El Imperio Antiguo de Egipto (aproximadamente 2613-2181 a.C.) también se conoce como la “Era de las pirámides” o la “Era de los constructores de pirámides”, ya que incluye la famosa Dinastía IV, durante la cual el rey Sneferu perfeccionó el arte de la construcción de pirámides y se construyeron las pirámides de Guiza, durante el reinado de Kufu, Kefrén y Micerino.
Existen escasos registros históricos de este período, que abarca las Dinastías IV a VI, y estos están grabados en piedra y en las construcciones, por lo que los historiadores se han basado en los monumentos y sus inscripciones para reconstruir la historia. Las pirámides no aportan mucha información acerca de sus constructores, pero los templos funerarios construidos en sus cercanías y las estelas que los acompañan proporcionan los nombres de los reyes y más información relevante.
Además, las inscripciones en piedra encontradas en otras partes registran diversos eventos y las fechas en las que tuvieron lugar. Por último, la tumba del último rey de la Dinastía V, Unis, proporciona los Textos de las Pirámides (pinturas e inscripciones elaboradas dentro de la tumba) de mayor antigüedad, los cuales nos dan una idea de las creencias religiosas de la época.
Sin embargo, el período del Imperio Antiguo es famoso principalmente por las pirámides. El historiador Marc Van de Mieroop afirma que el Imperio Antiguo “probablemente no tenga comparación en la historia mundial por la cantidad de construcciones que se emprendieron” (52). Durante este período, para la construcción de las pirámides de Guiza y de otros sitios se necesitaron niveles de eficiencia burocrática sin precedentes en la organización de la mano de obra, y esta burocracia solo puede haber existido bajo un Estado central fuerte. Continúa Van de Mieroop:
La mayoría de los reyes, que fueron alrededor de 20, obligó a miles de trabajadores a extraer, transportar, colocar y decorar grandes cantidades de piedra para construir monumentos mortuorios reales. Estos extrajeron cantidades enormes de recursos de todo el país con este propósito, y llenaron una extensión de 70 kilómetros de longitud del borde del desierto junto a la ribera occidental del Nilo, cerca de la moderna ciudad de El Cairo, con monumentos inmensos que aún hoy nos quitan el aliento, a pesar del desgaste del tiempo. (52)
La Dinastía IV del Imperio Antiguo fue una era de progreso y de un fuerte gobierno centralizado capaz de obtener la obediencia necesaria para tales proyectos de construcción. Sin embargo, durante las Dinastías V y VI, la clase sacerdotal comenzó a adquirir cada vez más poder, principalmente gracias a su autoridad sobre las prácticas funerarias que les dieron fundamento a las grandes pirámides, lo cual dotó de mayor poder a los funcionarios locales de los distritos en detrimento de la realeza. El colapso del Imperio Antiguo se fue produciendo a medida que crecía el poder de los gobernadores locales sobre sus regiones y el gobierno central con sede en Menfis perdía relevancia.
Al final de la Dinastía VI, el gobierno central ya no concentraba el poder, y Egipto ingresó en un período de inestabilidad social y reformas conocido como el Primer Período Intermedio (2181-2040 a.C.), durante el cual Egipto quedó fragmentado en regiones gobernadas por funcionarios locales, que redactaban y hacían cumplir sus propias normas.
Sin embargo, el auge de los funcionarios locales y el poder de los sacerdotes no fueron las únicas causas del colapso del Imperio Antiguo, ya que una grave sequía que se produjo cerca del final de la Dinastía VI causó una hambruna que el gobierno no fue capaz de atenuar. Los estudiosos también han señalado como factor importante la excepcional longevidad del rey Pepi II, de la Dinastía VI, ya que sobrevivió a sus sucesores y no dejó herederos al trono.
Hoy en día, muchos historiadores ya no consideran el fin del Imperio Antiguo un “colapso”, sino más bien una transición al nuevo esquema del Primer Período Intermedio, en el que los gobernantes locales gobernaban sobre sus distritos de manera directa, y durante el cual las riquezas que anteriormente solo habían estado en manos de la nobleza se volvieron más extendidas. De todos modos, aún se considera aceptable la visión tradicional que considera el fin del Imperio Antiguo un colapso político y cultural, producido al final de la Dinastía VI, ya que la pérdida de poder y riqueza del gobierno central condujo directamente al gobierno regional de los nomarcas locales.
