Diógenes de Sinope

Definición

Joshua J. Mark
por , traducido por Manuel Luján
Publicado el 02 agosto 2014
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, persa
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Diogenes by Jean-Leon Gerome (by Wikipedia User: Singinglemon, Public Domain)
Diógenes, por Jean-Leon Gerome
Wikipedia User: Singinglemon (Public Domain)

Diógenes de Sinope (c. 404-323 a. C.) fue un filósofo griego de la escuela cínica, conocido por sostener un farol (o una vela) junto al rostro de los ciudadanos de Atenas mientras decía buscar un hombre honesto. Rechazaba el concepto de los modales y las convenciones sociales, afirmaba que eran mentiras, y mantenía un modo de vida de absoluta franqueza en todo momento y bajo toda circunstancia.

Descrito por Platón como un “Sócrates delirante”, Diógenes fue probablemente discípulo del filósofo Antístenes (445-365 a.C.), quien a su vez había sido discípulo de Sócrates. Fue exiliado de su ciudad natal, Sinope, por falsificación de moneda, aunque algunas fuentes aseguran que en realidad su padre fue quien cometió el delito y él simplemente lo siguió al exilio. Se asentó en el ágora de Atenas y vivió allí en un barril de lluvia, sobreviviendo de lo que encontraba y de las limosnas y donaciones que recibía que las personas que lo admiraban.

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Mediante su célebre “búsqueda del hombre honesto”, lo que intentaba demostrar era la hipocresía y la falsedad de las convenciones sociales. Sosteniendo una luz sobre el rostro de las personas en plena luz del día, las obligaba a reconocer su parte en prácticas que les impedían llevar a cabo una vida honesta. Inspiró a que otros lo siguieran, de los cuales el más famoso fue Crates de Tebas (360-280 a. C.), quien estudió con él. Hasta el día de hoy se lo reconoce por su compromiso con la verdad y por vivir en conformidad con sus principios.

El pensamiento de Diógenes

En Atenas, Diógenes conoció a Antístenes, uno de los muchos discípulos de Sócrates que habían fundado su propia escuela, quien en un principio se rehusó a enseñarle pero finalmente cedió ante su persistencia. Al igual que Antístenes, Diógenes creía en el autocontrol, en la importancia de la excelencia personal en el comportamiento (en griego, areté, traducido generalmente como “virtud”) y el rechazo de todo aquello considerado innecesario en la vida, como las posesiones personales y el estatus social.

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Sostenía estos principios con tal vehemencia que los exhibía en público en el mercado de Atenas. Vivía en un barril de vino (algunas fuentes aseguran que era una bañera abandonada), carecía de posesiones materiales y sobrevivía, probablemente, gracias a la caridad de los demás. También poseía una taza que hacía las veces de cuenco para la comida, pero la arrojó al ver a un niño bebiendo agua con las manos al darse cuenta de que ni siquiera este objeto era necesario para vivir.

EN UN EPISODIO CÉLEBRE, DIÓGENES LE PIDIÓ A ALEJANDRO MAGNO QUE SE HICIERA A UN LADO PORQUE LE ESTABA TAPANDO EL SOL.

Hasta aquí se puede afirmar con cierta certeza la veracidad de lo que se dice de Diógenes, pero los detalles posteriores se vuelven más inciertos debido a las historias que fueron surgiendo en torno a su figura y su vida en Atenas. Incluso se ha llegado a cuestionar que realmente haya sido discípulo de Antístenes. Sin embargo, sí parece cierto que Diógenes creía que aquello que las personas llamaban “modales” eran simples mentiras utilizadas para ocultar la verdadera naturaleza del individuo.

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Era famoso por su crudeza y honestidad al hablar; no prestaba atención a ningún precepto social y se dice que no le importaba orinar e incluso masturbarse en público, y que, cuando alguien lo criticaba, los señalaba y les hacía ver que estas actividades eran normales y que todo el mundo las realizaba, pero que los demás lo hacían a escondidas mientras que él lo hacía en público.

De acuerdo con Diógenes, la sociedad era un artificio humano que no concordaba con la verdad ni la virtud y que no podía hacer buenos o decentes a los hombres que participaban de ella. De allí que Diógenes sostuviera una luz sobre los rostros de los transeúntes en la plaza del mercado, afirmando buscar un hombre honesto o genuino. Todos, según él, se encontraban atrapados en este mundo de ficción que insistían que era real y, por eso, vivían en un estado de letargo.

No fue el primer filósofo en hacer esta afirmación: Heráclito, Jenófanes y (el más célebre entre ellos) Sócrates también habían enfatizado la necesidad de que los seres humanos despertaran del letargo y adquirieran consciencia plena de sí mismos y del mundo. La famosa Alegoría de la caverna de Platón trata precisamente sobre este tema. Diógenes a diario enfrentaba a los ciudadanos de Atenas debido a sus valores superficiales y su falta de honestidad, emulando a Sócrates, su modelo y fuente de inspiración, a quien nunca había conocido, pero del que seguramente había aprendido gracias a Antístenes. Aunque se dice que muchos creían que Diógenes estaba loco, él aseguraba que su vida era una de completa honestidad y que los demás deberían tener el coraje de seguir su ejemplo.

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Platón y Alejandro Magno

Este comportamiento de Diógenes se basaba en parte en la idea de que, si un acto no es incorrecto en privado, entonces tampoco puede serlo en público. Las reglas que regían la vida de las personas eran por lo tanto irracionales, ya que las obligaban a comportarse de manera distinta a cómo lo harían naturalmente. Los modales y preceptos sociales eran, según él, moneda corriente en las vidas falsas de ese mundo de letargo y por eso debían ser abandonados.

