Jaemuaset (también Kaemuaset, en torno a 1281-1225 a.C.) era el cuarto hijo de Ramsés II (1279-1213 a.C.) y su reina Isetnefret. Es el más conocido de los muchos hijos de Ramsés II después del faraón Merenptah (1213-1203 a.C.).
Jaemuaset está considerado el "príncipe egiptólogo" y el "primer egiptólogo" por su trabajo a la hora de preservar monumentos y templos antiguos y, lo que es más importante, los nombres de quienes los construyeron. La historia de Egipto ya era antigua para la época del Imperio Nuevo (en torno a 1570-1069 a.C.) y muchas de las estructuras del Imperio Antiguo (en torno a 2613-2181 a.C.) estaban deterioradas. Jaemuaset decidió encargarse de restaurar estos edificios y monumentos y asegurarse de que se atribuían correctamente a quienes los habían construido. Al hacerlo, conservó el pasado de Egipto, además de crear monumentos nuevos en honor de los acontecimientos de su propia época.
Fue sumo sacerdote de Ptah en Menfis durante el reinado de su padre, presidió sobre el enterramiento del toro Apis, supervisó la construcción del Serapeo en Saqqara y fue nombrado príncipe heredero de Ramsés II. Murió antes de poder suceder a su padre, y por tanto el trono pasó a su hermano, Merenptah. Aunque el nombre de Merenptah es más conocido hoy en día, no solo porque sucedió a Ramsés el Grande sino por su propia victoria contra los pueblos del mar, Jaemuaset era más conocido en la Antigüedad. Siglos después de su muerte, Jaemuaset todavía era recordado a través de las historias populares del príncipe Setna Khamwas (una corrupción de su título de sacerdote), que se escribieron desde el Período Tardío (525-332 a.C.) hasta el Periodo romano (30 a.C. a 646 d.C.). El egiptólogo William Kelly Simpson comenta:
Durante el Período Tardío de Egipto, el cuarto hijo del legendario Ramsés II se convirtió en el centro de uno o más ciclos de cuentos, que en cierta manera recordaban a los ciclos artúricos de la literatura medieval occidental. En los cuentos egipcios, al príncipe Khaemuas se dirigen a él por su título sacerdotal Setna (el Setem mayor), y es su interés por los antiguos textos religiosos y la magia lo que motiva el argumento. Esta caracterización tiene una base firme en la historia, dado que el Khaemuas real sirvió como Sumo sacerdote, o Setem, del dios menfita Ptah y se puede considerar el primer egiptólogo conocido. (453)
Las generaciones posteriores honraron sus logros de la misma manera que lo hicieran con Imhotep, pero no llegaron a deificarlo. Puede que le negaran el estatus de dios por su hábito de entrar en las tumbas de otras personas en su esfuerzo por preservarlas. A pesar de eso, se lo recordaba como un gran sabio, hechicero y aventurero y estas cualidades se enfatizan en mayor o menor medida en las historias posteriores sobre él.
Juventud y sacerdocio
Jaemuaset nació hacia finales del reinado de su abuelo, Seti I (1290-1279 a.C.) y participó en campañas militares con su padre cuando todavía era un niño. En un relieve del templo de Beit-el-Wali aparece con su hermano Amenherwenemef acompañando a Ramsés II (que por aquel entonces era el príncipe heredero) en su campaña de Nubia. Los relieves de esta clase demuestran que Ramsés II tenía a sus hijos en igual estima, independientemente de quién fuera su madre. Amenherwenemef era hijo de la esposa más querida de Ramsés II, Nefertari, mientras que la madre de Jaemuaset era Isetnefret, la segunda esposa de Ramsés II.
