Irene de Atenas

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Definición

Mark Cartwright
por , traducido por Emiliano S. Grill
Publicado el 15 noviembre 2017
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, griego
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Empress Irene (by Sailko, CC BY-SA)
Emperatriz Irene
Sailko (CC BY-SA)

La emperatriz Irene de Atenas fue esposa del emperador bizantino León IV y, tras su muerte, gobernó como regente de su hijo Constantino VI desde 780 hasta 790. Entre los años 797 y 802 gobernó como «emperador» por derecho propio, convirtiéndose en la primera mujer en lograrlo en la historia bizantina. Durante su reinado, Irene urdió intrigas y conspiraciones implacables para conservar un trono que perdería y recuperaría tres veces, pero se le recuerda principalmente por restaurar la veneración cristiana de los íconos, una práctica que sus predecesores de la dinastía isáurica habían intentado suprimir con gran fervor. De todas formas, esta campaña en apariencia piadosa fue en realidad una estrategia para derrotar a sus enemigos y afianzar su poder. Las monedas de oro de la emperatriz revelan mucho sobre su carácter engañoso, ya que, excepcionalmente, presentaban su retrato en ambas caras.

Primeros años

Poco se sabe de la joven Irene, salvo que era una huérfana ateniense de extraordinaria belleza nacida hacia el año 752. El emperador Constantino V (r. 741-775), organizó un concurso de belleza a nivel imperial, y la sacó de la oscuridad de la ciudad provinciana en la que se había convertido Atenas, para casarla con su hijo, el futuro emperador León IV, que reinaría de 775 a 780. Tras la boda, que se celebró en 769, Irene comenzó a influir de inmediato en la política estatal al suavizar los ataques de su marido contra la veneración de los íconos por parte de la Iglesia. El breve reinado de León llegó a su fin cuando murió de fiebre a la edad de 30 años mientras hacía campaña contra los protobúlgaros, pero el apetito de poder de Irene necesitaba alimentarse aún más.

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Irene como regente

Constantino VI gobernó de 780 a 797, heredando su título con apenas nueve años. Como regente de su joven hijo durante la siguiente década, Irene sofocó una rebelión liderada por los hijos de Constantino V, destituyó a ministros y militares cuya lealtad era cuestionable y aprovechó la experiencia de dos eunucos de la corte, en particular, Estauracio y Aecio. El primero ocupaba el cargo de logoteta postal (ministro principal con amplios poderes). En 783, Estauracio envió un ejército bizantino para luchar contra los eslavos en Grecia, y al año siguiente Irene cosechó los primeros éxitos militares de su reinado contra ejércitos tanto eslavos como árabes.

Irene y 350 obispos finalmente decidieron restaurar la ortodoxia de la veneración de los íconos en la Iglesia cristiana.

Los asuntos religiosos parecen haber sido siempre prioritarios en los planes de la regente, y en 784 nombró patriarca (obispo) de Constantinopla a su antiguo secretario Tarasio, a pesar de que aún no había sido ordenado. En 786, Irene convocó un concilio eclesiástico en Constantinopla para poner fin oficialmente a la iconoclasia (destrucción de íconos religiosos). Sin embargo, miembros influyentes del ejército se opusieron y organizaron un motín que obligó a suspender las reuniones del concilio. La emperatriz no se dejó intimidar y envió rápidamente a los alborotadores a Asia Menor con la excusa de preparar una nueva campaña militar. Una vez en el extranjero, el ejército fue disuelto y sus puestos de autoridad fueron ocupados por los más leales a la emperatriz.

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Ya resuelta la oposición militar, Estauracio acompañó a Irene al séptimo concilio ecuménico, celebrado en Nicea en septiembre del año 787. Allí, Irene y 350 obispos decidieron finalmente restaurar la ortodoxia de la veneración de los íconos en la Iglesia cristiana y poner fin a la iconoclasia. La persecución de los iconófilos había sido una característica clave de los reinados de emperadores anteriores, especialmente del suegro de Irene, Constantino V, por lo que la emperatriz no podía ser demasiado dura con los autores y arriesgarse a enemistarse con miembros de su familia en la corte. En lugar de ello, se les permitió arrepentirse de sus pecados y se les acogió de nuevo en la Iglesia, ahora resplandeciente de nuevo con sus preciosos íconos.

Exilio de la corte

Cuando Irene hizo saber que pretendía gobernar por encima de su hijo Constantino sin importar su edad, muchos de los que se oponían a la restauración de los íconos vieron los peligros que las purgas de Irene habían representado para el ejército y, al creer que Constantino tenía el derecho legítimo al trono, se unieron en torno al joven emperador. Irene respondió encarcelándolo, pero en el 790 el ejército lo liberó. En el ejército aún había muchos iconoclastas, que se habían negado a jurar lealtad a Irene por motivos religiosos. Constantino, que ya tenía 19 años y deseaba apartar de una vez por todas a su entrometida madre de los asuntos de estado, la desterró de la corte junto con sus consejeros más cercanos y se alió con Miguel Lacanodraco, el influyente general y gobernador de la región tracesiana del imperio. Tras una década en la sombra, Constantino ocupó el lugar que le correspondía en la cúspide del gobierno bizantino.

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Byzantine Ivory Panel Depicting the Adoration of the Magi
Panel bizantino de marfil que representa la adoración de los Reyes Magos
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

Por desgracia, el joven emperador no estaba realmente a la altura de las circunstancias: las derrotas graves e inmediatas contra los protobúlgaros y una vergonzosa tregua con los árabes no contribuyeron en nada a su popularidad, y las conspiraciones en la corte se convirtieron moneda corriente. Una de ellas, liderada por su tío Nicéforo, fue sofocada, y el emperador, en un acto de brutalidad imperial, cegó al cabecilla. También ordenó que se les arrancaran las lenguas a sus cuatro tíos. Fue un momento raro de decisión, pero llegó demasiado tarde y fue insuficiente.

