Los Jardines Colgantes de Babilonia eran los afamados jardines que adornaban la capital del Imperio neobabilónico, construido por el más grande de sus reyes, Nabucodonosor II (r. 605-562 AEC). Una de las siete Maravillas del mundo antiguo, los jardines son la única maravilla cuya existencia se sigue disputando entre los historiadores.
Algunos expertos afirman que los jardines estaban realmente en Nínive, la capital del imperio asirio; otros respaldan a los escritores de la antigüedad y esperan que la arqueología arroje pruebas positivas, y también hay quienes creen que no eran sino producto de la imaginación de los antiguos. La arqueología en la propia Babilonia y los antiguos textos babilónicos guardan silencio sobre el asunto, pero los escritores de la antigüedad describen los jardines como si estuvieran en la capital de Nabucodonosor y como si todavía existieran en la época helenística. La naturaleza exótica de los jardines en comparación con los elementos griegos más familiares de la lista y el misterio en torno a su ubicación y desaparición han hecho de los jardines colgantes de Babilonia la más cautivadora de las siete Maravillas.
Babilonia y Nabucodonosor II
Babilona, a unos 80 km (50 millas) al sur de la moderna Bagdad en Iraq, era una antigua ciudad con un asentamiento que se remonta al tercer milenio AEC El periodo más grande en la historia de la ciudad fue en el siglo VI AEC, durante el reinado de Nabucodonosor II, cuando la ciudad era la capital del Imperio neobabilónico. El imperio había sido fundado por el padre de Nabucodonosor, Nabopalasar (r. 625-605 AEC) tras sus victorias frente al imperio asirio. Nabucodonosor II conseguiría cosas aún mayores, incluida la captura de Jerusalén en el 597 AEC. Después, el rey babilonio se propuso convertir su capital en una de las ciudades más espléndidas del mundo. La Puerta de Istar fue construida alrededor del 575 AEC con sus magníficas torres y representaciones de animales reales e imaginarios en los azulejos. Una muralla doble de ladrillo de entre 7 y 20 km de longitud rodeaba la ciudad, la más grande jamás construida, y puede que después añadiera unos extensos jardines recreativos cuya fama se extendió por todo el mundo antiguo.
Nombres y descripciones
La mayoría de expertos están de acuerdo en que la idea de cultivar jardines exclusivamente para el entretenimiento, en contraposición a la producción de alimentos, se originó en la Media Luna fértil, donde se conocían como un paraíso. Esta noción se extendería después por todo el Mediterráneo, de modo que para la época helenística incluso los ciudadanos, o al menos los ricos, cultivaban sus propios jardines privados en sus hogares. Estos jardines no se componían solo de flores y plantas, sino que también se añadían elementos arquitectónicos, escultóricos y fuentes, e incluso las vistas se tenían en cuenta en el paisajismo de la antigüedad. Los jardines llegaron a convertirse en un elemento tan deseado que los pintores de frescos, como los de Pompeya, cubrían paredes enteras de las villas para crear la ilusión al entrar en la habitación en cuestión de que se entraba en un jardín. Así que todos estos agradables lugares al aire libre deben su existencia a la antigua Mesopotamia y, sobre todo, a los magníficos jardines colgantes de Babilonia.
Los jardines colgantes de Babilonia a veces también se llaman los jardines colgantes de Semíramis, en honor a la gobernante asiria semilegendaria y semidivina que los griegos creían que había reconstruído Babilonia en el siglo IX AEC. Heródoto, el historiador griego del siglo V AEC, describe el impresionante sistema de riego de Babilonia y las murallas, pero no menciona ningún jardín específico (aunque la gran Esfinge también está curiosamente ausente de su descripción de Guiza). La primera mención en una fuente de la antigüedad de los jardines es de Beroso el Caldeo, un sacerdote llamado Bel-Usru de Babilonia que se trasladó a la isla griega de Cos. Sus escritos datan de alrededor de 290 AEC, y su obra sobrevive tan solo en citas de otros autores, pero muchas de sus descripciones de Babilonia han sido corroboradas por la arqueología.
Beroso describe las altas terrazas de piedra que imitaban montañas y que tenían plantadas muchas clases de árboles y flores. Las terrazas no solo habrían creado un agradable efecto estético de vegetación colgante, sino que también facilitaban el riego. Beroso también explica por qué se habían creado los jardines, que era para que la mujer del rey de Babilonia, Amitis de Media, no echara tanto de menos las montañas y la vegetación de su país natal. Por desgracia no hay ninguna referencia a una reina de ese nombre en los registros babilónicos.
Hay otras fuentes que describen los jardines como si todavía existieran en el siglo IV AEC, pero todas se escribieron siglos después del reinado de Nabucodonosor, y todas por autores que lo más seguro es que nunca visitaran Babilonia y que sabían poco de horticultura o ingeniería. Estrabón, el geógrafo griego (c. 64 AEC - c. 24 EC) describe la localización de los jardines como si estuvieran junto al Eufrates, que atravesaba la antigua Babilonia, con una compleja maquinaria que extraía agua del río para regar los jardines. También menciona la presencia de escaleras para llegar a todos los pisos. Mientras tanto, el historiador griego Diodoro Sículo, que también escribió en el siglo I AEC, menciona que las terrazas se inclinaban hacia arriba como en un teatro de la antigüedad, y llegaban a una altura de 20 metro (65 pies). Describe las terrazas como si se hubieran construido sobre pilares y estuvieran forradas con cañas y ladrillos.