Hay varios relieves e inscripciones que muestran los primeros años de Jaemuaset en el campo de batalla. En la famosa batalla de Qadesh, en 1274 a.C., aparece llevando a los prisioneros de guerra en presencia de los dioses y, en otros, sirve como ayudante de su padre. A la vez que estaba siguiendo a Ramsés II en sus campañas también debía de estar yendo al colegio, porque, para cuando cumplió los 18 años en torno a 1263 a.C., era el sacerdote-Sem de Ptah en Menfis. Para poder ocupar ese puesto, Jaemuaset tendría que haber estudiado para convertirse en escriba y después recibir la educación necesaria para ser sacerdote. Después, tendría que haber servido como aprendiz bajo un sacerdote de mayor rango. Si realmente participó en campañas militares tal y como se muestra, entonces también debió pasar el tiempo equivalente estudiando.
También se habría esperado que se dedicara al bienestar físico, ya que era un valor importante de la nobleza en el Imperio Nuevo. Desde principios de la era, a los hijos del faraón se los animaba a realizar ejercicio diariamente. Los hombres tenían que estar en forma para poder suceder a su padre, presidir los rituales y las ceremonias y liderar a las tropas en la batalla.
También se esperaba que las mujeres estuvieran en buena forma para asumir la posición de Esposa del dios de Amón y poder realizar las responsabilidades del título, entre las que se incluía cuidar de la estatua del dios, cuidar del templo y liderar rituales y ceremonias. Por tanto, la juventud de Jaemuaset debió de ser bastante activa, tanto intelectual como físicamente.
Sumo sacerdote de Ptah y el Serapeo
En torno a 1249 a.C., cuando tenía unos 32 años, Jaemuaset ya era el sumo sacerdote de Ptah en Menfis. En este puesto, se esperaba que cuidara de la estatua del dios y de su templo, que supervisara el mantenimiento de otros templos y monumentos, los rituales diarios en Menfis, que supervisara las adiciones del rey al templo de Karnak, que presidiera sobre el festival Heb-Sed del rey y que oficiara los funerales estatales y los del toro Apis.
El toro Apis era un animal sagrado reconocido por ciertas marcas como la encarnación del dios Ptah. El toro se cuidaba en el recinto del templo en Menfis y, cuando moría en un ritual, recibía los mayores honores y se lo trataba con el mayor de los respetos y cuidado a la hora de embalsamarlo. Mientras se preparaba al toro para el enterramiento, se llevaba a cabo una búsqueda para reemplazarlo y, una vez encontrado, Jaemuaset habría sido el encargado de decidir si el toro era realmente la reencarnación de Ptah.
Una vez que el toro nuevo se instalaba en el templo, o mientras la búsqueda seguía en curso, el cuerpo momificado del anterior se transportaba a Menfis por el Camino sagrado a la necrópolis de Saqqara. Después lo enterraban en una cripta con todos los honores. Anteriormente, los toros se enterraban en sus propias criptas, pero parece que Jaemuaset sintió que era una manera inapropiada de acoger el alma del dios.
En consecuencia, hizo construir una gran cripta subterránea que acogería a todos los toros Apis, cada uno con un sarcófago de granito, para que la gente pudiera visitarlos más fácilmente y llevarles ofrendas de comida y bebida. El Serapeo de Jaemuaset en Saqqara sirvió de elaborada tumba para los toros y estuvo tan bien administrada que sigue intacta hoy en día.
Esa popular atracción turística sigue sorprendiendo a estudiosos y teoristas en cuanto a cómo colocaron los enormes sarcófagos de granito, cada uno de los cuales pesa 70-100 toneladas, y cuál era su propósito. Aunque gran parte de estas teorías son marginales, presentes en documentales y artículos varios, la respuesta es simplemente que los egipcios hicieron un uso experto de la tecnología de la que desponían, que era mucho más impresionante de lo que gran parte de estos escritores les conceden, y los sarcófagos se construyeron para albergar los restos de los toros de Apis.
Las afirmaciones de que ninguna cultura habría dedicado tanto tiempo y energía a enterrar un animal, claramente ignoran la cultura egipcia y sus creencias religiosas. Jaemuaset no ordenó construir el Serapeo para "enterrar a un animal", sino como la casa eterna del cuerpo que alguna vez contuvo un alma divina e inmortal. De la misma manera que embalsamaban, momificaban y enterraban a las personas con la esperanza de la vida eterna, también lo hacían con los animales; mascotas, perros, gatos, babuinos, gacelas e incluso peces. Pero el toro Apis, como dios encarnado, habría recibido los mayores honores.
