Un obelisco es un pilar rectangular de piedra terminado en una cúspide que forma un piramidión, dispuesto sobre una base y erigido en conmemoración de una persona o evento y en honor a los dioses. Los antiguos egipcios crearon esta forma en algún momento del Periodo Arcaico (en torno a 3150 - alrededor de 2613 a.C.) en consonancia con sus mastabas de ladrillos de barro cocido y antes de construir la pirámide escalonada de Djoser en Saqqara (en torno a 2670 a.C.). Se cree que los primeros obeliscos sirvieron a modo de entrenamiento para trabajar la piedra en proyectos monumentales, un paso necesario hacia la construcción de pirámides.
El nombre "obelisco" es "pincho" en griego, una pieza alargada y puntiaguda de madera que normalmente se usa para cocinar, porque el historiador griego Heródoto fue el primero en escribir sobre ellos y eligió ese nombre para designarlos. Los egipcios los llamaban tekhenu, que quiere decir "pinchar", en el sentido de "atravesar el cielo". Los obeliscos más antiguos ya no existen y solo se sabe de ellos a través de inscripciones posteriores, pero parece que no medían más de 3 metros (10 pies) de altura. Con el tiempo, llegarían a alcanzar más de 30 metros (100 pies). Aunque muchas culturas de todo el mundo, desde Asiria hasta Mesoamérica, utilizaron la forma del obelisco, tan solo en Egipto se hacían de monolitos, casi siempre de granito rojo. Cada uno de los obeliscos del antiguo Egipto se talló a partir de una sola piedra, que después se trasladó a la ubicación deseada y se erigió sobre una base. Aunque los arqueólogos y los estudiosos entienden cómo se tallaron y transportaron estos monumentos, nadie sabe cómo se levantaron; los intentos modernos de reproducir el levantamiento del obelisco utilizando tecnología del antiguo Egipto no lo han logrado.
Simbolismo del obelisco
Los obeliscos del antiguo Egipto representaban el benben, el montículo primordial sobre el que se alzó el dios Atum en la creación del mundo. Como tal, estaban asociados con el ave benu, la precursora egipcia del ave fénix griega. Según algunos mitos egipcios, el ave benu fue la primera criatura viva cuya llamada despertó la creación y puso la vida en marcha. El ave estaba vinculada a la estrella de la mañana y la renovación de cada día, pero también era el símbolo del fin del mundo; de la misma manera que graznido del pájaro había dado comienzo al ciclo de creación, también sería el sonido que indicara su fin.
Los egipcios creían que llegaría un día en que los dioses morirían y que todo regresaría a la uniformidad del caos primordial. El ave benu no elegiría cuándo llegaría ese final, sino que se lo indicaría el dios sol Ra, a quien, a su vez, habría de informar el dios Thot, guardián de los archivos de seres humanos y dioses. Sin embargo, el ave benu estaba vinculada principalmente con Ra (más tarde Amón y Amón-Ra) y con la luz y la vida. La egiptóloga Geraldine Pinch escribe lo siguiente al respecto:
A partir de los Textos de las Pirámides, el ave benu se asociaba estrechamente con el dios sol creador. En Heliópolis, el centro de la adoración solar, se decía que el ave benu se posaba en la piedra benben, una especie de obelisco primitivo, o en las ramas de un sauce sagrado. Cuando los reyes egipcios gobernaban durante treinta años, le pedían al ave benu que renovara su fuerza y su vitalidad (117).
Aunque mantenía su asociación con el ave benu, el obelisco se fue asociando cada vez más con Ra y la adoración solar, especialmente a partir del Imperio Nuevo de Egipto (en torno a 1570-1069 a.C.). Los obeliscos siempre se erigían por parejas respetando el valor egipcio del equilibrio y la armonía; la creencia era que los dos que había en la tierra estaban reflejados por otros dos en el cielo. El egiptólogo Richard H. Wilkinson escribe:
El fenómeno de la dualidad impregna la cultura egipcia y es la base del concepto egipcio del universo mismo. Pero en vez de centrarse en las diferencias esenciales entre dos mitades de una pareja dada, el pensamiento egipcio puede que resalte su naturaleza complementaria como una manera de expresar la unidad esencial de la existencia a través de la alineación y armonización de los opuestos; igual que hoy en día hablamos de "hombres y mujeres", "jóvenes y mayores", o "grandes y pequeños" para hablar del "todo" o de "todo el mundo" (129).
