
Edipo Rey (429-420 a.C.) es la obra más famosa que se conserva del poeta y dramaturgo del siglo V a.C. Sófocles. La obra forma parte de una trilogía junto con Antígona y Edipo en Colono.
El argumento, basado en un antiguo mito conocido por la mayoría del público de la época, es sencillo: una profecía afirma que el protagonista, Edipo (cuyo nombre significa «pie hinchado», ya que de niño le perforaron los tobillos), matará a su padre y se acostará con su madre. Para evitar este destino, el joven deja su hogar en Corinto y emprende un viaje a Tebas, sin saber que es su verdadero lugar de nacimiento. En el camino, mata a un hombre que resulta ser su padre, el rey de Tebas. Al llegar a la ciudad, la libra del terror de la Esfinge al resolver su enigma, es proclamado héroe y se casa con la reina viuda, sin saber que es su madre. Años después, una plaga asola Tebas, y el oráculo advierte que solo se podrá erradicar si se encuentra al asesino del anterior rey. Edipo, ignorante de su propio crimen, jura descubrir la verdad. Pero cuando finalmente lo hace, comprende que ha cumplido la profecía. Devastado, se arranca los ojos y se exilia.
Sófocles
Sófocles (aprox. 496 a.C.-406 a.C.) nació en una familia acomodada en el deme de Colono, un suburbio a las afueras de Atenas. Además de su faceta como dramaturgo, tuvo un papel activo en la vida pública ateniense: fue tesorero en 443-442 a.C. y general en 441-440 a.C. A los ochenta años, se le encargó la compleja tarea de formar parte del grupo de magistrados especiales responsables de la recuperación financiera y doméstica de Atenas tras la catastrófica derrota en Siracusa (412-411 a.C.).
Tuvo dos hijos: Iofonte, fruto de su matrimonio con Nicóstrata, y Aristón, nacido de su relación con Teóride. Tanto Iofonte como su nieto, también llamado Sófocles (hijo de Aristón), seguirían sus pasos como dramaturgos. Entre sus amigos más cercanos se encontraban el historiador Heródoto y el influyente estadista Pericles.
Aunque participó activamente en la política ateniense, las obras de Sófocles rara vez hacen referencia a eventos o temas de actualidad, lo que dificulta su datación. La clasicista Edith Hamilton lo describió como un observador desapasionado y distante de la vida. En su libro The Greek Way, señaló que la belleza de sus tragedias radica en su estructura sencilla, clara y equilibrada. Para ella, Sófocles personificaba el espíritu griego, al punto de que «todas las definiciones del espíritu y el arte griegos son, ante todo, definiciones de su espíritu y su arte. Su legado se ha impuesto como la quintaesencia de lo griego, y sus rasgos distintivos han sido atribuidos a toda la tradición helénica» (198-199). Hamilton también destacó su postura política conservadora y su creencia en el orden establecido, incluso en el ámbito teológico. El autor David Grene, en su traducción de Edipo rey, dijo que sus obras tenían tramas muy controladas, con diálogos complejos, contrastes entre personajes, un entrelazamiento de elementos orales y musicales, y la «fluidez de la expresión verbal».
Personajes principales
Los trágicos griegos representaban sus obras en teatros al aire libre, en festivales y competiciones que formaban parte de rituales cívicos y religiosos. Estas tragedias no solo buscaban entretener, sino también educar al ciudadano griego, explorar un problema.
Las representaciones contaban con un coro, cuya función era comentar y profundizar en la acción, y con actores (generalmente tres) que usaban máscaras para interpretar distintos personajes. Sófocles compartió la escena con otros grandes dramaturgos de su tiempo, como Esquilo, autor de Prometeo encadenado, y Eurípides, creador de Medea. En el prestigioso festival de Dionisio, Sófocles obtuvo 18 victorias, superando a Esquilo, que ganó 13, y a Eurípides, que solo consiguió cinco.
