La literatura del Antiguo Egipto comprende una amplia gama de formas narrativas y poéticas que incluyen inscripciones en tumbas, estelas, obeliscos y templos; mitos, cuentos y leyendas; escritos religiosos; obras filosóficas; literatura sapiencial; autobiografías; biografías; historias; poesía; himnos; ensayos personales; cartas y registros de la corte.
Aunque muchas de estas formas no suelen definirse como “literatura”, se las denomina de esta manera en los estudios egipcios porque muchas de ellas, especialmente las del Imperio Medio (2040-1782 a.C.), tienen un gran mérito literario. Los primeros ejemplos de escritura egipcia proceden del Periodo Dinástico Temprano (alrededor de 6000- 3150 a.C.) en forma de Listas de Ofrendas y autobiografías; las autobiografías se grababan en la tumba junto con la Lista de Ofrendas para que los vivos supieran qué regalos llevar y en qué cantidad en sus visitas regulares a la tumba del fallecido.
Como se pensaba que los muertos seguían viviendo después de que sus cuerpos fallaran, las ofrendas regulares en las tumbas era algo importante a tener en cuenta. Los muertos debían seguir comiendo y bebiendo, aunque ya no tuvieran una forma física. De la Lista de Ofrendas surgió la Oración de Ofrendas, una obra literaria estándar que sustituiría a la Lista de Ofrendas, y de las autobiografías surgieron los Textos de las Pirámides, que eran relatos del reinado de un rey y su exitoso viaje al más allá; ambos desarrollos tuvieron lugar durante el periodo del Imperio Antiguo (alrededor de 2613-2181 a.C.).
Estos textos estaban escritos en jeroglíficos (“tallas sagradas”), un sistema de escritura que combinaba fonogramas (símbolos que representan sonidos), logogramas (símbolos que representan palabras) e ideogramas (símbolos que representan significados o sentidos). La escritura jeroglífica era muy laboriosa, por lo que surgió junto a ella otra escritura conocida como hierática (“escrituras sagradas”), con la que se trabajaba más rápido y era más fácil de usar.
La hierática se basaba en la escritura jeroglífica y seguía los mismos principios, pero era menos formal y precisa. La escritura jeroglífica se escribía cuidando especialmente la belleza estética de la disposición de los símbolos; la hierática se utilizaba para transmitir información de forma rápida y sencilla. Hacia el año 700 a.C., la escritura hierática fue sustituida por la escritura demótica (“escritura popular”), que continuó utilizándose hasta el auge del cristianismo en Egipto y la adopción de la escritura copta hacia el siglo IV a.C.
La mayor parte de la literatura egipcia se escribía en jeroglíficos o en escritura hierática; los jeroglíficos se utilizaban en monumentos como tumbas, obeliscos, estelas y templos mientras que la escritura hierática se empleaba para escribir en rollos de papiro y vasijas de cerámica. Aunque la escritura hierática, y más tarde la demótica y la copta, se convirtieron en el sistema de escritura común de las personas cultas y alfabetizadas, los jeroglíficos siguieron utilizándose a lo largo de la historia de Egipto para las estructuras monumentales hasta que se olvidaron durante el primer periodo cristiano.
Aunque la definición de “literatura egipcia” incluye muchos tipos de escritos diferentes, para los fines presentes se prestará atención sobre todo a las obras literarias estándar, como los cuentos, las leyendas, los mitos y los ensayos personales. Se mencionarán otros tipos de obras cuando sean especialmente significativas. La historia egipcia, y por tanto la literatura, se extiende a lo largo de siglos y llena volúmenes de libros; un solo artículo no podría hacer justicia al tema si intentara cubrir la amplia gama de obras escritas de esta cultura.
