Lisístrata fue la tercera y última obra sobre la paz escrita por el gran comediógrafo griego Aristófanes (c. 445- c. 386 d.C.). Presentada en el festival de las Leneas en Atenas, la escribió durante los últimos años de la guerra entre Atenas y Esparta. La obra es esencialmente un sueño acerca de la paz. Muchos griegos pensaban que lo único que la guerra había traído a Grecia era la ruina, lo que la hacía vulnerable a un ataque persa. Entonces, en la comedia de Aristófanes, las mujeres y madres de las ciudades en guerra, lideradas por la ateniense Lisístrata, encuentran una ingeniosa solución. Para lograr la paz, deciden declarar una huelga. Pero no se trata de una interrupción del trabajo, sino de que no tendrán relaciones románticas con sus esposos. Incluso, ocupando la Acrópolis, donde se guarda el tesoro ateniense, las mujeres controlarán el acceso al dinero necesario para financiar la guerra. Junto con la negación del sexo, ambos lados deberían pronto estar rogando por la paz.
Aristófanes
Aunque es el autor de por lo menos cuarenta comedias, solo once de ellas sobrevivieron. Aristófanes es considerado por muchos como el más grande poeta en la comedia griega. Desafortunadamente, sus obras son el único ejemplo que nos ha llegado intacto. En la época en que Aristófanes comenzó a escribir, el teatro griego estaba en seria decadencia. Sin embargo, gran parte de la representación del drama seguía igual. Estaba el coro habitual de 24, así como los tres actores que vestían máscaras y disfraces grotescos.
Se sabe poco acerca de sus primeros años. El hecho de que la mayoría de sus obras fueran escritas entre el 427 y el 386 a.C. ayuda a establecer la fecha de su muerte alrededor del 386 a.C. Era ateniense, hijo de Filipos y propietario de tierras en la isla de Egina. Tuvo dos hijos, uno de los cuales fue escritor de comedias menores. Aunque participó poco en la política ateniense, a través de sus comedias era un crítico declarado de la Guerra del Peloponeso. Su representación y ataque al político Cleón en su obra Los babilonios, lo llevó al tribunal en el 426 a.C.
Aunque era algo discreto en cuanto a las políticas atenienses, Aristófanes se oponía a todos los cambios en los aspectos tradicionales de la filosofía, la educación, la poesía y la música. Era un crítico declarado del filósofo Sócrates y de su colega el dramaturgo Eurípides. Norman Cantor, en su libro Antiquity, dice que el dramaturgo reflejaba la opinión conservadora de muchos atenienses, mostrándolos como personas que valoraban la antigua simplicidad y la moralidad. Ellos veían todas las innovaciones como subversivas. Sus obras eran una mezcla de humor, audacia, seriedad y farsa. El editor Moses Hadas, en su libro Greek Drama, dice que, aunque Aristófanes podía escribir una poesía delicada y refinada, también podía, al mismo tiempo, demostrar obscenidad y humor. La autora Edith Hamilton, en su obra El camino de los griegos, afirma que todo acerca de la vida podía verse en las obras de Aristófanes; política, guerra, pacifismo y religión.
Aunque se condena a veces a Aristófanes por bajar el nivel del drama comparándolo con Esquilo, sus obras, con su simplicidad y vulgaridad, fueron reconocidas y apreciadas tanto por su inventiva como por su humorismo y desvergüenza. Su comedia era una mezcla de ingenio y agudeza.
Contexto y personajes
Atenas era una ciudad intranquila, ya que los ejércitos espartanos estaban muy cerca. La gente estaba indignada por el liderazgo ineficaz tanto en el gobierno de la ciudad como en el campo de batalla. Todo esto sirvió de material para la obra de Aristófanes. En Lisístrata, las mujeres de Atenas y Esparta se declaran en huelga para obligar a los hombres a detener la guerra y hacer las paces. Por medio de la audaz heroína de la obra, Lisístrata, Aristófanes se abre una oportunidad para exponer sus puntos de vista en contra de la guerra. Para él, la guerra brindaba a los hombres la oportunidad de mostrar coraje y tener una muerte gloriosa. Las mujeres, por otro lado, no compartían ese pensamiento. Para ellas, la guerra solo les podía traer décadas de miseria, ya sea como esposas o como madres afligidas.
La obra tiene una lista algo larga de personajes:
- Lisístrata
- Cleonice
- Mirrina
- Estratílides
- La espartana Lampito
- Un coro de hombres y mujeres ancianos
- Un magistrado
- Tres mujeres ancianas
- Cuatro mujeres jóvenes
- Cinesias, el esposo de Mirrina
- Un heraldo espartano
- Un delegado de paz espartano
- Dos delegados de paz atenienses
- Un cierto número de personajes silenciosos
Trama
La obra se inicia afuera de las casas de Lisístrata y su amiga Cleonice en Atenas; se puede ver el Acrópolis en el fondo. Lisístrata se muestra muy ansiosa, mirando a izquierda y derecha, mientras espera la llegada de sus amigas:
… estoy realmente decepcionada de las mujeres. Nuestros esposos piensan que somos unas astutas malvadas… las he citado a una reunión para discutir un asunto de la mayor importancia, y ellas están durmiendo. (Sommerstein, 141)
Cleonice trata de calmarla, le dice que para las mujeres es difícil salir de la casa porque tienen muchos quehaceres. Pero ella ha pasado varias noches sin dormir pensando en el problema antes de encontrar una solución. Está frenética. El destino de todo el país –el Peloponeso y Atenas– depende de ellas. Volviéndose a Cleonice, Lisístrata dice:
… nosotras las mujeres tenemos la salvación de toda Grecia en nuestras manos […] Voy a lograr que ningún hombre, por lo menos de una generación, apunte una lanza contra otro. (142)
A medida que otras mujeres van llegando, incluida la espartana Lampito, Lisístrata las reprende por llegar tarde. Luego les pregunta si se les unirían si ella encontrara una manera de detener la guerra. Con cierta reserva, se muestran de acuerdo. Entonces Lisístrata presenta su plan: las mujeres deben renunciar al sexo. Si lo hacen, los hombres se frustrarán y de seguro harán la paz. Muchas, incluyendo a Cleonice, comienzan a echarse para atrás, pensando en dejar que la guerra continúe. Creyendo que el plan traerá la paz, Lampito acepta inmediatamente, y las demás comienzan a ponerse de su lado gradualmente. Para garantizar la completa cooperación, todas deben prestar un juramento.
