Tombuctú, situada en Malí, África Occidental, es una ciudad que desempeñó un papel crucial como centro comercial del Imperio de Malí, el cual prosperó entre los siglos XIII y XV d.C. Fundada alrededor del año 1100 d.C., Tombuctú se enriqueció gracias a su estratégico acceso y control de las rutas comerciales que enlazaban la región central del río Níger con el Sáhara y el norte de África.
La época dorada de Tombuctú ocurrió en el siglo XIV, cuando la ciudad se enriqueció transportando oro, esclavos e marfil desde el interior de África hacia el Mediterráneo y enviando sal y otros productos hacia el sur. Bajo el gobierno de Mansa Musa, se construyeron mezquitas de tierra machacada y se fundaron universidades, lo que le otorgó a la ciudad una fama internacional como centro de aprendizaje islámico. Tombuctú continuó prosperando más allá del apogeo del Imperio de Malí, pasando por varios gobernantes posteriores, como el Imperio songhai, los tuaregs y los pashas marroquíes. Las descripciones medievales de su riqueza dejaron una impresión duradera en la memoria colectiva. La dificultad que enfrentaron los exploradores europeos para localizar la ciudad y determinar el origen del río Níger contribuyó a su reputación como uno de los lugares más enigmáticos del mundo. Hoy en día, Tombuctú está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Historia antigua y nombre
Tombuctú ha sido habitada desde el Neolítico, como evidencian los túmulos de la Edad de Hierro, los megalitos y los restos de aldeas abandonadas. Las inundaciones regulares del río Níger entre Tombuctú y Segú, al suroeste, han proporcionado tierras fértiles para la agricultura durante al menos 3500 años. En esta región se cultivaba principalmente arroz rojo junto con otros cereales y alimentos autóctonos, y se explotaban yacimientos locales de cobre. El comercio de cobre a través de las rutas transaharianas comenzó durante el primer milenio d.C., y existen pruebas de lingotes de cobre fundidos con fines comerciales a partir del siglo XI d.C. Además, es probable que se extrajera oro localmente y se comercializara, aunque faltan pruebas concretas de este periodo..
Alrededor del año 1100 d.C., Tombuctú fue fundada por pastores tuareg, nómadas del sur del Sáhara, en un lugar estratégico donde convergían rutas terrestres y fluviales. Según la leyenda, los pastores cavaron un pozo en el lugar y encargaron a una anciana llamada Buktu su cuidado durante sus ausencias. En tamashek, la lengua tuareg, «lugar» se dice tin, por lo que el nombre Tombuctú proviene de Tin'Buktu, que significa «lugar de Buktu». Una interpretación más moderna, aunque menos romántica, sugiere que el nombre simplemente significa «el lugar entre dunas». A partir de estos humildes comienzos, Tombuctú se convirtió en un importante puerto autónomo en el desierto.
El imperio de Malí
A partir de mediados del siglo XIII, Tombuctú, en esa época bajo el control del Imperio de Malí (1240-1645), alcanzaría nuevos niveles de riqueza y fama, convirtiéndose en la ciudad comercial más importante de la región de Sudán (la zona que se extiende desde la costa occidental de África hasta África central, a lo largo de la frontera meridional del desierto del Sáhara). El Imperio de Malí, con su capital en Niani, se independizó del Imperio de Ghana (siglos VI-XIII d.C.) en la década de 1230 gracias a su fundador Sundiata Keita (que reinó de 1230 a 1255), príncipe de la etnia indígena mandinga. Sundiata acabaría forjando un imperio que no solo controlaba Tombuctú, sino también Ghana, Ualata, Tadmekka y el reino de Songhai, y cuyas fronteras llegaban hasta la costa atlántica. De este modo, Malí se convirtió en el imperio más grande y rico que se había visto hasta entonces en África Occidental. Los gobernantes indígenas adoptaron el Islam a partir de su contacto con los mercaderes árabes, y el Imperio de Malí desempeñaría así un papel importante en la expansión del Islam en África Occidental. Los lugareños, especialmente en las áreas urbanas, se convirtieron, lo que atrajo a clérigos musulmanes del norte y reforzó el dominio de la religión en la región. Los líderes locales incluso organizaban peregrinaciones a lugares sagrados del Islam como La Meca.
