Los ninjas (también conocidos como shinobi) eran asesinos especializados, saboteadores y agentes secretos en la guerra medieval japonesa, practicantes altamente entrenados de las artes marciales, especialmente de lo que más tarde se conocería como ninjutsu o «el arte del ninja». Estas fuerzas especiales eran expertas en el disfraz, el engaño y el asalto a fortalezas enemigas, normalmente de noche, cuando se movían como sombras con sus tradicionales ropas oscuras. Empleados desde el siglo XV d.C, los ninjas, debido a su prolongado entrenamiento secreto en escuelas especializadas y a su misterioso anonimato, han adquirido una reputación quizá exagerada por sus fantásticas hazañas y usso de armas, lo que los convierte en personajes perfectos para muchos cómics y videojuegos modernos.
Artes marciales y ninjutsu
En el Japón medieval existían no menos de 18 artes marciales individuales (bugei o bujutsu). Además de las más conocidas, que aún se practican hoy en día, como el judo, el jujutsu y el kendo, existían otras relacionadas con la equitación y la natación. Uno de los 18 fue el arte del ninja o ninjutsu, que se desarrolló durante el Periodo Edo (1603-1868 d.C.). Sin embargo, los ninjas como fuerzas especiales militares llevaban funcionando desde el siglo XV y el Periodo de los Estados Combatientes (también conocido como Sengoku Jidai, 1467-1568), cuando las luchas internas entre facciones que asolaban Japón requerían reconocimiento, inteligencia y espionaje para averiguar quiénes eran exactamente los enemigos o quiénes podrían serlo en un futuro próximo.
Un ninja, por tanto, tenía dos funciones principales: como asesino y como espía para reunir información sobre los movimientos y planes del enemigo. Para ambas, empleaban disfraces y aprendían el arte del engaño. La verdadera identidad de los ninjas exitosos se ocultaba, por supuesto, para garantizar su propia seguridad y su utilidad continuada en futuras operaciones. Los ninjas también se utilizaban como exploradores de vanguardia y, en general, para causar el mayor caos posible en las líneas enemigas durante las incursiones nocturnas de los comandos.
Además de las bandas organizadas de ninjas, había muchos ninjas independientes que ofrecían sus servicios al mejor postor en los tiempos de inestabilidad del Japón de los siglos XV y XVI. Los astutos líderes a veces empleaban ninjas para infiltrarse en las bandas ninja del enemigo. Para asegurarse de que los ninjas de un grupo eran quienes debían ser se utilizaban contraseñas al azar. Los ninjas debían levantarse cuando oían la contraseña, y los que quedaban sentados quedaban expuestos.
Las tácticas de subterfugio, emboscada y engaño, así como su uso de armas de proyectiles, hicieron que los ninjas no gozaran de la gran reputación que adquirieron los guerreros samurái, quizá no de forma totalmente justa, por ser caballerosos y valientes. En el Periodo Edo y con la paz que siguió a la dominación Tokugawa de Japón, los ninjas ya no eran necesarios en tal número, por lo que el arte marcial formal del ninjutsu se desarrolló para continuar con sus tradiciones. Se escribieron manuales ilustrados como guías para los aspirantes a practicantes, siendo el más famoso el Bansen shukai, compilado por Fujibayashi Samuji en 1676.
Entrenamiento
El primer acercamiento al entrenamiento ninja lo adoptaron determinadas familias de guerreros samurái que transmitían sus habilidades de padre o maestro (sensei) a hijo. Estas se convirtieron en las famosas familias ninja y explican por qué ciertas localidades establecieron largas tradiciones de producción de guerreros especializados. Desde la infancia, un futuro ninja aprendía a montar a caballo, a nadar y a manejar armas de todo tipo. A partir del siglo XV, los ninjas se entrenaban en campamentos especiales en los que podían participar aldeas enteras. Algunas escuelas se hicieron especialmente famosas, como las de Iga y Koga. Como los líderes no querían que sus rivales copiaran sus tácticas, todo el entrenamiento se hacía oralmente para que los registros escritos no cayeran en manos equivocadas.
Un ninja era entrenado para estar en buena forma física y ser ágilmente atlético; saltar desde las alturas y a través de fosos y otros obstáculos era una habilidad especialmente útil y probablemente sea el origen de las leyendas sobre ninjas voladores. Además, también se les entrenaba para trabajar en equipos acrobáticos, de modo que pudieran ayudarse mutuamente para subir a mayores alturas. Los ninjas también podían lanzar arpeos (ganchos unidos a una cuerda) con precisión, subir y bajar por cuerdas y escaleras plegables, y entrar en lugares vedados a los agentes menos cualificados. Podían crear mirillas utilizando sierras plegables de bolsillo y herramientas de ranurado. Podían impedir el avance de sus perseguidores lanzando makibishi (abrojos, objetos metálicos con puntas que se lanzaban al suelo). A los ninjas se les enseñaban habilidades tan útiles como ocultarse en diversos terrenos, técnicas de supervivencia para vivir del campo, cómo leer topografía y mapas, entender las indicaciones de los cambios meteorológicos, utilizar explosivos, atar con seguridad a los cautivos, mezclar venenos, destruir un edificio con fuego y, para cuando las cosas no iban bien en una misión, las artes de la huida y la medicina.
