La Torre de Londres es un castillo ubicado en Londres sobre el río Támesis, cuya construcción inició Guillermo el Conquistador alrededor del 1077, al que se le hicieron importantes ampliaciones en los siglos siguientes. Por lo general, en Inglaterra se lo llama simplemente «la Torre». Ha servido como fortaleza, palacio, prisión, tesorería, arsenal y zoológico.
La Torre es un castillo de pésima reputación adonde se han enviado reyes destronados, reinas y traidores, aunque resulta sorprendente que solo unos pocos prisioneros se ejecutaron allí. En la actualidad es una importante atracción turística que se llena de visitantes ansiosos por vivir la experiencia de hallarse en un lugar impregnado de la historia de Inglaterra como ningún otro, donde admiran a los pintorescos Guardias Ceremoniales (beefeaters) y se deslumbran con las fabulosas joyas de la Corona.
La Torre Blanca
Cuando Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, ganó la batalla de Hastings en 1066 y se lanzó a la conquista normanda de Inglaterra, el nuevo rey quiso asegurar su reino mediante la construcción de estratégicos castillos de mota castral (motte) y patio de armas (bailey). Londres era una elección obvia para erigir una nueva fortaleza, y así, alrededor de 1077, comenzaron los trabajos de lo que sería la Torre de Londres. El castillo fue uno de los primeros de Inglaterra en poseer una torre independiente fortificada (donjon). Los trabajos continuaron hasta el 1100 con el empleo de rocas duras de arenisca provenientes de Kent, y detalles revestidos de piedra caliza de Caen, Normandía. Una vez terminada, la torre rectangular de dos plantas resultó tan impresionante que le dio nombre a todo el castillo: la Torre de Londres. Un proyecto para blanquearla con lechada de cal, completado en 1240, le dio el nombre de Torre Blanca, con el que hoy se conoce.
La torre mide 36 x 32.5 metros (118 x 106 pies) y tiene una altura de 27.5 metros (90 pies). A la primera planta se accede a través de una escalera de madera en la parte sur, que estuvo protegida en el siglo XII por una torre baja destruida en 1674. Un muro central transversal dividía el primer y segundo piso en salones de dimensiones desiguales. No resulta claro para qué se empleaban estas recámaras y no existen registros que Guillermo se haya quedado alguna vez en el castillo, de manera que es posible que su intención original fuera hacer una demostración del poder normando. Una escalera de caracol daba acceso a los pisos superiores y a un sótano que probablemente se empleaba como almacén, donde existía un pozo. A ambos lados de la pared transversal se desarrollaba un techo a dos aguas; el piso superior contenía la capilla de San Juan Bautista, cuyo ápside proporciona a la torre su curvada esquina oriental. La capilla tiene adentro una arcada de gruesas columnas que sostienen los arcos, un techo abovedado cilíndrico y un corredor que se despliega por ambos lados. Alrededor de 1240 se añadieron tres ventanas de vitrales de colores que muestran a la Virgen y al niño Jesús.
Sin embargo, el castillo era bastante más que la torre, debido a que estaba rodeado por un muro en forma de cortina, con torres en las esquinas. Dos lados de este muro reutilizaban unas antiguas murallas romanas que los anglosajones habían reparado, lo cual indica que esta puede haber sido la razón principal por la que Guillermo escogió el sitio. Al castillo se le proporcionó un foso de protección y una empalizada de madera y tierra por dos de sus lados, mientras el río protegía los otros dos. En 1097, William Rufus sustituyó la empalizada que conformaba el muro acortinado por una obra de cantería. La entrada principal del castillo se encontraba por el oeste, del lado de la ciudad, y estaba protegida por una elaborada barbacana fortificada. La estructura, levantada en ángulo de 90 grados respecto a la entrada con el objetivo de hacerla más segura, se conoció como la Torre del León.
