La Pax Romana (paz romana) fue un período de relativa paz y estabilidad en todo el Imperio romano que duró más de 200 años, desde el reinado de Augusto (27 a.C. - 14 d.C.). El objetivo de Augusto y sus sucesores era garantizar la ley, el orden y la seguridad dentro del imperio, incluso si esto significaba separarlo del resto del mundo y defender, o incluso ampliar, sus fronteras mediante la intervención militar y la conquista.
A lo largo de la existencia tanto de la República romana como del Imperio, las fronteras de Roma se expandieron continuamente. Además de las conquistas territoriales iniciales después de las guerras púnicas, la ciudad eterna agregó tierras en los Balcanes, el Medio Oriente y África del Norte. Luego se trasladaría hacia el oeste a las Galias, España y hacia el norte a Alemania y Gran Bretaña. A través de los triunfos de César, Augusto, Claudio y Marco Aurelio, Roma se convirtió en uno de los imperios más grandes que jamás haya existido, más grande que el de Persia, Asiria, incluso rivalizando con el de Alejandro Magno. Sin embargo, un territorio tan grande causaba numerosas dificultades, muchas de ellas costosas; además, los disturbios, las rebeliones y las insurrecciones eran constantes. La solución a muchos de estos problemas llegó bajo el astuto liderazgo del emperador Augusto y se le llamó Pax Romana.
Augusto se convierte en emperador
La muerte del “dictador vitalicio” Julio César en los idus de marzo del año 44 a.C. trajo el caos a la República. Los intentos de revivir el antiguo triunvirato finalmente fracasaron. Octavio, el joven hijo adoptivo de César, persiguió a los asesinos de su "padre" y derrotó también a los otros aspirantes al trono (Marco Antonio y Marco Emilio Lépido), asegurándose el liderazgo de Roma y así nació un imperio. Augusto, como se lo conocería ahora, marcaría el comienzo de una era de prosperidad y estabilidad sin precedentes; borrando de esa manera el desorden de los años anteriores.
El Senado romano concedió a Augusto poderes casi ilimitados, para reformar tanto la ciudad como las provincias. Se convirtió en el “primer ciudadano” o princeps, iniciando así el principado. El senado le otorgó a él y a sus sucesores ciertos poderes vitalicios: el imperium maius, la autoridad extrema sobre los gobernadores provinciales, y la tribunicia potestas o tribuno de la plebe, que era la autoridad para convocar una asamblea del pueblo para promulgar leyes. Al poseer estos recién ganados poderes, podía vetar las acciones de los magistrados y también controlar a quienes lo rodeaban, en resumen controlaba el patrocinio imperial. Su reinado traería paz y seguridad tanto a la política como al comercio, algo que muchos romanos, tanto en la ciudad como en las provincias, habían deseado durante mucho tiempo. Sin embargo, la paz vendría a un alto precio. Esta paz de Augusto, fue una paz que trajo relativa tranquilidad y duraría casi doscientos años.
El imperio se expande
Si bien la Roma que heredó Augusto era vasta según cualquier definición de la palabra, este optó por agregar agresivamente aún más territorio con expansión y conquista en todas las direcciones, especialmente hacia el oeste y a lo largo del Rin. De igual manera estas nuevas provincias, así como las que habían sido adquiridas durante la República, se vieron obligadas a reafirmar su lealtad a Roma y a reconocer la autoridad romana. Augusto volvería desde España y la Galia como un héroe, y para simbolizar este éxito, el senado encargó, en julio del 13 a.C., la construcción en el Campo de Marte del Ara Pacis Augustae o el Altar de la Paz de Augusto, el que sería la muestra más importante del arte dedicado a Augusto. Consagrado el 1 de enero del año 9 a.C., contenía relieves esculpidos, un mural religioso que representaba a la familia imperial y un friso que representaba varios de los valores romanos: pax (paz), concordia (armonía), pietas (piedad), humanitas (humanidad) y copia (abundancia).
Augusto administra Roma y el Imperio
Para muchos en Roma y sus alrededores, el nuevo emperador parecía ser un micro gestor que utilizaba todos los poderes que le habían sido otorgados. Desconfiando de la independencia de los gobernadores provinciales o procónsules, Augusto recorrió extensamente el imperio y con él partió un nuevo ejército (comandaba 23 legiones), un ejército profesional. Para mantener su lealtad, les pagaba bien tanto en dinero como en tierras (algo que siguieron haciendo sus sucesores) y todos y cada uno de los hombres hicieron un juramento para apoyar y proteger al emperador. Al tener un ejército aumentado, las revueltas en las Galias o a lo largo de las fronteras del norte fueron sofocadas fácilmente. Además, para salvaguardarse y evitar su propio idus de marzo, Augusto creó su propia guardia personal, la guardia pretoriana.