La Dinastía III y el Imperio Antiguo
El nombre del Imperio Antiguo fue acuñado por los arqueólogos del siglo XIX con el objetivo de demarcar las secciones de la extensa historia de Egipto. Los egipcios no llamaban a este período por este nombre, y seguramente no notaran diferencias entre el período precedente y el período posterior. Tradicionalmente, los estudiosos han incluido a la Dinastía III de Egipto (en torno a 2670-2613 a.C.) dentro del período del Imperio Antiguo por diversas razones: por un lado, porque parece haber un vínculo entre la pirámide del rey Zoser en Saqqara, la primera pirámide que se construyó en Egipto, con las construcciones de la Dinastía IV; por otro, porque el último rey de la Dinastía III y el primer rey de la IV pertenecían a la misma familia; y porque Zoser y sus sucesores gobernaron desde Menfis (“las paredes blancas”), la cual siguió siendo la capital durante el Imperio Antiguo. No obstante, los historiadores recientes rechazan esta visión y consideran que la pirámide de Zoser es más cercana al Período Arcaico de Egipto (en torno a 3150-2613) que al Imperio Antiguo en cuanto a las prácticas y costumbres culturales.
El arquitecto de Zoser, Imhotep (en torno a 2667-2600 a.C.), revolucionó la construcción en Egipto al diseñar la sepultura del rey en piedra en Saqqara. Antes de esta innovación por parte de Imhotep, las sepulturas y otras estructuras se hacían con ladrillos de adobe. Las tumbas arcaicas de los egipcios eran mastabas de adobe, pero Imhotep quería que su rey tuviera un monumento duradero, por lo que creó un complejo con una pirámide de piedra en el centro y templos alrededor. Así, creó el modelo que seguirían todas las dinastías posteriores en mayor o menor medida.
Además, fue durante la Dinastía III que los estados independientes pasaron a conocerse como nomos (distritos) bajo el poder del gobierno centralizado con capital en Menfis. Estos desarrollos en la arquitectura, la política y los ritos religiosos, los cuales supusieron una separación con respecto al pasado, fueron razón suficiente para que los egiptólogos consideraran a la Dinastía III el comienzo de un nuevo período en la historia de Egipto y lo incluyeran en el Imperio Antiguo en lugar del Período Arcaico.
Sin embargo, hoy en día los historiadores la consideran una fase de transición más asociada al período precedente que al posterior. A pesar de que la pirámide de piedra de Zoser fue una construcción completamente nueva, se utilizaron en ella técnicas propias del período Arcaico. La pirámide de Saqqara es más bien una pila de mastabas que una pirámide real, y con respecto a las reformas políticas y la creación de los nomos, el gobierno central de la Dinastía III no tenía el alcance ni la autoridad para disponer de los recursos que poseía la cuarta. Por estas y otras razones, hoy en día se considera que el Imperio Antiguo comenzó con la Dinastía IV de Egipto, aunque debe reconocerse que esta hipótesis no es aceptada de forma unánime.
La primera pirámide verdadera
Por mucho tiempo se atribuyó la construcción de la pirámide de Meidum, con la que iniciaron los impresionantes proyectos de construcción del Imperio Antiguo, al último rey de la Dinastía III, Huny (en torno a 2630-2613 a.C.). Sin embargo, el mérito le corresponde al primer rey de la Dinastía IV, Sneferu (en torno a 2613-2589 a.C.), el cual probablemente fuera hijo de Huny por parte de una de sus reinas menores. La egiptóloga Barbara Watterson dice: “Sneferu dio inicio a la era dorada del Imperio Antiguo, siendo sus más célebres logros las dos pirámides construidas para él en Dahshur”. Sneferu inició los trabajos de construcción con la pirámide de Meidum, conocida hoy en día como la pirámide colapsada o, entre los nativos, como la “falsa pirámide” debido a su forma: parece más una torre que una pirámide, y el revestimiento exterior yace en una gigantesca pila de grava.
La pirámide de Meidum fue la primera verdadera pirámide construida en Egipto, pero no perduró por mucho tiempo debido a que se basó en modificaciones al diseño original de la pirámide de Imhotep, que resultaron en que el revestimiento externo estuviera apoyado sobre una base de arena en lugar de una de roca, lo que hizo que se derrumbara. No hay consenso entre los historiadores con respecto a si el derrumbe se produjo durante la construcción o más tarde. El egiptólogo Miroslav Verner cita la obra del arqueólogo Borchardt y afirma que la pirámide se construyó por etapas, con los cimientos internos asegurados sobre piedra y las capas más externas apoyadas sobre arena.
