Alcestis fue la mítica reina de Tesalia esposa del rey Admeto que llegó a personificar a la mujer y esposa devota y desinteresada de la antigua Grecia. Si bien la historia del cortejo de Admeto a Alcestis se contó ampliamente, ella es más conocida por su devoción a su esposo al tomar su lugar en la muerte y su regreso a la vida gracias a la intervención del héroe Heracles (más conocido como Hércules). Hay dos versiones de la historia de Alcestis, una de la Bibliotheca de Pseudo-Apolodoro (siglo I/II d.C.) en la que Hércules no juega ningún papel, pero gracias al dramaturgo Eurípides (480-406 a.C.) y su obra Alcestis (escrita en 438 a.C.), la versión en la que aparece Hércules es la más conocida.
Aunque la Bibliotheca de Pseudo-Apolodoro se compiló después de Eurípides, las historias que contiene se consideran mucho más antiguas. La historia en la que Perséfone le devuelve la vida a Alcestis, por lo tanto, probablemente es anterior a la obra de Eurípides y él reelaboró la historia para lograr un mayor efecto dramático y por supuesto, para aprovechar la popularidad del héroe Hércules, quien en la época de Eurípides habría sido un atractivo significativo en el público.
Alcestis y Admeto
Ambas versiones comienzan de la misma manera y enfatizan la importancia de la lealtad, el amor y la bondad. Érase una vez un rey gentil llamado Admeto que gobernaba un pequeño reino en Tesalia. Conocía a cada uno de sus súbditos por su nombre y así una noche cuando un extraño apareció en su puerta pidiendo comida supo que el hombre debía ser de un país extranjero, pero lo recibió en su casa de todos modos. Alimentó y vistió al extraño y le preguntó su nombre, pero el hombre no dio más respuesta que preguntarle a Admeto si podía ser el esclavo del rey. Admeto no necesitaba otro esclavo pero al reconocer que el hombre estaba en peligro, lo tomó como pastor de sus rebaños.
El extraño se quedó con Admeto durante un año y un día al término del cual se reveló como el dios Apolo, el cual había sido enviado a la tierra como castigo, donde su penitencia consistiría en servir como esclavo para un mortal durante un año. Apolo agradeció a Admeto por su amabilidad y le ofreció cualquier regalo que deseara, pero Admeto dijo que tenía todo lo que necesitaba y que no requería nada por lo que había hecho. Apolo le dijo que regresaría para ayudarlo cada vez que necesitara algo en el futuro y luego desapareció.
No mucho después de esto, Admeto se enamoró de la princesa Alcestis de la vecina ciudad de Yolco. Alcestis era una mujer amable, hermosa y con muchos pretendientes, pero su deseo era casarse con Admeto; su padre Pelias sin embargo rechazó la solicitud de mano de Admeto y estipuló que la única forma en que le daría a su hija sería si entraba en la ciudad en un carro tirado por un león y un jabalí.
Admeto estaba abatido por esta situación hasta que recordó la promesa de Apolo, lo llamó y este luchó contra un león y un jabalí hasta someterlos y los amarró para tirar de un carro de oro. Después, Admeto condujo el carro a Yolco y Pelias no tuvo más remedio que darle a Alcestis en matrimonio. Entre los invitados a la boda se encontraba Apolo, el cual le dio un inusual regalo: una especie de inmortalidad. El dios les contó como había hecho un trato con las Parcas que los gobernaban a todos, que consistía en que si Admeto enfermaba hasta el punto de morir, podría recuperarse si alguien se ofrecía a morir en su lugar.
La pareja vivió felizmente durante muchos años y su corte era famosa por sus lujosas fiestas, pero un día Admeto enfermó y los médicos dijeron que no se recuperaría. La gente de su corte recordaba el regalo de Apolo y cada uno sentía que alguien debía dar su vida para salvar a un rey tan bondadoso y bueno, pero nadie quería hacer voluntariamente el sacrificio. Los padres de Admeto eran ancianos y se pensó que uno de ellos se ofrecería como voluntario, pero a pesar de que les quedaba poco tiempo en la tierra se negaron a entregarse. Ninguno de la corte, ni de la familia de Admeto, ni de sus súbditos tomaría el lugar del rey en su lecho de muerte, pero Alcestis sí lo hizo.
