El califato (del árabe “khilafat”) fue un sistema de gobierno semirreligioso propio del islam. En este sistema, los territorios del Imperio islámico en Oriente medio y África del norte, así como sus habitantes, estaban gobernados por un líder supremo llamado califa (“khalifa”, sucesor en árabe). En un principio, los califas eran los únicos soberanos del imperio erigido por el profeta Mahoma. Estos añadieron a sus dominios vastos territorios de sus rivales circundantes. Inicialmente, un grupo de ancianos elegía al califa en una forma de parlamento primitivo que tenía en consideración la opinión popular. Los primeros cuatro califas nominados de este modo son conocidos como los califas Rashidun, “los bien guiados”, por los musulmanes sunitas. Los musulmanes chiitas solamente consideran a Alí, el cuarto califa, como legítimo y rechazan a los anteriores como usurpadores.
El califato se convirtió rápidamente en una institución hereditaria cuando los Omeyas introdujeron el sistema dinástico de gobierno. Tras la destrucción de Bagdad, los Abasidas que derrocaron a los Omeyas retuvieron solamente el título. La situación cambiaría más adelante cuando los sultanes otomanos se apropiaron de esta institución y se convirtieron en los primeros y últimos no árabes en ostentar dicha dignidad hasta que en 1924 Mustafá Kemal Pasha (el padre de la Turquía moderna) aboliera el título.
La amplia mayoría de la comunidad musulmana apoyaba la reivindicación de Abu Bakr, el más capaz y cercano de los compañeros de Mahoma.
A la muerte de Mahoma en 632 d.C. surgió una disputa sucesoria, ya que sus hijos varones murieron todos antes que él y no designó claramente un heredero. Su pariente vivo más cercano era su primo y yerno Alí, casado con su hija Fátima, que algunos de los seguidores de Mahoma consideraban como el legítimo heredero. A sus seguidores en el futuro se les llamaría Shia't Alí, o partidarios de Alí, y se transformarían en una rama distinta del islam. Sin embargo, los árabes no estaban acostumbrados a los sistemas dinásticos, por lo que una mayoría amplia apoyó la reivindicación de Abu Bakr, el compañero más cercano y capaz de Mahoma. Aquellos que apoyaron a Abu Bakr fueron llamados sunitas, o sea, seguidores de la Sunna, las enseñanzas del Profeta. Abu Bakr fue nombrado califa, o sea, sucesor del profeta, y recibió todo el apoyo de Umar, otro compañero del profeta Mahoma, que también llegaría a califa.
Abu Bakr (que reinó de 632-634 d.C.) demostró ser un líder competente. La mayoría de las tribus árabes se negaron a aceptar la autoridad califal con el pretexto de que solo eran leales a Mahoma personalmente, no al islam. Estos apóstatas también se unieron a los "impostores" o falsos profetas que seguían emergiendo con nuevas y extrañas creencias. Desde su capital en Medina, Abu Bakr respondió competentemente al llamar a los “fieles” a las armas bajo la bandera de la Yihad, la guerra santa. Los ejércitos musulmanes triunfaron sobre los rebeldes y Abu Bakr logró unificar toda la Península Arábiga. Sabiendo que los vínculos tribales volverían a resurgir, Abu Bakr envió a los ejércitos recién formados para afianzar el control sobre las tribus árabes en los territorios sasánidas y bizantinos. En un principio estos ataques estaban pensados como meras incursiones, pero se convirtieron en conquistas rápidas y permanentes. Tras la muerte de Abu Bakr en 634 d.C., su partidario más poderoso, Umar ibn Khattab (que reinó de 634-644 d.C.) se convirtió en el siguiente califa.
Umar continuó las campañas de Abu Bakr, y las victorias simultáneas en las batallas de Al Qaddissiya y de Yarmuk en 636 d.C. abrieron el camino para la conquista de la mayor parte del Imperio sasánida y las provincias orientales delImperio bizantino, principalmente Egipto, Siria y el Levante. Umar introdujo muchas reformas y instituciones nuevas como la policía, las pensiones, los tribunales, los parlamentos, etc., pero, sobre todo, era conocido como un hombre temeroso de Dios que superaba a todos en la administración de la ley. Fue asesinado por un esclavo persa llamado Lu'lu en 644 d.C.