Jardines mesopotámicos
Se conocen varios precedentes de grandes jardines en Mesopotamia que datan de antes de los que se dice que había en Babilonia. Incluso hay representaciones de los mismos, por ejemplo, en un relieve de un panel del Palacio del Norte de Asurbanipal (668–631 AEC) en Nínive, que ahora está en el Museo Británico de Londres. De hecho, algunos expertos han sugerido que toda esta idea de los jardines babilónicos es el resultado de una confusión monumental, y que en realidad era Nínive la que tenía los afamados jardines, construidos por Senaquerib (r. 705-681 AEC). Hay una amplia evidencia textual y arqueológica de unos jardines en Nínive, y a veces a la ciudad la llamaban la "antigua Babilonia". En cualquier caso, incluso si se acepta la hipótesis de Nínive, eso no elimina la posibilidad de que hubiera jardines en Babilonia.
También había jardines después de la supuesta fecha de los jardines colgantes de Babilonia en Pasargada en los montes Zagros, construidos por Ciro el grande (d. 530 AEC), por ejemplo. Todos estos jardines en general tenían terrazas que facilitaban el riego, altos muros que daban sombra, árboles agrupados juntos para que mantuvieran mejor la humedad necesaria para aguantar los vientos calientes, y por supuesto, todos se encontraban cerca de fuentes abundantes de agua. Como los jardines normalmente se asociaban con palacios (en prácticamente cualquier cultura, desde China hasta Mesoamérica), los expertos han supuesto que los jardines de Babilonia, si es que existieron, también habrían estado cerca o dentro de uno de los palacios reales de Nabucodonosor en las orillas del río Eufrates.
Las siete maravillas
Alguno de los monumentos de la antigüedad impresionaron tanto a los visitantes de todas partes con su belleza, su ambición artística y arquitectónica y su increíble tamaño, que se ganaron la reputación de lugares de visita obligada (themata) para los visitantes y peregrinos del mundo antiguo. Siete de estos monumentos se convirtieron en la lista de prioridades original cuando algunos escritores de la antigüedad como Heródoto, Calímaco de Cirene, Antípatro de Sidón y Filón de Bizancio crearon listas de los lugares más maravillosos de la antigüedad. En muchas de las primeras listas se incluían los jardines junto con las magníficas murallas de la ciudad de Babilonia, que según Estrabón medían 7 km de largo, en algunas partes tenían 10 metros de grosor y 20 metros de alto y estaban puntuadas a intervalos por torres aún más altas. El autor P. Jordan sugiere que los jardines se incluyeron en la lista establecida de las siete maravillas de la antigüedad por "la atracción de la pura perversidad lujosa y romántica de tamaña empresa" (18).
Después de Nabucodonosor Babilonia continuó siendo una ciudad importante como parte de los imperios aqueménida (550-330 AEC) y seléucida (312-63 AEC), cuyos gobernantes usaron a menudo los palacios de Babilonia como residencia. Conquistada en sucesión por los partos, los arsácidas y los sasánidas, la ciudad siguió manteniendo su importancia regional estratégica y por tanto es perfectamente posible que los jardines sobrevivieran varios siglos tras su construcción.
En 1899 EC comenzaron las excavaciones arqueológicas sistemáticas de la antigua Babilonia, y aunque se han encontrado muchas estructuras antiguas como la doble muralla o la Puerta de Istar, no queda ni rastro de los antiguos jardines. Hubo un prometedor hallazgo de 14 salas abovedadas durante las excavaciones del Palacio Sur de Babilonia; pero tras encontrar posteriormente varias tablillas y desfrizarlas resultó no ser nada más espectacular que unos almacenes, aunque eso sí, grandes. Otra serie de excavaciones mucho más cerca del río, parte de otro de los palacios del rey, ha revelado un gran sistema de drenaje, muros, y lo que podría haber sido un embalse: todas las características de riego necesarias para los jardines, pero que no demuestran positivamente la legendaria maravilla perdida.
Aparte del silencio de la arqueología, es importante que ninguna fuente babilónica mencione los jardines; ni su construcción ni su existencia, ni siquiera en ruinas. Esta es probablemente la prueba más fehaciente de que los jardines no estuvieron en Babilonia, porque los registros babilónicos que se conservan incluyen amplias descripciones de los logros y los proyectos de construcción de Nabucodonosor, e incluyen hasta los nombres de las calles de Babilonia.
A pesar de la falta de pruebas físicas y de escritos contemporáneos, es difícil creer que los jardines no existieran nunca cuando su leyenda dio lugar a tantos escritos de los autores de la antigüedad y cuando mantuvieron su puesto en la lista de las maravillas durante tanto tiempo. Si se rechaza la idea elegante de que los jardines estaban realmente en Nínive, entonces la respuesta más probable, como de costumbre, es algo entre medias. Las listas originales de las maravillas las compusieron escritores griegos o bien fueron compuestas para un público helenístico, y ¿qué habría impresionado más a un griego, acostumbrado a ver las secas terrazas de olivos, que unos exuberantes jardines exóticos creados con ingenio en medio del extremo calor de Iraq? Puede que hubiera algún jardín en Babilonia y que se exagerara su tamaño, tal y como ocurrió con el palacio de Cnosos en Creta, que las generaciones anteriores de escritores griegos convirtieron en el mítico laberinto. Con suerte el tiempo dirá, a medida que la arqueología continúa con su lenta y laboriosa investigación del pasado. En cualquier caso, los jardines colgantes de Babilonia son un excelente ejemplo de la razón para crear la idea de las siete maravillas: una lista de las empresas realmente increíbles de la labor humana, que pocos podrían ver en persona pero que aun así daban lugar al asombro, la discusión y la emulación.