El primer egiptólogo
Jaemuaset habría viajado con su padre por todo el país y habría visto, de primera mano, los monumentos del pasado de la nación mientras crecía. Aunque muchos de estos monumentos tenían sacerdotes que cuidaban de ellos, muchos otros habían quedado abandonados. Como sumo sacerdote, Jaemuaset era el responsable de preservar estas estructuras y habría tenido acceso a muchos documentos históricos albergados en el templo de Menfis.
Todos los principales templos de Egipto tenían una sección conocida como Per-Anj (casa de la vida), que era parte escritorio, centro de escritura, clase y biblioteca. Jaemuaset usó estos documentos para identificar los monumentos de la antigüedad que se habían deteriorado y luego se dispuso a restaurarlos. La estudiosa Sherine el-Menshawy cita las observaciones del egiptólogo Kenneth Kitchen sobre Jaemuaset en sus escritos:
Sin duda estaba impresionado por el excelente trabajo y los espléndidos monumentos de mil años antes, y puede que también deprimido por el estado de deterioro en el que se encontraban en su época, hundidos en la arena y en ruinas. Lo que vio lo afectó profundamente y decidió limpiar estas glorias de la antigüedad de arena, organizar los templos y renovar el recuerdo (y puede que los cultos) de los antiguos reyes. (17)
Jaemuaset decidió restaurar y documentar uniformemente estos monumentos y añadió inscripciones que les dirían a las futuras generaciones quién los había construido y con qué propósito, quién los había restaurado y bajo el reinado de quién. Estas inscripciones varían de un monumento a otro, pero todas incluyen la información que Jaemuaset consideró esencial. Al restaurar la mastaba de Shepsekaf (2503-2498 a.C.), el último rey de la Dinastía IV, en Saqqara, Jaemuaset incluyó la siguiente inscripción:
Su majestad instruyó al sumo sacerdote de Ptah y Setem, Jaemuaset, inscribir el cartucho del rey Shepsekaf, ya que su nombre no se podía encontrar en la pared de la pirámide, porque el Setem Jaemuaset adoraba restaurar los monumentos de los reyes, reafirmando lo que había quedado en ruinas. (Ray, 87)
Jaemuaset restauró los monumentos desde Saqqara hasta Guiza, incluidas las estatuas que se encontraban fuera de lugar. Entre sus trabajos de restauración más conocidos se encuentra la estatua del príncipe Kaweb, hijo de Kufu (2589-2566 a.C.), el rey que construyó la Gran Pirámide. La estatua de Kaweb se había caído en un agujero cerca de un pozo y Jaemuaset la recuperó y la instaló en un lugar de honor. Después añadió la siguiente inscripción:
Fue el sumo sacerdote y príncipe Jaemuaset quien se deleitó en esta estatua de Kawab, hijo del rey, que descubrió en un agujero cerca del pozo de su padre Kufu. Actuó para colocarlo en favor de los dioses, entre los espíritus gloriosos de la capilla de la necrópolis porque amaba a los nobles que vivieron en la antigüedad antes que él, y la excelencia de todo lo que realizaron, veramente, un millón de veces. (Ray, 87- 88)
No solo restauró la estatua del príncipe, sino todo el enclave de Guiza. De hecho, es Jaemuaset el que le devolvió la vida a Guiza siglos después de que quedara abandonada. Guiza había sido la necrópolis real del Imperio Antiguo, pero desde el Imperio Medio (2040-1782 a.C.) la necrópolis que estaba en uso era la de Tebas. Para la época de Jaemuaset, las pirámides y los templos de Guiza ya tenían más de mil años y, como el lugar estaba completo, ya no enterraban a nadie allí. Al restaurar el lugar y renovar los cultos fúnebres de los reyes, Jaemuaset preservó lo que es sin duda el lugar más famoso y más visitado de Egipto en la actualidad.
