros. Si bien esta derrota no fue abrumadora, los cartagineses, cuyas finanzas se habían deteriorado terriblemente tras más de una década de guerra, buscaron acordar la paz.
Se obligó a Cartago a abandonar Sicilia y pagar a Roma 3.200 talentos de plata como reparaciones durante la siguiente década. Sicilia se convirtió en la primera provincia extranjera de Roma, y Córcega y Cerdeña quedarían bajo control romano poco tiempo después. En su mayor parte, Roma ignoraría Sicilia durante las décadas posteriores, mientras que los cartagineses deberían lidiar con revueltas y guerras por parte de los mercenarios libios que no habían recibido su pago. Sin embargo, una generación más tarde, los cartagineses atacarían Roma una vez más, esta vez por tierra y en su propio territorio, bajo el mando del más habilidoso de sus generales, Aníbal, en un conflicto de proporciones inmensas, la segunda guerra púnica, que se desarrollaría entre el 218 y el 201 a.C.
Soy traductor público (inglés a español y viceversa) especializado en traducción jurídica egresado de la Universidad de Buenos Aires. Me interesan las lenguas extranjeras y la historia antigua.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2016, mayo 26). Primera guerra púnica [First Punic War].
(M. Luján, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-12366/primera-guerra-punica/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Primera guerra púnica."
Traducido por Manuel Luján. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 26, 2016.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-12366/primera-guerra-punica/.
Estilo MLA
Cartwright, Mark. "Primera guerra púnica."
Traducido por Manuel Luján. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 26 may 2016. Web. 03 dic 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 26 mayo 2016. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.