Cuando los trabajadores llegaron a la tercera etapa del proceso de construcción, la del revestimiento externo, la estructura no tenía cohesión porque no contaba con una base firme, “y el resultado fue que, durante la fase final de construcción, un deslizamiento masivo enterró a los trabajadores bajo los escombros” (162). No obstante, otros historiadores no concuerdan con esta hipótesis, y afirman que el revestimiento externo perduró hasta el Imperio Nuevo de Egipto (en torno a 1570-1069 a.C.). Por otra parte, otros historiadores, como Marc van de Mieroop, afirman que es imposible saber con certeza cuándo se derrumbó el revestimiento externo.
Se han hallado templos y otras estructuras sin terminar en Meidum, lo que indica que nunca finalizó la construcción del complejo de pirámides y sugiere que el derrumbe podría haberse producido en un estadio temprano, probablemente cuando la pirámide se encontraba en construcción. Sneferu aprendió del error y emprendió la construcción de las siguientes dos pirámides de Dahshur.
El rey Sneferu y sus pirámides
Las pirámides de Sneferu en Dahshur son conocidas como la pirámide acodada y la pirámide roja. La pirámide acodada se llama de esta manera porque se eleva en la sección inferior en un ángulo de 55° , y luego la inclinación cambia a 43° en la sección superior, que está hecha con piedras más pequeñas, lo que le da la impresión de que se inclina hacia arriba en la cima. Los trabajadores habían terminado de construir los cimientos y los lados cuando notaron que un ángulo de 55° sería demasiado inclinado y modificaron el plan para finalizar el proyecto de la mejor manera posible. Parece ser que Sneferu comprendió el problema y decidió construir una tercera pirámide.
Según las inscripciones en la piedra de Palermo, Sneferu era un rey muy admirado y respetado por su pueblo. Acerca de las inscripciones en la piedra de Palermo, Barbara Watterson afirma:
Lideró expediciones militares al Sinaí para proteger los intereses de Egipto en las minas de turquesa, y al norte de Nubia y Libia, de donde obtuvo, respectivamente, 7.000 prisioneros y 200.000 cabezas de ganado, y 11.000 prisioneros y 13.100 cabezas de ganado. Es posible que se utilizara a los prisioneros para incrementar la mano de obra en la extracción minera. En las generaciones posteriores, Sneferu fue adquiriendo la reputación de benévolo y permisivo, y, según una historia que se narra en el papiro Westcar, poseía un buen trato con la gente común, como atestigua una situación en la que se dirigió a uno de sus súbditos como “hermano mío”. (51)
Parece ser que Sneferu era un gobernante accesible que no se veía perturbado por los fracasos o las desilusiones. Cuando la pirámide acodada no cumplió con sus expectativas, simplemente decidió realizar un tercer intento. La pirámide roja (llamada así por el color rojizo de la piedra caliza que se usó en su construcción) se erigió sobre una base sólida que le confiere una mayor estabilidad, y se alza en un ángulo de 43°. Con 105 metros (344 pies) de altura, la pirámide roja fue la primera pirámide verdadera que se construyó en Egipto. Originalmente estaba revestida en piedra caliza blanca, como lo estarían las pirámides posteriores, pero esta se fue cayendo con el paso de los siglos, y la gente del lugar la tomó para utilizarla en otros proyectos.
Gracias a sus expediciones militares y al uso racional de los recursos, el rey Sneferu estableció un gobierno central fuerte en Menfis que hizo posible la estabilidad necesaria para la realización de proyectos de construcción de esta envergadura. Siguiendo el ejemplo del complejo de Zoser en Saqqara, Sneferu ordenó la construcción de templos mortuorios y otros edificios alrededor de sus pirámides, y dispuso que hubiera sacerdotes que se encargaran de las operaciones diarias una vez que la construcción de la pirámide roja estuviera terminada. Todo esto es evidencia de la estabilidad de la sociedad bajo el gobierno de Sneferu, que heredó su hijo Kufu tras la muerte de aquel.
Kufu y la gran pirámide
Kufu (2589-2566 a.C.), llamado Keops por los antiguos escritores griegos, es conocido principalmente por la Gran Pirámide de Guiza. Los griegos lo describieron en sus escritos como un tirano que oprimía a su pueblo y lo obligaba a trabajar en contra de su voluntad. Es posible que esta idea tuviera su origen en los relatos contenidos en el documento conocido como el “papiro Westcar”, una recopilación de cuatro historias acerca de los reyes de la Dinastía IV descubierto (u obtenido de un vendedor de antigüedades) alrededor de 1824 por Henry Westcar.
