Los ejércitos de Cartago le permitieron a la ciudad forjar el imperio más poderoso en el Mediterráneo occidental desde el siglo VI al siglo III AEC. Aunque tradicionalmente Cartago era una nación marinera con una poderosa armada, por necesidad, tuvo que emplear un ejército terrestre para avanzar en sus aspiraciones territoriales y enfrentarse a sus enemigos. Adoptando las armas y las tácticas de los reinos helenísticos, Cartago empleó de manera similar los ejércitos mercenarios de sus aliados y de las ciudades-estado sometidas. Tuvo éxitos militares en África, Sicilia, España e Italia, lugares en donde los ejércitos fueron dirigidos por comandantes tan célebres como Amílcar Barca y Aníbal. Sin embargo, el dominio militar de Cartago fue finalmente desafiado y sobrepasado por el ascenso de Roma y, tras la derrota en la Segunda Guerra Púnica (218-201 AEC), los días de Cartago como potencia regional habían terminado.
El imperio cartaginés
Cartago fue fundada en el siglo IX AEC por colonos de la ciudad fenicia de Tiro, pero en un solo siglo la ciudad fundaría sus propias colonias. Creó un imperio que abarcaba el norte de África, la península ibérica, Sicilia y otras islas del Mediterráneo. El nuevo territorio sería una fuente de gran riqueza y mano de obra. Esto también pondría a Cartago en competencia directa no solo con las tribus locales sino también con las potencias contemporáneas, en particular con los potentados griegos y más tarde con Roma. Como resultado, todo esto creó la necesidad de poseer grandes fuerzas militares, especialmente ejércitos terrestres.
Los comandantes
El comandante de un ejército cartaginés en el campo de batalla (rab mahanet) era seleccionado por la duración de una guerra específica, generalmente de la familia gobernante. El general podía tener a menudo una autonomía completa para actuar, pero en otras ocasiones, dependía del consejo de los 104 y de los dos políticos más importantes de Cartago, los dos sufetes (magistrados), para la toma de decisiones tan importantes como el celebrar una tregua, pedir la paz o retirarse. Además, después de una batalla o guerra, los comandantes podían estar sujetos a un tribunal que investigaría o no su competencia. Las diferentes familias dentro de Cartago tenían sus propios ejércitos privados, que luego serían empleados por el estado; una situación que provocaba una intensa rivalidad entre los comandantes. Además, el mando a veces se compartía entre dos, o incluso tres generales, creando así más oportunidades para una feroz competencia.
La motivación debe haber sido alta ya que los generales que fracasaban en tiempos de guerra eran tratados con dureza. Uno de los castigos menores era una gran multa, mientras que en el peor de los casos era la crucifixión. Varios comandantes, tras la derrota, se suicidaban para evitar la última pena, aunque esto no impidió que el consejo de los 104 crucificara el cadáver de un magónida en el 344 AEC. Una consecuencia grave del miedo al fracaso inherente a la estructura de mando del ejército puede haber sido que los generales tendían a ser demasiado cautelosos y conservadores en la batalla.
Organización
El ejército de Cartago estaba compuesto por una infantería fuertemente blindada extraída de la propia ciudadanía. Este era un grupo de élite de entre 2.500 y 3.000 soldados de infantería identificados por sus escudos blancos y conocido como el Batallón Sagrado. El nombre era una copia del ejército élite de la Tebas griega e indica un alejamiento de las prácticas del Cercano Oriente para ir hacia una helenización del ejército cartaginés del siglo IV AEC. El Batallón Sagrado estaba acuartelado dentro de los enormes muros de las fortificaciones de Cartago. Un segundo grupo de tropas venía de las ciudades aliadas y del territorio conquistado en el norte de África, especialmente la antigua Libia y Túnez. Estos habrían sido dirigidos por oficiales cartagineses y se les pagaba por su servicio.
Como ninguno de los dos grupos anteriores era muy numeroso o disfrutaba de una reputación particularmente gloriosa en la batalla, después de todo, los cartagineses se destacaban más por su armada, se confió a un tercer grupo de mercenarios profesionales la creación de un ejército que pudiera igualar a los enemigos de Cartago. Estos provenían de todos los estados aliados y conquistados de Cartago alrededor del Mediterráneo, especialmente Grecia, Iberia, Galia y el sur de Italia. Otro componente notable del ejército cartaginés en el campo de batalla era la caballería númida, altamente habilidosa, cuyos jinetes se armaban con una jabalina y cabalgaban sin bridas, tal era su habilidad para controlar su montura. Llevaban un pequeño escudo para protegerse y también lanzaban largos dardos envenenados al enemigo. Un contingente menos común de mercenarios venía de tierras libio-egipcias y empleaba mujeres en la batalla, generalmente conduciendo carros o cabalgando caballos. Estas llevaban escudos tipo pelta en forma de media luna y empuñaban hachas dobles.
