El reino de Abisinia se fundó en el siglo XIII d.C. y, luego de transformarse en el imperio etíope tras una serie de conquistas militares, duró hasta el siglo XX. Fue establecido por los reyes de la dinastía salomónica que afirmaba ser descendiente de nada menos que el rey Salomón de la Biblia y que gobernaría por descendencia directa durante toda la larga historia del estado. Fue un reino cristiano que expandía la fe mediante la conquista militar y el establecimiento de iglesias y monasterios cuya mayor amenaza provenía de los estados musulmanes de África oriental y del sur de Arabia, además de la inmigración del pueblo oromo desde el sur. La combinación de su rica herencia cristiana, el culto de sus emperadores y los obstáculos geográficos que se les presentaban a los invasores supuso que el Imperio etíope fuera uno de los dos únicos estados africanos que no fueron colonizados formalmente por ninguna potencia europea.
Orígenes: Axum
Las tierras altas etíopes, con su monzón anual habitual y su suelo fértil, llevaban habitadas desde la Edad de piedra. La agricultura y el comercio con Egipto, el sur de Arabia y otros pueblos africanos garantizaron el surgimiento del poderoso reino de Axum (o Aksum), que se fundó en el siglo I d.C. Este floreció entre los siglos III y VI d.C., y perduró como una entidad política mucho más pequeña hasta el siglo VIII. El reino de Axum fue el primer estado subsahariano en adoptar oficialmente el cristianismo en torno a 350 d.C. Axum también creó su propio sistema de escritura, Ge'ez, que todavía se sigue usando hoy en día en Etiopía.
Por todo este reino cristiano se construirían iglesias, se fundarían monasterios y se harían traducciones de la Biblia. La iglesia más importante de Axum era la iglesia de Maryam Tsion, que según los textos medievales etíopes posteriores guardaba el Arca de la alianza. El Arca, donde se guardan las tablas de piedra originales de los Diez Mandamientos que entregó Dios a Moisés, se supone que todavía está allí, pero como nadie tiene permitido verlo, es difícil confirmar su existencia. El monasterio más importante de Axum estaba en Debre Damo y fue fundado en el siglo V por el asceta bizantino san Aregawi, uno de los célebres nueve santos que trabajaron en la región para expandir el cristianismo estableciendo monasterios. El éxito de estos esfuerzos supuso que el cristianismo se siguiera practicando en Etiopía hasta el siglo XXI.
El reino de Axum entró en decadencia a partir del siglo VI d.C., puede que a causa de un uso excesivo de la tierra agrícola, de la incursión de pastores bedja del oeste, y la creciente competición por las redes comerciales del Mar Rojo de los árabes musulmanes. El corazón de Axum se movió hacia el sur mientras que a la ciudad de Axum le fue mejor que al reino del mismo nombre y nunca ha perdido su importancia religiosa. En el siglo VIII d.C. el puerto axumita de Adulis fue destruido y el reino perdió el control del comercio regional a manos de los musulmanes. Fue el fin del estado, pero no de su cultura.
El reino de Zagwe
En el tiempo entre Axum y el reino de Abisinia hubo un tercer reino, el de Zagwe, con su capital en Roha, a 300 kilómetros al sur de Axum. Fundado en 1137 d.C. por un comandante de Lasta en circunstancias poco conocidas, este reino nuevo siguió promoviendo el cristianismo en la región y seguía teniendo muchas de las tradiciones culturales y artísticas de Axum. El reino se expandió de su región central en el norte de Etiopía gracias a un ejército grande y bien equipado, especialmente en el sur y el oeste paganos. Un rey famoso, Lalibela, ordenó construir iglesias cortadas en la roca y estas tuvieron tal efecto en la población que se cambió el nombre de la capital en su honor.
El cristianismo, que todavía estaba dirigido formalmente por el patriarca de Alejandría, continuó como el hilo que uniría varios estados políticos en la historia de Etiopía. El país está salpicado por más de 1.500 iglesias excavadas en la roca. En general los diseños siguen la forma de la basílica romanobizantina tradicional con naves, galerías y una nave abovedada, pero hay muchas variaciones, tales como la Iglesia de san Jorge de Lalibela (siglos XI-XII d.C.) con una disposición distintiva en forma de cruz. El ejemplo más grande es Beta Madhane Alem, que también se encuentra en Lalibela. La mayoría de las iglesias no se pueden datar porque no hay inscripciones ni restos fiables, pero son un argumento convincente de que Etiopía no sufrió una época oscura culturalmente entre Axum, Zagwe y el reino de Abisinia.
La dinastía salomónica
El reino medieval de Abisinia fue fundado por la dinastía salomónica en torno a 1270 d.C. El primer gobernante fue Yekuno-Amlak (que reinó de 1270 a 1285), un líder local de Amhara. Es probable que esta dinastía viera a los reyes de Zagwe como usurpadores, una interrupción en la dinastía que había gobernado Axum, por lo que amasaron el apoyo de las facciones anti-Zagwe que se habían opuesto continuamente a lo largo de los siglos XII y XIII. La dinastía de Zagwe contribuyó a su propia caída con disputas sobre el derecho de sucesión; incluso el gran Lalibela fue depuesto brevemente por su propio sobrino.