Los obeliscos duales se levantaban en honor a los logros de un gran rey (o, en el caso de Hatshepsut, una gran reina), pero también servían para honrar a los dioses o, más comúnmente, a uno específico. En el periodo del Imperio Nuevo de Egipto las creencias decían que los obeliscos estaban habitados por el espíritu del dios al que estaban dedicados, de la misma manera que creían que los dioses vivían realmente en sus templos. Tutmosis III (1458-1425 a.C.) del Imperio Nuevo instauró el ritual de ceremonia de ofrenda a los obeliscos de la misma manera que se llevaban ofrendas a los templos, y esta práctica continuó a lo largo del periodo Ptolemaico (323-30 a.C.), el último periodo de gobierno egipcio antes de que Roma anexionara el país a su imperio. Los faraones del Imperio Nuevo erigieron más obeliscos que cualquier otro porque creían que seguirían vivos a través de estos monumentos porque les seguirían llevando ofrendas tras su muerte.
Por tanto, los obeliscos representaban a una deidad viva, la vitalidad e inmortalidad del faraón y el concepto de dualidad y equilibrio. Sin embargo, independientemente de a qué o quién estuvieran dedicados, se erigían y colocaban de manera cuidadosa para que la primera y última luz del día acariciara la cúspide en honor al dios sol. La creencia era que el dios sol iniciaba un viaje peligroso por la noche, durante la cual viajaba en su barcaza por el inframundo y tenía que evitar ser destruido por la gran serpiente, Apofis. Los egipcios celebraban ceremonias para ahuyentar y debilitar a Apofis y mantener a salvo al dios sol y así participaban en el ciclo del día y la noche. Los obeliscos servían para honrar al dios sol desde que salía por la mañana y cruzaba el cielo hasta que desaparecía en la oscuridad del atardecer. A nivel práctico, el obelisco habría servido a modo de reloj de sol porque el viaje de Ra por el cielo quedaría indicado por la sombra del monumento excepto cuando el sol estaba directamente encima del obelisco y por tanto no arrojaba sombra.
Construcción y emplazamiento
El obelisco más grande que se creó jamás nunca llegó a erigirse: el llamado "obelisco sin terminar" de la reina Hatshepsut (1479-1458 a.C.), sigue tumbado hoy en día y se abandonó en la cantera de Asuán, un lugar que se usaba regularmente para extraer piedra para tales monumentos. Se cree que el obelisco sin terminar se encargó para erigirlo en Karnak, donde Hatshepsut ya había erigido el monumento que hoy en día se conoce como el Obelisco Laterano, que fue llevado a Roma en el siglo IV d.C. por Constancio II. El obelisco sin terminar mide 42 metros (137 pies) y pesa aproximadamente 1.200 toneladas. Las obras en el monumento se abandonaron cuando se partió mientras lo tallaban y hoy en día sigue en el mismo sitio en que se quedó hace miles de años cuando los obreros lo abandonaron. En la pieza todavía se pueden apreciar claramente las marcas de las herramientas y de las medidas, lo que nos da una idea de cómo se extraían las piedras para los obeliscos.
Los trabajadores empezaron a tallar el obelisco de granito en Asuán con cinceles y cuñas de madera. La egiptóloga Rosalie David explica:
Las pruebas en Asuán indican que, para extraer la piedra, los albañiles probablemente cincelaban agujeros en la roca con unas seis pulgadas de profundidad e introducían cuñas de madera en los agujeros. Después, mojaban las cuñas para que la madera se hinchara e hiciera que la roca se partiera. Luego podían cincelar el obelisco y transportarlo por río hasta el templo, donde se terminaba (171-172).