La literatura del Imperio Antiguo
Las listas de ofrendas y las autobiografías, aunque no se consideran “literatura”, son los primeros ejemplos del sistema de escritura egipcio en acción. La lista de ofrendas era una simple instrucción, conocida por los egipcios como hetep-di-nesw (“una bendición dada por el rey”), inscrita en una tumba en la que se detallaban la comida, la bebida y otras ofrendas apropiadas para la persona allí enterrada. La autobiografía, escrita después de la muerte de la persona, se inscribía siempre en primera persona, como si fuera el propio difunto el que estuviera hablando. La egiptóloga Miriam Lichtheim escribe:
El objetivo básico de la autobiografía, el autorretrato en palabras, era el mismo que el autorretrato en escultura y relieve: resumir los rasgos característicos de la persona individual en términos de su valor positivo y de cara a la eternidad. (4)
Estas primeras necrológicas se vieron incrementadas por un tipo de escritura formulada que ahora se conoce como Catálogo de Virtudes y que surgió de “la nueva capacidad de capturar las experiencias sin forma de la vida y llevarlas a los pensamientos duraderos de la palabra escrita” (Lichtheim, 5). El Catálogo de Virtudes acentuaba el bien que había hecho una persona en su vida y lo digno que era de ser recordado. Lichtheim señala que la importancia de las Virtudes residía en que “reflejaban las normas éticas de la sociedad”, mientras que, a la vez, dejaban claro que el fallecido se había ceñido a esas normas (5). Algunas de estas autobiografías y listas de virtudes eran breves, inscritas en una puerta falsa o alrededor de los dinteles; otras, como la conocida Autobiografía de Weni, estaban inscritas en grandes losas monolíticas y eran bastante detalladas. La autobiografía estaba escrita en prosa; el Catálogo, en poesía formulista. Un ejemplo típico de esto se ve en la Inscripción de Nefer-Seshem-Ra llamada Sheshi de la VI Dinastía del Imperio Antiguo:
Vengo de mi pueblo
He descendido de mi nomo
He hecho justicia a su señor
Le he satisfecho con lo que ama.
He hablado con la verdad, he hecho lo correcto
Hablé con justicia, repetí con justicia
Aproveché el momento oportuno
Para quedar bien con la gente.
Juzgué entre dos para contentarlos
Rescaté al débil del más fuerte
En la medida de mis posibilidades.
Di pan al hambriento, ropa al desnudo
Llevé a tierra al que no tenía barca.
Enterré al que no tenía hijo
hice una barca para el que carecía de ella.
Respeté a mi padre, complací a mi madre,
crié a sus hijos.
Así lo dice aquel cuyo apodo es Sheshi. (Lichtheim, 17)
Estas autobiografías y listas de virtudes dieron lugar a los Textos de las Pirámides de las dinastías V y VI, que estaban reservados a la realeza y narraban la vida de un rey, sus virtudes y su viaje al más allá. Por lo tanto, trataban de abarcar la vida terrenal del difunto y su viaje inmortal hacia la tierra de los dioses y, con ello registraban las primeras creencias religiosas. Los mitos de la creación, como la famosa historia de Atum de pie sobre el montículo primordial en medio de las aguas arremolinadas del caos, tejiendo la creación a partir de la nada, proceden de los Textos de las Pirámides. Estas inscripciones también incluyen alusiones a la historia de Osiris, su asesinato a manos de su hermano Set, su resurrección de entre los muertos a manos de su hermana-esposa Isis, y al cuidado de su hijo Horus en los pantanos del Delta.
Un poco después de los Textos de las Pirámides, apareció un conjunto de obras conocidas como Instrucciones de Sabiduría. Estas obras ofrecen breves máximas sobre cómo vivir muy en la línea del Libro de Proverbios de la Biblia y, en muchos casos, anticipan el mismo tipo de consejos que se encuentran en Proverbios, Eclesiastés, Salmos y otras narraciones bíblicas. La Instrucción más antigua es la del príncipe Hardjedef, escrita en algún momento de la Dinastía V, que incluye consejos, por ejemplo:
Purifícate a ti mismo
Para que no sea otro el que te purifique.
Cuando prosperes, funda tu hogar,
Toma una esposa alegre, te nacerá un hijo.
Construirás una casa para el hijo
Cuando te hayas hecho una para ti. (Lichtheim, 58)
La Instrucción dirigida a Kagmeni, más tardía, aconseja:
El hombre respetuoso prospera,
Se alaba al modesto.
Se abre la tienda al silencioso,
El asiento del silencioso es amplio
¡No charles!...
Cuando te sientes en compañía.
Evita la comida que te agrade;
La contención es un momento breve
La gula es deshonrosa y se recrimina.
Un vaso de agua sacia la sed,
Un bocado de hierbas fortalece el corazón. (Lichtheim, 59-60)
Hubo una serie de textos de este tipo, todos ellos escritos según el modelo de la literatura naru mesopotámica en los que la obra se atribuye a un personaje famoso o lo presenta de forma destacada. El verdadero príncipe Hardjedef no escribió su Instrucción ni a Kagemni tampoco se le adjudicó su propia obra. Al igual que en la literatura naru, se eligió a una persona conocida para dar más peso al material y, por tanto, una mayor aceptación. La literatura sapiencial, los Textos de las Pirámides y las inscripciones autobiográficas se desarrollaron notablemente durante el Imperio Antiguo y se convirtieron en la base de la literatura del Imperio Medio.
