Cahokia es un parque histórico contemporáneo ubicado en Collinsville, Illinois, donde está emplazada la mayor ciudad precolombina del continente norteamericano. Una tribu que vivía en las cercanías durante el siglo XIX denominó a la urbe Cahokia, un apelativo con el que, a falta de información acerca de su nombre original, se conoce en la actualidad. La localidad floreció en el período aproximado comprendido entre el 600 y el 1350 d.C.
Desde sus inicios la ciudad parece haber crecido de manera orgánica a medida que se asentaban más gentes en la región. Al alcanzar su máxima expansión, contaba con una población de 15.000 almas. El sitio se caracterizó por sus estructuras principales: 120 grandes montículos planeados y ejecutados con esmero que descollaban por encima de sus edificaciones, de los cuales apenas sobreviven 80. La construcción del más pequeño de ellos habría supuesto la participación cotidiana de una gran fuerza laboral durante al menos diez años. El surgimiento y desarrollo de la ciudad se produjo a consecuencia de su ubicación en la intersección de largas rutas comerciales que se encaminaban hacia distintas direcciones. Poseía una amplia plaza para los mercaderes, un área residencial para la gente corriente y otra para las de las clases más altas, un patio de pelota, otro para el juego conocido con el nombre de Chunkey, campos de maíz y otras cosechas, así como calendarios solares erigidos con postes de madera; los montículos servían propósitos religiosos y políticos, de residencia, y también funcionaban como sitios de enterramiento.
Durante muchos años se pensó que las gentes de Cahokia habían «desparecido de forma misteriosa», pero las excavaciones realizadas a partir de 1960 hasta la fecha han demostrado que el abandono de la ciudad se produjo por la superpoblación y las calamidades que generaron desastres naturales como terremotos e inundaciones. Más adelante las tribus de la Confederación de Illinois, una de las cuales era la Cahokia, la repobló. En la actualidad, Cahokia es un sitio que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad y cuenta con un yacimiento arqueológico activo de 890 ha (2.200 acres) de extensión, visitado cada año por millones de personas provenientes de todas partes del mundo.
Los montículos y la cultura de Mississippi
En la actualidad, la designación "Cultura de Mississippi" abarca los pueblos aborígenes americanos que en lo fundamental habitaban los valles de los ríos Mississippi, Ohio y Tennessee, y además se diseminaban hacia el sur en distintas comunidades hasta la actual Louisiana y otras regiones ubicadas más hacia el norte y el oriente. Las dos más conocidas son la Cultura de Adena (en torno al 800 a.C. - 1 d.C.) y la Cultura Hopewell (en torno a 100 a.C. - 500 d.C.), cuyas tribus se asentaban en lo que hoy son Virginia, Virginia Occidental, Ohio, Pennsylvania, Kentucky e Indiana. Ambas denominaciones son modernas: Adena era el nombre de la hacienda perteneciente al gobernador ochocentista de Ohio, Thomas Worthington, ubicada en las inmediaciones de Chillicothe, donde había un antiguo montículo, y Hopewell el nombre de un granjero en cuyas tierras se descubrió con posterioridad otro montecillo.