Todos estos grupos de mercenarios siguieron siendo un elemento permanente del ejército cartaginés desde finales del siglo III AEC. Para evitar la amenaza de que los ejércitos mercenarios exitosos tuvieran la idea de deponer a la élite gobernante de Cartago y tomar la riqueza de la ciudad para sí mismos, los cartagineses se aseguraron de que todos los puestos de mando superior y medio estuvieran ocupados por ciudadanos de Cartago. Sin embargo, a pesar de esta precaución, en varias ocasiones los ejércitos mercenarios resultarían ser desleales e incluso provocarían luchas internas entre los clanes rivales de la aristocracia de Cartago, la más famosa sería la guerra de los Mercenarios, 241-237 AEC.
Armas y armaduras
Como los ejércitos de Cartago solían ser grupos compuestos de fuerzas mercenarias púnicas, africanas y extranjeras, sus armas y armaduras diferían según el origen o las preferencias de la unidad. Además, los cartagineses no eran reacios a equiparse con las armas y armaduras de sus enemigos caídos. El contacto con las fuerzas griegas en la Magna Grecia y Sicilia dio como resultado que los cartagineses adoptaran parafernalia esencialmente griega como los cascos corintios y tracios de bronce con crestas y la pesada armadura hoplita (una túnica de metal o cuero y grebas para proteger la parte inferior de las piernas). Usaban cascos cónicos de estilo más antiguo, al igual que cascos con máscaras faciales y petos de metal cubiertos con cuero copiado de la armadura chipriota. La coraza de lino reforzada (linotórax) con protuberancias de bronce clavadas y con tiras colgantes (pteruges) para proteger la ingle también fue copiada de los guerreros griegos.
Los escudos eran circulares (alrededor de 90 cm de diámetro) u ovalados con una nervadura vertical central (del tipo thyreos), aunque las tropas celtas, por ejemplo, tenían un escudo rectangular estrecho de roble. Los escudos estaban decorados con motivos relacionados con la religión púnica, motivos clásicos como Medusa, el mal de ojo o incluso los había personalizados: Asdrúbal Barca tenía su propio retrato en su escudo de plata. Los cartagineses parecían vestirse de forma especial para la batalla, con muchas joyas de oro y pieles de animales, especialmente por parte de los oficiales. Los oficiales cartagineses se destacaban aún más en el fragor de la batalla debido a sus impresionantes cascos de penacho y sus relucientes armaduras de metales preciosos. Los generales a menudo tenían costosas armaduras de escamas, como la que usaba Aníbal, hecha de escamas de bronce dorado y que le había sido heredada por su padre.
El arma típica era la espada, de hoja recta o de hoja curva de un solo filo, la kopis del Cercano Oriente, con una daga como respaldo. Los celtas usaban espadas de corte largo, mientras que la infantería ibérica tenía espadas curvas distintivas. Las tribus hispánicas también usaban una espada corta de gran efectividad; algo que no pasó desapercibido para los romanos quienes más tarde adoptarían un tipo similar de arma, el gladius hispaniensis.
Se utilizaban arqueros, especialmente los más hábiles que eran los moros y los cretenses, pero mucho menos que en otros ejércitos. Los arqueros se empleaban principalmente en carros o en elefantes para disparar contra la infantería enemiga. Otras armas utilizadas fueron las lanzas (3-6 m de longitud), jabalinas cortas (el arma principal de la caballería) y hachas de dos cabezas (bipennis). Las hondas se usaban para disparar balas de plomo o de piedra que tenían forma de almendra para obtener la máxima penetración en la armadura del enemigo y fueron utilizadas especialmente por los mortíferos honderos mercenarios de las Islas Baleares.
La artillería era un componente de los ejércitos cartagineses en Sicilia, donde las ciudades estaban bien fortificadas. Los cartagineses se apresuraron a copiar los inventos helenísticos como la catapulta (para piedras e incendiarias) y las ballestas. Durante un asedio, también emplearon arietes, torres de asedio móviles, montículos y mineria para socavar las fortificaciones enemigas.
Carros
Los cartagineses emplearon carros de guerra hasta el siglo III AEC. Estaban construidos con marcos de madera cubiertos con paneles de ramas tejidas de sauce. Los carros eran de un solo eje y podían llevar a dos hombres: un conductor y un arquero. A veces, un tercer hombre, un hoplita, se les unía. Las ruedas podían estar provistas de cuchillas, y el equipo de dos o cuatro caballos estaba protegido por corazas de metal y cubiertas laterales de piel de buey. Como la caballería, los carros se utilizaban para romper las líneas de infantería enemigas. Al necesitar de un terreno plano para operar de manera efectiva, su uso se restringió en gran medida al norte de África y al sur de España, quedó completamente fuera de uso a partir del siglo III AEC.