Después de prestar el juramento, un fuerte grito de triunfo sale de la Acrópolis; la ciudadela de Atenas está ahora en sus manos. El plan era muy sencillo. Ellas ocuparán la Acrópolis, y si los hombres tratan de tomarlo por la fuerza, solo podrán hacerlo si cumplen con sus condiciones. El plan se pone a prueba muy rápidamente, cuando un grupo de hombres llega con palancas y antorchas para forzar las puertas bloqueadas. Son enfrentados entonces por un pequeño grupo de mujeres lideradas por la anciana Estratílides, y llevando cubos con agua. Ella les dice a sus compañeras:
¿Qué tenemos aquí? ¡Una pandilla de escoria masculina, eso es! ¡Ningún hombre que tuviera decencia o respeto por los dioses se comportaría así! (154)
El líder masculino se da vuelta y la amenaza. Ella no retrocede y junto con las otras mujeres arrojan agua sobre los hombres, apagando sus antorchas. Mientras siguen discutiendo (el líder la llama una reliquia vieja y ella lo llama un cadáver viejo) llega un magistrado con dos esclavos y varios otros funcionarios. Este exclama: (154)
Miren lo que pasa cuando permitimos los vicios a las mujeres – les enseñamos a ser escandalosas. Es por eso por lo que tenemos este tipo de conspiraciones. (156)
Lisístrata se asoma de detrás de la puerta:
¿Qué es eso de las palancas? No necesitamos palancas, lo que necesitamos es inteligencia y sentido común. (157)
Uno de los funcionarios trata de asir a Lisístrata. Como el magistrado y sus funcionarios tratan de embestir la puerta, Lisístrata llama a que salgan más mujeres. Ellas se lanzan contra los funcionarios, golpeando y pateando. Vapuleados, los hombres retroceden. Las mujeres se retiran al interior de la Acrópolis. Desesperado, el magistrado se vuelve hacia Lisístrata y le pregunta por qué se han encerrado adentro. Lisístrata le dice que ellas quieren que los hombres dejen de librar guerras. Como ellos siguen argumentando, Lisístrata les dice:
…estamos en la plenitud de nuestra vida, y ¿cómo podemos disfrutarla, con nuestros maridos siempre de campaña y nosotras dejadas en casa como si fuéramos viudas? (164)
Desafortunadamente, ella comienza a darse cuenta de que algunas de las mujeres están perdiendo su lealtad a la causa. Un marido, Cinesias, llega a la Acrópolis y le ruega a su esposa Mirrina que regrese a casa. A pesar de sentirse tentada, ella se rehúsa y vuelve donde las demás mujeres. Mientras él maldice a su mujer, un heraldo espartano se aproxima, diciendo que está allí para discutir un acuerdo. Cinesias le dice que regrese a Esparta y traiga delegados con plenos poderes mientras él va al Concejo a pedir delegados atenienses.
Llega la delegación espartana y se junta con los delegados atenienses. Piden hablar con Lisístrata. Ella increpa a ambos lados:
Resulta que cada uno de ustedes está en deuda con el otro: ¿Por qué no detienen entonces esta guerra, esta maldad? Sí, ¿por qué no hacen las paces? ¿Qué se los impide? (187)
Ella los conduce dentro de la Acrópolis para darles comida y bebida mientras se discuten los términos de la paz. Al final, se dirige a los espartanos:
Bueno, caballeros, así que todo está felizmente arreglado, espartanos, aquí están sus esposas de regreso... Formen ahora todos, el hombre junto a la mujer y la mujer junto al hombre, y dancemos en acción de gracias. (191)
Conclusión
Lisístrata es una obra acerca de la paz. Como en muchas de sus obras, Aristófanes usa a sus personajes para que actúen como su voz. Él detesta la guerra y los efectos que ha causado en su amada Atenas. Puesto que la guerra terminó poco tiempo después de haberse representado la obra, esta se convirtió en su tercera y última defensa de la paz. En la obra, a diferencia de la realidad, la paz se negoció milagrosamente, y la guerra llegó a un final glorioso, con ambos bandos reunidos para comer y bailar. La heroína de la obra, Lisístrata (cuyo nombre significa “la que disuelve los ejércitos”) es una protagonista notable por muchas razones. Ella demuestra una fuerte voluntad y determinación; reprende a sus compañeras por su tardanza y luego las obliga a prestar juramento para garantizar su compromiso. Se enfrenta al magistrado y expresa con calma sus demandas; una súplica de inteligencia, no de palancas. Como mujer, se da cuenta de que tiene poca o ninguna voz en la formulación de políticas. Sin embargo, entiende a los hombres y, gracias a su ingenio, puede reunir a los dos bandos para que hagan las paces.