Yekuno-Amlak y sus sucesores, según las tradiciones orales y escritas de la Edad Media (que en gran parte se reunieron en los siglos XIII y XIV, como el Kebra Negast, pero que posiblemente usaron fuentes más antiguas), afirmaban ser descendientes directos del rey Salomón de la Biblia y de Makeda, la reina de Saba (que según esta tradición se equipara con Etiopía, pero que es más probable que fuera el sur de Arabia); de ahí el nombre de la dinastía "salomónica". La historia dice que la reina de Saba visitó al rey Salomón en Jerusalén tras oír hablar de su gran sabiduría. La pareja real disfrutó de un encuentro amoroso, fruto del cual nacería un hijo llamado Menelik. Cuando se hizo mayor, Menelik también fue a Jerusalén y, gracias a uno de sus compañeros de viaje, regresó a Axum con un premio importante, el Arca de la Alianza.
Puede que sea una afirmación dudosa (de hecho, en cualquier caso, no hay ninguna evidencia directa de que un rey Salomón histórico gobernara Israel en el siglo X d.C.), pero parece que los propios reyes de Etiopía creían en su ascendencia, o por lo menos así lo afirmaban públicamente. Cuando le preguntaron por sus antepasados, el rey Zara Yakob (que reinó de 1434-1468 d.C.) afirmó osadamente lo siguiente en su coronación: "Soy el hijo de David, el hijo de Salomón, el hijo de Melenik" (cita de Curtin, 141).
Puede que esta afirmación fuera inventada, y ciertamente se perpetuó para dar legitimidad a la línea salomónica. Muchos reyes salomónicos celebraron su coronación en Axum por la conexión que tenía con el Arca de la Alianza. También es interesante destacar que en la literatura etíope sobre lo que constituye un buen rey hay dos cosas que se consideran vitales: descender de una persona, como Salomón, que había hecho una alianza sagrada con Dios, y poseer el Arca sagrada de la Alianza. Los reyes etíopes tenían la suerte de poder afirmar ambas condiciones y, por asociación, el pueblo de Etiopía también podía afirmar ser el pueblo elegido de Dios, algo que quedaba reforzado por el aislamiento de este reino cristiano en África oriental, rodeado como estaba de estados que eran predominantemente musulmanes, judíos o que practicaban las creencias africanas tradicionales. Para el pueblo etíope, ellos eran el "segundo Israel". Esto no quiere decir que la religión tradicional africana se erradicara por completo en Abisinia, e incluso el rey realizaba un sacrificio ritual de un búfalo y un león en la coronación.
Los salomónicos establecieron su capital en Amhara, cerca de la capital actual de Etiopía, Adís Abeba. Aunque los esfuerzos por controlar el comercio costero tuvieron cierto éxito, las rutas comerciales por tierra y a lo largo del Nilo Azul demostraron ser más provechosas para los etíopes. Los salomónicos también se disputaban el territorio con los comerciantes musulmanes del Mar Rojo, que establecieron los pequeños estados de Harar, Dawaro, Bale y Adal. Al mismo tiempo, los salomónicos expandieron su reino en todas las direcciones posibles hasta llegar a forjar un imperio que abarcaba de Shoa en el sur hasta las tierras al norte de lago Tana en la otra dirección.
El Imperio etíope
Los reyes salomónicos se sirvieron de varios medios para expandir su territorio: guerras, religión y diplomacia tal y como explica el historiador P. Curtin:
También se dio el caso en la Etiopía salomónica... El reino se expandió a áreas en las que los cristianos no constituían la mayoría de la población. Las colonias pequeñas de cristianos que vivían más allá de las fronteras del reino servían como una avanzadilla de la expansión real. Estas se quedaban tras las conquistas y después se les unían otras colonias de soldados del rey. En la primera etapa tras la conquista, el gobernante derrotado, alguien que no era cristiano y que había sido independiente, podía seguir ejerciendo, pero pasaba a ser un súbdito del rey y a gobernar sobre los asentamientos cristianos que estaban en contacto con el rey. Había muchas estrategias reales para mantener el control del territorio. A menudo, el rey le exigía al jefe tributario que enviara a varios de sus hijos y otros parientes a vivir a la corte. Estos servían como rehenes en caso de rebelión, y también aprendían a comportarse como cortesanos salomónicos. (147)
Para animar a los colonos a asentarse en los territorios nuevos, recompensar a los administradores y afianzar aún más el control salomónico, se entregaban tierras, cosa que se conocía como gult. Los que las recibían tenían derecho a exigir tributos de los granjeros que trabajaban en esa tierra. La combinación de estas estrategias funcionó especialmente bien a la hora de conquistar el área montañosa de Shoa.