Irene tampoco iba a ser apartada del poder tan fácilmente, y regresó a la corte en el año 792, invitada por su hijo en un último intento de restaurar el orden en su reinado. En efecto, gobernaron juntos durante los cinco años siguientes, pero Irene pronto empezó a conspirar contra su hijo. Constantino ya no podía contar con el apoyo de Miguel Lacanodraco, que había muerto ese año en una campaña contra los protobúlgaros. El ejército estaba bastante descontento con el joven emperador, y su popularidad cayó aún más cuando empezó a culpar a sus soldados de sus derrotas, tomando la desacertada medida (astutamente sugerida por Irene) de tatuar la palabra «traidor» en la cara de 1000 de ellos.

En 797, Irene recuperó el trono y cegó a su hijo en la misma habitación púrpura del palacio donde había nacido.

Un golpe final a las ambiciones de Constantino fueron las protestas que siguieron a su divorcio y posterior matrimonio con su amante Teodote, el llamado «cisma moiceo», en 795. Para empeorar las cosas, la pareja tuvo un hijo dieciocho meses después. Dos monjes, Platón de Constantinopla y Teodoro el Estudita, estaban especialmente indignados por el comportamiento del emperador como líder de la Iglesia. Ambos afirmaron que su divorcio era ilegal y, por lo tanto, al casarse de nuevo, había cometido adulterio. Con esto, el emperador había perdido el apoyo del único grupo con el que siempre podía contar: los iconófilos. La impopularidad de Constantino entre su pueblo y la clase dirigente bizantina significaba que ya no le quedaban amigos que pudieran evitar que su propia madre lo destituyera.

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Regreso como emperatriz

En el año 797, cuando Irene recuperó el trono, cegó a su hijo en la misma habitación púrpura del palacio donde había nacido. No iba a permitir otra rebelión contra su gobierno. Constantino murió poco después, casi con toda seguridad debido a sus heridas, que estaban destinadas a matar, no a mutilar. El hijo y heredero de Constantino ya había muerto ese mismo año, por lo que Irene ya no tenía oponentes. A partir de entonces, en los registros oficiales del Estado, se hace referencia a Irene como basileus, emperador, y no como emperatriz, siendo la primera mujer en gobernar así por derecho propio.

Siguió interesándose por todos los asuntos de su imperio: la política, la guerra y la religión, e intentó ganarse el favor de la gente anunciando reducciones de impuestos. Sin embargo, no estuvo exenta de problemas, ya que la rebelión seguía en el aire gracias a los hijos supervivientes, aunque mutilados, de su antiguo suegro Constantino V. Hubo que pagar a los árabes para evitar nuevas invasiones, lo que prácticamente llevó al Estado a la bancarrota, y el pueblo nunca pudo perdonarle del todo sus crímenes, aunque proporcionara comedores para los pobres y alojamiento para los ancianos. Tampoco ayudó mucho que se paseara por Constantinopla en un carro dorado lanzando monedas a la multitud. A la soberana más ambiciosa y despiadada de Bizancio le aguardaban tiempos difíciles.

Byzantine Marriage Ring
Anillo de bodas bizantino
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

A principios de 802, Irene intentó un matrimonio de alianza con Carlomagno, rey de los francos, recién declarado emperador de los romanos en Occidente y partidario de unificar de nuevo las dos mitades del antiguo imperio romano. Ya se había intentado un plan similar cuando Irene había dispuesto que su difunto hijo se casara con Rotruda, la hija de Carlomagno, pero Irene había roto el compromiso en 787. Sin embargo, el nuevo planteamiento de unir a las dos familias encontró una feroz oposición, especialmente por parte del poderoso eunuco Aecio en Constantinopla: no era aceptable que una emperatriz bizantina se casara con un bárbaro analfabeto, ni siquiera si ese bárbaro había sido bendecido por el Papa y llevaba unas mallas rojas espectaculares.

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En octubre de 802, los más altos funcionarios de la corte de Constantinopla se reunieron en el Hipódromo y declararon que la Emperatriz era prescindible. Irene fue destituida, exiliada a un monasterio de Lesbos y sucedida por Nicéforo I, uno de sus antiguos ministros de finanzas. Irene murió un año después de perder el trono que tanto había amado y al que se había aferrado durante tanto tiempo. El historiador J. J. Norwich hace este sombrío balance del reinado de Irene:

Intrigante y engañosa, consumida por la ambición y siempre sedienta de poder, trajo la disensión y el desastre al Imperio, siendo además culpable de uno de los asesinatos más infames que registra la historia bizantina. (115)

Nicéforo reinaría hasta su muerte en batalla en el año 811, incapaz de detener el declive del imperio bizantino mientras el propio imperio de Carlomagno se levantaba en el oeste y los musulmanes abasíes amenazaban desde el este. El ciclo de asesinatos reales que Irene inició con el asesinato de su hijo continuaría, de modo que los bizantinos verían seis emperadores en el espacio de quince años.

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Sobre el traductor

Emiliano S. Grill
Nacido y criado en Uruguay, Emiliano es un traductor, subtitulador y aficionado a la historia. Le apasionan los idiomas, la lectura y la escritura.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa especialmente en el arte y la arquitectura, así como en descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones en World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2017, noviembre 15). Irene de Atenas [Empress Irene]. (E. S. Grill, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-16540/irene-de-atenas/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Irene de Atenas." Traducido por Emiliano S. Grill. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 15, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-16540/irene-de-atenas/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Irene de Atenas." Traducido por Emiliano S. Grill. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 15 nov 2017. Web. 07 sep 2024.

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