El período predinástico del antiguo Egipto es la etapa anterior a la historia documentada. Se extiende desde el Paleolítico hasta el Neolítico y finaliza con el ascenso de la primera dinastía. Se considera que inició alrededor del 6000 a.C. y terminó alrededor del 3150 a.C., aunque las pruebas materiales sugieren que fue más extenso. A pesar de que no hay registros escritos de esta época, en diversas excavaciones arqueológicas en todo Egipto se han hallado artefactos que prueban el desarrollo de la cultura en el valle del Nilo. Los nombres de las subdivisiones del período predinástico se basan en las regiones y antiguas ciudades en las que se han hallado estos artefactos, y no reflejan el nombre de las culturas que vivieron en esos lugares.
Se llamó de esta manera al período predinástico en los estadios iniciales de las expediciones arqueológicas a Egipto, antes de que se produjera la mayoría de los hallazgos y de las categorizaciones importantes, lo que ha llevado a que haya desacuerdo con respecto al momento del inicio del período predinástico y, más importante aún, de su fin. Estos estudiosos proponen la adopción de otra denominación, la de “período protodinástico”, para hacer referencia al período cercano al Arcaico (aprox. 3150 - 2613 a.C.), o “dinastía cero”. Sin embargo, estas denominaciones no se usan de forma unánime, y “período predinástico” sigue siendo el término más frecuente para referirse al período que precedió a las primeras dinastías históricas.
Historia de Manetón
Para relatar la historia del antiguo Egipto, los estudiosos se han basado en la evidencia arqueológica y las obras de la antigüedad, como la cronología dinástica de Manetón, un escriba del siglo III a.C. y autor de la obra Aegyptiaca, la Historia de Egipto. El estudioso Douglas J. Brewer dice, sobre esta obra: “La historia de Manetón es, en esencia, una cronología de eventos, desde el más antiguo hasta el más reciente, basada en el reinado de cada rey específico” (8). Brewer luego menciona los eventos que inspiraron a Manetón a escribir su obra:
El origen del sistema cronológico dinástico se remonta a los tiempos de Alejandro Magno. Tras la muerte de Alejandro, sus generales se dividieron su imperio, y uno de ellos, Ptolomeo, obtuvo el premio mayor: Egipto. Bajo el reinado del hijo de este, Ptolomeo II Filadelfo (aprox. 280 a.C.), un sacerdote egipcio llamado Manetón escribió una versión abreviada de la historia de su país natal para los nuevos gobernantes griegos. Manetón, nativo de Sebenitos, en el Delta, había recibido una educación basada en las antiguas tradiciones de los escribas. A pesar de que era famosa la práctica de los escribas egipcios de proporcionar pequeños trozos de información (a menudo, deliberadamente incorrectos) a los viajeros curiosos, ninguno había intentado realizar una compilación completa de la historia de Egipto, mucho menos para extranjeros (8).
Lamentablemente, el manuscrito original de Manetón se ha perdido y el único registro de su cronología pertenece a obras de historiadores posteriores, como Flavio Josefo (37 - 100 d.C.). Esto ha generado ciertos cuestionamientos acerca de la veracidad de la cronología de Manetón, pero aun así es ampliamente utilizada por los estudiosos, arqueólogos e historiadores que buscan narrar la historia del antiguo Egipto. La siguiente presentación sobre el período predinástico se basa en hallazgos arqueológicos realizados en los últimos 200 años y en la interpretación que los arqueólogos y estudiosos han hecho a partir de estos, pero debe tenerse en cuenta que, a pesar de lo que puedan sugerir las fechas con las que se demarca cada cultura, lo cierto es que las etapas históricas no se sucedieron de manera secuencial y ordenada, como los capítulos de un libro, sino que estas culturas a menudo coexistieron, e incluso, según algunas interpretaciones, varias culturas de este período pueden considerarse desarrollos distintos de una misma cultura.
Asentamientos arcaicos
Se cree que la evidencia más antigua de la presencia humana en la región data de hace alrededor de 700.000 años, mientras que la evidencia más antigua de la construcción de estructuras que se ha hallado se encuentra en la región de Wadi Halfa, en la antigua Nubia, actualmente territorio de Sudán. Estas comunidades estaban compuestas por cazadores-recolectores que construían viviendas móviles con pisos lisos de arenisca, probablemente cubiertos de cuero de animales o matas y sostenidos con estacas de madera. Naturalmente, estas estructuras desaparecieron hace muchos siglos, pero las depresiones en la tierra hechas por el hombre con pisos de piedra han permanecido. Estas depresiones fueron descubiertas por el arqueólogo polaco Waldemar Chmielewski (1929 - 2004) en la década de 1980 y se las llamó “anillos de tiendas”, ya que delimitaban un área en la que se podía establecer un refugio que pudiera desarmarse y trasladarse fácilmente, de la misma manera en que se haría con un campamento en la actualidad. Estas zonas datan del Paleolítico tardío, aproximadamente en el 40° milenio a.C.