Aunque existían diversas comunidades que se diferenciaban por las cosechas que sembraban y las artesanías que elaboraban, todas construían montículos de tierra de propósito religioso cuyo objetivo era elevar a los jefes, que podían simultanear funciones como sacerdotes, por encima de las gentes comunes, y acercarlos al sol que veneraban como fuente de vida. El líder de la ciudad se hacía llamar «Hermano del Sol» y participaba junto al clero en la tarea de honrar a los dioses y espíritus del mundo invisible. El académico Alan Taylor resume las creencias religiosas de los pueblos del Mississippi y en general las de los indoamericanos:
Los nativos de América del Norte eran «animistas»; creían que lo sobrenatural era una compleja y diversa red de fuerzas, entretejida de manera intrínseca en cada elemento del mundo natural. De hecho, los aborígenes americanos no hacían distinción entre lo natural y lo sobrenatural. En sus mentes el poder espiritual no era singular ni trascendente, sino múltiple y ubicuo. Su mundo estaba lleno de una variedad casi infinita de seres, cada uno poseedor de cierto poder. Todos los seres vivientes pertenecían a una compleja matriz que era a la vez espiritual y material. En consecuencia, la fuerza espiritual se hallaba en cada planta, animal y roca, en el viento, en las nubes y en las masas de agua; solo que en algunos en mayor concentración que en otros. (18)
Se cree que los pueblos del Mississippi construían sus promontorios para enfocar las fuerzas espirituales sobre un punto central de sus comunidades. Creían que los sacerdotes o sacerdotes-jefes que realizaban los rituales en los montículos podían uncir esas fuerzas para proteger a las gentes, asegurar la estabilidad de las lluvias y lograr abundantes cosechas. El montículo de mayor antigüedad fechado hasta el presente es el de Ouachita, Louisiana, construido hace más de 5 .400 años; después se han descubierto otros desde Ohio hasta la Florida y desde la costa este hasta el medio oeste. Nadie conoce el nombre con que se identificaban estos pueblos, pero a menudo se hace referencia a ellos como los «constructores de montículos», moundbuilders, debido a que la característica principal de su cultura era la construcción de pequeños montes. El académico Charles C. Mann describe la variedad de montículos existentes:
A la mayoría de los montículos se les daba forma de grandes conos y pirámides escalonadas, pero algunos se labraban en forma de enormes pájaros, lagartos, osos, largos «cocodrilos» y en el caso de Peebles, Ohio, de una serpiente de más de 400 metros de longitud (1.330 pies). Ninguno de los montecillos cubría sepulcros ni contenía artefactos, ni mostraba señales de uso. Parecían, de hecho, no tener propósito alguno. (290-291)
Mann acentúa el término «parecer» porque según su explicación, los montículos «aportan testimonio acerca de las jerarquías de autoridad pública y de organización cívica» puesto que «construir un anillo de colinas con la tierra que se puede cargar en cestas o pieles de ciervos es un proyecto de larga duración» que requiere de una autoridad central capaz de delegar tareas y supervisar aspectos que incluyen la logística, el abastecimiento de alimentos, albergue y turnos de trabajo (291-292). Las figuras de autoridad de la cultura de Adena y más tarde de la de Hopewell también asumían la responsabilidad del cultivo de tabaco empleado en los ritos religiosos que se celebraban en la cima de los montículos fuera de la vista de las gentes, o en plataformas artificiales explanadas en el centro o por debajo del montículo, donde se efectuaban los rituales públicos.
Surgimiento de Cahokia y del gran montículo
La cultura Hopewell es la predecesora inmediata de los pueblos que construyeron Cahokia, pero tenía sus propias características distintivas. Se observa una notable diferencia en las cosechas que sembraban. Las culturas Adena y Hopewell cultivaban cebada, saúco del pantano (Iva annua), hierba de mayo (Pharalis caroliniana) y anciano de los pantanos (Polygonum aviculare), entre otras, mientras las gentes de Cahokia habían descubierto el maíz, la calabaza y los frijoles, las llamadas «tres hermanas», y cultivaban grandes cosechas de los tres productos. Se piensa que Cahokia haya comenzado como una de tantas pequeñas aldeas ubicadas entre bosque y río, sobre una ancha llanura que invitaba a la ejecución de actividades agrícolas. Aunque no se conoce cómo se desarrolló, los arqueólogos investigadores del sitio aseveran que es probable que la causa por la que las gentes de las comunidades vecinas acudieran a la nueva ciudad haya sido la construcción del mayor de los montículos, nombrado hoy día el Montículo del Monje.