Críticas y logros
También es el responsable de asegurarse de que el nombre de su padre se recordara. Ramsés II es el gobernante mejor documentado del Imperio Nuevo y probablemente el mejor conocido de la historia de Egipto por su identificación errónea con el faraón sin nombre del libro bíblico del Éxodo. Ramsés II no es el faraón ficticio de esa historia, así como tampoco ningún otro faraón de Egipto, pero su nombre ya era suficientemente conocido como para que se sugiriera en las interpretaciones primitivas de la historia.
Esta fama se debía no solo a su reinado legendario, sino también a las abundantes inscripciones que dejó en los monumentos. Aunque varios eran de construcción original, muchos eran estructuras anteriores en las que Jaemuaset hizo inscribir el nombre de su padre. Es por ese motivo que no hay prácticamente ningún monumento de Egipto que no mencione a Ramsés II.
Los críticos del trabajo de Jaemuaset han sugerido que su motivación no era realmente preservar los monumentos de la antigüedad sino usarlos para dotar a su padre, y de paso a sí mismo, de una fama duradera. El egiptólogo Marc van de Mieroop comenta lo siguiente al respecto:
A veces se describe a Jaemuaset como un arqueólogo primitivo o como el "primer egiptólogo", pero algunos estudiosos piensan que usó las enormes estructuras como canteras de piedra para los proyectos arquitectónicos de su padre y dejó las inscripciones para asegurarse de que los dueños originales se conocieran. (232)
No cabe duda de que Jaemuaset documentó su trabajo y el nombre de su padre en varios lugares, pero la afirmación de que utilizó estos antiguos monumentos a propósito como una cantera parece poco probable. Sin embargo, es del todo posible que algunos de estos monumentos y templos estuvieran tan deteriorados que la restauración habría sido imposible, por lo que los desmantelaron y reutilizaron en otros proyectos.
El gran logro de Jaemuaset fue la restauración y la preservación, no el reciclaje, de los grandes monumentos del pasado. Sus esfuerzos se vieron recompensados en vida ya que pudo dedicarse a lo que amaba y obtuvo reconocimiento por ello. Murió con unos 56 años, décadas antes que su padre, y fue enterrado en Saqqara o Guiza. Una tumba en ruinas descubierta en piezas en Saqqara en 1993 d.C. tiene el nombre de Jaemuaset inscrito en los bloques, pero el estilo arquitectónico se corresponde con el Imperio Antiguo. Sin embargo, es del todo posible que Jaemuaset hiciera construir su tumba a propósito con el estilo arcaico de los edificios que se había pasado restaurando la mayor parte de su vida.
Más de mil años después de su muerte, se lo honraría y recordaría con las historias del príncipe Setna que, aunque son ficticias, se aproximan a la personalidad de Jaemuaset. Era conocido por su curiosidad y su ingenio y no tenía miedo de entrar en las tumbas de otras personas ni de cualquier espíritu que pudiera encontrarse allí o seguirle a casa. Van de Mieroop escribe, "Parece que los egipcios posteriores admiraban a Jaemuaset porque podía leer las inscripciones antiguas, pero, al mismo tiempo, lo consideraban imprudente por entrar en las tumbas" (232).
En la historia más conocida, El romance del príncipe Setna y las momias (también conocido como Setna I), se encuentra con una familia de fantasmas en una tumba, roba un libro de magia, conoce a una bella mujer, que posiblemente es Bastet, y al final se encuentra desnudo en plena calle como castigo por sus acciones imprudentes. Aunque puede que nada de esto le pasara a Jaemuaset, el personaje de Setna exhibe el mismo respeto por el pasado, su conocimiento de la magia, y la misma inconsciencia por los que era conocido el príncipe.
Su capacidad para entender los antiguos textos y restaurar los monumentos de la antigüedad lo convirtieron en una leyenda como sabio y mago y su reputación no hizo sino aumentar en manos de las generaciones posteriores. Los arqueólogos que empezaron a excavar los emplazamientos egipcios profesionalmente en el siglo XIX le deben la existencia de la documentación y en muchos casos las estructuras mismas, a los esfuerzos del príncipe y sumo sacerdote Jaemuaset.