En este papiro se relatan cuatro historias narradas por los hijos de Kufu, y se incluye una en la que este rey convoca a la corte a un mago que dice ser capaz de volver a colocarle la cabeza a un cuerpo decapitado; los historiadores han considerado la petición del rey de que el mago haga una demostración de esto como un comportamiento cruel e irreflexivo. Según Barbara Watterson, “el papiro Westcar narra que llevó una vida de imprudencia”, y otras inscripciones lo retratan como “opresivo y autocrático” (51). Sin embargo, en la historia del mago y la cabeza, Kufu parece ser escéptico de las habilidades de aquel. Las demás historias, relatadas por los hijos o sucesores de Kufu, se relacionan con otros reyes. El papiro Westcar no da ninguna indicación acerca de si Kufu era un tirano o un opresor.
Lo más probable es que los antiguos griegos que escribieron acerca de “Keops” como un tirano se hayan basado en las obras de Heródoto, que afirmaba que Kufu había llevado a Egipto “males de todo tipo” para su propia gloria, forzando “a cien mil hombres a la vez, por tres meses sin interrupción” a trabajar en su pirámide (II.124). Además, Heródoto afirma que Kufu necesitaba tanto dinero que hizo que su hija trabajara en los burdeles de Menfis y cobrara precios elevados por sus servicios (II. 124). Estas afirmaciones se contradicen con los textos egipcios, que elogian el reinado de Kufu, y la evidencia material ,que indica que los trabajadores de la Gran Pirámide recibían un buen trato y realizaban su trabajo como parte de un servicio a la comunidad, como trabajadores asalariados, o en los tiempos en los que las inundaciones causadas por el Nilo impedían la siembra. Los historiadores Bob Brier y Hoyt Hobbs dicen:
De no ser por los dos meses por año durante los cuales el agua del Nilo cubre la tierra arable de Egipto y hace imposible el trabajo, ninguna de estas construcciones podría haberse realizado. En tiempos así, los faraones obtenían la mano de obra ofreciendo alimento y la promesa de un trato favorable en el más allá, donde gobernarían del mismo modo que en este. Durante dos meses cada año, decenas de miles de trabajadores llegaban de todas partes del país para trabajar en el transporte de los bloques extraídos por los trabajadores permanentes el resto del año. Los supervisores organizaban a los trabajadores en equipos para transportar la piedra en trineos, más aptos que los vehículos con ruedas para mover objetos pesados sobre la arena movediza. Una calzada lubricada con agua hacía que fuera más sencillo transportar la piedra hacia arriba. No se utilizó argamasa para fijar los bloques: se fabricaron y colocaron con tanta precisión que estas estructuras gigantescas han sobrevivido 4.000 años, siendo la única maravilla del mundo antiguo aún en pie. (17-18)
En realidad, la Gran Pirámide es la única estructura de Guiza que se considera una de las siete maravillas del mundo antiguo, y por una buena razón: hasta la finalización de la construcción de la torre Eiffel, en 1889, la gran pirámide era la estructura más alta del mundo jamás construida por el ser humano. Dice el historiador Marc van de Mieroop:
Su tamaño es impresionante: 146 metros de altura (479 pies) por 230 metros en la base (754 pies). Se estima que contenía 2.300.000 bloques de piedra de 2,75 toneladas de promedio, entre los cuales algunos llegaban a pesar 16 toneladas. Según el canon real de Turín, Kufu gobernó 23 años, lo que significa que a lo largo de su reinado debieron extraerse, transportarse, prepararse y colocarse 100.000 bloques por año, es decir, 285 por día, o uno cada dos minutos de luz solar. La construcción prácticamente no tiene defectos de diseño. Los lados están orientados exactamente hacia los puntos cardinales y sus ángulos son de 90 grados. (58)
A pesar de las afirmaciones de Heródoto y posteriores autores griegos con respecto a Kufu, su pueblo lo admiraba. Durante su reinado, Egipto obtuvo riquezas gracias a sus campañas militares contra Nubia y Libia y mediante acuerdos comerciales beneficiosos con ciudades como Biblos. También invirtió recursos en innovaciones agrícolas para mejorar el nivel de vida de sus súbditos. Dice Miroslav Verner: “Durante su reinado se construyó en Wadi Gerawi, en las montañas al oeste de la moderna Helwan, la presa más antigua conocida” (155). Esta presa ayudó a los agricultores y otros miembros de la comunidad, ya que mejoró el abastecimiento de agua.
Aunque Menfis siguió siendo la capital de Egipto durante el reinado de Kufu, lo más probable es que este residiera en un palacio en Guiza para supervisar personalmente el trabajo de la Gran Pirámide. Para lograr el máximo nivel de eficiencia en el gobierno y perder el menor tiempo posible, les concedió gran autoridad a sus familiares de más confianza, quienes deben de haberse sentido satisfechos con el acuerdo, ya que no hay registro de que se hayan producido conflictos internos durante su gobierno.