Se cree que las autoridades religiosas difundieron la noticia de la construcción de un gran promontorio, que según opinión de algunos generó el arribo de gentes de diversas regiones para participar en la tarea. Un criterio diferente manifiesta que la autoridad central reclutó y obligó a trabajar por la fuerza a los hombres de otras comunidades; sin embargo, esta teoría se ha rebatido debido a que no se han hallado evidencias de esclavitud en el sitio. Mann cita la descripción de la construcción del gran montículo hecha por el geógrafo y arqueólogo William Woods de la Universidad de Kansas, que cuenta con una experiencia de 20 años en la realización de excavaciones en Cahokia:
El Montículo del Monje, así llamado por el grupo de monjes trapenses que vivieron en las cercanías durante los siglos XVIII y XIX, fue el primero y más grandioso de los proyectos de construcción. Su núcleo es una losa de arcilla de unos 274 m (900 pies) de longitud por 198 m (650 pies) de ancho, y más de 6 m (20 pies) de alto. Desde el punto de vista ingeniero, nunca se debió elegir la arcilla como material de soporte de un gran monumento de tierra. La arcilla absorbe con facilidad el agua, y al hacerlo se expande. La arcilla de base americana, conocida como arcilla esmectita, es en extremo susceptible a la expansión: su volumen puede incrementarse por un factor de ocho. Al secar se reduce a sus dimensiones originales. Con el paso del tiempo las expansiones y reducciones destruyen lo que se haya construido encima. Para minimizar la inestabilidad los constructores cahokianos mantenían la losa a un nivel constante de humedad: húmeda, pero no demasiado. Humedecer la arcilla era sencillo: la acción capilar extraía el agua de la llanura, cuyo manto freático era alto. El truco era evitar que la evaporación secara la superficie superior. En una impresionante muestra de sabiduría, los ingenieros de Cahokia envolvieron la losa en delgadas capas alternas de arcilla y arena, para aislarla del contacto con el aire. A los efectos de la losa, la arena actúa como un escudo. El agua se eleva a través de la arcilla y se mezcla con ella, pero no puede continuar su camino porque la dispersión de la arena impide que la acción capilar continúe. Tampoco puede evaporarse el agua, debido a que las capas de arcilla que se encuentran encima de la arena ejercen presión hacia abajo y evitan que el aire penetre. El resultado final cubría casi 6 ha (15 acres) y constituye la mayor de todas las estructuras de tierra del hemisferio occidental. Aunque el material con el que está construida no es el adecuado y yace sobre una llanura aluvial, se ha mantenido intacta durante mil años. (296-298).
Las gentes de Cahokia no poseían bestias de carga ni carretas, razón por la cual el acarreo de toda la tierra empleada en la construcción del Montículo del Monje se realizó a mano. El cerro contiene un volumen de tierra próximo a 622.347 metros cúbicos (814.000 yardas cúbicas), lo cual supone un monumental proyecto de construcción que requería una fuerza de trabajo enorme, de ahí que se piense que el influjo de trabajadores originara el desarrollo de la ciudad. El Montículo del Monje se coronó con un templo en la cima; al concluir su construcción o intercalados entre las etapas en que se piensa se halla dividido la misma, se levantaron otros promontorios y templos. Algunos montecillos actuaban como soporte de residencias de la clase alta en sus aplanadas cumbres, mientras otros sesrvían de enterramiento, como es el caso de la famosa tumba del jefe conocido como Hombre Pájaro, Birdman, inhumado con 50 víctimas sacrificiales; no obstante, aún se desconoce el propósito de muchos de los montículos.
Vida cotidiana y esparcimiento
El pueblo de Cahokia no dejó registros escritos de su vida, ni artefactos, ni bienes mortuorios, pero los informes que con posterioridad realizaron los exploradores franceses y españoles acerca de las tradiciones indoamericanas de la región arrojaron alguna luz sobre la vida cotidiana de las gentes. Mann provee una visión general de la ciudad durante su apogeo:
Las canoas revoloteaban como colibríes por los embarcaderos: mercaderes que arribaban con cobre y madreperla desde lejanos lugares; grupos de cazadores que descargaban raras exquisiteces de búfalo y alce; largas naves repletas de emisarios y soldados armados hasta los dientes; obreros que trasegaban madera proveniente del curso superior del río hacia los hambrientos hogares; ubicuas pescaderías con sus redes y mazos. Hasta el siglo XVIII Cahokia, con una superficie de 13 kilómetros cuadrados (5 millas cuadradas), constituyó el centro de mayor concentración poblacional ubicado al norte del Río Grande. (297-298)
Además, resaltaba el ajetreo de los obreros que realizaban labores en los montículos, de los mercaderes en las plazas y los forjadores de cobre que fabricaban platos, cuencos y caños; tejedores de cestas que confeccionaban canastos, mujeres que atendían a sus hijos y a las cosechas, y leñadores que iban y venían entre la ciudad y los bosques en constante trasiego de árboles que convertían en madera para la construcción de casas, templos y otras estructuras, entre las que se contaba una empalizada que rodeaba la ciudad para protegerla de las inundaciones. Es poco probable que la estacada se construyera con objetivos de defensa, ya que en el área no existían otras comunidades de suficiente tamaño y fuerza como para asaltar a Cahokia. Los astrólogos-sacerdotes trabajaban en el calendario solar cercano al Montículo del Monje, conocido como Woodhenge, un círculo de madera delimitado por 48 postes más uno único, central, empleado para cartografiar el cielo. Al igual que en incontables sitios de la antigüedad, la construcción se utilizaba para marcar la salida del sol y los equinoccios de primavera y otoño, así como los solsticios de verano e invierno.