El Imperio de Malí floreció gracias a su control de las rutas comerciales que conectaban África occidental y central con el norte de África. El oro era una mercancía especialmente importante que Malí controlaba en la región, sobre todo tras el descubrimiento de los yacimientos auríferos del río Volta Negro (en la actual Burkina Faso) y la selva Akan (en la actual Ghana) al sur. La sal de roca del Sáhara era otra mercancía muy apreciada y se intercambiaba por polvo de oro. Tombuctú actuaba como intermediario en este intercambio de recursos entre el norte y el oeste de África. Un bloque de sal de 90 kilos, transportado por río desde Tombuctú a Djenné en el sur, podía duplicar su valor y valer unos 450 gramos de oro. También se comerciaba con marfil, textiles, caballos, cristalería, armas, azúcar, nueces de cola (un estimulante suave), cereales (sorgo y mijo, por ejemplo), especias, cuentas de piedra, productos artesanales y esclavos. Los bienes se intercambiaban o se pagaban con un artículo acordado a modo de moneda, como lingotes de cobre u oro, cantidades fijas de sal o marfil, o incluso pequeñas caracolas marinas procedentes de Persia.
Tombuctú era una de las ciudades más importantes del Imperio de Malí debido a su ubicación cerca de la curva del río Níger, por lo que se nutría del comercio a lo largo de los ramales este y oeste de esta gran autopista fluvial. Además, la ciudad era el punto de partida de las caravanas transaharianas de camellos que transportaban mercancías hacia el norte. Controladas por los árabes bereberes, las rutas establecidas iban de Tombuctú a Tremecén (Argelia) y a Fez (Marruecos) parando en oasis conocidos a lo largo del camino. Estas caravanas solían contar con unos 1000 camellos, pero las más grandes podían tener hasta 12 000 «barcos del desierto». Además de los vínculos comerciales, también existían relaciones diplomáticas entre Malí y Egipto y también Marruecos. La propia Tombuctú se convirtió en una ciudad cosmopolita de bereberes y sudaneses africanos de muchas etnias, repleta de artesanos y comerciantes transitorios y permanentes.
Mansa Musa
A partir del reinado de Mansa Musa I (1312-1337), comenzaron a construirse mezquitas en todo el Imperio de Malí. En Tombuctú se construyó una gran mezquita, también conocida como Djinguereber, diseñada por el famoso arquitecto Abu Isaq Es Saheli, que había llegado desde El Cairo tras la visita de Mansa Musa a Egipto. La mezquita se terminó en 1330. En la ciudad también se construyó un palacio real o madugu (hoy en día desaparecido), aunque Tombuctú no fuera la capital. La ciudad estaba dirigida por un gobernador regional nombrado por Musa, que se encargaba de impartir justicia entre la población de unos 15 000 habitantes, recaudar impuestos sobre el comercio y resolver las disputas tribales. Posteriormente, se construyó una tercera mezquita, la de Sidi Yahya, que se sumó a la ya existente de Sankore (de finales del siglo XII d.C.). Mansa Musa también mandó construir murallas para proteger la ciudad de las incursiones tuareg. Debido a la escasez de piedra en la región, los edificios solían construirse con tierra compactada y reforzada con madera, que a menudo sobresalía en forma de vigas desde las superficies exteriores. A pesar de la falta de materiales, las mezquitas, en particular, son estructuras imponentes con enormes puertas de madera y minaretes escalonados. Otros edificios eran los grandes almacenes (fondacs) que se utilizaban para guardar mercancías antes de transportarlas a otro lugar y que tenían hasta 40 apartamentos para que vivieran los mercaderes.
Un centro de aprendizaje
Se promovía el aprendizaje del Islam, y Tombuctú contaba con varias universidades que albergaban grandes bibliotecas llenas de libros. En estos centros de estudio, los estudiantes primero memorizaban textos, y aquellos de nivel avanzado se dedicaban a elaborar comentarios y obras creativas basadas en textos religiosos islámicos. Uno de los eruditos más destacados fue el santo Sidi Yahya al-Tadilsi (fallecido hacia 1464), que se convirtió en patrón de la ciudad. Quizá sea importante señalar que los estudios religiosos eran más amplios de lo que hoy podríamos imaginar, ya que las asignaturas tradicionales de «humanidades» islámicas incluían no solo teología, sino también tradiciones, derecho, gramática, retórica, lógica, historia, geografía, astronomía y astrología. La medicina era otra asignatura a la que se prestaba gran atención, lo que hizo famosa a la ciudad por sus médicos.
A pesar de la atención prestada a los estudios islámicos y a la construcción de mezquitas, las antiguas creencias animistas indígenas seguían practicándose independientemente del Islam, e incluso la forma de Islam que se impuso en Malí era una variación local de la que se practicaba en otros lugares. En Tombuctú, en particular, se desarrolló una clase clerical, muchos de cuyos miembros eran de origen sudanés. Estos clérigos y los conversos y eruditos locales actuaron a menudo como misioneros, difundiendo el Islam en otras partes de África Occidental, de modo que ya no se consideraba una religión de extranjeros blancos, sino una religión propia de los africanos negros.