Elefantes de guerra
Los cartagineses utilizaron en la guerra una variedad de elefante, ahora extinta, que alguna vez fue nativa del norte de África. Aunque, Aníbal pudo haber obtenido algunos elefantes indios más grandes a través de su aliado Ptolomeo II de Egipto. Alcanzando una altura de 2,5 metros y con enormes colmillos, los elefantes se hicieron aún más temibles al agregarles armaduras en la cabeza, el tronco y los costados, y cuchillas o lanzas a los colmillos. Controlados por su conductor (mahout), fueron utilizados para interrumpir las formaciones enemigas. Aunque no era lo suficientemente grande para llevar una superestructura (howdah), esta variedad de elefante podía haber permitido un segundo jinete armado con un arco o jabalinas. Antes de las batallas, a los elefantes se les daba vino fermentado para que se comportaran de manera más errática y aumentaran sus berridos y estampidas. Sin duda, la apariencia y el ruido de los elefantes causaban pánico entre los hombres y los caballos del enemigo, pero eran tremendamente impredecibles en la batalla y podían causar daño a tanto su propio bando como al de la oposición. Cuando las fuerzas enemigas se acostumbraron a ellos y entrenaron a sus caballos para que no entraran en pánico, o cuando el terreno no era el adecuado, su efectividad se redujo considerablemente.
Estrategias y tácticas
Después de una ronda inicial de escaramuzas que involucraban a la caballería ligera, el ejército cartaginés atacaba al enemigo de frente con la infantería pesada, al igual que los griegos lo habían estado haciendo durante siglos con la falange (una línea de hoplitas agrupados estrechamente que se protegían entre sí con sus escudos). Siguiendo el exitoso modelo macedonio de la falange de lanza, el ejército cartaginés se organizaba de manera similar en compañías de alrededor de 250 hombres organizados en 16 líneas de 16 tropas, que luego formaban colectivamente batallones de alrededor de 4,000 hombres. La infantería ligera estaba estacionada en las alas y protegía los flancos de la falange que podían atraer a las líneas enemigas. Las tropas se coordinaban durante la batalla utilizando estandartes que, para las unidades cartaginesas, eran bastones con cintas coronadas por el conocido símbolo de la luna creciente púnica y el disco solar. Cada grupo étnico tenía sus propios estándares, como la imagen del jabalí celta y los blasones de escudo también se usaron para identificar quién era quién.
El cuerpo de elefantes se utilizaba frente a la infantería para interrumpir en las filas de la oposición y las unidades de caballería ligera para se usaban para hostigar al enemigo desde las alas o la retaguardia. También había una pequeña unidad de caballería pesada, compuesta únicamente por ciudadanos cartagineses, que podía dividir las líneas de infantería del enemigo en medio de la batalla. La caballería también se utilizaba para acosar al enemigo cuando este se ponía en retirada. Cuando no estaba involucrada en batallas cara a cara, la caballería, especialmente el móvil y altamente maniobrable cuerpo numidiano, se usaba para emboscar a las tropas enemigas o llevarlas a una emboscada por parte de las tropas de infantería.
En algunas batallas, el ejército cartaginés contaba con hasta 70.000 hombres (pero a menudo con menos de la mitad de esa cifra) y su éxito se debía en gran medida a la capacidad del comandante de amalgamar a todos los grupos dispares en una fuerza de combate cohesiva. Aníbal era particularmente conocido por su habilidad en esta área y por su voluntad de adaptar tácticas y formaciones enemigas superiores, como ocurrió después de la batalla del lago Trasimeno (217 AEC) cuando probablemente adaptó el despliegue de tropas romano más flexible, en contraposición a la falange que era más estática.
Conclusión
En algunos escenarios, el ejército cartaginés disfrutó de grandes éxitos, especialmente en el norte de África, Sicilia, España e Italia, donde Aníbal ganó cuatro grandes batallas contra Roma. Sin embargo, la segunda guerra púnica fue quizás un punto de inflexión. El general romano Escipión el Africano logró persuadir a la caballería númida de unirse a su causa y derrotó a Aníbal y a sus elefantes en la Batalla de Zama (202 AEC). Roma, con sus ejércitos estandarizados, bien equipados y entrenados, que podían ser reemplazados por un suministro aparentemente interminable de mano de obra y riqueza, había llevado la guerra antigua a un nuevo nivel de profesionalismo. Las debilidades inherentes al ejército cartaginés (grupos dispares de mercenarios a veces desleales, estructuras de mando confusas y una dependencia excesiva de la infantería pesada y los elefantes de guerra) significaron que Cartago, en última instancia, no pudiera mantener su posición como superpotencia mediterránea ni seguir el ritmo de la poderosa Roma.