Cuzco (también Cusco o Qosqo) era la capital religiosa y administrativa del Imperio inca que floreció en el antiguo Perú entre c. 1400 y 1534. Los incas controlaban el territorio desde Quito hasta Santiago, por lo que su imperio era el más grande jamás visto en las Américas y el mayor del mundo para la época. Cuzco, que tuvo una población de hasta 150.000 habitantes en su apogeo, fue trazada en la forma de un puma y estaba dominada por bellos edificios y palacios, de los cuales el más rico era sagrado complejo del Coricancha, cubierto de oro y tachonado de esmeraldas, que incluía un templo al dios inca del sol: Inti. Cuzco está catalogada por la UNESCO como Patrimonio de la humanidad.
Cuzco en la mitología
Según la mitología, la raza inca fue creada por el gran dios Viracocha quien hizo que nacieran del dios sol, Inti. Así, los ocho primeros incas nacieron en Tiahuanaco o, según una versión alternativa, ellos emergieron de la sagrada cueva de Pacaritambo y, entonces, emigraron al valle de Cuzco. Conducidos por Manco Cápac (o Manko Qhapaq) y Mama Ocllo, el grupo cumplió la antigua profecía según la cual ellos debían establecerse donde su bastón de oro se pudiera hundir fácilmente en el terreno. Sin embargo, antes de que los incas pudiesen prosperar, primero tuvieron que derrotar a sus rivales locales, los chancas, una hazaña que alcanzaron con la ayuda de unos gigantes de piedra: los pururaucas. Este evento tuvo una base real ya que los incas derrotaron a los chancas en 1438. Así fue establecida la capital inca. El nombre Cuzco puede derivar tanto de qosqo, que significa “lecho de lago desecado" como de cozco, un particular marcador de piedra en la ciudad.
Geografía, trazado y arquitectura
La ubicación geográfica del lugar, sobre un antiguo lecho de lago de origen glaciar y en un punto central entre las rutas naturales que conducen a diversas regiones aledañas era ventajosa. La cuenca se encuentra a una altura de 3450 metros y está rodeada por picos montañosos. En el valle se podía cultivar y las colinas suministraban buenos pastos. Cuzco también es el punto de encuentro de tres ríos (Huatanay, Tullumayo y Chunchul), que lo hacen especialmente significativo y auspicioso en la mente inca. Según el estilo inca, donde se adaptaba la naturaleza pero jamás se abusaba de ella, los ríos fueron canalizados y desviados para crear el espacio necesario para una gran ciudad.
El primer núcleo habitado por poblaciones sedentarias realmente se produjo tan pronto como en el año 500 a. C. o antes, y el principal asentamiento preincaico era Chanapata. De este período se conserva cerámica decorada, pero no hay evidencia de grandes edificios, obras de arte o metal. Similarmente, no existen restos del período Tiahuanaco en el propio sitio de Cuzco. Desde alrededor del año 1200 el Cuzco comenzó realmente a tomar forma, pero solo adquirió la grandeza de una capital durante el reinado de Inca Roca en el siglo XIV. Desde ese momento, cada gobernante inca construyó su propio palacio, un enorme complejo residencial amurallado. Además, a partir de 1400 los incas se embarcaron en ambiciosas campañas para conquistar territorios vecinos, construyendo eventualmente un enorme imperio con Cuzco como la capital administrativa y religiosa.
La ciudad conoció un gran período de reconstrucción y expansión a mediados del siglo XV durante el reinado de Pachacútec Inca Yupanqui, conocido como “transformador del mundo”. Se drenó el área pantanosa en el norte y se trasladó allí el centro de la ciudad. Fueron construidas enormes plazas ceremoniales, la fortaleza de Sacsayhuamán (o Saqsawaman), que protegía el norte de la ciudad, y el complejo sagrado del Coricancha fue reconstruido para reflejar de manera más apropiada la riqueza y el poder del Imperio inca. Otras obras de construcción de edificaciones, con el paso del tiempo, que aumentaron la extensión de Cuzco a unas 40 hectáreas parecen haber sido planificadas de forma menos deliberada, ya que resultaron en un área urbana de forma irregular.