Uno de los gobernantes más prósperos en cuanto a la ampliación del imperio fue Amda Seyon I (que reinó de 1314-1344), que duplicó su territorio para abarcar desde el Mar Rojo hasta el Valle del Rift. Amda Seyon también tuvo la gran idea de confinar a todos sus parientes masculinos, excepto sus hijos, en un monasterio de Gishen. Los herederos del rey utilizaron la misma estrategia, con lo que se logró evitar las disputas por la sucesión, o por lo menos las guerras civiles a gran escala, hasta mediados del siglo XVI.
Zera-Yakob fue otro gran rey, que tuvo tiempo no solo de escribir varios tratados sobre cristianismo sino también de asestar derrotas aplastantes a los estados musulmanes de la costa a mediados del siglo XV. Uno de los principales objetivos de las campañas del imperio era expandir el cristianismo mediante la Guerra santa. Afortunadamente para la posteridad, Amda Seyon se aseguró de llevar siempre consigo a un monje en las campañas que pondría por escrito los episodios más interesantes. Este monje anónimo recogió los acontecimientos que veía en su obra The Glorious Victories of Amda Seyon (Las victorias gloriosas de Amda Seyon). Un extracto de este libro lee así:
No tengáis miedo al enfrentaros a los rebeldes; no os dividáis, porque Dios lucha con nosotros... Lleváis mucho tiempo preparándoos para luchar por mí; ahora estad listos para luchar por Jesucristo, como se dice en el Libro de Cánones, "mata a los infieles y renegados con la espada de hierro, y desenvaina la espada por la fe perfecta". Así pues tomad las espadas y preparad los corazones, y no tengáis un espíritu temeroso; sed valientes y confiad en Dios. (citado en von Sivers, 459)
A mediados del siglo XV la influencia del Egipto copto continuó en Abisinia porque los reyes salomónicos adoptaron y adaptaron una versión cristiana del antiguo derecho romano, la Ley de los Reyes (Fetha Nagast), que los coptos egipcios habían codificado en un solo volumen de leyes que se aplicaban a todo, desde los asuntos eclesiásticos hasta los castigos criminales. Esta ley seguiría en uso en Etiopía hasta el siglo XX. Además, hubo otros contactos con el resto del mundo cristiano, tales como una embajada etíope que visitó al Papa en Roma a principios del siglo XIV o los intercambios de embajadas con varias potencias europeas a medida que las Cruzadas resultaban cada vez más decepcionantes en su intento por recuperar el control de Jerusalén de manos de los musulmanes. De hecho, durante algún tiempo los cristianos europeos, y en especial los portugueses, creían que la leyenda del Preste Juan, un rey cristiano mítico que se creía que gobernaba un fabuloso reino cristiano en mitad del mundo musulmán, se refería al rey de Abisinia, que sin duda acudiría a rescatar la Tierra Santa de los infieles. Sin embargo, aparte de enviar un flujo constante de peregrinos a Jerusalén, Abisinia no participó en las cruzadas principales.
Historia posterior
A la larga, el imperialismo etíope no consiguió más que hacer que los estados musulmanes de África oriental y el sur de Arabia se organizaran para presentar una oposición más colectiva y eficiente. Al mismo tiempo, las rivalidades internas entre los salomónicos y su distintiva falta de un aparato de gobierno centralizado (a pesar de los intentos de varios gobernantes destacados) debilitó la capacidad de respuesta de Abisinia. Los salomónicos sufrirían mucho a manos de Adel durante la primera mitad del siglo XVI cuando su líder, Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi (o Ahmed Gragn, que reinó de 1506-1543), formó una coalición con otros estados musulmanes y líderes somalíes. Se quemaron muchas iglesias cristianas, el monasterio de Debra-Libanos fue destruido e incluso Axum fue saqueada. El Egipto otomano, así como los comerciantes portugueses, se involucraron en los asuntos de África oriental, lo que no hizo sino aumentar los problemas de las redes comerciales y el caos político general.
Sin embargo, los verdaderos vencedores de las interminables guerras entre musulmanes y cristianos fueron los oromo, o galla, que tenían su propia religión y se hicieron con la parte sur de Abisinia. La estirpe salomónica seguiría adelante, pero el imperio que habían creado solo existiría de nombre hasta su resurgimiento a mediados del siglo XIX. Hasta entonces el estado sería más bien una colección de principados belicosos. El traslado de la capital a Gondar, un lugar más central y seguro, en 1636 d.C. reflejaba la nueva realidad geopolítica. Todavía quedaban puntos álgidos en la historia de Etiopía por llegar, tales como la derrota de la invasión italiana en 1896, la unificación y expansión bajo Menelik II (1889-1913), y conseguir ser el único país africano, junto con Liberia, en no ser colonizado oficialmente por una potencia europea, pero la larga estirpe de gobernantes salomónicos llegaría a su fin con el que puede que fuera el más famoso de sus emperadores, Haile Selassie I (que reinó de 1930-1974).