Hogar multipropósito del monarca
La Torre se empleó como residencia ocasional por Enrique VIII (que reinó de 1509 a 1547) y los anteriores monarcas ingleses, muchos de los cuales realizaron importantes adiciones y mejoras a través de los siglos. En el siglo XII el masivo polígono de la Torre de la Campana (c. 1190-1200) se añadió a la esquina suroccidental de la cortina amurallada, se excavó un foso de 50 metros (160 pies) de ancho que se llenaba con las mareas y se extendió la pared sur, lo que llevó a que en este complejo se invirtiera más dinero que en cualquier otro castillo de Inglaterra, excepto el de Dover. Enrique III de Inglaterra (que reinó de 1216 a 1272) prestó particular atención a los apartamentos del castillo e incluso construyó un pequeño zoológico, si bien el rey Juan, que reinó entre 1199 y 1216, pudo haber sido el primero en mantener animales exóticos en el lugar. Hasta que en 1835 se clausuró la Torre de las Fieras, residieron allí en distintos momentos leopardos, leones, un elefante y hasta un oso polar, que por lo general habían sido obsequios diplomáticos. Otra curiosidad del siglo XII fue que el entonces futuro Arzobispo de Canterbury, Tomás Becket (que reinó de 1162 a 1170), ocupó por un tiempo el cargo de alguacil del castillo durante la década de 1150.
Durante el reinado de Enrique III de Inglaterra (1216-1272) se añadieron La Torre Sangrienta y la Torre de Wakefield, así como tres torres en forma de "d" en el flanco este, más tres en el flanco norte de la cortina amurallada. Además, se reconstruyó el Gran Salón Independiente (ahora inexistente), que medía 24 x 15 metros (80 x 50 pies). Sin embargo, la tendencia general durante el siglo XIII d.C. fue la de aumentar las comodidades antes que la seguridad militar de los castillos. Una orden de 1240 estipulaba lo siguiente:
Revestir de madera la recámara de la reina… Y pintarla con rosas… Levantar una pared en forma de panel entre dicha recámara y el guardarropa de la recámara y azulejarla por su exterior. (valuado en libras, 83).
Entretanto, la cámara del rey se pintó con el escudo de armas y se adicionó una torreta en la esquina para que funcionara como drenaje directo sobre el Támesis, a causa de las quejas de Enrique III sobre el mal olor que despedía el antiguo retrete interior. Otro de los proyectos de Enrique fue la casi total reconstrucción de la Capilla de San Pedro ad Vincula, en la esquina noroeste del patio de armas.
La Torre también pasaba a tener múltiples propósitos. Primero, Eduardo I de Inglaterra (que reinó de 1272 a 1307) logró finalizar el diseño definitivo del castillo al completar lo que hoy es una muralla en doble anillo por los tres lados terrestres y añadir una estructura en forma de dique conocida como la Torre de Santo Tomás. Esta última se empleó como aposento real y se elevaba sobre la entrada por la que los prisioneros del estado se traían escoltados directamente desde el río: la Puerta de los Traidores. Después, Eduardo mudó hacia el castillo una de las tesorerías reales y también lo convirtió en residencia de un archivo real (que luego se ubicó en la Torre de Wakefield); además, trasladó allí la Real Casa de la Moneda (en una fila de pequeños talleres que contenían 30 crisoles, que se conocía como Calle de la Moneda). A partir de ahí, la Torre también se convirtió en el principal arsenal de Inglaterra, donde se fabricaban y almacenaban todo tipo de artefactos de asedio, armamento y armaduras. Para fortalecer la seguridad de todos estos valiosos bienes, Eduardo III de Inglaterra (que reinó de 1327 a 1377) ordenó que todos los guardias y oficiales permanecieran dentro del castillo durante las noches y que todas las puertas se mantuvieran cerradas desde el anochecer hasta el amanecer.