Literatura del Imperio Medio
El Imperio Medio se considera la época clásica de la literatura egipcia. Durante esta época se creó la escritura conocida como egipcio medio, considerada la forma más elevada de los jeroglíficos y la que más se ve en los monumentos y otros artefactos de los museos en la actualidad. La egiptóloga Rosalie David comenta sobre este periodo:
La literatura de ésta época refleja mayor profundidad y madurez, la que el país ha adquirido como resultado de las guerras civiles y las convulsiones del primer período intermedio. Se desarrollan nuevos géneros literarios que incluyen la llamada literatura pesimista, que sea quizá la que mejor ilustra el autoanálisis y las dudas que experimentaban entonces los egipcios. (209)
La literatura pesimista que menciona David es una de las mejores obras del Imperio Medio, ya que no sólo expresa una profunda comprensión de las complejidades de la vida, sino que lo hace con una prosa elevada. Algunas de las obras más conocidas de este género (generalmente conocido como Literatura Didáctica porque enseña alguna lección) son La disputa entre un hombre y su Ba (alma), El campesino elocuente, La sátira de los oficios, La instrucción del rey Amenemhet I para su hijo Senusret I, las Profecías de Neferti y las Admoniciones de Ipuwer.
La Disputa entre un hombre y su Ba se considera el texto más antiguo del mundo sobre el suicidio. La obra presenta una conversación entre un narrador y su alma sobre las dificultades de la vida y cómo se debe vivir. En pasajes que recuerdan al Eclesiastés o al bíblico Libro de las Lamentaciones, el alma intenta consolar al hombre recordándole las cosas buenas de la vida, la bondad de los dioses, y cómo debe disfrutar de la vida mientras pueda porque pronto estará muerto. El egiptólogo W.K. Simpson ha traducido el texto como El hombre que estaba cansado de la vida y no está de acuerdo con la interpretación de que tiene que ver con el suicidio. Simpson escribe:
Este texto del Imperio Medio, conservado en el papiro Berlín 3024, se ha interpretado a menudo como una discusión sobre el tema del suicidio entre un hombre y su ba. Yo expongo aquí la sugerencia de que el texto es, de alguna manera, de otra naturaleza. Lo que se presenta en este texto no es una discusión, sino un cuadro depresivo de un hombre debido a los males de la vida hasta el punto de sentirse incapaz de llegar a aceptar de ninguna manera la bondad innata de la existencia. Su yo interior, por decirlo así, es incapaz de integrarse y de estar en paz. (178)
La profundidad de la conversación entre el hombre y su alma, y el abanico de experiencias vitales que se tocan, se ve también en las otras obras mencionadas. En El campesino elocuente, un rico terrateniente roba a un pobre hombre que sabe hablar bien y este presenta su caso al alcalde de la ciudad. El alcalde está tan impresionado con su capacidad de hablar que le niega la justicia para poder escucharle más tiempo. Aunque al final el campesino recibe lo que le corresponde, la obra ilustra la injusticia de tener que complacer y entretener a quienes ocupan posiciones de autoridad para recibir lo que deberían libremente.
La Sátira de los Oficios se presenta como un hombre aconsejando a su hijo que se haga escriba porque la vida es dura y la mejor vida posible es aquella en la que un hombre puede estar sentado todo el día sin hacer otra cosa que escribir. Todos los demás oficios que se pueden practicar se presentan como un trabajo y un sufrimiento interminables en una vida que es demasiado corta y preciosa para desperdiciarla.