Entre las actividades de entretenimiento se contaba con un juego similar al lacrosse actual, y otro conocido como Chunkey, o tchung-ki, en el que dos jugadores sostenían estacas labradas marcadas con muescas y una «piedra de chunkey», un disco de piedra alisado y pulido, en ocasiones grabado, que se ponía a rodar delante de ellos. Cuando el disco comenzaba a tambalearse y se detenía, los jugadores arrojaban sus estacas, que debían aterrizar tan cerca de la piedra como fuera posible. El competidor cuya estaca quedara más cerca anotaba un punto y las muescas de los palos indicaban cuán alto o bajo era el valor del punto. Ganaba el primero en alcanzar 12 puntos. Los hombres eran los únicos que jugaban a Chunkey, pero cualquiera podía apostar, y a menudo las apuestas eran altas. Con frecuencia los perdedores tanto de las apuestas como del juego tomaban el asunto con tanta seriedad que se mataban para evitar vivir avergonzados.
Las causas del abandono
Como mayor urbe del continente, Cahokia devino centro de comercio y de adoración religiosa. Según demuestran los artefactos excavados, durante el período de su máximo desarrollo la ciudad comerciaba con lugares localizados tan al norte como el actual Canadá, tan al sur como el México de hoy, y con zonas de oriente y occidente. Al parecer en alguna fecha el clero se separó de la autoridad política y estableció un sacerdocio hereditario que daba continuidad a la celebración de servicios religiosos en la cima del Montículo de los Monjes y en la meseta artificial que se encontraba abajo. Se piensa que a la ciudad acudían visitantes interesados en participar en los rituales.
Sin embargo, la prosperidad de Cahokia abrió el camino hacia su colapso y abandono. Sus recursos disminuyeron debido a la superpoblación, y los esfuerzos por mejorar las vidas de las gentes terminaron por empeorarla. Un arroyo, Canteen Creek, suministraba agua a los habitantes de la ciudad, quienes lo desviaron para unirlo a otro, hoy llamado Cahokia Creek, con lo que lograron aumentar el flujo de agua que requería la creciente población. La unificación de ambas corrientes permitía a los leñadores enviar los troncos río abajo hasta la ciudad, con lo que se ahorraban tener que transportarlos a través de distancias cada vez mayores, debido a que la explotación había hecho retroceder las lindes de los bosques, que ahora se encontraban más lejos del poblado.
El repliegue significó la disminución de la cobertura forestal y sus sistemas radiculares tierras arriba de la ciudad. Nada quedaba para absorber las fuertes lluvias, cuyas aguas fluían hacia los unificados arroyos y ocasionaban inundaciones que destruían las cosechas. La estacada construida para proteger al poblado de los desbordamientos resultaba inútil, debido a que el volumen de agua de ambas corrientes entraba directamente hasta la ciudad y dañaba las casas.
Al reconocer su error los habitantes de Cahokia comenzaron a repoblar los bosques, pero sus esfuerzos resultaron tardíos e insuficientes. Se responsabilizó a los sacerdotes con las calamidades que sufrían las gentes, pues resultaba obvio que no habían interpretado de manera correcta la voluntad de los dioses, y que no los habían apaciguado. El clero comenzó a realizar reformas y abandonaron los rituales secretos que celebraban en el Montículo de los Monjes en busca de lograr una mayor transparencia con la población de la meseta, pero el gesto también arribó con demasiada demora y resultó inefectivo. Los clérigos, que pertenecía en su totalidad a la clase superior y que, como se dijo, habían establecido un sistema hereditario de control, parecen haber tratado de guardar apariencias con el objetivo de retener el poder, pero no admitieron su responsabilidad en los errores y en consecuencia, no lograron su exculpación. La acumulación de estas y otras dificultades ocasionaron disturbios entre la población.
