Coatlicue (pronunciado Co-at-li-cu-e) o "Falda de la Serpiente" era una deidad importante del panteón azteca y se consideraba la diosa madre de la tierra. Representada como una anciana, simbolizaba la antigüedad del culto a la tierra Coatlicue era también la patrona de los partos, estaba asociada a la guerra, el gobierno y la agricultura, y se consideraba el aspecto femenino del dios primordial Ometeotl.
Coatlicue es una de las figuras más temibles del arte azteca. La diosa era venerada en el ritual primaveral de Tozozontli, en la estación de las lluvias, y en el festival otoñal de caza de Quecholli, en el que se sacrificaba un imitador de la diosa.
Coatlicue la sacerdotisa
En la mitología azteca, Coatlicue era en realidad una sacerdotisa cuyo trabajo consistía en mantener el santuario en la cima de la legendaria montaña sagrada Coatepec ('Montaña de la Serpiente', también escrita Coatepetl). Un día, mientras barría, una bola de plumas descendió de los cielos y, al meterla en su cinturón, la dejó milagrosamente embarazada. El hijo resultante fue nada menos que el poderoso dios azteca de la guerra Huitzilopochtli. Sin embargo, los otros vástagos de Coatlicue, su hija Coyolxauhqui ('Pintada con campanas' y que quizá representaba a la luna), ella misma una poderosa diosa, y sus hijos los Centzon Huitznahua ('Cuatrocientos Huiztnaua', que representaban las estrellas del cielo del sur) se indignaron ante este vergonzoso episodio y asaltaron el monte Coatepec con la intención de matar a su deshonrada madre. Sin embargo, el complot se desbarató cuando uno de los Huiztnaua se desanimó y decidió avisar al aún no nacido Huitzilopochtli. En defensa de su madre, el dios salió del vientre materno completamente crecido y armado como un guerrero invencible. En otra versión, el dios brota del cuello cortado de su madre, pero en cualquier caso, con su formidable arma, la xiuhcoatl ("serpiente de fuego"), que era en realidad un rayo de sol, el dios guerrero masacró rápidamente a sus rebeldes hermanos y, cortando a Coyolxauhqui en varios trozos grandes, los arrojó por la ladera de la montaña. El mito se podría considerar como la simbolización de la victoria diaria del sol (una de las asociaciones de Huitzilpochtli) sobre la luna y las estrellas.
El templo mayor
Esta batalla se conmemoraría con la instalación del Templo Mayor en la capital azteca de Tenochtitlan. La gigantesca pirámide estaba cubierta de esculturas de serpientes e incluso las sombras proyectadas por sus escalones estaban diseñadas para hacer referencia al monte Coatepec. Otro vínculo con el mito era la gran piedra colocada en la base de la pirámide, que tiene una talla en relieve del Coyolxauhqui desmembrado.
En otro mito relacionado con la diosa, ésta advirtió a los mexicas de su futura perdición. El gobernante azteca Moctezuma II había enviado un grupo de 60 magos a visitar Coatlicue en el mítico hogar ancestral de los mexicas, Aztlán, en busca del conocimiento supremo. Sin embargo, sobrecargados de regalos, estos desventurados magos se atascaron en una colina de arena y la diosa reveló que las ciudades aztecas caerían una a una. Entonces, y sólo entonces, su hijo Huitzilopochtli regresaría a su lado.
¿Cómo se representa a Coatlicue en el arte?
En el arte, la Coatlicue está representada sobre todo en la colosal estatua de basalto encontrada en Tenochtitlan, que ahora se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México. La figura mide 3.5 m de alto y 1.5 m de ancho y representa a la diosa en su forma más terrible, con la cabeza cortada sustituida por dos serpientes de coral, que representan la sangre que fluye. Lleva un collar de manos y corazones humanos cortados con un gran colgante de calavera. También lleva su típica falda de serpientes entrelazadas, mientras que sus manos y pies tienen las grandes garras que utiliza para desgarrar los cadáveres humanos antes de comérselos. Esto puede hacer referencia a la conexión entre Coatlicue y los demonios estelares conocidos como tzitzimime, que los aztecas creían que devorarían a la población humana si el sol no salía. A su espalda, su pelo cuelga en 13 mechones, que simbolizan los 13 meses y los 13 cielos de la religión azteca. Curiosamente, en la base de la estatua está tallado un monstruo terrestre, aunque nunca se vería. La estatua fue descubierta en 1790, pero se pensó que era tan aterradora que se volvió a enterrar inmediatamente.