Durante el reinado de Ricardo II de Inglaterra (que reinó de 1377 a 1399), el sótano se reforzó para soportar la carga adicional de los ponderosos cañones que se posicionaron en el techo, algunos de los cuales pesaban cerca de 270 kg (600 libras). También en este período hubo otro «antes de hacerse famoso» relacionado con la Torre, en la persona de Geoffrey Chaucer (c. 1343-1400), quien ejerció como encargado de obras antes de establecerse como uno de los poetas más célebres de la literatura medieval. Entre 1377 y 1661 la Torre también vislumbró algo de pompa y ceremonia al hospedar el sitio de donde partían las procesiones en vísperas de las coronaciones. La tradición establecía que el monarca en ciernes pasara la noche en el castillo antes de que se lo coronara en la Abadía de Westminster. Las vestimentas reales empleadas en estas ceremonias, junto con muchos otros valiosos tejidos y tapices, se guardaban en la Torre del Guardarropa. En la década de los 1490 se agregó un tercer piso en la torre, lo que implicó el redimensionamiento de los pisos inferiores, según indican las marcas aún visibles en las paredes de los salientes originales que soportaban los techos.
Prisioneros famosos
Una función importante de la Torre era la de prisión. Leer la historia de los prisioneros es como leer el «quién es quién» de la historia de Inglaterra, con muchos nombres famosos en el castillo, algunos para que al final se los liberara y otros para ser ejecutados; no obstante, con hasta el siglo XX, solo siete personas fueron ejecutadas en el interior de la fortaleza (la mayoría de las ejecuciones se realizaban en otros lugares, como Tyburn).
Aunque parezca extraño, hasta 1695 no se habían construido celdas que tuvieran ese propósito específico; los prisioneros se recluían en cualquiera de la recámaras disponibles. Las razones para los apresamientos eran casi siempre de índole político o religioso y los detenidos solían ser importantes personajes caídos en desgracia. Los alojamientos podían no ser demasiado inapropiados, pero las confesiones se solían obtener por medio de la tortura. Este fue el caso de Guy Fawkes, de la fallida Conspiración de la Pólvora que intentó volar el parlamento, cuya temblorosa firma en el acta de confesión indica los tormentos que sufrió durante 10 días, a partir de su captura el 5 de noviembre de 1605. No era usual la tortura, pero cuando se utilizaba, los métodos que se preferían eran colgar a las víctimas por las muñecas, o estirarlas sobre el potro de tormento, o aplastarles los huesos lentamente mediante el empleo de un dispositivo conocido como «la hija del carroñero».
Durante la Guerra de las Dos Rosas (1455-1487), Enrique VI de Inglaterra (que reinó de 1422 a 1461 y de 1470 a 1471) sufrió nueve años de prisión en la Torre, hasta que el ejército de Lancaster lo salvó. Sin embargo, el indulto no sería más que temporal, ya que el ejército de York repuso en el trono a Eduardo IV de Inglaterra (que reinó de 1461 a 1470 y de 1471 a 1473), con lo que Enrique regresó a su antigua prisión, donde con toda probabilidad fue asesinado uno o dos meses más tarde.
Cuando Eduardo IV murió en 1483, la Torre atravesó por la infamia de recibir a dos de sus más renombrados prisioneros: Eduardo y Ricardo, conocidos como «los Príncipes de la Torre», jóvenes hijos del fallecido rey a quienes Ricardo de Gloucester encarceló al coronarse Ricardo III (que reinó de 1483 a 1485). En menos de dos meses ambos príncipes fueron asesinados, mientras todos, incluido Shakespeare en su obra Ricardo III, dirigían sus acusaciones hacia el rey usurpador. Cuando en 1674 se demolió el edificio que se anteponía a la Torre Blanca, se descubrieron cerca de allí dos esqueletos de jóvenes cuyos restos, identificados entonces como los de los dos príncipes, volvieron a inhumarse en la Abadía de Westminster. En 1933 se reexaminaron sus osamentas y se confirmó que pertenecían a dos mozos de edad similar a la de los príncipes.
El caballero Tomás Moro (nacido en 1478), en contra de la Reforma protestante, y quien rehusó prestar juramento al reconocimiento del rey como jefe supremo de la iglesia, estuvo preso en la Torre hasta que fue juzgado y ejecutado el 6 de julio de 1535. Más adelante fue canonizado por la iglesia católica.