La capital completa estaba construida alrededor de cuatro calzadas principales que conducían a los cuatro cuadrantes del imperio. La ciudad también estaba trazada en la forma de un puma (aunque algunos estudiosos cuestionan esto y toman la descripción metafóricamente) con la metrópoli imperial de Pumaqchupan formando la cola, la plaza principal representando el cuerpo y el complejo del templo de Sacsayhuamán formando la cabeza. La ciudad completa también estaba dividida en dos partes distintas llamadas hanan y hurin; la primera, en el norte, estaba a mayor altura y era más prestigiosa que su contraparte sureña, más baja. Cinco familias nobles ocupaban cada sector. El centro era dominado por las dos plazas de Haucaypata (“terraza de reposo”) y Cusipata (“terraza de la fortuna”) las cuales, cubiertas con arena importada, albergaban ceremonias religiosas y de estado. Estas serían presididas por el rey inca, sentado en su trono labrado en piedra sobre una plataforma elevada, el usnu, la cual también tenía un pilar para observaciones de cuerpos celestes. Aquí también había una gigantesca pila de piedra cubierta de oro en la cual se vertían las libaciones de cerveza de chicha. Dominando la plaza se encontraba el Sunturwasi, una aguja que era la estructura más alta en Cuzco.
La ciudad, que contenía kanchas (pequeños grupos de edificaciones organizadas alrededor de un patio dentro de un recinto de muros altos), amplias plazas, zonas verdes, campos agrícolas sagrados, santuarios, fuentes y canales, pero con las estrechas calles de una cultura sin vehículos con ruedas, estaba principalmente reservada a los sacerdotes, la nobleza y los administradores, mientras que las comunidades agrícolas y artesanales estaban diseminadas más allá de las murallas de Cuzco, donde también había cientos de qollqa, almacenes con una gran capacidad de almacenamiento. La ciudad propiamente dicha tenía una población de cerca de 40.000 habitantes con otros 200.000 en los alrededores para la época de la conquista española.
Cuzco también fue un componente importante en la propaganda de gobierno inca. Se alentaba a los súbditos incas a venerarla como un sitio sagrado. Esta política también implicaba tributos tanto en objetos con un valor real, como el oro y las obras de arte, así como en gente, ya sean gobernantes y/o miembros de sus familias en calidad de rehenes, artistas y artesanos cualificados y mujeres reubicados a la fuerza, y el suministro de víctimas para los sacrificios. Además, partiendo desde el Cuzco había 41 líneas de visión sagrada (ceques) y caminos bien pavimentados que dividían tanto el espacio como el tiempo y recordaban que Cuzco era el centro del mundo. Finalmente, se han descubierto pequeñas maquetas de Cuzco a lo largo del Imperio que deben haber propagado las noticias del gran tamaño y riqueza de la capital.
Coricancha
El más espléndido de los edificios de Cuzco era el Coricancha (Qorikancha), con sus templos (wasi) construidos en honor de Inti, la diosa de la luna Mama Quilla, el dios creador Viracocha, Venus o Chaska-Qoylor, el dios del trueno Illapa y, finalmente, uno para Cuichu el dios del arcoiris. Cada wasi contenía una estatua de culto del dios en particular y preciosos objetos de arte y religiosos conectados a ellos. El Coricancha, también conocido como el recinto dorado era, por ende, el más sagrado de todos los sitios incas y era considerado el propio centro del mundo.
Los enormes muros del complejo fueron construidos a partir de grandes bloques de piedra cortados finamente y encajados sin argamasa, mediante las técnicas de mampostería fina, por las cuales los incas se han hecho famosos. Los edificios del interior eran de un solo piso y tenían techos de paja. Las puertas también estaban cubiertas con láminas de oro, al igual que los interiores y exteriores de los distintos templos, e incluso se decía que el lado interno del muro perimetral había sido tachonado con esmeraldas. El templo de Inti, también conocido como el templo del sol, estaba revestido con 700 láminas de 2 kg de oro batido o martillado, lo que simbolizaba el sudor del dios y, similarmente, el templo de Mama Quilla estaba cubierto con plata, simbolizando las lágrimas de la luna.
Dentro del templo del sol, además de los artefactos dorados pertinentes al culto del dios, había una estatua en oro de Inti con joyas incrustadas. La estatua representaba a Inti como un pequeño niño sentado llamado Punchao (sol de día o del mediodía). También había otra representación importante del dios (una máscara gigante con rayos en zigzag saliendo de la cabeza) colgada en la pared de una cámara dedicada especialmente dentro del templo. El jardín del templo era aún más espectacular. Justo como la tierra (algunas veces incluso regiones completas) se dedicaba al dios, así también, este jardín estaba construido en honor del gran dios sol. Todo en él estaba hecho de oro y plata: un enorme campo de maíz y modelos, a escala real, de pastores, llamas, jaguares, conejillos de Indias, monos, pájaros e, incluso, mariposas e insectos confeccionados en metal precioso. Y, por si eso no fuera suficiente para agradar a Inti, había también una gran cantidad de jarrones de oro y plata, todos con incrustaciones de piedras preciosas. Lo único que sobrevive de esas maravillas son unos pocos dorados tallos de maíz, un testimonio convincente, aunque silente, de los tesoros perdidos de Coricancha.