Disfraz de Ninja
Aunque no hay textos medievales que describan con detalle el atuendo de un ninja, la representación más habitual en el arte japonés de principios del siglo XIX los muestra vestidos de negro. Este color parece el más obvio, ya que la mayor parte de su trabajo se realizaba de noche. También es una convención de las artes escénicas japonesas que un personaje vista de negro para mostrar al público que es invisible. Sin embargo, los ninjas a veces llevaban cotas de malla o armaduras de placas metálicas cosidas a la tela y, como debían mimetizarse con el entorno, a veces vestían camuflaje, disfraces (de mendigos, monjes o músicos errantes, por ejemplo) e incluso el traje de sus enemigos cuando era necesario. El atuendo ninja clásico consiste en pantalones, polainas, una chaqueta, un cinturón, un cubrecabezas y un cubrerostro, todo ello de un material suave que no impidiera el movimiento y que no tuviera partes colgantes que pudieran engancharse con algo. Se utilizaban zapatos blandos, más parecidos a calcetines (tabi), con el dedo gordo separado del resto de los dedos y una suela reforzada; sobre ellos se podían llevar sandalias sencillas de cuerda anudada (waraji) para proporcionar un mejor agarre al trepar.
Armas ninja
El arma principal de un ninja era su espada o katana, quizá un poco más corta y menos curva que las utilizadas por otros guerreros, ya que un ninja podía encontrarse en un espacio restringido, como el estrecho pasillo de un castillo. Para no entorpecer sus movimientos, un ninja no solía llevar la espada al cinto, sino en diagonal a la espalda. La guarda de la empuñadura (tsuba) era útil porque si uno apoyaba la espada contra una pared podía utilizarla como escalón y, pasando un pie por el cordón habitual de la vaina, la espada podía entonces levantarse y no quedarse atrás.
Además de ser expertos en el uso de las armas más habituales de la guerra japonesa (la espada, la lanza, la alabarda y el arco), los ninjas tenían sus propias armas particulares y altamente especializadas. Los cuchillos arrojadizos eran un arma común en el Japón medieval y abarcaban desde dagas hasta hojas curvas, pero la más frecuentemente asociada con los ninjas es la estrella arrojadiza de acero de múltiples hojas o shuriken. El shuriken típico medía 20 cm de diámetro y tenía al menos cuatro puntas, lo que las convertía en armas útiles y ligeras que no impedían el movimiento. Hubo incluso escuelas ninja especializadas en el uso de estrellas arrojadizas, como las de las regiones de Sendai, Aizu y Mito.
Los ninjas estaban especialmente asociados a la kusarigama, una hoz en forma de media luna. La hoja de la hoz se sujetaba a un palo de madera que tenía una cadena de 2-3 metros de largo con un peso en el otro extremo. La versión ninja, la shinobigama, tenía un palo mucho más corto y una hoja más pequeña de lo habitual, que se guardaba en una vaina cuando no se utilizaba. El ninja sujetaba el extremo de la cadena y la balanceaba para poder dañar el arma de su adversario, arrancársela de las manos o hacerle tropezar con la cadena.
Otra arma especializada eran unos pequeños alfileres de metal (fumibari o fukumibari) que el ninja se colocaba en la boca y escupía al enemigo, apuntando a sus ojos. Algunas de las armas más personalizadas eran los nudilleros metálicos (tekagi) y las garras de mano (hokode), que también podían ser útiles para trepar.
Las bombas utilizadas por los ninjas eran de dos tipos principales: un paquete cubierto de papel o mimbre que podía liberar humo o gas venenoso cuando se encendía y una bomba de carcasa dura con una cubierta de hierro o cerámica. Ambos tipos utilizaban pólvora y podían incluir metralla; ambas eran también lo bastante pequeñas como para utilizarse como granadas de mano. Se encendían con mechas de cordón y una lata de yesca que solía estar lacada para hacerla impermeable.
Cuando no disponían de armas, los ninjas podían recurrir a sus formidables habilidades en artes marciales, como el aikido, que aprovecha el impulso del adversario para derribarlo e inutilizarlo ejerciendo presión en puntos débiles clave, como las muñecas y los codos. También aprendían kendo, que utiliza una espada de bambú (aunque en el antiguo Japón solía tener una hoja de metal), de modo que incluso un palo de madera podía convertirse en un arma mortal en las hábiles manos de un ninja.
Legado
En los mitos y leyendas que se han escrito sobre los ninjas desde la época medieval, a estos profesionales altamente entrenados se les atribuyen a menudo habilidades extraordinarias, incluso sobrehumanas. Algunos escritores creían que los ninjas podían volar o transformarse en criaturas como arañas y ratas, es decir, ese tipo de plagas admiradas por su agilidad pero no muy queridas por nadie. Se les atribuían otras hazañas increíbles que iban desde quitar la almohada de debajo de un enemigo dormido hasta asesinar a un caudillo desde abajo mientras estaba sentado en su retrete. Estas historias son probablemente exageraciones, pero es cierto que muchos caudillos cuidadosos se protegían de cualquier posible asesino dotando a su castillo de dispositivos anti-ninja como tablones que crujían terriblemente, distribuciones confusas del mobiliario, paredes giratorias y trampillas ocultas.
En Japón, los ninjas siguen siendo personajes populares en películas, cómics y videojuegos, y aún hoy se practica el arte marcial del ninjutsu. También hay muchos museos dedicados enteramente a la historia de los ninjas, sobre todo, por supuesto, en Japón, y el principal de ellos es el castillo de Iga-Ueno, en la prefectura de Mie, uno de los hogares ancestrales de los guerreros ninja.