El tema del padre aconsejando a su hijo sobre el mejor camino a tomar en la vida se usa también en otras obras. En la Instrucción de Amenemhat, el fantasma del rey asesinado advierte a su hijo de que no confíe en sus allegados porque la gente no siempre es lo que parece; lo mejor es fiarse de sí mismo y desconfiar de los demás. El fantasma de Amenemhat cuenta la historia de cómo fue asesinado por sus allegados porque cometió el error de creer que los dioses le recompensarían por una vida virtuosa rodeándole de aquellos en los que podía confiar. En el Hamlet de Shakespeare, Polonio aconseja a su hijo: “Esos amigos que tienes, y de su adopción probada/ Sujétalos a tu alma con aros de acero/ Pero no entorpezcas tu palma con el entretenimiento de cada coraje recién nacido y sin desarrollar” (I.iii.62-65). Polonio le dice aquí a su hijo que no pierda el tiempo con los que apenas conoce, sino que confíe sólo en los que han demostrado ser dignos. El fantasma de Amenemhat I deja claro que incluso este es un camino insensato:
No confíes en un hermano,
No reconozcas a nadie como amigo,
No promuevas compañeros íntimos,
Porque de ellos nada sacarás,
Cuando te acuestes a la noche,
deja que sea tu propio corazón el que vele por ti,
Porque no hay hombre que tenga quien lo defienda el día de la tribulación (Simpson, 168)
El verdadero rey Amenemhat I (alrededor de 1991-1962 a.C.) fue el primer gran rey de la Dinastía XII y, de hecho, fue asesinado por sus allegados. La Instrucción que lleva su nombre fue escrita más tarde por un escriba desconocido, probablemente a petición de Senusret I (alrededor de 1971-1926 a.C.) a modo de elegía a su padre y para vilipendiar a los conspiradores. Amenemhat I es alabado además en la obra Las Profecías de Neferti, que predice la llegada de un rey (Amenemhat I) que será el salvador del pueblo, resolverá todos los problemas del país e inaugurará una época dorada. La obra fue escrita después de la muerte de Amenemhat I, pero se presenta como si fuera una profecía real anterior a su reinado.
Este tema de la “falsa profecía”, una visión registrada después del acontecimiento que supuestamente predice, es otro elemento que se encuentra en la literatura naru mesopotámica, donde los “hechos” históricos se reinterpretan para adaptarse a los propósitos del escritor. En el caso de las Profecías de Neferti, la pieza se centra en lo poderoso que fue el rey Amenemhat I, por lo que la visión de su reinado se sitúa más atrás en el tiempo para mostrar cómo fue elegido por los dioses para cumplir este destino y salvar a su país. La pieza también sigue un tema común de la literatura del Imperio Medio al contrastar la época de prosperidad del reinado de Amenemhat I, una “época dorada”, con otra anterior de desunión y caos.
Las Admoniciones de Ipuwer abordan este tema de la época dorada de forma más completa. La obra, que en su día se consideraba un reportaje histórico, ha pasado a ser reconocida como literatura del género didáctico del orden frente al caos, en la que se contrasta una época actual de desesperación e incertidumbre con una época anterior en la que todo era bueno y la vida era fácil. Las Admoniciones de Ipuwer son citadas a menudo por quienes desean alinear las narraciones bíblicas con la historia egipcia como prueba de las Diez Plagas del Libro del Éxodo, pero no es tal cosa.
No sólo no tiene ninguna relación con las plagas bíblicas, sino que es un tipo de obra literaria que muchas culturas han producido a lo largo de la historia hasta la actualidad. No es exagerado decir que todo el mundo, en algún momento de su vida, ha mirado al pasado y lo ha comparado favorablemente con el presente. Las Admoniciones de Ipuwer se limitan a recoger esa experiencia, aunque quizá de forma más elocuente que la mayoría, y no pueden interpretarse en modo alguno como un auténtico relato histórico.
Además de estas obras en prosa, el Imperio Medio también produjo la poesía conocida como La historia del Harpista (también conocida como Las Canciones del Harpista), que frecuentemente cuestiona la existencia de una vida posterior ideal y la misericordia de los dioses y, al mismo tiempo, creó himnos a esos dioses afirmando dicha vida posterior. Las narraciones en prosa más famosas de la historia egipcia, el Cuento del náufrago y la Historia de Sinuhé, proceden también del Imperio Medio. El Cuento del náufrago presenta a Egipto como el mejor de los mundos posibles a través de la narración de un hombre que naufraga en una isla y al que se le ofrecen todo tipo de riquezas y felicidad; sin embargo, las rechaza porque sabe que lo único que quiere es volver a Egipto. La historia de Sinuhé refleja el mismo ideal, ya que un hombre es conducido al exilio tras el asesinato de Amenemhat I y anhela su vuelta a casa.
