Guerra de asedio romana

Definición

Mark Cartwright
por , traducido por Rodrigo Pedraza
Publicado el 24 junio 2016
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués
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Roman Artillery Attack (by CA, Copyright)
Ataque de la artillería romana
CA (Copyright)

En la guerra antigua, las batallas abiertas eran el modo preferido de enfrentarse al enemigo, pero a veces, cuando los defensores se ubicaban dentro de su bien fortificada ciudad o campamento militar, la guerra de asedio se convertía en una necesidad, a pesar de su alto gasto en dinero, tiempo y hombres. Los romanos se volvieron expertos en el arte de la guerra de asedio, empleando todo tipo de estrategias y maquinaria para someter al enemigo. Cinco factores les permitieron a los romanos tener un éxito notable en los asedios: las armas de artillería sofisticadas; las formidables torres de asedio; su experiencia en ingeniería en la construcción de fortificaciones; la logística superior para asegurar el suministro a largo plazo y el dominio de los mares. La preparación minuciosa y la ejecución cuidadosa de planes bien trazados eran una segunda naturaleza para los romanos en la guerra, por lo que cuando aplicaban estas habilidades a asedios que duraban meses o años, eran prácticamente imparables.

Artillería

Los romanos copiaron y mejoraron las armas de artillería utilizadas por los griegos, pero estas no se utilizaban en combate abierto, sino que se reservaban para la guerra de asedio con el fin de golpear las fortificaciones de las ciudades y sembrar el terror entre los defensores. Las máquinas romanas utilizaban tendones de animales en lugar de pelo de caballo para aumentar la fuerza y ​​la torsión, lo que les permitía disparar proyectiles a varios cientos de metros. Las piezas metálicas (hierro y bronce) reemplazaron a la madera para aumentar la resistencia, la estabilidad, la potencia de fuego y la durabilidad, y los resortes se cubrieron con cajas metálicas para disminuir el desgaste de los elementos.

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LA GUERRA DE ASEDIO ROMANa, CUANDO ERA EFECTUADA, SE REALIZABA DURANTE EL TIEMPO QUE FUESE NECESARIO PARA provocar LA CAÍDA DE LA CIUDAD Y LA VICTORIA TOTAL.

Los lanzadores de piedras (balista) tenían un solo brazo oscilante y se conocían popularmente como onagro (asno salvaje) por la patada violenta al disparar y escorpio (escorpión) por su forma. Las piedras eran aproximadamente circulares y podían pesar entre 0,5 y 80 kilos, lo que les permitía afectar grandes áreas de las murallas defensivas y derribar las torres de fortificación. Otro tipo de artillería, mucho más precisa, era la carroballista o catapulta que disparaba flechas pesadas, virotes o piedras más pequeñas y tenía dos brazos a modo de ballesta (y algunos escritores romanos también la llamaron scorpio). Los virotes tenían cabezas de hierro, astas y plumas de madera y eran fácilmente capaces de perforar armaduras. Otro tipo de proyectil eran las bolas de fuego. Naturalmente, tales armas podían usarse y fueron utilizadas para defender ciudades y atacarlas.

Las legiones probablemente tenían una pieza de artillería por cohorte, aunque se describe que algunas legiones tenían 55 en algunos períodos, lo que refleja el hecho de que el equipo quedaba en gran medida a discreción de un comandante en particular. Los artilleros (ballistarii) eran tropas especializadas exentas de las fatigas normales, probablemente porque necesitaban practicar y mantener sus máquinas. Además, se necesitaban cientos de carros y mulas para transportar estas máquinas y sus municiones hasta donde eran necesarias. Algunas máquinas de artillería también se montaban en carros, como se ve en escenas de la Columna de Trajano.

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Roman Stone-throwing Carroballista
Carrobalista lanza piedras romano
Pearson Scott Foresman (Public Domain)

Maquinas de asedio

Los romanos tardaron un poco en emplear las máquinas de asedio o torres que los reinos helenísticos habían perfeccionado. El asedio de Útica por Escipión el Africano en 204 a.C. fue una de las primeras veces que los utilizaron. Hicieron adaptaciones y, por ejemplo, hicieron sus propias torres más pequeñas, por tanto, más maniobrables. Las torres también se convirtieron en armas más útiles en sí mismas cuando los romanos agregaron arietes, un puente de abordaje y plataformas de combate interiores que podían transportar tanto hombres como piezas de artillería. Las torres tenían ruedas para poder construirlas a una distancia segura de la ciudad y luego acercarlas cuando fuera necesario.

Julio César empleó con éxito una torre de asedio de 10 pisos repleta de artillería en el asedio de Uxeloduno en la Galia en el siglo I a.C. Hacer subir la torre por un terraplén preparado le permitió a César impedir que los sitiados accedieran a su manantial de agua dulce. A veces las torres parecían tan formidables que los defensores se rendían en lugar de enfrentarlas. Esto le ocurrió a Julio César cuando asedió Aduatuca, también en la Galia. Los defensores que no se dejaban intimidar se esforzaban por prender fuego a las máquinas de asedio cuando se acercaban a las murallas, pero cubrir las piezas de madera con arcilla o remojar la piel en vinagre podía hacer que las máquinas fueran resistentes al fuego. Por este motivo también se utilizaban piezas de hierro y escudos, pero el peso adicional hacía que las torres fueran mucho menos móviles.