El Coricancha también tenía un espacio dedicado para los restos momificados de los anteriores soberanos (quienes gobernaron como emperadores) incas y de sus esposas, conocidos como mallquis. Estos se sacaban de su almacén durante las ceremonias especiales tales como aquellas que celebraban los solsticios. También existían cuartos de alojamiento para los sacerdotes y sacerdotisas y otras habitaciones del complejo se usaban como tesorerías religiosas y de arte, ocupadas con artefactos tomados a los pueblos conquistados. Estos bien pueden haber sido mantenidos para garantizar el cumplimiento del dominio inca, al igual que los gobernantes conquistados, que a veces se mantenían cautivos en Cuzco por períodos de hasta un año. Otra característica interesante del sitio era un canal subterráneo a través del cual fluía agua sagrada a las plazas vecinas fuera del complejo.
Otras funciones importantes del Coricancha incluían la realización de observaciones astronómicas, especialmente de la Vía Láctea (Mayu). Las víctimas de los sacrificios (capacochas) también se preparaban para su gran momento en el patio del precinto y luego marchaban a lo largo de las líneas ceques para ser sacrificadas en las distintas provincias en honor a Inti y a su encarnación viviente, el soberano (considerado como un emperador) inca.
Sacsayhuamán
La fortaleza de Sacsayhuamán, construida por Pachacútec, probablemente fue construida al principio usando barro y arcilla, para posteriormente ser reemplazada por la magnífica obra de piedra que empleó bloques gigantes finamente cortados, muchos con pesos por encima de 100 toneladas. Diseñada por cuatro arquitectos (Huallpa Rimachi, Maricanchi, Acahuana, and Calla Cunchui) y construida usando 20.000 trabajadores de tributo, la estructura tiene tres terrazas acomodadas en estilo zigzag de tal manera que cada muro tiene hasta 40 segmentos que permitían a los defensores capturar a los atacantes en un fuego cruzado. Solo una pequeña puerta en cada terraza daba acceso al interior de a las edificaciones y a las torres en la ladera posterior. Se decía que la fortaleza habría tenido una capacidad para 1000 guerreros. Después del colapso del imperio muchas de las piedras fueron reusadas en otros lugares y las ruinas se cubrieron con tierra para evitar que las fuerzas rebeldes las usaran.
Destrucción
Los incas expandieron su territorio en tal grado que apenas 40.000 incas controlaron un imperio de 10 millones de individuos. El Imperio inca fue fundado y mantenido gracias a la fuerza, lo cual hizo a los líderes impopulares con sus súbditos (particularmente los de los territorios norteños), una situación que los conquistadores españoles, conducidos por Francisco Pizarro, aprovecharían al máximo a mediados del siglo XVI. El Imperio inca también tenía que encarar varias rebeliones, incluida una guerra en Ecuador donde una segunda capital se había establecido en Quito. Todavía más grave, los incas fueron golpeados por una epidemia de enfermedades europeas, tales como la viruela, la cual se había esparcido desde América Central, incluso más rápido que los mismos invasores europeos, y la ola mató un impactante 65-90% de la población. Tal enfermedad mató a Huayna Cápac o Wayna Qhapaq en 1.528 y dos de sus hijos, Huáscar y Atahualpa, batallaban en una dañina guerra civil por el control del Imperio justo cuando llegaron los cazadores de tesoros europeos. Fue esta combinación de factores (una perfecta tormenta de rebelión, enfermedad e invasión) la que finalmente provocó la caída de Cuzco y del poderoso Imperio inca.
Cuzco fue saqueada, sus edificios principales fueron quemados y destruidos o hechos pedazos para su reutilización en nuevos proyectos de construcción. Así, del otrora dorado esplendor del Cuzco inca, ahora, desafortunadamente, solo se conserva en los relatos de los testigos oculares de los primeros europeos que se maravillaron ante su arquitectura y sus riquezas y los extraños tramos de las murallas incas, especialmente los muros, cortados con precisión, que soportan el monasterio dominico.