Las complejidades que vivió Egipto durante el Primer Periodo Intermedio (2181-2040 a.C.) quedaron reflejadas en la literatura que siguió en el Periodo Medio. En contra de lo que aún se afirma en los libros de historia de Egipto, el Primer Periodo Intermedio no fue una época de caos, oscuridad y angustia universal; fue simplemente una época en la que no existía un gobierno central fuerte. Esta situación dio lugar a una democratización del arte y la cultura, ya que las distintas regiones desarrollaron sus propios estilos, que se valoraron tanto como se había valorado el arte real en el Imperio Antiguo.
Sin embargo, los escribas del Imperio Medio miraron hacia atrás, a la época del Primer Periodo Intermedio, y vieron en ella un claro alejamiento de la gloria del Imperio Antiguo. Obras como Las Admoniciones de Ipuwer fueron interpretadas por los egiptólogos posteriores como relatos precisos del caos y el desorden de la época que precedió al Imperio Medio, pero en realidad, si no fuera por la libertad de exploración y expresión en las artes que fomentó el Primer Periodo Intermedio, los escribas posteriores nunca habrían podido escribir las obras que produjeron.
Las autobiografías reales y las listas de ofrendas del Imperio Antiguo, que sólo estaban al alcance de los reyes y los nobles, fueron utilizadas en el Primer Periodo Intermedio por cualquiera que pudiera permitirse construir una tumba, tanto si pertenecía a la realeza como si no. De la misma manera, la literatura del Imperio Medio presentaba historias que podían alabar a un rey como Amenemhat I o presentar los pensamientos y sentimientos de un marinero común o de un narrador sin nombre en conflicto con su alma. La literatura del Imperio Medio abrió el abanico de la expresión ampliando los temas sobre los que se podía escribir y esto no habría sido posible sin el Primer Periodo Intermedio.
Después de la época de la Dinastía XII, en la que se crearon la mayoría de las grandes obras, la Dinastía XIII, más débil, gobernó Egipto. El Imperio Medio decayó durante esta dinastía en todos los aspectos, hasta el punto de permitir que un pueblo extranjero se hiciera con el poder en el bajo Egipto: los hicsos y su periodo de control, al igual que el Primer Periodo Intermedio, serían vilipendiados por los escribas egipcios posteriores que volverían a escribir sobre una época de caos y oscuridad. Sin embargo la realidad fue que los hicsos aportarían valiosas contribuciones a la cultura egipcia, aunque éstas se ignoraran en la literatura posterior del Imperio Nuevo.
La literatura del Imperio Nuevo
Entre el Imperio Medio y la era conocida como Imperio Nuevo se sitúa la época que los estudiosos denominan Segundo Periodo Intermedio (alrededor de 1782-1570 a.C.). Durante esta época, el gobierno de Egipto estaba dividido entre los reyes extranjeros de los hicsos en el Bajo Egipto en Avaris, el gobierno egipcio de Tebas en el Alto Egipto y el control de la parte sur del Alto Egipto por parte de los nubios. Egipto fue unificado, y los hicsos y nubios expulsados más allá de las fronteras, por Ahmose de Tebas (alrededor de 1570-1544 a.C.), que inauguró el Imperio Nuevo. El recuerdo de la “invasión” hicsa permaneció fresco en la mente de los egipcios y se reflejó en la política y la literatura de la época.
Los primeros faraones del Imperio Nuevo se dedicaron a prevenir cualquier tipo de incursión como la de los hicsos y por ello se embarcaron en una serie de campañas militares para ampliar las fronteras de Egipto; esto dio lugar a la Era del Imperio para Egipto, que se reflejó en un mayor alcance de contenido en la literatura y el arte. Las inscripciones monumentales de los dioses de Egipto y su apoyo duradero al faraón se convirtieron en un vehículo para expresar la superioridad del país sobre sus vecinos, las historias y los poemas reflejaron un mayor conocimiento del mundo más allá de las fronteras de Egipto, y el antiguo tema del orden frente al caos se reimaginó como una lucha divina. Estos temas más amplios se acentuaron por encima de las visiones pesimistas y complejas del Imperio Medio. Los hicsos y el Segundo Periodo Intermedio hicieron por el arte y la literatura del Imperio Nuevo lo mismo que el Primer Periodo Intermedio había hecho por el Imperio Medio; hizo que las obras fueran más ricas y complejas en cuanto a trama, estilo y caracterización. Rosalie David escribe:
La literatura del Imperio Nuevo, desarrollada en un periodo en el que Egipto había fundado un imperio, muestra un enfoque más cosmopolita. Esto se expresa en los textos que tratan de promover al gran dios del estado, Amón-Ra, como creador universal y en las inscripciones talladas en las paredes de los templos y en otros lugares que relatan las victorias militares del rey en Nubia y Siria. (210)
Sin embargo, esto sólo es cierto para las inscripciones monumentales y los himnos. Las inscripciones son de carácter religioso y se centran en los dioses, normalmente en Amón o en Osiris e Isis, los dioses de los dos cultos religiosos más populares de la época. Los relatos y poemas, sin embargo, seguían tratando en su mayor parte de los conflictos a los que se enfrentaba la gente en su vida, como lidiar con la injusticia, un cónyuge infiel o tratar de vivir la vida plenamente ante la muerte. Estos mismos temas se habían tocado o tratado completamente durante el Imperio Medio, pero los textos del Imperio Nuevo muestran una conciencia de otras culturas, otros valores, más allá del paradigma egipcio.