El constante crecimiento del imperio así como la expansión del ejército, hicieron mella en el limitado tesoro del imperio; para solucionar este problema Augusto ordenó un censo completo de los recursos en todas las provincias así como entre su ciudadanía, creando un "marco de tasación" para la recaudación de impuestos. El objetivo no era solo mantener el orden interno, sino también extraer recursos a través de los impuestos, aunque estas demandas a menudo se implementaban con recursos limitados. Para proteger los ingresos fiscales de posibles gobernadores sin escrúpulos, Augusto centralizó la tesorería en el Capitolio de Roma. Aunque hubo protestas ocasionales, muchos creen que su estrecha supervisión tanto de la ciudad como de las provincias estaba justificada, y aunque algunas personas (principalmente esclavos y libertos que trabajaban la tierra) estaban excluidas de cualquier participación política, el imperio permaneció relativamente libre de conflictos civiles. Incluso los mares se limpiaron de piratas, lo que permitió la expansión del comercio. Los nuevos caminos (más de cincuenta mil millas) facilitaron la comunicación. Roma se hizo grande de nuevo.
Uno de los lugares que más se benefició de la Pax Romana fue la propia ciudad de Roma. Entre sus muchas reformas, Augusto proporcionó protección contra posibles incendios (una situación romana común), hambrunas e inundaciones (el Tíber era propenso a desbordarse). Supervisó el suministro de cereales, el agua y los caminos de la ciudad, que habían sido funciones de los ediles. La fuerza policial de la ciudad se amplió para sofocar los disturbios y el crimen en la ciudad. Hizo intentos de restaurar los valores morales tradicionales, como la reconstrucción de los templos en decadencia. Aunque el senado todavía servía como órgano consultivo, Augusto redujo su número y si bien las asambleas populares aprobaron sus reformas, pronto quedaron obsoletas, ya que Augusto era la ley.
Una paz duradera
Independientemente de lo que pueda parecer, el pueblo romano entendía y valoraba la paz y la seguridad que el nuevo orden de Augusto trajo al imperio. Para ellos se convirtió en un dios, y de esta adoración surgió el culto imperial. A partir de este momento, un emperador (con solo unas pocas excepciones) sería deificado después de su muerte. Aunque todavía ocurrían rebeliones ocasionales (los cristianos se opondrían al culto, por ejemplo), el imperio permaneció gran parte del tiempo en paz.
Los emperadores que siguieron a Augusto mantuvieron la paz de Augusto reduciendo los conflictos, expandiendo las fronteras y manteniendo la armonía en casa. Sin embargo, las legiones de Roma no siempre fueron bien recibidas, y para quienes las resistieron, el costo de la paz fue alto. En su obra Sobre Bretaña y Germania, el historiador Tácito, que vivió en el siglo I d.C., escribió sobre la conquista romana de Bretaña, y citó a Calgaco, un líder británico, quien se dirigió a sus hombres de la siguiente manera:
Nosotros, la flor elegida de Bretaña, nos guardamos en sus lugares más secretos. Fuera de la vista de las costas, mantuvimos incluso nuestros ojos libres de la corrupción de la tiranía... hoy la frontera de Bretaña está expuesta; más allá de nosotros no hay nación, nada más que olas y rocas y los romanos, que son aún más mortíferos que ellas, porque encuentras en ellos una arrogancia que ninguna sumisión razonable puede eludir.
Calgaco continuó: "Son únicos en ser tentados violentamente para atacar tanto a los pobres como a los ricos. Robo, carnicería y rapiña, los mentirosos llaman a eso Imperio; crean desolación y lo llaman paz."
A pesar de estos desafíos, la Pax Romana se mantendría a lo largo de los años, a pesar de la arrogancia y la incapacidad de algunos de los sucesores de Augusto. El emperador Claudio finalmente triunfaría en Bretaña. Vespasiano y su hijo Tito asegurarían el Medio Oriente; sin embargo, el emperador Adriano (117-138 d.C.) pondría fin a la expansión del imperio y fijaría las fronteras del norte mediante la construcción de un muro y fortificaciones en Bretaña y a lo largo del Rin. A fines del siglo III d.C., plagas e invasiones devastaron el imperio y comenzaron a aparecer grietas. Después de la muerte de Marco Aurelio en el 180 d.C. y la aparición de su heredero, el emperador Cómodo, el concepto de Pax Romana, después de casi doscientos años, se convirtió en una idea anticuada.
Con la caída de la República, el gobierno estaba en la ruina. El emperador Augusto había ganado el control político y militar y construyó un imperio. Aseguró las fronteras, estabilizó la economía y trajo una sensación de paz. Se cita a Augusto diciendo: "Encontré una ciudad de ladrillo y dejé una de mármol". Esta cita podría ampliarse fácilmente para incluir todo el imperio.