El sucesor de Umar fue Uthman ibn Affan (que reinó de 644-656 d.C.), del rico clan de los Banu Umayya y amigo cercano de Mahoma. Aunque era un hombre piadoso y devoto de la nueva fe, no era popular. Los problemas que se habían mantenido bajo control durante el estricto régimen de Umar, como el costo total de la expansión agresiva, comenzaron a resurgir y el nuevo califa no logró enfrentarlos. Su mandato no estuvo exento de éxitos militares, pero el costo superó las ganancias generadas por estas conquistas. Fue asesinado en 656 en su propia casa por soldados rebeldes de la guarnición de Fustat en Egipto, y con él murió la unidad de la Ummah, la comunidad musulmana.
Muawiyya, el capaz gobernador de Siria, primo de Uthman y en ese momento jefe del clan Omeya, quería venganza por el asesinato, pero el nuevo califa Alí ibn Abi Talib (que reinó de 656-661 d.C.) no actuó al respecto. Esto enfureció no solo a Muawiyya sino también a otros musulmanes, por lo que su reinado estuvo marcado por constantes guerras civiles y la expansión del califato se detuvo. Otra decisión suya, trasladar la capital de Medina a Kufa, una guarnición en el actual Irak, no estuvo exenta de controversia. Alí encontró un final similar al de su predecesor: fue asesinado por extremistas conocidos como jariyitas en 661 d.C. mientras rezaba junto a otros fieles. Alí ganó una fama póstuma sin precedentes debido a su lugar en la ideología chií, que lo venera como el único sucesor verdadero de Mahoma, mientras que los musulmanes suníes consideran a los cuatro califas igualmente legítimos y bien guiados ("Rashidun" en árabe).
Dinastía Omeya
Aún durante el gobierno de Alí, Muawiya desafió audazmente su autoridad moral. Utilizó la trágica muerte de su primo para fortalecer su posición. Después de la muerte de Alí, el único contendiente de Muawiya (que reinó de 661-680 d.C.) era el hijo mayor de Alí, Hasan, quien abdicó en favor del primero a cambio de una alta pensión. El año 661 marca el inicio oficial del gobierno de la dinastía Omeya con Muawiya como su primer califa y Damasco como la nueva capital; el poder pasó de Irak a Siria, y Medina nunca recuperaría el peso político que alguna vez tuvo. Su reinado de 20 años fue el más estable para la Ummah desde la muerte de Umar. Hacia el final de su vida, Muawiya nombró a su hijo Yezid (que reinó de 680-683) como su sucesor, lo que encontró oposición especialmente por parte de Hussayn, el hijo menor de Alí. Hussayn moriría combatiendo junto a su ejército, formado en su mayoría por miembros de su familia, contra las fuerzas de Yezid en la batalla de Karbala en 680. Su muerte le elevaría a la categoría de mártir a los ojos tanto de suníes como de chiítas.
El califa Abd al-Malik (que reinó de 685-705 d.C.) alentó la centralización del imperio y elevó el estatus del árabe, convirtiéndolo en la lengua franca. También durante su reinado se conquistó Túnez en 693, la población bereber local aceptó el islam y con el tiempo extendería los límites del imperio a la Península Ibérica. La provincia desafiante de Irak dominada por los musulmanes chiítas también se mantuvo bajo control debido a la gestión del despiadado y leal Hajjaj ibn Yusuf (661-714).
EL ÚNICO DE LOS OMEYA QUE RECIBIÓ ALGÚN ELOGIO DE LOS HISTORIADORES MUSULMANES FUE EL PIADOSO UMAR II.