La literatura del Imperio Medio se consideraba ahora “clásica” y formaba parte del currículo de los estudiantes que aprendían a ser escribas. Un aspecto interesante de la literatura del Imperio Nuevo es su énfasis en la importancia de la tradición de los escribas. Los escribas siempre habían sido considerados un aspecto importante de la vida cotidiana egipcia y la popularidad de La sátira de los oficios deja claro que los lectores del Imperio Medio lo reconocían. Sin embargo, en el Imperio Nuevo, en las obras que se conservan en el Papiro Lansing y en el Papiro Chester Beatty IV, un escriba no es simplemente una profesión respetada, sino alguien que es casi como un dios en la capacidad de expresar conceptos en palabras, de crear algo de la nada, y así convertirse en inmortal a través de su trabajo. Lichtheim comenta el Papiro Chester Beatty IV:
El papiro Chester Beatty IV es una miscelánea típica de los escribas. El anverso contiene himnos religiosos; el reverso consta de varias piezas breves relacionadas con la profesión de escriba. Entre ellos, hay un fragmento de un interés poco común. Se trata de un elogio de la profesión de escritor que va más allá de los tópicos habituales y propone la notable idea de que la única inmortalidad que puede alcanzar el hombre es la fama de su nombre transmitida por sus libros. El hombre se convierte en polvo; sólo la palabra escrita perdura. (Imperio Nuevo, 167)
El concepto de la naturaleza sagrada de las palabras tenía una larga historia en Egipto. Se creía que la palabra escrita había sido entregada a la humanidad por el dios de la sabiduría y el conocimiento, Thot. El culto a Thot puede fecharse a finales del periodo predinástico (alrededor de 6000-3150 a.C.), cuando los egipcios empezaron a descubrir la escritura. Durante la 2ª Dinastía del Periodo Dinástico Temprano, Thot recibió una consorte: su a veces esposa/ a veces hija Seshat. Seshat era la diosa de todas las formas de escritura, patrona de las bibliotecas y los bibliotecarios, que estaba al tanto de lo que se escribía en la tierra y guardaba una copia del trabajo del escriba en la biblioteca celestial de los dioses.
Seshat (“la escriba”), como parte de sus responsabilidades, también presidía la contabilidad, los registros, el censo y las mediciones en la creación de edificios y monumentos sagrados. Se la invocaba regularmente como parte de la ceremonia conocida como “el estiramiento de la cuerda”, en la que el rey medía el terreno sobre el que se construía un templo. Como tal, se la conocía como la Señora de los Constructores, que medía el terreno y ponía los cimientos de los templos. El egiptólogo Richard H. Wilkinson escribe: “parece que no tenía un templo propio, pero en virtud de su papel en la ceremonia de fundación, formaba parte de la construcción de todos los templos” (167). Sin embargo, su participación en el complejo del templo no finalizaba con su creación, ya que continuaba habitando una parte del templo conocida como la Casa de la Vida. Rosalie David explica la función de esta parte del templo:
La Casa de la Vida parece haber sido una zona del templo que actuaba como biblioteca, scriptorium e institución de enseñanza superior, donde se producían y almacenaban los escritos sagrados y donde se impartía la instrucción. Probablemente se compilaban y copiaban allí textos médicos y mágicos, así como libros religiosos. A veces esta institución podía estar situada en el propio templo, pero en otros casos probablemente se encontraba en uno de los edificios del recinto del templo. Se sabe muy poco de su administración u organización, pero es posible que todas las ciudades grandes tuvieran una. Se sabe que existieron en Tell el-Amarna, Edfu y Abidos. (203)
El nombre de la institución refleja el valor que los egipcios daban a la palabra escrita. La Casa de la Vida; escuela, biblioteca, editorial, distribuidora y productora de talleres de escritores, estaba presidida por Seshat, que se aseguraba de guardar copias de todo lo que allí se producía en su propia biblioteca celestial.