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Siege Warfare
Guerra de asedio
The Creative Assembly (Copyright)

Tácticas

Los asedios tenían importantes ventajas sobre las batallas abiertas, como dice el historiador P. Culham:

Ofrecían oportunidades para matar combatientes, aterrorizar a las poblaciones, erosionar su voluntad de resistir y adquirir fortalezas, todo en una operación eficiente con fuerzas concentradas de manera segura. (Campbell, 251).

En un asedio romano típico, si un ataque inicial no lograba una victoria inmediata, se enviaban fuerzas para rodear el asentamiento e impedir que escapara nadie. Al mismo tiempo, como muy a menudo las ciudades antiguas eran también puertos, debían ser bloqueadas tanto por mar como por tierra. En consecuencia, mientras los barcos bloqueaban el puerto, el ejército terrestre principal construiría un campamento fortificado fuera del alcance de los misiles desde la ciudad y preferiblemente en terreno elevado, lo que proporcionaba un buen punto de vista para observar el interior del asentamiento y seleccionar objetivos clave como el suministro de agua de los enemigos o las entradas secretas.

Entonces el asedio podría continuar sin ninguna lucha real con la esperanza de que los defensores finalmente se rindieran por hambre, falta de agua o con la moral destrozada. Siempre existía la posibilidad de que un traidor permitiera la entrada del enemigo abriendo también las puertas de la ciudad. Si todo eso no funcionaba, entonces se necesitaba una estrategia más agresiva. Sin embargo, es posible que los sitiadores no siempre se salieran con la suya, especialmente si estaban atacando una ciudad o un fuerte en territorio controlado por el enemigo. En ese caso, había que reforzar los campamentos con empalizadas de madera y torres de vigilancia, tanto de cara al enemigo (circunvalación) como en la retaguardia del atacante (contravalación). Para que los sitiadores no se quedaran sin suministros, también necesitaban mantener una ruta de suministro bien defendida. La práctica de construir campamentos fortificados les resultó muy útil a los romanos, ya que tenían la experiencia y las herramientas para aplicar sus habilidades de ingeniería para atacar una ciudad enemiga.

Reconstruction of the Rampart of the Circumvallation, Alesia
Reconstrucción de la muralla de la Circunvalación, Alesia
Carole Raddato (CC BY-SA)

Una vez que comenzaba un ataque, los muros del defensor podían superarse construyendo una rampa (agger) contra ellos, usando árboles, tierra y rocas. Mientras se hacía esto, los atacantes estarían protegidos por cubiertas temporales, como un refugio de madera a prueba de fuego (vinca) conocido como tortuga o el escudo de mimbre convexo más móvil conocido como pluteus. También recibirían fuego de cobertura de baterías de artillería y arqueros y luego podrían escalar la última parte de las murallas mediante escaleras (scalae). También podría llover sobre la ciudad fuego de artillería procedente de aquellas piezas montadas en los barcos en el puerto. Los defensores podrían intentar ampliar la altura de la sección del muro amenazada por una rampa (como sucedió en Jotapata cuando fue atacado por Vespasiano en el año 70 d.C.), construir un segundo muro defensivo detrás de la parte atacada (como en Masada en el 74 d.C.) , o incluso añadir torres en el juego del gato y el ratón de un largo asedio.

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La siguiente etapa o estrategia alternativa fue que los atacantes golpearan los muros o puertas con pesados ​​arietes. Estos estaban suspendidos de un armazón mediante cadenas y protegidos por cubiertas de cuero o madera. Al mismo tiempo, las torres de asedio, que podrían tener su propio ariete, se acercaban para que se elevasen por encima de las fortificaciones. Los arietes de estas máquinas tenían puntas de hierro para causar el máximo daño o incluso un gancho (falx) para arrancar los bloques de piedra de las paredes. Los defensores responderían bajando bolsas para amortiguar las paredes o intentarían prender fuego a las torres a medida que se acercaran. Si la ciudad estaba defendida por fosos, entonces habría que llenarlos antes de que las torres pudieran avanzar. Esto se hacía protegiendo a quienes rellenaban las zanjas (utilizando estructuras de madera) con cubiertas de piel reforzada o a la tortuga (vinca).

Para casos muy difíciles, y rara vez se intentaban, se excavaba un túnel o mina (cuniculus) para derrumbar las paredes desde abajo. Los defensores responderían profundizando su foso si tuvieran uno o cavando hasta los pozos y derrumbándolos o inundándolos. También hubo casos de defensores que liberaron abejas y osos en los túneles para causar todos los estragos que pudieran. Una forma de minería más común y exitosa era eliminar una sección específica de los cimientos de un muro para que colapsara. Los defensores también podrían intentar socavar las rampas y torres de asedio creando túneles.

