Agamenón era el rey de Micenas y líder del ejército griego en la guerra de Troya de la Ilíada de Homero. Se le presenta como un gran guerrero, pero también como un gobernante autárquico, que hace enfadar a Aquiles, su campeón invencible, prolongando de esa forma la guerra y el sufrimiento de sus hombres.
Agamenón es un héroe de la mitología griega, pero no hay registros históricos de un rey de Micenas con ese nombre. La ciudad griega fue próspera en la Edad del Bronce, y también quizás hubo un ataque real a la ciudad de Troya por parte de los griegos, aunque mucho más breve. Ambas afirmaciones están respaldadas por evidencia arqueológica. Lamentablemente, la famosa máscara de oro encontrada en una tumba en Micenas, ampliamente conocida como la "Máscara de Agamenón", está datada unos 400 años antes de cualquier posible Agamenón que cuadre con la cronología de la guerra de Troya.
La familia de Agamenón
Agamenón era hijo de Atreo, o quizás nieto, en cuyo caso su padre fue Plístenes. Su madre fue Aérope, de origen cretense, lo cual era un vínculo de conveniencia entre la civilización micénica del Peloponeso y la anterior civilización minoica de Creta, en la Edad del Bronce. Se casó con Clitemnestra, con quien tuvo tres hijas. Según una versión, fueron Crisótemis, Laódice e Ifianasa, mientras que en otras posteriores fueron Crisótemis, Electra e Ifigenia. Agamenón era hermano de Menelao, rey de Esparta.
Rey de Micenas
Según Homero, Agamenón recibió del propio Zeus su cetro real y el derecho a gobernar sobre Micenas y todos los griegos aqueos. Agamenón es descrito como un gran guerrero y un líder valioso. Según Platón, su nombre proviene de menein, que significa ‘perdurable’. Micenas, localizada a 15 km de la costa norte del Peloponeso, prosperó, y Homero la describe como una ‘ciudadela bien fundada’, como ‘bien estructurada’ y como ‘la Micenas de oro’. Esa prosperidad mitológica viene respaldada por el hallazgo de más de 15 kilos de objetos de oro, recuperados de las tumbas excavadas en la acrópolis fortificada, que todavía hoy en día domina la llanura. Ulteriores excavaciones han revelado que la ciudad ocupaba 30.000 metros cuadrados y ya estaba habitada en época neolítica.
La guerra de Troya: el inicio
Nuestra principal fuente de información sobre la guerra de Troya es el relato mitológico de la Ilíada, de Homero, escrito en el siglo VIII a.C., pero basado, casi con seguridad, en una tradición oral muy anterior. Los propios griegos antiguos consideraban que el conflicto fue real, y que tuvo lugar en el siglo XIII a.C. La historia viene a representar la lucha de los griegos contra las potencias extranjeras, y explica narraciones de una época en que los hombres era mejores, más capaces y más honorables. Después de Homero, la guerra de Troya se convirtió en un tema esencial en la literatura clásica griega y romana, revisitado en numerosas ocasiones por los escritores en obras como Agamenón, de Esquilo, Las Troyanas, de Eurípides, y la Eneida, de Virgilio. Autores posteriores, especialmente Esquilo, modificaron partes de la historia, probablemente para lograr un efecto dramático en una audiencia ya demasiado familiarizada con ellas. Las escenas del conflicto también fueron un tema favorito para los artistas visuales del siguiente milenio.
La guerra comenzó cuando Paris, un príncipe troyano, secuestró a Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Paris la consideraba la recompensa justa por haber escogido a Afrodita como la diosa más bella en un concurso con Atenea y Hera, en la boda de Peleo y Tetis. Un furioso Menelao solicitó a su hermano Agamenón la creación de una fuerza de coalición de guerreros griegos, para rescatar a Helena de Troya. Así lo hizo Agamenón, y la fuerza combinada de la mayoría de ciudades griegas, entre ellas Atenas, Esparta, Corinto o Rodas, navegó en una enorme flota a través del ‘mar oscuro como el vino’ hacia Anatolia.