Kefrén, la esfinge y Micerino
Tras su muerte, Kufu fue sucedido por un familiar ilegítimo llamado Dyedefra (2566-2558 a.C.). Dice Verner que los egiptólogos anteriormente consideraban la destrucción del complejo funerario de este rey en Abu Rawash evidencia de un conflicto familiar interno, pero, en realidad, “la devastación intensiva comenzó en la época romana, cuando el monumento quedó reducido a una cantera de piedra” y los romanos utilizaron esta piedra en otros proyectos de construcción (156). Se puede afirmar con certeza que Dyedefra era hijo de Kufu, pero parece que no era el sucesor que este había designado. Aun así, no parece haber fundamento para sostener las hipótesis de que haya habido conspiraciones familiares en su contra.
Sin embargo, el aspecto más importante del reinado de Dyedefra no fue la pirámide de su complejo funerario ni la afirmación de que construyó la esfinge, sino la asociación del puesto de rey con el culto del dios solar Ra. Fue el primer rey de Egipto en adoptar el título “hijo de Ra” para sí, con lo que se designó como subordinado del dios del sol. En la Dinastía II, el rey Nebra había asociado su nombre con los dioses y así había colocado al rey como representante de los dioses en la Tierra, es decir, como la personificación viva de los dioses. Tras la reforma de Dyedefra, el rey seguiría siendo visto como un representante divino, pero con una posición subordinada, como hijo de un dios.
Algunos historiadores, como Dobrev (2004), consideran a Dyedefra el constructor de la gran esfinge de Guiza, mientras que otros se la atribuyen a su hermano y sucesor Kefrén (2558-2532 a.C.). La esfinge es la estatua monolítica más grande del mundo, y representa a una criatura recostada con cuerpo de león y la cabeza y la cara de un rey. Tradicionalmente se ha sostenido que el rostro es el de Kefrén, pero Dobrev y otros afirman que podría ser el de Kufu. Es probable que haya sido construida por Kefrén, ya que está perfectamente alineada con su complejo fúnebre y su pirámide, y el rostro de la esfinge parece más similar al de Kefrén que al de Kufu. Brier y Hobbs dicen:
La pirámide de Kefrén es incluso más alta que la famosa pirámide vecina, a pesar de que era tres metros (10 pies) más baja cuando se construyó. Su revestimiento de piedra caliza blanca, transportada en bote desde las canteras de distintas partes del Nilo, aún cubre la cima y se apoya sobre bloques internos de piedra caliza que se extrajeron de zonas cercanas al sitio de Guiza. Es probable que durante la excavación de los bloques interiores los trabajadores hayan golpeado una veta de roca más dura que prefirieron evitar, por lo cual dejaron una pequeña colina. Kefrén ordenó que se tallara este saliente en forma de un león recostado con su propio rostro, es decir, la famosa esfinge. (16)
La pirámide de Kefrén es la segunda más grande de Guiza, y su complejo es casi tan impresionante como el de su padre. Se conoce poco de su reinado, pero los griegos lo veían del mismo modo que a su padre: como un tirano que oprimió a su pueblo para construir su impresionante monumento mortuorio. Los textos egipcios indican que continuó las políticas y el modelo de gobierno de su padre, colocando el poder en manos de sus parientes cercanos y ejerciendo un control estricto sobre las políticas y las leyes.
Kefrén se asoció a sí mismo con el dios Horus (al igual que muchos reyes anteriores), y la esfinge pasó a ser vista como una imagen del rey en forma del dios Harmakhet (“Horus en el horizonte”). Sin embargo, a diferencia de los reyes del Período Arcaico, Kefrén y aquellos que lo sucedieron se refirieron a sí mismos como "hijo de Horus", asociándose con el dios, pero sin afirmar ser el dios en sí. La capacidad de interpretar la voluntad de los dioses hizo incrementar el poder de los sacerdotes que servían a aquellos, aunque no dejaron de estar dentro de la esfera de influencia del rey.
Tras la muerte de Kefrén, hubo una interrupción breve en la sucesión cuando Baka, hijo de Dyedefra, tomó el trono. Antes de que este cumpliera un año en el gobierno, Micerino (2532-2503 a.C.), hijo de Kefrén, se convirtió en rey. Tanto los textos griegos como los egipcios ven a Micerino (también llamado Menkaura) con buenos ojos. Al igual que su padre y su abuelo, comenzó a construir su complejo de templos y pirámides en Guiza.
