El gobierno del Imperio bizantino estaba encabezado y dominado por el emperador, pero había muchos otros funcionarios importantes que ayudaban en el funcionamiento de las finanzas, en el poder judicial, el ejército y en la burocracia de un extenso territorio. Sin elecciones, los ministros, senadores y consejeros que gobernaban al pueblo, adquirían su posición en gran medida a través del patrocinio imperial o por su condición de grandes terratenientes. El gobierno tenía varios niveles en función de la división geográfica de la población del Imperio y, aunque la corrupción, las rebeliones y las invasiones amenazaron el funcionamiento del sistema, e incluso provocaron su reducción en escala, el sistema sobrevivió durante siglos hasta convertirse en uno de los aparatos de gobierno más sofisticados vistos en cualquier Imperio de la historia.
El emperador
El emperador bizantino (y a veces emperatriz) gobernaba como monarca absoluto y era el comandante en jefe del ejército y jefe de la Iglesia y el gobierno. Controlaba las finanzas del Estado y nombraba o destituía nobles a su antojo, concediéndoles riquezas y tierras o quitándoselas. El cargo era tradicionalmente hereditario, pero con regularidad se fundaban nuevas dinastías cuando los usurpadores tomaban el trono, comúnmente generales militares respaldados por el ejército. A diferencia de Occidente, el emperador bizantino era también cabeza de la Iglesia y, por tanto, podía nombrar o destituir al cargo eclesiástico más importante del Imperio, el Patriarca u obispo de Constantinopla. Además, se consideraba que el emperador había sido elegido por Dios para gobernar por el bien del pueblo.
El emperador se distinguía por su magnífica residencia real, el Gran Palacio de Constantinopla, y por sus galas imperiales: la corona enjoyada, el cinturón, el manto y el broche que aparecen en tantas representaciones del arte bizantino. Su imagen se veía ampliamente en monedas, sellos oficiales, pesos, mosaicos y esculturas.
EL EMPERADOR DEBÍA CONSULTAR AL SENADO Y, EN PARTICULAR, AL GRUPO MÁS REDUCIDO DE SENADORES DE MAYOR RANGO, EL SACRUM CONSISTORIUM.
Dado el tamaño del Imperio y la complejidad de todas las facetas de gobierno necesarias para su buen funcionamiento, el emperador se veía obligado, por necesidad, a consultar con un equipo de asesores cercanos. Estos miembros de un círculo íntimo en la corte, el comitatus, no tenían por qué ocupar ningún cargo formal, pero existían otros cargos y puestos permanentes que ayudaban a difundir la voluntad imperial por todos los rincones del Imperio. Existían, además, los eunucos chambelanes de la corte (cubicularios) que servían al emperador en diversas tareas personales, pero que también podían controlar el acceso a él. Los eunucos también ocupaban puestos de responsabilidad, el principal de los cuales era el poseedor de la bolsa del emperador, el sakellarios, cuyos poderes aumentarían significativamente a partir del siglo VII d.C.
El principal foro de gobierno era el Senado de Constantinopla, compuesto por varones de la aristocracia a los que el emperador otorgaba su cargo. Creado por Constantino I (que reinó de 306-337 d.C.), seguía el modelo del Senado romano. Aunque en la práctica el emperador podía tomar cualquier decisión, al menos en teoría debía consultar al Senado y, en particular, al grupo más reducido de senadores de mayor rango, conocido como sacrum consistorium. Esto se aplicaba especialmente a los asuntos de importancia para el Estado: declaraciones de guerra o tratados de alianza, entre otros. El Senado, por tanto, no era más que un órgano consultivo. No obstante, podía actuar como tribunal supremo en casos excepcionales de alta traición. León VI (que reinó de 886-912 d.C.) redujo aún más el papel del Senado, pero continuaría siendo una institución hasta la caída del Imperio a mediados del siglo XV d.C.
Entre los ministros clave que dependían del emperador pero gozaban de cierta autonomía de autoridad, se encontraban los siguientes:
el quaestor sacri palatii o jurisconsulto principal y jefe del poder judicialel
el magister officiorum, que se ocupaba de la administración general del palacio, el ejército y sus suministros, la policía secreta, el transporte y los asuntos exteriores
el cursus publicus que supervisaba el cargo público
el comes sacrarum largitionum, que controlaba la ceca del estado (Sakellion) y supervisaba las aduanas, los talleres y armerías del estado y las minas de oro y plata del estado. Recaudaba algunos impuestos específicos, pagaba gratificaciones extraordinarias al ejército y supervisaba la distribución de ropa a la corte.
el comes rei privatae, que se ocupaba de las propiedades imperiales y del patrimonio personal del emperador.
el praepositus sacri cubiculi o jefe de los eunucos, que normalmente controlaba quién podía tener una audiencia personal con el emperador.
el prefecto urbano o eparca, que era, en esencia, el alcalde de Constantinopla y debía dirigir la ciudad, gestionar sus prisiones, garantizar el orden público, supervisar los proyectos de construcción y organizar espectáculos públicos.
El emperador y los funcionarios mencionados anteriormente estaban apoyados por varios ministerios y sus líderes (domésticos), como el encargado de los orfanatos (orfanotrófos) y el encargado de los registros públicos (protasekrétis), así como numerosos funcionarios menores (logotetas) y archivistas (chartoularios).
Gobierno regional
El Imperio bizantino estaba dividido en las siguientes unidades territoriales y administrativas:
Prefecturas (4)
Diócesis (12)
Provincias (más de 100)
Consejos de las ciudades
Había cuatro prefecturas, cada una gobernada por un prefecto pretoriano. El más importante era el Pretoriano de Oriente (los otros gobernaban Galia, Italia e Ilírico) y, al igual que sus colegas, era responsable de todos los asuntos administrativos, fiscales y judiciales de su zona. Los prefectos supervisaban y mantenían el correo público, las carreteras, los puentes, las casas de postas y los graneros de su zona.