Las herramientas eran de piedra y metal, como cobre por ejemplo. También se usaba la roca volcánica (diorita) para soltar la piedra una vez hechos los agujeros. En cuanto a los descubrimientos de Flinders Petrie, David dice que "a los orfebres se les daba muy bien añadir ciertas aleaciones a los metales para que sirvieran para tareas específicas; también los templaban y por tanto es probable que pudieran producir las herramientas con la dureza necesaria para trabajar toda esa piedra" (172). No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo les llevaba a los trabajadores extraer y dar forma al obelisco, pero el proceso entero, desde la extracción inicial hasta el transporte y la erección del monumento, llevaba unos siete meses. La historiadora Margaret Bunson describe el proceso de transporte del obelisco de la cantera de Asuán hasta su destino en Tebas:
Una vez tallado el pilar como querían, se echaban cuerdas alrededor y se levantaba la piedra para colocarla en un pesado trineo. Hacían falta varios miles de obreros para tirar del trineo hasta llegar a orillas del Nilo. Allí había embarcaciones esperando en dique seco diseñadas específicamente para poder cargar los pilares de forma segura. El aspecto singular de este proceso de carga era que los barcos permanecían en dique seco hasta que los pilares estaban a bordo. Después se llenaba el dique de agua para hacer flotar el barco cargado. Una vez estabilizados el barco y el pilar, se abrían las compuertas del muelle y el barco descendía hasta el Nilo. Había nueve galeras, cada una con más de 30 remeros, que tiraban del barco y del obelisco hasta Tebas donde les esperaban una ceremonia ritual y la multitud. Se preparaba una rampa con anterioridad y se tiraba del pilar para subirlo al plano inclinado. La parte singular de la rampa era un agujero en forma de colador, lleno de arena. El obelisco se situaba sobre el agujero y se vaciaba la arena, de manera que el pilar descendía a su lugar. Una vez colocado el obelisco sobre la base y sujetado, los sacerdotes quitaban la rampa y la familia real llegaba para participar en los rituales de dedicación y en las ceremonias en honor al dios de la piedra (194-195).
La extracción, el transporte y la erección del obelisco están bien documentadas gracias a inscripciones, dibujos y cartas oficiales sobre el tema, pero no hay ninguna mención específica de cómo se erigía exactamente un obelisco sobre su base. La descripción de Bunson sobre el agujero en forma de colador se basa en las fuentes del antiguo Egipto, que parecen indicar que la base del obelisco estaba por debajo de la rampa y cubierta de arena. La base del obelisco se colocaba sobre el agujero, se despejaba la arena poco a poco para alzar el monumento mientras, cabe esperar, los obreros guiaban cuidadosamente el obelisco con cuerdas según se iba elevando.
Sin embargo, las inscripciones del antiguo Egipto sobre esta parte del proceso son confusas, y el problema de asumir que el agujero en la rampa aclara las cosas es que ese agujero tendría que haber tenido una profundidad considerable para ayudar a levantar un monumento de 30 metros de altura; tendría que haber habido algún tipo de ranura para evitar que se resbalara en la base, y los obreros tendrían que haber encontrado la manera de tirar del obelisco para ponerlo recto una vez rebasado cierto ángulo de inclinación. Los intentos modernos de replicar este proceso no lo han conseguido. En 1995 un equipo NOVA con el arqueólogo Mark Lehner intentó erigir un obelisco según lo explicado en las fuentes egipcias y no lo consiguió. Cuando lo intentaron con técnicas modernas, tampoco lo consiguieron. El agujero de arena solo tendría que haber sido lo suficientemente profundo como para que el borde de la parte inferior del obelisco llegara hasta el borde de una ranura en la base, pero así no sirvió. Además, el ángulo del obelisco según lo estaban levantando solo llegó a los 40 grados, y los obreros modernos con sus cuerdas no consiguieron encontrar la manera de seguir levantándolo.
En 2001, tras dejar de un lado las fuentes de la antigüedad, el profesor de aeronáutica Mory Gharib y su equipo erigieron un obelisco de más de 3.000 kilos con cometas, un sistema de poleas y un armazón de apoyo. Se sirvieron de la fuerza eólica y, tras calcular con precisión el contrapeso necesario para el sistema de poleas, levantaron el obelisco en 25 segundos. Gharib afirma que lo más probable es que fuera así como levantaron los obeliscos en la antigüedad, además de las pirámides y los templos de Egipto. No obstante, esta afirmación es mera especulación ya que no hay documentación alguna que indique que se usaban cometas para la construcción en el antiguo Egipto.
La descripción de Bunson, aunque cita específicamente Tebas, haría referencia a cualquiera de los lugares en los que se encontraron obeliscos. Aunque se construyeron principalmente en Karnak, también se levantaron frente a muchos templos desde Heliópolis (cerca del actual Cairo) en el Bajo Egipto hasta Elefantina en el Alto Egipto cerca de Asuán.