Las sociedades de cazadores-recolectores permanecieron en la región durante los períodos designados en la actualidad como Ateriense y de Khor Musa, en los cuales las herramientas de piedra se construían con gran destreza. Más tarde, aproximadamente en el 30.000 a.C., entre los territorios de Egipto y Nubia floreció la industria halfiense, que luego dio lugar a las culturas qadiense y sebiliense (aprox. 10 000 a.C.), y a la cultura harifiense, alrededor del mismo período. Todas estas sociedades eran cazadoras-recolectoras y fueron sedentarizándose y asentándose hasta formar comunidades más permanentes basadas en la agricultura. Dice Brewer:
Uno de los misterios más intrigantes del Egipto prehistórico es la transición del Paleolítico al Neolítico, expresado mediante la transformación de la caza y la recolección en la agricultura sedentaria. Sabemos muy poco acerca del modo y el motivo de este cambio. Quizás no haya ningún lugar en el que esta transición cultural sea más evidente que en la depresión de Fayún (58).
La depresión de Fayún, conocida también como el Oasis de Fayún, es una cuenca natural al sudeste de la meseta de Guiza, en la que se desarrolló la cultura conocida como Fayum A (9000 - 6000 a.C.). Sus habitantes vivían en esta zona alrededor de un lago extenso y dependían de la agricultura, la caza y la pesca para su subsistencia. Se ha hallado evidencia de migraciones por temporadas, pero el área ha estado habitada de manera continua en su mayor parte. Entre las obras artísticas más antiguas pertenecientes a este período que se han descubierto hay artículos de fayenza que parecen haber constituido una industria muy antigua, alrededor del 5500 a.C., en Abidos.
Desarrollo de la cultura en el Bajo Egipto
Los miembros de la cultura Fayum A construían chozas de cañas con depósitos subterráneos para almacenar granos. Domesticaron el ganado bovino, ovino y caprino, y desarrollaron la cerámica y la cestería. En este período comenzaron a surgir formas de gobierno tribal centralizado, con la aparición de jefes tribales en puestos de poder, posiblemente hereditarios dentro de una familia o unidad tribal. Las pequeñas comunidades tribales que se trasladaban en grupo fueron creciendo y se convirtieron en grupos extensos de diversas tribus que habitaban una misma área de manera continua.
A la cultura Fayum A le sucedió la cultura merimdense (aprox. 5000 a.C. - 4000 a.C.), llamada así por el hallazgo de artefactos en el sitio conocido como Merimde, en el límite occidental del delta del Nilo. Según la estudiosa Margaret Bunson, las chozas de cañas del período Fayum A fueron reemplazadas por “chozas con estructuras de estacas y cortavientos, y algunas residencias semisubterráneas cuyas paredes tenían la altura suficiente para sobresalir por encima del suelo. Las habitaciones eran pequeñas y estaban dispuestas en filas, posiblemente en forma de patrones circulares. Los graneros estaban conformados por canastas y vasijas de arcilla enterradas hasta el cuello en el suelo” (75). Luego se perfeccionaron estos desarrollos durante la cultura de El-Omari (aprox. 4000 a.C.), caracterizada por la construcción de chozas ovaladas de mayor sofisticación con paredes revocadas con barro. En este período, también se fabricaban hojas y se tejían esteras para cubrir pisos y paredes, y se producía cerámica más sofisticada. Las culturas de Ma'adí y tasiense se desarrollaron aproximadamente al mismo tiempo que la de El-Omari y se caracterizaron por sus desarrollos en arquitectura y tecnología; continuaron practicando la cerámica sin ornamentación, que había iniciado en el período de El-Omari, y utilizaron la piedra de amolar. Su avance más importante parece haber sido en el área de la arquitectura, ya que construyeron grandes edificaciones con cámaras subterráneas, escaleras y chimeneas. Antes de la cultura de Ma'adí, se sepultaba a los difuntos mayormente en las cercanías de los hogares de las personas, pero alrededor del 4000 a.C. los cementerios se volvieron más frecuentes. Bunson menciona que “se usaban tres cementerios en este período, al igual que en Wadi Digla, aunque se han hallado restos de niños fallecidos antes de nacer en los asentamientos” (75). Este período también se caracteriza por los avances en el desarrollo de las vasijas de almacenamiento y de armas.