Durante el Imperio Nuevo, estas obras eran principalmente himnos, oraciones, instrucciones de sabiduría, cantos de alabanza, poemas de amor e historias. El poema de amor egipcio del Imperio Nuevo es muy similar en muchos aspectos al Cantar de los cantares y a las composiciones mucho más tardías de los trovadores de la Francia del siglo XII en su evocación de una amada incomparable y digna de toda devoción y sacrificio. Los mismos sentimientos y, a menudo, metáforas, utilizados en estos poemas de amor del Imperio Nuevo siguen siendo reconocibles en las letras de la música popular en la actualidad.
La estructura narrativa de la obra en prosa de la época, y a veces incluso los elementos de la trama, se reconocerán también en obras posteriores. En la Historia de La Verdad y la Falsedad (también conocida como El cegamiento de la Verdad por la Falsedad), un príncipe bueno y noble (la Verdad) es cegado por su malvado hermano (la Falsedad), que lo expulsa de la finca y asume su papel. La Verdad se hace amiga de una mujer que se enamora de él y tienen un hijo que, cuando descubre la identidad noble de su padre, lo venga y recupera su derecho de nacimiento del usurpador.
Esta línea argumental se ha utilizado, con modificaciones, en muchas historias desde entonces. El argumento básico de cualquier relato de aventuras se utiliza en la historia conocida como El informe de Wenamun, que trata de un funcionario enviado en una simple misión para conseguir madera para un proyecto de construcción. En el transcurso de lo que debía ser un viaje corto y fácil, Wenamun se encuentra con numerosos obstáculos que debe superar para alcanzar su objetivo y regresar a casa.
Dos de los cuentos más conocidos son El príncipe amenazado por tres destinos (también conocido como El príncipe condenado) y Los dos hermanos (también conocido como El destino de una esposa infiel). El príncipe condenado tiene todos los elementos de los cuentos de hadas europeos posteriores y comparte una interesante similitud con la historia del despertar de Buda: nace un hijo de una pareja noble y las Siete Hathors (que decretan el destino de uno al nacer) llegan para decirles al rey y a la reina que su hijo morirá a manos de un cocodrilo, una serpiente o un perro. Su padre, deseando mantenerlo a salvo, construye una casa de piedra en el desierto y lo mantiene allí alejado del mundo. El príncipe crece en el aislamiento de este entorno perfectamente seguro hasta que, un día, sube al tejado de su casa y ve el mundo fuera de su entorno artificial.
Le dice a su padre que debe partir para conocer su destino, sea cual sea. En su viaje encuentra a una princesa en un alto castillo con muchos pretendientes rodeando la torre que intentan lograr la hazaña de saltar lo suficientemente alto para alcanzar el borde de la ventana y besarla. El príncipe lo consigue, venciendo a los demás, y luego tiene que soportar una prueba para conseguir el consentimiento del padre. Se casa con la princesa y más tarde se encuentra con los tres destinos: el cocodrilo, la serpiente y el perro, y los vence a todos. Falta el final del manuscrito, pero se supone, basándose en la estructura narrativa, que la conclusión sería que la pareja vive feliz para siempre.
Los dos hermanos cuenta la historia de los hermanos divinos Anubis y Bata, que vivían juntos con la esposa de Anubis. La esposa se enamora del hermano menor, Bata, e intenta seducirlo un día que regresa a casa del campo. Bata la rechaza, prometiendo que nunca hablará del incidente a su hermano, y se marcha. Cuando Anubis vuelve a casa encuentra a su mujer angustiada y ella, temiendo que Bata no cumpla su palabra, le cuenta a su marido que Bata intentó seducirla. Anubis planea matar a Bata, pero los dioses advierten al hermano menor y este escapa. Anubis se entera de la verdad sobre su esposa infiel, que continúa causando más problemas a ambos, y debe hacer penitencia antes de que los hermanos se unan y la esposa sea castigada.