LOS MIEMBROS DE UN CONSEJO O CURIA SOLÍAN SER LOS CIUDADANOS LOCALES MÁS RICOS, LA ÉLITE TERRATENIENTE (ARCHONTES), QUE NO ERAN ELEGIDOS.
Las prefecturas se dividían a su vez en diócesis con sus respectivos gobernadores (vicarii) y cada una de éstas en provincias administrativas, cada una con su propio gobernador que supervisaba los consejos de las ciudades o curias. Las ciudades que eran sede de un gobernador, como Éfeso, Sardis y Afrodisias, florecieron, ya que los gobernadores trataban de dejar monumentos duraderos en su ciudad y apoyar la cultura de la misma. Esto solía ir en detrimento de las ciudades más pequeñas de la provincia, e incluso hay registros de que los emperadores amonestaron a los gobernadores por desmantelar monumentos y robar las piedras de ciudades más pequeñas para embellecer la capital de la provincia.
Los miembros de una curia solían ser los ciudadanos locales más ricos, la élite terrateniente (archontes), y aunque no había elecciones, la gente común podía expresar su opinión en los actos públicos aclamando o abucheando a las figuras públicas, al igual que a veces hacían facciones de la multitud en el Hipódromo de Constantinopla con el emperador. La opinión pública no podía provocar la destitución de consejeros u otros funcionarios del gobierno, pero sí podía afectar a sus posibilidades de ascenso, ya que el emperador y el gobierno central estaban siempre atentos a los signos de malestar público en las provincias. Ocasionalmente se producían disturbios, y era mejor evitar los daños y trastornos económicos que causaban.
Los consejeros locales eran responsables de todos los servicios públicos y de la recaudación de impuestos en su ciudad y sus alrededores; curiosamente, cualquier déficit debía ser cubierto por los propios consejeros hasta que esa onerosa obligación fue abolida a principios del siglo VI d.C.. Esta era una política deliberada de los emperadores para separar los ingresos fiscales de cualquiera que ocupara puestos de poder militar y, por tanto, reducir la posibilidad de que un usurpador pudiera financiar la parte del ejército que comandaba contra el Estado. El principal impuesto era sobre la tierra, una contribución llamada annona, que se calculaba en función de un censo (indictio) realizado cada 5 años, y despúes, cada 15.
Los consejos locales también tenían que ayudar con los servicios nacionales, como proporcionar caballos para el sistema postal del Imperio. Los consejos locales podían presentar peticiones directamente al emperador, de modo que existía una cadena de autoridad directa e indirecta a través de la cual se transmitía la política imperial a la gente común. León VI abolió los consejos en el siglo IX d.C., y sus funciones fueron redistribuidas a otros funcionarios. Por último, para garantizar que la política gubernamental se llevara a la práctica, existía todo un ejército de inspectores imperiales que eran enviados periódicamente a las provincias.
En el siglo VII d.C., a medida que el imperio se redujo considerablemente y lo que quedaba se veía cada vez más amenazado por sus vecinos, el emperador Heraclio (que reinó de 610-641 d.C.), o sus sucesores inmediatos, cambiaron permanentemente el sistema de gobierno central para que los gobernadores de las nuevas provincias o temas (themata) fueran, en efecto, comandantes militares provinciales (strategoi) con responsabilidades civiles que dependían directamente del emperador mismo y le rendían cuentas. Por lo tanto, se abolió el sistema de los Prefectos Pretorianos, y los logotetas, aquellos funcionarios menores despreciados anteriormente, se volvieron más importantes para el exitoso funcionamiento del gobierno y la administración civil.
De esta manera, toda la burocracia se simplificó y se redujo masivamente el número de funcionarios, siendo los logotetas más importantes los siguientes:
El logoteta tou stratiotikou, encargado de los asuntos militares desde el gasto hasta los armamentos y suministros.
El logoteta tou genikou, encargado del impuesto sobre las tierras, entre muchas otras responsabilidades.
El logoteta tou dromou, encargado de los asuntos exteriores, la seguridad interna, el correo público, la protección del emperador, las vías de comunicación y las ceremonias oficiales.
En el siglo VIII d.C., cuando los ejércitos de ciertos temas y strategoi constituyeron una amenaza para la posición del emperador, los temas se reorganizaron en unidades regionales más pequeñas para reducir su poder militar. Para el siglo XI d.C., el sistema temático entró en declive, ya que emperadores como Basilio II (que reinó de 976-1025 d.C.) prefirieron confiar en la mayor lealtad de su propio ejército privado. Los strategoi fueron sustituidos gradualmente por otros funcionarios con menos poderes generales, como el doux o katepano (gobernador militar) y el praitor (responsable de asuntos fiscales y judiciales).
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Es un abogado mexicano que cuenta con experiencia en traducción jurídica y académica. En su labor profesional se ha dedicado mayormente al servicio público, en donde se ha especializado en diversos temas de derecho, gobierno, cultura y derechos humanos.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2018, abril 13). Gobierno bizantino [Byzantine Government].
(J. Araiza, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-16943/gobierno-bizantino/
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Cartwright, Mark. "Gobierno bizantino."
Traducido por Jair Araiza. World History Encyclopedia. Última modificación abril 13, 2018.
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Cartwright, Mark. "Gobierno bizantino."
Traducido por Jair Araiza. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 13 abr 2018. Web. 23 nov 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 13 abril 2018. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.