Culturas del Alto Egipto
Todas estas culturas crecieron y se desarrollaron en la región que posteriormente se conocería como el Bajo Egipto (en el norte de Egipto, más cercano al Mar Mediterráneo), mientras que la civilización en el Alto Egipto se desarrolló más tarde. La cultura badariense (aprox. 4500 - 4000 a.C.) parece haber nacido como una extensión del Tasiense, aunque esta hipótesis es disputada. Los estudiosos que están a favor de esta relación entre las dos culturas señalan las similitudes en la cerámica y otras fuentes de evidencia, como la fabricación de herramientas, mientras que aquellos que rechazan la hipótesis sugieren que el badariense era mucho más avanzado y se desarrolló de manera independiente.
Los miembros de la cultura badariense habitaban tiendas móviles, al igual que sus predecesores, pero daban preferencia a las cabañas fijas. Eran agricultores y cultivaban trigo, cebada y hierbas, y complementaban su dieta, principalmente vegetariana, con la caza. Los animales domesticados también proporcionaban alimentos y vestiduras, además de materiales para la construcción de las tiendas. Se han hallado muchos ajuares funerarios pertenecientes a este período que contenían armas y herramientas tales como palos arrojadizos, cuchillos, puntas de flecha y garlopas. Se enterraba a las personas en los cementerios y se colocaban los cuerpos sobre matas de juncos, cubiertos en pelajes de animales. Durante este período se sepultaba a los muertos con ofrendas de alimentos y objetos personales, lo cual muestra que se produjo un cambio en las creencias, o por lo menos en las prácticas funerarias, con la aparición de la creencia de que los difuntos necesitan contar con bienes materiales para el viaje hacia el más allá. En el Badariense también se mejoró en gran medida la alfarería, con cerámica más fina y de elaboración más sofisticada que en períodos anteriores.
El período que sucedió al Badariense fue el Amratiense, conocido también como Naqada I, aproximadamente del 4000 a.C. al 3500 a.C., en el que se crearon viviendas más sofisticadas, que tenían chimeneas, paredes de zarzo y cortavientos en su fachada, y que se cree que pueden haber tenido ventanas. La cerámica contaba con gran sofisticación, al igual que otras expresiones artísticas, como la escultura. La cerámica roja ornamentada con imágenes de personas y animales sucedió a la cerámica de borde negro del badariense. Alrededor del 3500 a.C. comenzó la práctica de la momificación y se siguieron colocando ajuares funerarios junto a los difuntos. Durante el período gerzense, también conocido como Naqada II (aprox. 3500 a.C. a 3200 a.C.), estos avances se profundizaron e inició el comercio con otras regiones, lo cual a su vez trajo aparejados cambios en la cultura y el arte. Dice Bunson:
El crecimiento en el comercio trajo consigo avances en la habilidad artística de la gente de esta era; es evidente la influencia palestina en la cerámica, en la que comenzaron a encontrarse asas y bocas inclinadas. En el período de Naqada II apareció un tipo de cerámica de color claro compuesta de arcilla y carbonato de calcio. Originalmente, los recipientes tenían patrones en rojo, que más tarde cambiaron a escenas de animales, botes, árboles y rebaños. Es probable que esta cerámica se haya fabricado en masa con fines de comercio en algunos asentamientos. Es evidente el uso del cobre en las armas y joyas, y también se utilizaba el pan de oro y la plata. Se usaban sofisticadas hojas de sílex y se fabricaban cuentas y amuletos de metales y lapislázuli (76).
Las casas eran de ladrillo secado al sol, y las más costosas contenían patios, una incorporación que se volvería moneda corriente en los hogares egipcios más tarde. Las sepulturas se volvieron más ornamentadas, y las de las personas más acaudaladas se adornaban con madera. También se excavaban nichos en los lados para depositar ofrendas votivas. La ciudad de Abidos, al norte de Naqada, se convirtió en un importante sitio funerario, y allí se construyeron grandes tumbas (una de ellas, con doce habitaciones), lo que con el tiempo se convirtió en una necrópolis (ciudad de los muertos). Estas tumbas originalmente estaban construidas con ladrillos de barro, pero más tarde, durante la tercera dinastía, se construyeron con piedra caliza tallada con precisión en grandes trozos. Con el tiempo, este sitio se convertiría en el lugar de sepultura de los reyes de Egipto.