Si bien en la actualidad la meseta de Guiza es un sitio antiguo y arenoso en las afueras de El Cairo, en los tiempos de Micerino era una necrópolis habitada por las personas que prestaban sus servicios a los difuntos. Allí se encontraban los hogares de los sacerdotes, templos, alojamiento para los obreros, talleres, destilerías y todo aquello que suele hallarse en una ciudad pequeña.
A diferencia de la creencia popular de que las pirámides de Guiza se construyeron con trabajo esclavo, específicamente del pueblo hebreo, en realidad las construyeron obreros egipcios, muchos de los cuales eran trabajadores altamente cualificados a quienes se remuneró por su esfuerzo. Se cree que las pirámides representaban la montaña primordial, el Ben-ben, que se decía había emergido de las aguas del caos al inicio de la creación. A pesar de que es muy probable que se hayan empleado esclavos provenientes de Nubia, Libia, e incluso Canaán y Siria en la extracción de piedra o en las minas de oro, no lo es tanto que se les haya confiado la construcción de la morada eterna del rey en la imagen y semejanza de la tierra primigenia surgida de las aguas.
No se han hallado barracones de esclavos en Guiza ni registros egipcios que narren eventos similares a los del texto bíblico del Éxodo. Sí se han hallado residencias de obreros y casas de supervisores y capataces, lo que demuestra que los trabajadores que participaron en las construcciones en la meseta de Guiza en el Imperio Antiguo fueron compensados por su trabajo.
La pirámide y el complejo de Micerino son más pequeños que los otros dos, lo cual representa un cambio importante en la historia del Imperio Antiguo, y uno de los motivos de su colapso. Los recursos necesarios para la construcción de la Gran Pirámide ya no estaban disponibles en los tiempos de Micerino, pero aun así extrajo lo que pudo para crear una morada eterna que estuviera a la par de la de su padre y la de su abuelo.
El hijo y sucesor designado de Micerino, Khuenre, murió durante la construcción de la pirámide, lo que alteró la sucesión dinástica. Micerino también murió mientras el complejo fúnebre estaba en construcción. A pesar de haber reinado por alrededor de 30 años, no logró igualar la obra de sus predecesores, y muchos historiadores (como Verner y Watterson) opinan que esto es un indicio de la disminución de los recursos a su disposición. Su sucesor, Shepseskaf (2503-2498 a.C.), completó el complejo de Micerino en Guiza, pero él fue enterrado en una mastaba modesta en Saqqara.
Como se mencionó anteriormente, los reyes dedicaban cantidades ingentes de recursos a sus monumentos y complejos mortuorios, pero el control de estos templos y santuarios empezó a pasar de las manos de los reyes a las de los sacerdotes que los administraban. Después del breve reinado de Shepseskaf, la Dinastía IV llegó a su fin y comenzó la Dinastía V, en un entorno menos optimista del que reinaba en los tiempos en los que Sneferu sucedió a Huny.
El colapso de las Dinastías V y VI
Sneferu fue el primero en asociar su dinastía con el culto solar del dios Ra, pero Dyedefra fue el que redujo el estatus del rey de dios a hijo del dios. El poder de los sacerdotes creció a expensas del de los reyes, pero el monarca siguió siendo respetado y obedecido como el representante de los dioses en la Tierra. Sin embargo, el respeto y la obediencia fueron decreciendo.
La Dinastía V se conoce como la Dinastía de los reyes del sol porque los nombres de muchos monarcas llevan el nombre del dios Ra (generalmente como "Re"). El primero de los tres reyes (Userkaf, Sahura y Neferirkara) más tarde serían honrados como monarcas designados por los dioses en la narración El nacimiento de los reyes, del papiro Westcar. La dinastía comienza con el rey Userkaf (2498-2491 a.C.). Una mujer de nombre Jentkaus, probablemente hija de Micerino, aparece en muchas inscripciones de la época, en las que se la menciona como la “Madre de dos reyes del Alto y Bajo Egipto”, pero no se sabe a qué reyes se refiere. Su tumba se encuentra en la cuarta pirámide de Guiza, por lo que es evidente que fue una figura de gran relevancia, pero se conoce poco acerca de ella.