Se conocen pocas fechas exactas de sus obras, pero se estima que Edipo Rey fue escrita a mediados de la década de 420 a.C., en parte porque menciona una plaga que asoló Tebas, reflejando quizá la peste que afectó a Atenas en esa época. Curiosamente, a pesar de su gran impacto y popularidad, la obra no obtuvo el primer premio en su momento.
Los personajes de la obra son pocos:
- Edipo, el rey,
- Creonte, su cuñado,
- Tiresias, un viejo profeta ciego,
- Yocasta, esposa y madre de Edipo,
- dos mensajeros,
- un pastor,
- un sacerdote,
- y, por supuesto, el coro.
Resumen de la trama
La obra comienza con la ciudad de Tebas sumida en el caos, acosada por una plaga. Un sacerdote habla con Edipo:
Una plaga azota las plantas fructíferas de la tierra, el ganado en los campos, a nuestras mujeres para que no les nazcan hijos.
Le recuerda al rey que había liberado a la ciudad del tributo pagado a la Esfinge, y ahora la ciudad le ruega que encuentre alguna forma de rescatar a la ciudad y «enderezarla». Edipo le responde que comprende la difícil situación del pueblo y que ha enviado a su cuñado Creonte al templo de Apolo (al que a menudo se hace referencia en la obra como el soberano Febo) para encontrar una respuesta. A su regreso a la ciudad, Creonte pide hablar con el rey en privado, pero Edipo responde: «Habla ante todos, ya que por ellos sufro una aflicción mayor, incluso, que por mi propia vida». Para librar a la ciudad de la peste deben encontrar al asesino del rey Layo. Conociendo poco sobre la muerte del antiguo rey, Edipo escucha los detalles del asesinato, atribuido a un grupo de ladrones. Entonces, jura hallar al culpable.
El que fuera el asesino de aquél tal vez también de mí podría querer vengarse con violencia semejante. Así, pues, auxiliando a aquél me ayudo a mí mismo.
Edipo se dirige al público, rogando que si alguien conoce al asesino se presente, prometiendo que no tiene ningún castigo que temer, solo el exilio. Sin embargo, invoca una maldición:
...el que a escondidas lo ha hecho, sea en solitario, sea en compañía de otros, desventurado, consuma su miserable vida de mala manera.
Le hablan de Tiresias, un profeta ciego local, conocido por tener visiones que suelen coincidir con las de Apolo, y que podría ayudar a resolver el asesinato. Sin embargo, cuando llega el profeta, se muestra reticente a hablar, temeroso de las consecuencias si revela la verdad. Edipo, desesperado, le implora: «¿Sabiéndolo no hablarás, sino que piensas traicionarnos y destruir a la ciudad?». Intentando forzar su confesión, Edipo lo acusa de ser parte de un complot. A regañadientes, el anciano cede y le revela que él mismo es el asesino. Edipo, furioso, amenaza a Tiresias, pero el profeta le responde «Eres digno de lástima por echarme en cara cosas que a ti te reprocharán pronto». El rey, desconcertado, pregunta si esta acusación proviene de él o de Creonte. El profeta responde que Creonte no tiene nada que ver. Finalmente, el viejo profeta le pregunta a Edipo si sabe quiénes son realmente sus padres, y le advierte que una «maldición de padre y madre te expulsará de esta tierra, con oscuridad en tus ojos».
Edipo y Creonte se reúnen para hablar. Inmediatamente, Edipo amenaza a su cuñado, llamándole traidor y conspirando contra él. En defensa, Creonte le pregunta si va a ser desterrado. Cuando llega Yocasta, el rey le dice que su hermano conspira contra él, pero ella replica en defensa: «...¿qué fue lo que despertó tanto tu ira?». Él le dice que Creonte le acusa de haber matado a su marido, el rey. Ella le responde que no debe preocuparse por ese asunto y le habla de la profecía del oráculo y de la muerte de su marido:
Una vez le llegó a Layo un oráculo (...) que decía que tendría el destino de morir a manos del hijo que naciera de mí y de él. Sin embargo, a él, al menos según el rumor, unos bandoleros extranjeros le mataron en una encrucijada de tres caminos.