Durante el califato de Walid I (que reinó de 705-715), hijo de Abd al-Malik, El imperio alcanzó su mayor extensión. Muhammad ibn Qasim conquistó en 712 partes de lo que es hoy en día Pakistán, mientras que Kutayba ibn Muslim conquistó Transoxiana en 713. Tariq ibn Ziyad inició la conquista musulmana de España en 711 y fue reforzado por Musa ibn Nusayr. Al morir Walid, el dúo había conquistado la mayor parte de España.
El único de los omeyas que recibió algún elogio de los historiadores musulmanes fue el piadoso Umar ibn Abd-Al-Aziz (que reinó de 717-720 d.C.) conocido como Umar II. Este califa se dedicó al islam y su breve reinado fue semejante a la pasada era Rashidun. Umar II promovió la igualdad entre sus súbditos, facilitó la conversión al hacer que los impuestos fueran indulgentes con los musulmanes no árabes, detuvo la crítica pública a Alí y detuvo los ataques contra los vecinos pacíficos del imperio. Su postura inquebrantable ante la justicia y la piedad lo llevó a rivalizar con su propio clan, que lo mató en 720. Hasta el día de hoy los musulmanes lo recuerdan como una figura legendaria.
A fines de la década de 740, las divisiones internas y las constantes guerras civiles por la sucesión, junto con gobiernos incompetentes, fracturaron el imperio. El hábil gobernante Marwan surgió de la última guerra civil en 744, pero sería el último de su familia en gobernar el imperio. En 750, fue derrotado por una nueva fuerza: los abasíes. Con la muerte de Marwan, el dominio indiscutible de los omeyas terminó, aunque mantendrían una pequeña parte de su antiguo imperio hasta 1492: Al Ándalus.
Los abasíes eran descendientes de Abbas, tío del profeta Mahoma y usaron este hecho para legitimar su reclamo al califato. Después de que los abasíes derrocaran a los omeyas en 750, Abu Abbas As-Saffah, "el Sanguinario" (que reinó de 750-754 d.C.), fue proclamado califa. Se profanaron tumbas omeyas en Siria y se quemaron sus restos, y todos los miembros masculinos vivos fueron masacrados excepto Abd al-Rahman I, que escapó de los abasíes y realizó un peligroso viaje a Al-Ándalus, donde estableció el califato omeya de Córdoba en 756, que rivalizaría con los abasíes en elegancia y grandeza.
Al Mansur (que reinó de 754-775 d.C.), el sucesor de As-Saffah, creó una nueva capital cerca del río Tigris, Bagdad, en el actual Irak, una ciudad que superó a todas las ciudades europeas de la época. Artistas, arquitectos, eruditos, poetas, historiadores, científicos, astrólogos, matemáticos y muchos otros sabios contribuyeron a elevar la ciudad como un centro de aprendizaje y cultura en el Imperio islámico.
Bajo el califato de Harún al-Rashid (786-789 d.C.), el más famoso de los abasíes (que también ha ocupado un lugar destacado en cuentos populares y leyendas), se estableció la Gran Biblioteca de Bagdad,Bayt al Hikma o Casa de la Sabiduría, que se convirtió en un centro mundial de aprendizaje. Aquí, las obras clásicas de los griegos fueron traducidas al árabe y, con el tiempo, serían las obras almacenadas en Bayt al-Hikma las responsables del Renacimiento europeo, ya que de otro modo los manuscritos griegos se habrían perdido. El califato de Harún al-Rashid se recuerda como la edad de oro de los abasíes ya que no solo hizo grandes avances en la administración, sino que también mostró una gran competencia militar al vencer a los bizantinos en Asia Menor en 806.
¿Te gusta la historia?
¡Suscríbete a nuestro boletín electrónico semanal gratuito!