Ana Bolena, reina de Inglaterra (que reinó de 1533 a 1536) y segunda esposa de Enrique VIII de Inglaterra, estuvo encerrada en la Torre acusada de adulterio y de conspirar para envenenar a su esposo, imputación que negó. Ana, cuyo verdadero «crimen» fue no concederle a Enrique un heredero varón, fue ejecutada en mayo de 1536 sobre el césped del castillo, en la Torre Verde, donde murió con gran dignidad. Catalina Howard (c. 1520), la quinta esposa de Enrique, se enfrentaría a idéntico destino en 1542. Incluso Isabel I (que reinó de 1558 a 1603), hija de Enrique, fue enviada a la Torre por su recelosa hermana, la reina María I de Inglaterra (que reinó de 1553 a 1558), donde permaneció dos meses en 1554, cuando aún era una princesa.
El aventurero Sir Walter Raleigh sufrió encierro en la Torre en tres oportunidades, una por casarse con una dama sin contar con el permiso de la reina, luego por conspirar contra Jacobo I (que reinó de 1603 a 1625), y por último por violar un tratado con España durante su búsqueda de El Dorado, en América del Sur. Al menos pudo disponer de la compañía de su familia durante un confinamiento que se prolongó catorce años, tiempo que dedicó a escribir poesía, hasta su ejecución en 1618.
La Torre no siempre pudo retener a sus prisioneros. Escaparon 37, aunque en ocasiones la libertad no fue más que temporal. Roger de Mortimer (1287-1330), quien había ocupado el cargo de lugarteniente del rey en Irlanda y se colocó en el bando contrario a Eduardo II de Inglaterra (que reinó de 1307 a 1327), fue uno de los que tuvo éxito. En ocasión de estar preso en la Torre logró que un aliado drogara a los guardias, lo que le permitió escapar utilizando una escala de cuerda y huyó a Francia en agosto de 1324. Roger regresó y gobernó como regente de Inglaterra, pero a la postre Eduardo III lo ahorcó en 1330. Luego estuvo el lord jacobita Nithsdale, quien maquillado y ataviado con las ropas de su esposa se ganó la libertad en 1716. Estos ejemplos demuestran que con frecuencia los prisioneros se confinaban dentro de los vastos terrenos del castillo y no en una parte específica de él. Sin embargo, las fugas no dejaban de tener consecuencias, como cuando Ranulf Flambard (c. 1060-1128), antiguo Obispo de Durham, atiborró de vino y cena a sus captores para descender por una soga que colgaba de una ventana y escapar. El resultado fue que Enrique I de Inglaterra (que reinó de 1100 a 1135) despojó al alguacil del castillo de una tercera parte de sus tierras, como castigo por el descuido.
Historia posmedieval
A partir del siglo XVI disminuyó el uso de la Torre como residencia real, pues los monarcas preferían a Westminster. El castillo quedó solo de armería, cuartel, almacén (sobre todo de pólvora), y en ocasiones, como durante los reinados de los despiadados Tudor, de terrible prisión. El complejo se siguió ampliando con nuevos edificios que tenían distintos propósitos, por lo general vinculados a la fabricación, la prueba y el almacenamiento de armas. Estos incluyeron el Gran Almacén, que se completó en 1692. De hecho, el castillo llegó a estar tan atestado de materiales de guerra que los edificios literalmente reventaban. El entarimado del piso superior de la Torre Blanca colapsó bajo el peso de 2000 barriles de pólvora en 1691, pero por fortuna no se produjo explosión.
A pesar de ser redundante desde el punto de vista militar y de los estragos del tiempo, el castillo se convertiría en uno de los depósitos de armas y tesoros más atractivos de la historia, y con el paso del tiempo comenzó a atraer un público que lo visitaba por placer. En 1506 se añadió un jardín. A partir de la década de los 1660 se expusieron en la Torre las joyas de la Corona, para admiración de los que podían pagar el recorrido (ver a continuación). Durante el mismo siglo se adicionó el Edificio de la Armería, y la Torre Blanca recibió los actuales techos de sus torretas, nuevos ventanales y puertas. Por fortuna, el gran incendio de Londres de septiembre de 1666 respetó el castillo. En la historia del castillo se siguieron entretejiendo nombres famosos. Sir Isaac Newton (1642-1727), por ejemplo, fungió como Director de la Casa de la Moneda en 1696 y fue Maestro Acuñador durante 28 años. En 1700 se reemplazaron las antiguas y pequeñas ventanas de la Torre Blanca por otras más grandes, debido a que ya no era necesario tomar en consideración aspectos de defensa.