Así, a menudo también insultaba a sus superiores en la escala social, como Platón y Alejandro Magno. Cuando Platón definió al hombre como un “animal bípedo sin plumas” y fue elogiado por su definición tan astuta, Diógenes desplumó una gallina y la arrojó en la Academia de Platón, anunciando: “He aquí el hombre de Platón”. Entonces, Platón añadió a la definición: “Con uñas anchas y planas”. Esta es la más célebre ocasión en la que Diógenes se burló de Platón, pero no la única.

Diogenes in Search of an Honest Man
Diógenes buscando un hombre honesto
Wikipedia User: AndreasPraefcke (Public Domain)

Con respecto a Alejandro Magno, Diógenes Laercio (aprox. 180-240 d. C.) y Plutarco (45/50-120/125 d. C.) narran que, cuando Diógenes vivía en Corinto, Alejandro visitó la ciudad en una ocasión y demostró su interés por conocerlo. Lo encontró descansado bajo el sol, se le presentó y le preguntó si había algo que podía hacer por él. Diógenes respondió: “Sí. Hazte a un lado que me estás tapando el sol”. Alejandro admiraba su espíritu y le dijo: “Si no fuera Alejandro, desearía ser Diógenes”. Entonces, Diógenes respondió: “Si yo no fuera Diógenes, también desearía ser Diógenes”.

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En otra ocasión, cuando la gente hablaba acerca de un hombre llamado Calístenes y el trato privilegiado que recibía de Alejandro, Diógenes dijo: “Entonces el hombre es desgraciado, pues se ve obligado a comer cuando le plazca a Alejandro”. Otra vez, en un banquete con miembros de la élite ateniense, algunos de los invitados le arrojaron huesos a Diógenes y dijeron que parecía un perro, a lo que él reaccionó levantando la pierna y orinando sobre ellos. A pesar de su comportamiento inaceptable (o, quizás, debido a este), los atenienses lo adoraban. Según Diógenes Laercio, cuando un muchacho le rompió el barril, la gente golpeó al muchacho y reemplazó el barril roto. Sin embargo, lo más probable es que a Diógenes no le importara el barril ni el estado en el que se encontrara, ya que, según él, las posesiones materiales eran una trampa.

El sentido último de la existencia era, según él, ser completamente libre viviendo una vida virtuosa de consciencia absoluta. Dice Diógenes Laercio:

En un episodio le preguntaron cuál era la cosa más excelente entre los hombres, a lo que respondió: ‘Hablar libremente’. Tenía el hábito de hacer todas las cosas en público, tanto las de Ceres como las de Venus, y se justificaba del siguiente modo: ‘Si no hay nada de absurdo en comer, entonces no hay nada de absurdo en comer en la plaza del mercado. Como no hay nada de absurdo en comer, entonces no hay nada de absurdo en comer en la plaza del mercado’.

Dijo esto en referencia a la prohibición de comer en el ágora (el mercado público y espacio comunal de la ciudad), la cual ignoraba, al igual que todas las demás prohibiciones. Las leyes y las reglas, así como los modales, eran según él construcciones artificiales que solo distanciaban a las personas de la realidad y de la comprensión clara de sí mismas y del mundo.

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Esclavitud y muerte

Para Diógenes, una vida razonable es aquella que se vive en concordancia con la naturaleza y con las inclinaciones naturales. Para ser honesto con uno mismo, por lo tanto, es necesario vivir una vida que valga la pena, sin importar que dé la impresión de que uno está “loco”. Ya sea una historia veraz u otro mito, el relato de la captura de Diógenes por parte de los piratas y su venta como esclavo en Corinto refleja la fortaleza de sus convicciones. Cuando le preguntaron qué talento tenía, dijo: “Gobernar a los hombres”. Entonces, exigió que lo vendieran a Jeníades, diciendo: “Véndanme a ese hombre, pues necesita un amo”. A pesar de que en este punto era un esclavo y no se encontraba en ninguna posición para realizar exigencias, creía de tal modo en sí mismo que los demás se sentían atraídos a oír lo que decía y obedecerle.

Jeníades, por ejemplo, lo puso a cargo de la educación a sus hijos y, por eso, el filósofo se convirtió en parte de su familia. Vivió en Corinto con la familia de Jeníades por el resto de su vida hasta que murió allí a la edad de 90 años. Sobre su muerte, se ha dicho que fue causada por una indigestión tras la ingesta de una pata de buey cruda, de rabia tras la mordedura de un perro o por suicidio, al contener la respiración.

Los ciudadanos de Corinto, al igual que los de Atenas, habían llegado a admirar al filósofo, y lo enterraron con honores junto a la puerta de la ciudad, tras lo cual erigieron un monumento sobre su tumba. Esto habría causado gracia a Diógenes, quien había expresado su deseo de que su cuerpo fuera arrojado a los perros para que se lo comieran. Hoy en día, en Sinope, Turquía, hay una escultura de Diógenes sosteniendo el farol con un perro a su lado.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Manuel Luján
Soy traductor público (inglés a español y viceversa) especializado en traducción jurídica egresado de la Universidad de Buenos Aires. Me interesan las lenguas extranjeras y la historia antigua.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2014, agosto 02). Diógenes de Sinope [Diogenes of Sinope]. (M. Luján, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-13144/diogenes-de-sinope/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Diógenes de Sinope." Traducido por Manuel Luján. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 02, 2014. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-13144/diogenes-de-sinope/.

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Mark, Joshua J.. "Diógenes de Sinope." Traducido por Manuel Luján. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 ago 2014. Web. 22 nov 2024.

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