El vendado de pies fue una costumbre primero practicada por las niñas de la dinastía Tang de China para limitar su crecimiento normal y hacer sus pies lo más pequeños posible. Considerado como una atracción física, los efectos del proceso eran dolorosos y permanentes. Ampliamente utilizada para distinguir a las niñas de la case alta de las del resto, y más tarde también como una forma para que las clases mejoraran sus expectativas sociales, la práctica del vendado de pies continuó en uso hasta principios del siglo XX.
El proceso del vendado de pies
Normalmente, las niñas chinas tenían sus pies vendados desde los cinco hasta los ocho años. El proceso comenzaba escogiendo un día propicio en el calendario. Después se dedicaban oraciones y ofrendas a la Diosa Virgen de Pies Pequeños; otro destinatario era la figura budista de Guanyin, un bodhisattva o iluminado, que se pensaba protegía a las mujeres en general. Cuando todo estaba listo, la mayor de las mujeres de la familia o un vendador de pies profesional, llevaban a cabo la tarea. El dedo gordo se dejaba hacia el frente mientras que los cuatro dedos más pequeños se doblaban debajo del pie. En esta posición, los pies se vendaban de forma muy ajustada utilizando tiras largas de tela, que luego limitaban cualquier crecimiento y daban al pie un arco pronunciado. Los pies se desvendaban después de un mes, se trataba cualquier ulceración de la piel, y se volvían a vendar. A partir de entonces, los vendajes se aflojaban y se volvían apretar una vez al mes hasta que la niña alcanzaba los primeros años de su adolescencia (o incluso más, dependiendo del efecto deseado). No era raro que se perdieran uno o más dedos o que los pies tuvieran infecciones o gangrena. Incluso de adulta, una mujer continuaba envolviendo sus pies deformes con vendas, utilizándolas en todo momento cuando estaban en público o cuando tomaban un baño.
El resultado esperado del largo y atroz proceso era tener pies no más largos de 7.5-10 cm (3-4 pulgadas), cuando se conocían como jinlian – pies de “Loto Dorado” o “Loto”, después del símbolo principal del budismo. Entre más pequeños, más atractivos eran los pies, incluso eróticos para algunos, y se convirtieron en una marca distintiva de elegancia. Lo mismo era cierto para el estilo al caminar que una mujer con pies vendados debía adoptar – pasos pequeños y ligeros. Con sirvientes para realizar las labores domésticas, la movilidad de una señora estaba limitada incluso en situaciones normales, pero con pies vendados, solo lograba caminar con gran dificultad. Los pies más pequeños requerían zapatos especialmente diminutos, y estos, hechos de seda o algodón y a menudo bordados a la perfección, se han encontrado en abundancia en las tumbas de mujeres chinas de clase alta.
Orígenes históricos y difusión
La práctica de vendar pies pudo haber tenido su origen con la bailarina Yaoniang, quien actuaba en la corte de la dinastía Tang, o de forma más general, con las bailarinas túrquicas que actuaban ahí durante el siglo X. Estas bailarinas eran conocidas por sus pies pequeños y “zapatos arqueados” que tenían los dedos volteados. La primera mención en registros históricos data de cuando la corte Tang se encontraba en Nanking entre 937 y 975.
Sin duda, el vendaje de pies para reducir su tamaño estaba muy relacionado con mujeres que se ganaban la vida entreteniendo a hombres de alguna u otra manera. Otra razón para su popularidad pudo haber sido el deseo de diferenciar claramente a las mujeres chinas de clase alta, las Han en particular, de las de clases bajas, aquellas mujeres de las provincias y las que pertenecían a culturas de territorios recientemente adquiridos. A la inversa, la gente de las provincias y regiones periféricas de China querían copiar las prácticas “refinadas” de la China imperial. Finalmente, los jóvenes aristócratas del periodo Tang se estaban refinando más en su vestido y apariencia, por lo que el vendado de pies pudo haber sido un intento para distinguir aún más los sexos.
La práctica se extendió entre las clases altas durante la dinastía Song (960-1279), particularmente en el centro y norte de China. Posteriormente, el vendaje de pies se realizó en niñas de todas las clases. La naturaleza generalizada de la práctica por los aristócratas significó que los padres de las clases bajas vieron el vendaje de pies como una oportunidad para aumentar las posibilidades de sus propias hijas. Con el tiempo, el atributo se convirtió en algo que los padres que arreglaban los matrimonios de sus hijos debían prestar especial atención. Los pies pequeños, a pesar de sus orígenes entre bailarinas y cortesanas, se convirtieron en símbolo no solo de elegancia, sino también de virtud moral y modestia. Se desarrolló así cierta presión social entre las familias para realizar el proceso en sus hijas a riesgo de no encontrarles un marido idóneo. Una prueba adicional de la idoneidad de una niña era la de imponerle la tarea de hacer pequeños zapatos para los pies vendados de su futura familia política.
Que el vendado de pies se hizo muy común se demuestra por el hecho de que los escritores chinos de los siglos XII al XIV tenían previsto que sus lectores estuvieran familiarizados con ello. También se desarrollaron ciertos proverbios como Teng er bu teng xue, teng un bu, teng jiao, que significa algo como “si te importan tus hijos, no te preocupes si tu hijo sufre por sus estudios o si tu hija lo hace por sus pies” (Blake, 681). La falta de movilidad no habría afectado considerablemente a las mujeres que trabajaban en su empleo tradicional de casa hilando, tejiendo, cosiendo y bordando. En aquellas regiones de China donde las mujeres estaban más involucradas en el trabajo agrícola como el cultivo de arroz en humedales, el vendado de pies era menos común.
El proceso incluso llamó la atención de visitantes extranjeros, y una de esas fuentes es Fray Odorico de Pordenone, quien visitó el norte de China entre 1322 y 1328. El fraile hizo la siguiente nota sobre la costumbre:
Y con las mujeres la gran belleza es tener pies pequeños; y por esta razón las madres tienen la costumbre, tan pronto como sus hijas nacen, de envolver sus pies de forma ajustada para que no puedan crecer en lo absoluto. (Gamble, 181).
Estudios en una aldea muestra de más de 500 familias en 1929 (Tinghsien) indicó que era casi una práctica universal entre mujeres de más de 40 años de edad, pero reducida a alrededor de la mitad cuando se consideraba la población femenina en conjunto.
¿Hubo resistencia al vendado de pies?
Obviamente, al ser un proceso doloroso y que dejaba a las mujeres tratadas con problemas de movilidad permanentes, lo que también limitaba seriamente cualquier rol que pudieran aceptar en una sociedad más amplia, la práctica no estaba libre de críticas. El poeta Qing, Yuan Mei (1716-1797), fue una figura notable que estaba públicamente en contra del vendaje de pies, pero los discípulos de Confucio permanecieron poco impresionados, al asociarlo como se hacía, con mujeres de la industria del “entretenimiento” y con el único propósito de hacerlas más atractivas. El emperador Chun Chi, de la dinastía Manchú, que nunca practicó el vendaje de pies en la corte, intentó imponer una prohibición en 1645, pero la medida no tuvo éxito. El emperador K'ang Hsi hizo otro intento en 1662, pero al darse cuenta que estaba peleando una batalla perdida contra los padres, retiró la prohibición en 1668. Hacia el siglo XVIII existieron movimientos populares ocasionales para detener la práctica, pero a pesar los dolores y sus consecuencias, el vendaje de pies continuó como una práctica común en China hasta principios del siglo XX.