Movido por la curiosidad, Edipo pregunta sobre el asesinato: ¿Hace cuánto tiempo ocurrió? ¿Cómo se veía Layo? ¿Qué edad tenía? Ella le menciona a un único superviviente, un viejo criado que fue expulsado. Edipo solicita hablar con el anciano y, si sus relatos coinciden, quedará libre de toda culpa.
Edipo relata entonces la historia de su propia partida de Corinto: le habían llamado bastardo en una cena celebrada por sus padres, el rey y la reina. Aunque sus padres negaron la acusación, pronto supo que una profecía le predestinaba a asesinar a su padre y a yacer con su madre. Para evitar cumplir la profecía, huye de la ciudad hasta llegar a un cruce de tres caminos donde se encuentra con un carruaje. Se produce una disputa y acaba matando al ocupante del carruaje y al conductor. «Maté a todos». Le pregunta a Yocasta: «¿No soy yo, en verdad, un canalla? ¿No soy un completo impuro?»
Llega un mensajero para comunicar a Edipo que su padre, el rey de Corinto, ha muerto. Edipo se da cuenta de que la antigua profecía estaba equivocada.
Profetizaron que debía matar a mi padre. Pero él está muerto y oculto en las profundidades de la tierra, y yo estoy aquí de pie, sin haber puesto nunca una mano o una lanza cerca de él... (116)
Sin embargo, se siente confuso y no del todo aliviado, pues aún teme que se demuestre que la profecía es cierta. El mensajero añade que el rey Polibio no era el verdadero padre de Edipo, pues él mismo había recibido un bebé (Edipo) de un pastor y se lo había dado al rey. Edipo se da cuenta de que este pastor es el mismo hombre que había sido despedido por Yocasta. Para ayudar a apaciguar la angustia del rey, Yocasta le dice a Edipo que espera que los dioses le impidan descubrir quién es en realidad.
El viejo pastor llega para hablar con Edipo. Después de que el rey lo presione, le cuenta de mala gana la historia de cómo se había compadecido del bebé que vino de la casa de Layo y se lo dio al mensajero. Tras escuchar la confesión del pastor, Edipo se pone fuera de sí, suplicando una espada para poder matar a su esposa, su madre. Hablando con el coro, llega un segundo mensajero y comunica al público que Yocasta ha muerto; se suicidó. Cuando Edipo entra en su habitación, la encuentra colgada con una cuerda retorcida al cuello. Le arranca los broches de la túnica y se apuñala los ojos repetidamente. Cegado, suplica ser mostrado a los hombres de Tebas como el asesino de su padre. Se lamenta: «¿...qué me queda por ver a mí, a quien, aunque viera, nada me sería agradable de contemplar?» Proclama que es impío e hijo de la impureza. «Y si hay un mal aún mayor que el mal, ese le alcanzó a Edipo». Creonte acude a él, pero no para reírse, sino para preguntarle qué puede hacer. Edipo pide dar a Yocasta un funeral apropiado, y para sí mismo, ser expulsado y vivir «lejos de la ciudad».
Legado y complejo de Edipo
Edipo Rey no solo se representó durante toda la Antigüedad, sino que se sigue representando hoy en día y es de lectura obligatoria en muchas escuelas. Sobrevivió como modelo para obras de autores tan célebres como Séneca, Dryden y Voltaire. El psicoanalista Sigmund Freud llegó a acuñar la expresión «complejo de Edipo» para describir la fase de desarrollo en la que se experimenta el deseo por el progenitor del sexo opuesto. David Grene escribió que Edipo sirve de «metáfora de la búsqueda de identidad personal y autoconocimiento de todo ser humano en un mundo de ignorancia y horrores humanos» (11).