Userkaf es más conocido por la construcción del templo solar en Abusir. Esta construcción supuso un cambio importante en el rol del rey con respecto a los inicios de la Dinastía IV, e indica el comienzo del fin de Guiza como la necrópolis real. El dios solar Ra pasó a ser adorado por el pueblo por intermedio de la clase sacerdotal, y el rol de los reyes como representantes directos del dios disminuyó. Con respecto a esto, Barbara Watterson afirma:
Durante la Dinastía IV, uno de los componentes de la titulatura real, el título “nswt-bjtj” (“Rey del Alto y el Bajo Egipto”), se escribía a menudo dentro de un cartucho, lo que indica que el rey gobernaba todo aquello que estaba cubierto por el disco solar, es decir, el dios Ra. El uso del cartucho se volvió frecuente en la Dinastía V, cuando los reyes adoptaron el título de “hijo de Ra”. En las dinastías anteriores, los dioses habían estado considerados como la manifestación del dios Horus en la Tierra, pero, al añadirse el nuevo título a la titulatura real, su estatus se redujo de dios a hijo de dios. Posteriormente, la autoridad divina del rey se erosionó aún más en la Dinastía V, cuando se erigieron templos en los sitios de las pirámides que no estaban dedicados al culto del rey, sino al del dios Ra. (52)
Userkaf fue sucedido por su hijo Sahura (2490-2477 a.C.), quien construyó su complejo mortuorio en Abusir, cerca del Templo del Sol. Sahura fue un gobernante eficaz, y fue quien organizó la primera expedición de Egipto a la tierra de Punt y negoció acuerdos comerciales importantes con otras naciones. Estos logros en Punt estuvieron entre los más destacados de su reinado, ya que este lugar se convertiría en una fuente importante de muchos de los más valiosos recursos de Egipto, y tiempo más tarde pasaría a ser vista como una tierra mítica y divina.
Sahura construyó su Templo del Sol en Abusir y fue el primero en implementar las columnas palmiformes en la arquitectura, es decir, aquellas con el extremo superior con forma de palmera, las cuales se convertirían en la norma en la construcción de columnas en Egipto desde entonces. Las expediciones militares de Sahura y el uso prudente de los recursos enriqueció al país, como lo demuestran las inscripciones y demás obras de gran elaboración que se encuentran en su complejo mortuorio.
Fue sucedido por su hijo Neferirkara (2477-2467 a.C.). Las inscripciones muestran que fue un buen rey y que recibió mucho respeto, pero no se conoce mucho acerca de su reinado salvo que durante este aumentó el poder de la clase sacerdotal. Fue sucedido por su hijo, Neferefra (2460-2458 a.C.), pero este murió tras un breve reinado, probablemente cuando tenía alrededor de 20 años. Lo sucedió el rey Shepseskara, del cual no se conoce nada.
A su vez, este fue sucedido por Nyuserra (2445-2422 a.C.), durante cuyo reinado los sacerdotes de Ra incrementaron aún más su poder. La burocracia de los templos y complejos funerarios también aumentó, lo que implicó un aumento de la presión sobre el tesoro real para cubrir los gastos de mantenimiento y conservación de los templos. Lo sucedió Menkauhor Ikahuor (2422-2414 a.C.), pero se sabe poco sobre su reinado, por ejemplo, que fue el último rey que construyó un templo del sol. El siguiente monarca fue Dyedkare Isesi (2414-2375 a.C.).
Los orígenes de Dyedkare Isesi son desconocidos. Se cree que no fue hijo de Menkauhor Ikahuor, pero es posible que haya pertenecido a su familia. Su reinado se vio marcado por una reforma exhaustiva de la burocracia y la clase sacerdotal en un intento de estabilizar la economía. Dyedkare Isesi rechazó la práctica tradicional de construir un templo en honor al dios solar y redujo la cantidad de sacerdotes necesarios para el mantenimiento de los complejos fúnebres. También organizó la segunda expedición a Punt, que enriqueció a Egipto y fortaleció los lazos con esta tierra.
Es posible que el abandono por parte de Dyedkare Isesi del culto del dios solar haya estado relacionado con el crecimiento del culto a Osiris y el énfasis en la vida eterna mediante la asociación con este dios, el que había muerto y regresado a la vida. Si bien el culto a Osiris no obtendría mayor difusión hasta el período del Imperio Medio de Egipto (2040-1782 a.C.), hay abundante evidencia de que esta deidad previamente asociada con la agricultura ya estaba vinculada con la muerte y la resurrección en el período del Imperio Antiguo. El hecho de que Dyedkare Isesi tuviera su propio culto siglos después de su muerte apoya esta hipótesis. El culto a Osiris terminó difundiéndose y adquiriendo mayor popularidad que el de Ra, por lo que es probable que Dyedkare Isesi, habiendo sido un promotor temprano del culto, haya sido objeto de gran respeto por parte de los miembros posteriores de este.