Durante el siglo XIX la Torre se convirtió en una importante sede militar con una numerosa guarnición, por lo que en 1845 se construyó el Cuartel de Waterloo, que hoy alberga la jefatura del Real Regimiento de Fusileros. En ciertas oportunidades hubo incendios que ocasionaron la pérdida de edificios, como el de 1841, que destruyó el Gran Almacén. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), varios inmuebles exteriores sufrieron daños a causa de los bombardeos. El castillo, sin embargo, ha seguido evolucionando hasta el día de hoy, con adiciones, demoliciones y restauraciones, dirigidas fundamentalmente a recuperar su apariencia medieval.
La fortaleza se siguió empleando como prisión hasta principios del siglo XIX, período en que algunos revoltosos miembros del parlamento no fueron inmunes a la encarcelación. Otros cautivos importantes se vieron alojados allí, incluso durante el siglo XX. Uno de esos últimos prisioneros fue Rudolf Hess, lugarteniente de Adolf Hitler, quien en 1941 pasó cuatro días en el lugar.
La Guardia Ceremonial (beefeaters), los cuervos y las joyas de la Corona
La real guardia personal, denominada de manera oficial Yeomen (alabarderos, milicianos) de la Guardia, conocida al menos desde 1700 por todo el mundo como beefeaters, tuvo a su cargo la custodia de la Torre y de sus ocupantes desde una fecha del siglo XV que nadie recuerda. Los guardias ceremoniales siguen haciendo sus rondas hasta el día de hoy y actúan como guías turísticos, vestidos con sus llamativos uniformes rojos de la época de los Tudor. En los terrenos del castillo los cuervos constituyen una presencia tan peculiar como la de los beefeaters. No se conoce cuándo arribaron estos pájaros por primera vez, pero la leyenda reza que el reino perdurará mientras permanezcan allí. Apenas escaparon de un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial, oportunidad en que todos murieron, salvo uno. Por fortuna, Gyp, el único sobreviviente, pudo dar continuidad a la tradición y actualmente deambulan por el césped con ese cierto distanciamiento que conlleva la residencia protegida.
En la actualidad la Torre alberga exposiciones de la Real Armería y por supuesto, de las Joyas de la Corona. Las insignias reales, algunos de cuyos componentes aún se emplean en las coronaciones y ceremonias de estado, incluyen coronas, bastones de mando, cetros, espadas, anillos, orbes y un par de espuelas. Por desdicha, muchas de las divisas originales se vendieron o destruyeron en 1649 tras la ejecución de Carlos I de Inglaterra (que reinó de 1600 a 1649) y la abolición de la monarquía, que solo fue temporal. Sin embargo, las réplicas son impresionantes y muchas de ellas contienen elementos reciclados de los emblemas originales del siglo XI.
Algunas de las más grandes y famosas gemas del mundo se hallan entre las joyas de la Corona, como el enorme diamante de 530 quilates Cullinan I, también conocido como Estrella de África, que destella desde la parte superior del Cetro del Rey, y el rubí Príncipe Negro (en realidad una espinela o balas), que hoy reluce en el centro de la Corona Imperial del Estado, utilizada por Isabel II en 1953 en ocasión de su coronación. Esta corona también ostenta el diamante Cullinan II, así como el Zafiro Stuart, el Zafiro de San Eduardo, más de 2800 diamantes, 15 zafiros adicionales, 11 esmeraldas, cuatro rubíes e incluso los zarcillos de perla de Isabel I. El diamante Koh-i-Noor de la India ha aparecido en diversas coronas, pero ahora está engarzado en la de la Reina Madre Isabel. Los visitantes de la actualidad pueden admirar estos tesoros en la Casa de las Joyas, en el interior del Cuartel de Waterloo, mientras permanecen de pie en una estera móvil que los transporta lentamente por las tentadoras y relucientes vidrieras de exposición.