Durante el siglo XIII un terremoto derribó edificios, lo cual se compuso con la superpoblación para conducir al deterioro de las condiciones sanitarias y al incremento en la propagación de enfermedades. Hoy día algunos académicos creen que las invitaciones para que las gentes se establecieran en la ciudad y reemplazaran a los fallecidos no cesaron. Se han descubierto sepulcros contentivos de víctimas indiscutibles de sacrificios humanos, que hablan del desespero de los habitantes por lograr el apoyo de los dioses. No obstante, debe aclararse que el sacrificio humano se practicaba con anterioridad, según demuestran las pruebas encontradas en la tumba de uno de los gobernantes, al que nombraban Hombre Pájaro. También se han hallado evidencias de guerras civiles, o al menos de importantes levantamientos sociales, que sugieren la aparición de confrontaciones violentas alrededor del año 1250 d.C. Aunque se llevaron a cabo intentos de reparar los daños provocados por las inundaciones y el terremoto, la autoridad central que hasta entonces había mantenido el orden parece haberse desmoronado, y hacia el año 1350 d.C. la ciudad quedaba abandonada.
Conclusión
Los europeos descubrieron los montículos de Cahokia en el siglo XIX, y al principio algunos pensaron que eran formaciones naturales; otros, que eran obras realizadas por pueblos europeos o asiáticos. Sobre esto Mann acota:
Los escritores del siglo XIX atribuyeron los complejos de montículos, entre otros, a los chinos, los galeses, los fenicios, a la ciudad perdida de la Atlántida y a varios personajes bíblicos. Una teoría muy difundida atribuía su construcción a emigrados escandinavos que más tarde habrían recogido sus pertenencias para convertirse en los toltecas. (289-290)
Al igual que ocurrió con el «descubrimiento» de los mayas, los autores europeos y americanos rehusaban creer que los montículos eran obra de los aborígenes americanos, incluso después de que uno de los más brillantes intelectos de América del siglo XVIII, Thomas Jefferson, examinara los montículos y los proclamara de «origen indio».
Al enorme misterio de no saber quiénes eran los constructores se añadió la pregunta de cuál había sido su destino. Algunos escritores y productores de video de la actualidad promueven discursos acerca de la «misteriosa» desaparición de las gentes de Cahokia. Sin embargo, su desaparición no resulta enigmática, como tampoco es cierto que la ciudad quedara abandonada de manera permanente alrededor de 1350 d.C.
Las más recientes investigaciones llevadas a cabo en Cahokia muestran de manera concluyente que la ciudad fue repoblada por las tribus de la Confederación de Illinois. El aspirante a doctor A. J. White de la Universidad de California, Berkeley, dirigió el equipo que aseveró que Cahokia se volvió a habitar hacia los años 1500 d. C. y mantuvo una cantidad estable de residentes a lo largo del centenio de 1700, época en que las enfermedades transmitidas por los europeos, el cambio climático y las guerras condujeron a su decadencia definitiva y al abandono definitivo de la ciudad. No obstante, algunas gentes se mantuvieron en el lugar hasta principios del siglo XIX. Ninguno de esos habitantes tenían idea acerca de quiénes habían construido los montículos, y las preguntas al respecto quedaban abiertas a todo tipo de especulaciones.
Aunque los académicos del siglo XIX conocían de la existencia de Cahokia, no fue sino hasta 1960 que se iniciaron excavaciones profesionales en el sitio, trabajo arqueológico que se ha mantenido hasta el momento actual. Como se ha dicho, la UNESCO declaró a Cahokia Patrimonio de la Humanidad, dentro de cuyo ámbito se prestan servicios de exposición al público, con instalaciones que incluyen un centro informativo y un museo, así como pasajes peatonales y escaleras entre los montículos que posibilitan la subida a ellos. Asimismo, se celebran eventos para conmemorar, honrar y enseñar la historia del pueblo que habitó la ciudad.