No obstante, el aspecto más característico del reinado de Dyedkare Isesi fue la descentralización del gobierno de Menfis, con el consecuente aumento del poder de los funcionarios locales, lo cual se llevó a cabo para reducir los costos de la masiva burocracia que se había generado durante la Dinastía IV y los comienzos de la quinta. Si bien la idea parecía sensata, en esencia terminó dándoles mayor poder a los sacerdotes locales, cuya influencia ya era lo suficientemente significativa como para que los funcionarios estatales debieran obedecerlos, por lo que los esfuerzos que había realizado el rey con el objeto de limitar el poder del sacerdocio terminaron siendo en vano
Dyedkare Isesi fue sucedido por su hijo Unis (2375-2345 a.C.), de cuyo reinado poco se conoce. Unis fue el primer rey de Egipto en el interior de cuya sepultura se pintaron e inscribieron aquellos textos que hoy en día se conocen como los Textos de las Pirámides. Estas inscripciones muestran al rey en comunión con Ra y Osiris, lo cual demuestra la influencia del culto de Osiris sobre Dyedkare Isesi en su reforma del culto a Ra, ya que el rey que lo sucedió (Unis) colocó a los dos dioses en pie de igualdad en su sepultura.
El declive y colapso de la Dinastía VI
Al comienzo de la Dinastía VI, la relevancia del rey ya había disminuido en gran medida. Durante el reinado del primer rey, Teti (2345-2333 a.C.), los sepulcros de los gobernadores y funcionarios locales ya eran más sofisticados que los de la nobleza. Según Manetón, el historiador del siglo III a.C., Teti fue asesinado por sus guardias, un delito que antes habría resultado inconcebible. Lo sucedió Userkara (2333-2332 a.C.), quien posiblemente participó en el complot que dio muerte al rey.
Su reinado fue breve, y lo sucedió Meryra Pepi I (2332-2283 a.C.), bajo cuyo reinado aumentó el poder de los nomarcas (gobernadores locales de los nomos). Esta tendencia continuó durante el reinado de Merenre Nemtyemsaf I (2283-2278 a.C.) y el de Neferkare Pepi II (2278-2184 a.C.), quien accedió al trono mientras era un niño y murió en la ancianidad, tras un reinado sorprendentemente extenso de casi un siglo.
Durante el largo reinado de Pepi II, el Imperio Antiguo se fue dirigiendo indefectiblemente hacia el colapso. El crecimiento del poder de los nomarcas provinciales, junto con aquel de los sacerdotes, erosionó la autoridad del gobierno central y del rey. Barbara Watterson escribe:
Cerca del fin de la Dinastía VI, el poder de la realeza sufrió un rápido declive, debido en gran parte a la carga insostenible sobre el erario público causada por la conservación de los monumentos fúnebres de los reyes pasados y por los obsequios de artefactos mortuorios y los tributos a los nobles. Las donaciones en favor de los sacerdotes mortuorios que se ocupaban de un número creciente de sepulturas resultó en el aumento de la riqueza del sacerdocio en detrimento del de la realeza. Al mismo tiempo, la autoridad de los gobernantes provinciales aumentó hasta el punto en que se convirtieron en barones de sus propios feudos. (52)
Pepi II fue sucedido por Merenra Nemtyemsaf II (en torno a 2184 a.C.), que tuvo un reinado muy breve, y la dinastía finalizó con Necherkara (2184-2181 a.C.), que algunos estudiosos y egiptólogos, como Percy E. Newberry y Toby Wilkinson, identifican con la reina Nitocris, quien, según Heródoto (Historias, Libro II 100), fue una reina egipcia que vengó el asesinato de su hermano ahogando a sus asesinos en un banquete. Newberry brinda evidencia verosímil que sostiene la veracidad de la versión de Heródoto, considerada por muchos un mito, a pesar de que no haya registros egipcios de estos eventos.
Pepi II había sobrevivido a todos sus sucesores al trono, y parece ser que fue un gobernante incompetente en sus últimos años. Cuando una inundación provocó la hambruna, ya no había un gobierno central que pudiera brindar una solución. Así, el Imperio Antiguo finalizó con la Dinastía VI, ya que ningún gobernante tuvo la fortaleza para acceder al trono y liderar a su pueblo. Los funcionarios regionales se ocuparon de su comunidad, y no sintieron la necesidad de ayudar al resto del reino (ni habrían tenido los recursos para hacerlo). Tras el fin de la Dinastía VI, Egipto ingresó en la era que hoy en día se conoce como el Primer Período Intermedio.