Roman Naval Attack on Carthage
Ataque naval romano a Cartago
The Creative Assembly (Copyright)

Los primeros soldados que rompían las defensas enemigas recibían generosas recompensas, si es que lograban sobrevivir, claro está. Si se hacía una brecha, la infantería podía seguirla, protegiéndose mutuamente usando sus escudos en la famosa formación testudo (tortuga). Por supuesto, los defensores arrojaban todo lo que pudían sobre los atacantes, como aceite hirviendo, trozos de madera en llamas, piedras y frascos con insectos que pican.

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Una vez dentro, seguirían sangrientos combates callejeros cuerpo a cuerpo con los defensores seguros de que, una vez conquistados, sólo las mujeres y los niños podían esperar sobrevivir, vendidos como esclavos. Había que dar ejemplo de la inutilidad de una resistencia prolongada, por lo que el trato a los derrotados era a menudo duro y sin piedad. Por la misma razón, era muy inusual que un ejército romano levantara un asedio una vez iniciado. Los fracasos raros son el bloqueo de Julio César de la bien fortificada Gergovia, capital de los arvernos, y el de Marco Antonio en Fraaspa, después de que se vio obligado a rendirse por falta de suministros. En los demás casos, la guerra de asedio, cuando se llevaba a cabo, se prolongaba durante el tiempo necesario para provocar la caída de la ciudad y la victoria romana.

Asedios famosos

Uno de los asedios romanos más largos fue el ataque a Cartago en la tercera guerra púnica entre 149 y 146 a.C. La ciudad, enormemente fortificada, resistió hasta que Escipión el Africano el Joven construyó un muro de asedio integral y atacó sistemáticamente los muros más débiles del puerto con máquinas de asedio. Cartago finalmente cayó y quedó completamente destruida. En 133 a.C., Escipión, esta vez, sitió Numancia en España construyendo un foso y un muro de piedra salpicado de torres alrededor de toda la ciudad.

Siege of Carthage
Asedio a Cartago
The Creative Assembly (Copyright)

Julio César llevó a cabo un notable asedio romano en Alesia en el 52 a.C., más estrictamente un bloqueo, donde construyó una doble circunvalación de 35 km. Esta muralla se construyó mediante murallas rematadas por empalizadas de madera salpicadas de torres y protegidas por un foso de 6,5 metros de ancho, un foso de 3,2 metros de ancho y 1,5 metros de profundidad, 2 fosos llenos de palos afilados (cippi), cinco hileras de troncos con púas de hierro (stimuli), trampas (lilia) y 23 fuertes. Incapaz de romper esta fuerte barrera, Vercingétorix finalmente se vio obligado a rendirse.

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César también intentó una rara táctica minera en el asedio de Massilia (Marsella) en el 49 a.C., pero tuvo que abandonar el intento. En el año 70 d.C., Tito sitió Jerusalén y construyó sorprendentemente un muro de asedio de siete kilómetros en apenas tres días. Masada fue asediada, nuevamente por Tito, en el año 74 d.C., cuando los romanos construyeron una enorme rampa de 225 metros de largo y 75 metros de alto al nivel de la parte superior de las murallas de la ciudad, cuyos restos aún se pueden ver hoy. La rampa permitió que una máquina de asedio protegida con metal se acercara lo suficiente como para abrir un agujero en la fortaleza aparentemente inexpugnable. Hatra en Mesopotamia fue un caso raro ya que fue asediada por Trajano (116 d.C.) y Septimio Severo (195-8 d.C.), pero en ambas ocasiones el asedio fue abandonado debido a la fortaleza de la ciudad y los vastos recursos necesarios para romperla.

Se llevaron a cabo otros asedios en Sicilia, Grecia y muchos fuertes en la antigua Gran Bretaña. Por el contrario, los romanos casi nunca fueron asediados. Dos casos raros fueron el asedio del campamento de Sabino cerca de Jerusalén en el año 4 a.C. y el de Filipópolis en el año 250 d.C. por parte del rey godo Cniva. Los sasánidas aprendieron rápidamente las estrategias de asedio de los romanos cuando lograron capturar su equipo y entrenarse con prisioneros romanos. En 256-7 d.C. sitiaron a los romanos en Dura Europos en Siria. Sin embargo, en su mayor parte, los enemigos de Roma carecían de los recursos y el equipo para llevar a cabo una guerra de asedio. Aunque el imperio finalmente se desmoronó, el último legado de la guerra de asedio romana fue que muchas de sus innovaciones en máquinas y fortificaciones defensivas revivirían con gran éxito en el período medieval.

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Sobre el traductor

Rodrigo Pedraza
Magíster en Historia Militar con más de 20 años de servicio militar, actualmente realizando trabajos de investigación sobre desarrollo tecnológico en buques y memoria histórica con veteranos.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2016, junio 24). Guerra de asedio romana [Roman Siege Warfare]. (R. Pedraza, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-14878/guerra-de-asedio-romana/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Guerra de asedio romana." Traducido por Rodrigo Pedraza. World History Encyclopedia. Última modificación junio 24, 2016. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-14878/guerra-de-asedio-romana/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Guerra de asedio romana." Traducido por Rodrigo Pedraza. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 24 jun 2016. Web. 20 nov 2024.

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