Lo hubieran logrado fácilmente si Agamenón no hubiera hecho enfadar a la diosa Artemisa, matando a uno de sus ciervos sagrados y presumiendo después de ser mejor cazador que la diosa, famosa por sus habilidades como cazadora. Como castigo, Artemisa inmovilizó a la flota griega, y solamente el sacrificio de Ifigenia podía aplacar a la diosa, para ofrecerles buenos vientos hacia Troya. Agamenón ofreció a su hija en sacrificio, aunque la diosa se apiadó en el último momento y la sustituyó por un venado, haciendo a Ifigenia sacerdotisa en su santuario de Tauris. En la versión de Esquilo, Agamenón sacrifica sin piedad a su hija, entonces todavía una niña, provocando el odio eterno de su esposa y su propio asesinato, más adelante.
Agamenón hace enfadar a Aquiles
Llegados finalmente a Troya, la mayor parte de los siguientes nueve años fue empleada por los griegos en poner cerco a la bien fortificada ciudad. Siguieron escaramuzas de poca importancia, aunque, tal como explica la Ilíada, se acercaba el momento decisivo de la guerra. Tal como arengaba Agamenón a sus hombres,
Que cada uno de vosotros se prepare bien para la lucha – poned una punta afilada en vuestras lanzas, una buena asa en vuestros escudos, alimentad bien a vuestros veloces caballos y revisad vuestros carros, para que podamos soportar la prueba del odioso Ares durante todo el día. (Ilíada, libro 2, 380-384)
Sin embargo, después de otro combate no decisivo, las cosas se pusieron más interesantes con un par de luchas cuerpo a cuerpo, primero entre Menelao y Paris, y luego entre Áyax y Héctor, el hermano de Paris. Ninguna acabó fatalmente. Siguieron más escaramuzas, en las que destacó Agamenón:
Igual que el fuego aniquilador cae sobre la espesa maleza del bosque, y el viento lo extiende ondeando por todas partes, y los arbustos caen apresuradamente ante la arrolladora acometida de las llamas, así los troyanos en fuga cayeron sobre Agamenón, hijo de Atreo, y muchos caballos de fuerte cuello agitaron carros vacíos por las avenidas de la batalla, perdiendo a los nobles aurigas que conocían: pero estos yacían muertos en la tierra, alegrando la vista a los buitres, no a sus viudas. (Ilíada, libro 11, 155-162)
A pesar de su destreza, Agamenón resultó herido en un brazo por Coon, que lo pagó con su cabeza, y el rey se retiró a su campamento. El siguiente acontecimiento importante fue el ataque de los troyanos al campamento griego, prendiendo fuego a sus naves. Las cosas no iban bien del todo para los griegos, con Agamenón como principal responsable, porque había hecho enfadar al mejor guerrero griego, Aquiles, cuando abusó de su autoridad y robó a Briseis, la mujer que era botín de guerra del héroe. El resultado fue que Aquiles, malhumorado, rechazó luchar. Agamenón envió a Ulises para persuadirle de reincorporarse a la batalla, con la promesa de un gran tesoro. Aquiles rehusó, y sólo cuando su gran amigo Patroclo murió a manos de Héctor, se puso la armadura y ayudó a los griegos a recuperar la iniciativa en la guerra, matando a Héctor. Sin embargo, la guerra siguió sus alternativas, y sólo con la estratagema del Caballo de Madera, ideada por Ulises, que permitió a los griegos entrar en la ciudad, se llegó finalmente a la caída de Troya.