En este punto las dos historias divergen. En la versión más antigua, Alcestis accede a ocupar el lugar de su marido y muere; su espíritu es conducido al inframundo por Tánatos (muerte) y presentado a la reina Perséfone. Perséfone pregunta quién es esta alma que ha venido voluntariamente a su reino y Tánatos le explica la situación. Perséfone está tan conmovida por la historia de amor y devoción de Alcestis por su marido que ordena a Tánatos que devuelva la vida a la reina. Alcestis y Admeto luego viven felices para siempre.
Hércules y Alcestis
Sin embargo en la versión popularizada por Eurípides en su obra Alcestis, Hércules desempeña el papel fundamental en la resurrección de Alcestis. En esta versión como en la primera, nadie ocupará el lugar de Admeto en la muerte excepto Alcestis. Informan a Admeto de su decisión, y este acepta su sacrificio y comienza a recuperarse a medida que su reina se debilita. La ciudad entera se pone de luto por Alcestis mientras ella se debate al borde entre la vida y la muerte; Admeto se queda junto a su cama y ella le pide que a cambio de su sacrificio nunca se vuelva a casar y así mantenga viva su memoria. Él está de acuerdo con esto y también jura que nunca volverá a organizar otra de sus fiestas ni permitirá ningún jolgorio en el palacio una vez que ella se haya ido. Después de hacer estas promesas, Alcestis muere.
Hércules era un viejo amigo de la pareja y llega a la corte sin saber nada de la muerte de Alcestis. Admeto, que no desea estropear la llegada de su amigo, instruye a los sirvientes que no digan nada sobre lo sucedido y les dice que le den a Hércules el tipo de fiesta por la que era conocida la corte. Los sirvientes sin embargo todavía están dolidos por la pérdida de la reina y Hércules se da cuenta de que no lo están sirviendo a él y a su séquito adecuadamente. Después de varios tragos, comienza a insultarlos, pide que el rey y la reina vengan a remediar este mal comportamiento de los sirvientes y entonces una de las sirvientas se biene abajo y le cuenta lo sucedido recientemente.
Hércules está mortificado por su comportamiento y viaja al inframundo donde Tánatos está conduciendo al espíritu de Alcestis hacia el reino de Perséfone. Lucha contra la muerte y libera a la reina llevándola de vuelta a la luz del día; Hércules luego la lleva a donde Admeto acaba de regresar de su funeral, le dice al rey que debe partir porque está realizando uno de sus Doce Trabajos (traer de vuelta a las yeguas de Diomedes) y le pide que cuide de esta dama mientras él no está. Admeto se niega porque le prometió a Alcestis que nunca más se casaría, y sería indecoroso que esta mujer residiera en la corte tan pronto después de la muerte de su esposa.
Hércules insiste y coloca la mano de Alcestis en la de Admeto, y entonces este, al levantar el velo de la mujer, se da cuenta de que se trata de Alcestis que ha regresado de entre los muertos. Hércules le dice que ella no podrá hablar durante tres días, permaneciendo pálida y como una sombra hasta que se purifique, después de lo cual volverá a ser como siempre. La obra de Eurípides termina así; sin embargo otras versiones del mito dan continuación a la historia: Admeto y Alcestis cumplen las instrucciones de Hércules logrando tener una feliz y larga vida, hasta que Tánatos regresa y se los lleva juntos.
Conclusión
La historia habría servido a los propósitos habituales de la literatura griega antigua de entretener y al mismo tiempo ilustrar los valores culturales, en este caso la lealtad y la devoción. Una audiencia antigua, como cualquiera en la actualidad, se habría enfrentado a la pregunta de qué harían en circunstancias similares: ¿darían su vida libremente por alguien a quien amaban? La forma en que uno responda esa pregunta diría mucho sobre los valores del individuo.
Extrapolando de los detalles de la historia en la que un individuo voluntariamente da su vida por otro, la audiencia podría reflexionar más sobre por qué podrían dar su vida. El concepto de eusebia en la antigua Grecia a menudo se traduce al inglés como piedad, pero era más un código social que dictaba cómo se comportaba cada uno en la sociedad. La deferencia a los superiores sociales de uno y al estado era un aspecto importante de este código y la historia de Alcestis, además de su larga reputación como uno de los más grandes romances de la antigua Grecia, también podría haber alentado a una audiencia a reconocer el valor del desinterés en darlo todo por el bien de los demás, específicamente del estado. Al entregarse uno mismo o a los hijos, hermanos, padres o esposos a las fuerzas armadas, se estaba siguiendo el paradigma desinteresado de Alcestis y se aseguraba un recuerdo honroso.
Nota del autor: Muchas gracias a la profesora Jeanne Neumann por su ayuda en este artículo.