Obeliscos y templos
Los obeliscos se solían erigir en los patios de los templos en honor tanto al dios del recinto como al dios sol que surcaba los cielos por encima de él. El único obelisco que todavía sigue en el mismo lugar hoy en día es el de Senusret I (en torno a 1971-1926 a.C.), en la ubicación de un antiguo templo dedicado al dios sol en Heliópolis. Otros obeliscos o bien se los llevaron otras naciones o el gobierno egipcio moderno se los regaló a otros países. Sin embargo, las inscripciones y la documentación dejan claro que los obeliscos eran una característica regular de los templos a lo largo de toda la civilización egipcia de la antigüedad. Wilkinson comenta:
La orientación y el emplazamiento simbólicos se pueden apreciar quizás con más claridad en los templos egipcios, en los que se utilizaba constantemente tanto a gran escala como a un nivel menor. Muchos templos están situados en lugares sagrados o construidos lo suficientemente cerca del Nilo como para que queden en parte sumergidos durante las crecidas anuales del río, lo que es simbólico de la creación acuática del mundo. En algunos templos posteriores también se construyeron santuarios en el tejado y criptas bajo tierra que probablemente simbolizaban el cielo y el inframundo. Muchos templos estaban alineados, al menos en teoría, con el paso diario del sol. Esta alineación se ve en la colocación de pilones con forma de horizonte, imponentes obeliscos y discos solares pintados en los arquitrabes de eje este-oeste del templo (66).
Habrían medido y tallado los obeliscos con exactitud para que se amoldaran a un templo específico y la ubicación que tendrían en él. La idea era que la punta del piramidión del obelisco reflejara los primeros y últimos rayos del sol cada día, así que el monumento tenía que ser lo suficientemente alto y estar en la posición correcta para tal propósito. La ubicación del obelisco y su altura eran responsabilidad del rey que encargaba construir tanto el templo como el recinto en el que se encontraba. Wilkinson escribe:
Desde los propios cimientos del templo, el rey tenía un papel dominante en su construcción y funcionamiento. Cada uno de los monarcas tenía la responsabilidad de construir los sucesivos pilonos y patios que se iban añadiendo a los templos más grandiosos de Egipto, e incluso de completar las estructuras en otros casos. Las representaciones muestran al rey participando en un ritual fundacional conocido como "estiramiento del cordón", que probablemente ocurría antes de que empezaran los trabajos de construcción de un templo o una extensión. A menudo, estas representaciones muestran al rey realizando el rito con la ayuda de Seshat, la diosa de la escritura y las mediciones, un aspecto mítico que reforzaba el papel central y singular del rey en la construcción de templos (174).
Ramsés II (el Grande, 1279-1213 a.C.) fue quien encargó construir la mayor cantidad de obeliscos para los templos y quien alentó la respetada práctica de presentarles ofrendas. Erigió obeliscos desde el templo de Amón en Tebas, en el Alto Egipto, hasta Heliópolis en el Bajo Egipto, y sin duda había más en su ciudad de Pi-Ramsés, en la antigua ciudad de Avaris. Grandes porciones de Pi-Ramsés ("la ciudad de Ramsés") se desmantelaron para construir Tanis durante el reinado de Smendes (en torno a 1077-1051 a.C.) después de que el Nilo cambiara de curso y la antigua ciudad se quedara sin suministro de agua.
Durante todo el Tercer Período Intermedio (en torno a 1069-525 a.C.) Tanis fue una ciudad importante diseñada para imitar Tebas, una ciudad mucho más antigua, y aunque cabe la posibilidad de que los obeliscos se crearan para la ciudad en ese momento, es más probable que se trasladaran desde la ciudad de Ramsés. Al igual que con todos los demás aspectos de la construcción y colocación de los obeliscos, el esfuerzo necesario para realizar este transporte habría sido considerable, pero parece que, para los egipcios, los monumentos que atravesaban los cielos y honraban a los dioses bien valían la pena. Y parece que el resto del mundo está de acuerdo ya que los obeliscos egipcios, o imitaciones, se pueden ver en muchas ciudades modernas hoy en día.