Regreso y muerte de Agamenón
Cuando Agamenón llegó triunfalmente a Micenas, con su premio, la hija del rey Príamo de Troya, Casandra, fue lamentablemente asesinado por su celosa esposa Clitemnestra y su amante Egisto, durante el banquete de celebración de su regreso. En versiones posteriores de la historia, Clitemnestra asesinó a su marido en el baño, con un cuchillo. Sin embargo, se dice que el destino de Agamenón fue un justo castigo de los dioses por haberles pedido repartir con ellos, a partes iguales, el botín de Troya. En el contexto de disputas dinásticas tan frecuentes en la tragedia griega, ocho años después e inspirado por Apolo, Orestes se vengó de su madre por su participación en la muerte de Agamenón, siendo a su vez atormentado por las Furias aladas, los espíritus del castigo. La muerte de Agamenón no finaliza su historia mitológica, porque vuelve a aparecer cuando Ulises viaja al Hades en la Odisea de Homero. El rey muerto explica a Ulises su desgracia,
Poseidón no hizo naufragar mis naves con borrascas terribles y vientos tempestuosos, ni yo caí ante ninguna tribu hostil. Fue Egisto quien tramó mi destrucción y, junto con mi maldita esposa, me asesinó. Me invitó al palacio, me ofreció un banquete, y me mató como a un buey en su establo. Ese fue mi lamentable final. (Odisea, Libro 11, 406-413)
La guerra de Troya en la arqueología
Es muy posible que tuviera lugar un conflicto entre micénicos e hititas en Anatolia, a finales de la Edad del Bronce, y las excavaciones arqueológicas en Troya han revelado que Troya VI (ca. 1750-1300 a.C.), una de las muchas capas en la historia del sitio, es el candidato más probable para tratarse de la ciudad asediada en la guerra de Troya de Homero. Las impresionantes murallas, de 5 metros de espesor y 8 metros de altura, que incluyen varias torres, concuerdan a la perfección con la descripción homérica de la ‘Troya construida sólidamente’. La ciudad cubre una superficie de 270,000 m² protegida por un foso, excavado en la roca, que la rodea, y sugiere una gran ciudad, como la Troya de la tradición.
Troya VI también fue parcialmente destruida, con evidencia de un incendio, y resulta interesante que se han encontrado puntas de flecha de bronce, puntas de lanza y proyectiles de hondas incrustados en las murallas, una fuerte sugerencia de algún tipo de conflicto. Las fechas (ca. 1250 a.C.) y la destrucción del sitio coinciden con las que da Heródoto para la guerra de Troya. Es muy improbable que el conflicto de una década narrado por Homero ocurriera en realidad, pero el mito puede muy bien haberse basado en unos conflictos repetidos, más pequeños, entre micénicos e hititas, por el control de las lucrativas rutas comerciales del Egeo.
La máscara y la tumba de Agamenón
La llamada ‘máscara funeraria de Agamenón’, que es una máscara funeraria abollada del Círculo de tumbas A, en Micenas, data de mediados del siglo XVI a.C. Por tanto, la máscara, en realidad una de cinco, es unos 400 años anterior a Agamenón, aunque permanece como una evidencia sólida de la descripción homérica de Micenas como ‘rica en oro’. La atribución a Agamenón fue sugerida por primera vez por Heinrich Schliemann, quien excavó tanto Troya como Micenas en el siglo XVIII d.C. La máscara estaba depositada sobre la cara del difunto, y algunos estudiosos sugieren que es un intento temprano de retrato en el arte europeo. La máscara se expone permanentemente en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Justo en el exterior de la acrópolis de Micenas está la famosa tumba de tholos, conocida como el Tesoro de Atreo. Se trata de un edificio circular monumental con una cúpula que alcanza una altura de 13,5 m y un diámetro de 14,6 m. Se accede por un largo corredor amurallado descubierto, de 36 m de largo y 6 m de anchura. Sin ninguna evidencia escrita o pictórica, y datado en el siglo XIV a.C., es también prematuro conectarlo con el mítico Agamenón. Es interesante que los cultos a Agamenón surgieron en siglos posteriores, mucho tiempo después de que desaparecieran los micénicos, especialmente en Micenas, donde se creía que estaba su tumba, pero también en Queronea, Clazómenas, Tirinto y Laconia, donde también se afirmaba que estaba la tumba de este mítico guerrero que gobernó Grecia en tiempos de los héroes.