De esta misma época procede el texto conocido como Las contiendas de Horus y Set, aunque la historia en sí sin duda es más antigua. Este relato es una versión divina del tema del orden contra el caos del Imperio Medio en el que Horus (campeón del orden) vence a su tío Set (que simboliza el caos) para vengar a su padre Osiris y restaurar el Imperio que Set ha usurpado. Horus, el príncipe, debe vengar el asesinato de su padre a manos de su tío y, para ello, debe superar una serie de pruebas para demostrar que es digno del trono. Este es el paradigma básico que el erudito Joseph Campbell denomina “el viaje del héroe” y puede verse en mitos de todo el mundo y a lo largo de la historia. La duradera popularidad de las películas de La Guerra de las Galaxias de George Lucas se debe a su relación con la forma narrativa y al simbolismo de este tipo de relatos.
Las contiendas de Horus y Set, aunque probablemente nunca fueron leídas por autores posteriores, es un precursor de dos de las tramas más queridas y populares de la literatura occidental: Hamlet y Cenicienta. El autor estadounidense Kurt Vonnegut ha señalado que ambas historias han sido reimaginadas con gran éxito en múltiples ocasiones. La historia de los desheredados que recuperan lo que les pertenece por derecho, a veces a un gran precio, sigue resonando en el público actual, al igual que Las contiendas de Horus y Set en el antiguo Egipto.
Sin embargo, probablemente la pieza literaria más conocida de los textos del Imperio Nuevo sea El libro de la salida del día, comúnmente conocido como El libro egipcio de los muertos. Aunque los conceptos y hechizos del Libro egipcio de los muertos se originaron en el periodo dinástico temprano y el libro tomó forma en el Imperio Medio, se hizo extremadamente popular en el Imperio Nuevo y los textos mejor conservados que tenemos de la obra datan de esa época.
El libro egipcio de los muertos es una serie de “hechizos” que son instrucciones para los difuntos en la otra vida para ayudarles a sortear diversos peligros y encontrar la paz eterna en el paraíso. La obra no es una “antigua Biblia egipcia”, como algunos han afirmado, ni un “texto mágico de hechizos”. Como el más allá era obviamente un reino desconocido, el Libro egipcio de los muertos se creó para proporcionar al alma del difunto una especie de mapa que le sirviera de guía y protección en la tierra de los muertos.
La literatura del antiguo egipto podría considerarse una de las bases de las obras posteriores si no fuera porque los textos se perdieron y la lengua se olvidó durante siglos. Lo mejor que se puede argumentar es que los escribas hebreos que escribieron las narraciones bíblicas pudieron conocer algunas versiones de estos textos y que los escritores posteriores tomaron tramas y temas de allí, pero esto es una especulación.
Las diferentes culturas llegan a conclusiones similares muchas veces a lo largo de la historia sin ningún contacto aparente, baste como ejemplo la forma piramidal de los mayas, egipcios y chinos. Sin embargo, es posible que los textos egipcios inspiraran o al menos brindaran ciertos aspectos a las narraciones bíblicas que luego los escritores posteriores tomaron prestados para sus obras. Por supuesto, es igualmente posible que la historia del héroe que triunfa sobre las fuerzas de la oscuridad y el desorden simplemente resuene en un nivel muy profundo con la humanidad y no sea necesario que los escritores posteriores tomen prestada la obra.
Tras el Imperio Nuevo llegó la época conocida como Tercer Periodo Intermedio (alrededor de 1069-525 a.C.) y luego el Periodo Tardío (525-323 a.C.) y la Dinastía Ptolemaica (323-30 a.C.), tras la cual Egipto fue anexionado por Roma. Alrededor del siglo IV de nuestra era, el cristianismo cobró importancia en Egipto y los egipcios cristianos, conocidos como coptos, desarrollaron su propia escritura, una especie de híbrido entre el egipcio demótico y el griego, y los antiguos textos de escritura jeroglífica y hierática cayeron en el olvido.
Las inscripciones de los monumentos y templos, y todos los textos de las bibliotecas y las Casas de la Vida, se volvieron incomprensibles hasta el descubrimiento de la Piedra de Rosetta en 1798 y el gran avance en el descifrado de los jeroglíficos que permitió Jean-François Champollion en 1824. Cuando Champollion desveló el misterio del texto antiguo, se había creado todo un mundo literario sin el beneficio de las antiguas obras egipcias y, sin embargo, las tramas de estas historias y poemas olvidados aparecen en textos de todo el mundo; testimonio de la naturaleza primordial y poderosa de estos temas para tocar los aspectos que más resuenan en la experiencia humana.