La combinación de las tres mezquitas, la clase clerical y las universidades de Tombuctú hizo que se convirtiera en la ciudad más sagrada de la región sudanesa. También es cierto, sin embargo, que como los estudios religiosos y de otro tipo no se hacían en lenguas nativas y estaban restringidos a una pequeña élite urbana, el impacto en la educación de la población maliense en general fue limitado. Aun así, la duradera reputación de la ciudad como lugar de aprendizaje se resume en el siguiente proverbio de África Occidental:
La sal viene del norte, el oro del sur y la plata del país de los blancos, pero la palabra de Dios y los tesoros de la sabiduría solo se encuentran en Tombuctú.
(citado en De Villiers, Prefacio)
Decadencia
El Imperio de Malí estaba en declive para el siglo XV, ya que se abrieron rutas comerciales en otros lugares y surgieron varios reinos rivales al oeste, notablemente el Songhai. Los barcos europeos, sobre todo los portugueses, navegaban ahora por la costa occidental de África, por lo que las caravanas saharianas se enfrentaban a una dura competencia como medio más eficaz para transportar mercancías desde África Occidental hasta el Mediterráneo y Oriente Próximo. Además, a mediados del siglo XV, los portugueses ya tenían acceso directo al yacimiento aurífero de la selva Akan, lo que reducía las posibilidades comerciales de Tombuctú. Los tuareg, dirigidos por su jefe Akillu, atacaron y tomaron la ciudad a partir de 1433. También se produjeron ataques esporádicos de los mossi, que controlaban las tierras al sur del río Níger. En 1468, el rey Sonni Alí del Imperio songhai (que reinó de 1460 a 1591), vehementemente antimusulmán, conquistó Tombuctú.
El Imperio de Malí se vio reducido a controlar una pequeña porción occidental de su otrora gran territorio, que acabaría siendo absorbida por el Imperio marroquí a mediados del siglo XVII. Tombuctú, con una población de unos 100 000 habitantes a mediados del siglo XV, salió mejor parada que el antiguo Imperio de Malí y siguió prosperando como centro de enseñanza en los siglos XVI y XVII, cuando la ciudad contaba con entre 150 y 180 escuelas coránicas. Se produjeron muchas crónicas importantes sobre la historia de la región (por ejemplo, el Tarikh al-Sudan, hacia 1656, y el Tarikh al-Fattash, hacia 1650). Tombuctú fue la capital de los pashas, que se convirtieron en príncipes prácticamente independientes de Marruecos en la segunda mitad del siglo XVII. El pashalik de Tombuctú terminó en el último cuarto del siglo XVIII, cuando, no por primera vez, los tuaregs locales aprovecharon un vacío político y se apoderaron de la ciudad en 1787.
De aquí a Tombuctú
Tombuctú y el Imperio de Malí en general recibieron atención internacional en la Edad Media gracias a las descripciones de viajeros musulmanes. La región fue visitada por el famoso explorador de Tánger, Ibn Battuta (1304-1369), quien viajó por África Occidental y muchos otros lugares del mundo. Battuta, que llegó a Tombuctú hacia 1352, describió la ciudad con cierto detalle, destacando la mezcla de creencias islámicas y animistas, el eficaz sistema judicial, el comercio de esclavos y la falta de ropa de las mujeres malienses. Otro célebre viajero musulmán, León el Africano (c. 1494-c. 1554), también describió Tombuctú y la gran riqueza de la ciudad.
Historias como estas cautivarían a los exploradores europeos desde el siglo XVIII, y las dificultades para encontrar la ciudad, junto con la prolongada búsqueda del origen del río Níger, solo fortalecieron la posición de Timbuktu como uno de los lugares más misteriosos del mundo. De ahí surgieron expresiones como «más lejos que Tombuctú» o «de aquí a Tombuctú», que hacen referencia al lugar más lejano que se pueda imaginar. De hecho, una prueba de la lejanía y el misticismo de la ciudad fue la falta total de acuerdo sobre cómo deletrear su nombre, sin mencionar su ubicación exacta en el mapa. Incluso hoy en día sigue siendo difícil llegar a esta ciudad legendaria, pero quienes lo logran aún pueden ver elementos del apogeo de Tombuctú en el siglo XIV, como la mezquita de Sankore, con su enorme biblioteca de manuscritos y libros medievales, que un programa de las Naciones Unidas está restaurando y conservando.