La evidencia indica que para este período la gente del país enterraba a los muertos en Abidos y les enviaba ajuares funerarios para honrar su memoria. En este tiempo, las ciudades de Xois y Hieracómpolis ya eran consideradas antiguas, mientras que Tinis, Naqada y Nejen se desarrollaban a ritmo acelerado. La escritura jeroglífica se desarrolló en algún momento entre el 3400 a.C. y el 3200 a.C. y se utilizaba para llevar registros, pero no se han hallado oraciones completas de este período. Los ejemplares más antiguos de la escritura egipcia descubiertos hasta ahora provienen de Abidos y pertenecen a esta época, y se han hallado en cerámicos, impresiones de sellos en arcilla y piezas de hueso y marfil. No hay evidencia de oraciones completas en Egipto hasta el reino del rey Peribsen, en la segunda dinastía (aprox. 2890 a.C. - 2670 a.C.).
Este período fue sucedido por el de Naqada III (3200 a.C. - 3150 a.C.), que, como se mencionó anteriormente, es conocido a menudo como la dinastía cero o el período protodinástico. Tras Naqada III comienza el período arcaico, y con él, la historia escrita de Egipto.
Naqada III y el comienzo de la historia
En el período de Naqada III se evidencia una influencia significativa de la cultura de Mesopotamia, cuyas ciudades estaban en contacto con la región mediante el comercio. El método de cocción del ladrillo y de la construcción, los sellos cilíndricos, los simbolismos en los muros de las tumbas y los diseños en la cerámica, y quizás incluso la forma primigenia de la religión del antiguo Egipto, se remontan a la influencia mesopotámica. El comercio trajo aparejados a Egipto nuevos valores e ideas junto con los bienes del comercio, y surgió como resultado una excepcional combinación de elementos culturales nubios, mesopotámicos y egipcios. Sin embargo, muchos estudiosos de estas culturas no concuerdan con esta teoría. Las tumbas monumentales en Abidos y Hieracómpolis demuestran indicios de influencia mesopotámica. El comercio en Canaán produjo la aparición de colonias en lo que hoy en día es el sur de Israel, y la influencia cananea es visible en la cerámica de este período. Las comunidades crecieron y se desarrollaron gracias al comercio, y la población del Bajo y Alto Egipto creció a su vez.
Las comunidades pequeñas crecieron hasta convertirse en centros urbanos importantes y comenzaron a tener conflictos entre sí, probablemente por bienes comerciales y el suministro de agua. Las tres ciudades-Estado más importantes del Alto Egipto en este período eran Tinis, Naqada y Nejen. Es probable que Tinis haya conquistado Naqada y absorbido Nejen. En estas guerras participaron los reyes Escorpión, cuya identidad aún es debatida, probablemente contra Ka y Narmer. Según algunos estudiosos, los tres últimos reyes del período protodinástico fueron Escorpión I, Escorpión II y Ka (también conocido como Sejem, que no es un nombre sino un título), hasta que el rey Narmer conquistó y unificó el Alto y el Bajo Egipto y estableció la primera dinastía.
A menudo se identifica a Narmer con el rey que Manetón llama Menes en su cronología, pero esta afirmación no es aceptada de forma unánime. El nombre de Menes solo aparece en la obra de Manetón y el Canon Real de Turín, mientras que a Narmer se lo ha identificado como un gobernante egipcio real gracias al hallazgo de la Paleta de Narmer, un marcador de años y su tumba. Se dice que Menes conquistó los dos reinos de Egipto y fundó la ciudad de Menfis, donde ubicó su capital, mientras Narmer supuestamente unió los dos reinos de manera pacífica. Esta conclusión resulta llamativa, ya que la Paleta de Narmer, una tablilla de 64 centímetros, menciona sin lugar a dudas al rey Narmer y lo describe como un líder militar que derrotó a sus enemigos y sometió el reino.
No existe consenso acerca de cuál de estas descripciones es la más correcta. Tampoco se sabe con certeza si Narmer fue la misma persona que aquel al que Manetón llama “Menes” en su obra, pero la mayoría de los estudiosos concuerda en que los dos reyes fueron en realidad la misma persona. También se dice que Narmer fue el último rey del período predinástico y que Menes fue el primero del período dinástico Arcaico, o que Menes era en realidad Aha, que de acuerdo con Manetón fue el sucesor de Menes. En cualquier caso, el gran rey (Narmer o Menes) unificó los dos reinos de Egipto y estableció un gobierno central, lo cual marcó el comienzo de la era conocida como el período arcaico de Egipto, el inicio de una cultura que perduraría por tres milenios.