Su decisión de dividir el imperio entre sus dos hijos: Al-Amin y Al-Ma'mun condujo a una costosa guerra civil después de su muerte, de la cual Al-Ma'mun (que reinó de 813-833 d.C.) salió victorioso. Esta guerra civil fue una de las principales causas del colapso del imperio. Al-Ma'mun era un mecenas de las artes y el conocimiento, pero no tan políticamente activo como sus predecesores y ni siquiera tenía el mismo respeto por su fe. Con la muerte de Al-Ma'mun, el imperio decendió del cenit, ya que, incluso durante su reinado, diferentes regiones del imperio habían comenzado a separarse en forma de emiratos separados.
Los contendientes por el califato comenzaron a depender en gran medida de los guardaespaldas turcos para obtener el trono, ya que el imperio estaba casi siempre en estado de guerra civil. El costo de estos ejércitos privados junto con los gobernantes incompetentes que no pudieron mantener un control estricto sobre el vasto imperio los dejó virtualmente en bancarrota. Por si fuera poco, en 909 apareció un anticalifato chiíta rival en las zonas occidentales del norte de África y luego se extendió hasta Egipto y Hejaz. Éstos rebeldes se referían a sí mismos como los fatimíes, los descendientes de Fátima, la hija del Profeta. Estos chiítas eran de una secta radical conocida como los septimanos, ya que creían en siete imanes, en lugar de la corriente principal chiíta moderna, que creía en una línea diferente de doce imanes. Los fatimíes continuarían operando hasta 1171 cuando fueron sacados del poder por Saladino, quien puso a Egipto bajo la soberanía de los abasíes.
Para añadir leña al fuego, los abasíes sunitas habían llegado a ser dominados por el imperio iraní chiíta buyí, llamado así por su fundador Alí ibn Buya (en torno a 891-949 d.C.). En 945 los buyíes capturaron Bagdad y redujeron a los califas a simples figuras decorativas. Los buyíes fueron derrocados en 1055 por los selyúcidas. Esta tribu turca de Asia central se convirtió al islam sunita en el siglo XI y comenzó a expandir su imperio hasta Asia Menor. Los selyúcidas se hicieron con Bagdad, pero nada cambió para los califas que conservaron sus títulos sin ganar nada más. Los selyúcidas cayeron tan rápidamente como se alzaron y, en el siglo XII, ya no eran la potencia formidable de antaño. Durante las Cruzadas (1095-1291 d.C.) no fueron más que meros espectadores en un conflicto que había sido iniciado por la amenaza que habían planteado para el Imperio bizantino después de la batalla de Manzikert en 1071. Los abasíes aprovecharon esta oportunidad para obtener una autonomía completa, aunque de corta duración.
Sin embargo, surgiría una nueva amenaza de las estepas de Asia Central: los mongoles. El califa Al-Must'asim (que reinó de 1242-1258 d.C.), el último de los gobernantes abasíes, fue sitiado en su propia capital en 1258 por las fuerzas de Hulagu Kan. Toda la ciudad fue arrasada, su población masacrada y Al-Must'asim fue enrollado en una alfombra y pisoteado por los caballos. El gobierno abasí terminó con la destrucción de Bagdad y, aunque los califas continuaron viviendo en El Cairo, su título ya carecía de significado.
Sultanato otomano
En 1299, un jefe tribal turco llamado Osman, antiguo vasallo de los selyúcidas (que reinó de en torno a 1299-1324 d.C.) comenzó a expandir su dominio en Asia Menor a expensas del debilitado Imperio bizantino y formó el Sultanato Otomano, llamado así en su honor. Osman y sus descendientes, consideraban la yihad y la expansión imperial como un deber moral y continuaron conquistando rápidamente vastos territorios. Para 1453, desde su capital en Edirne (Adrianópolis), los ya otomanos dominaban territorios en Asia Menor, toda Anatolia y muchas regiones de los Balcanes. Dos grandes esfuerzos de la cristiandad europea para detener su avance fracasaron: la Batalla de Kosovo en 1389 y la Batalla de Varna en 1444.
En 1453, Constantinopla era todo lo que quedaba del Imperio bizantino y el sultán otomano Mehmed II (que reinó de 1451-1481 d.C.) estaba decidido a tomarla. El asedio de Mehmed culminó exitosamente y la ciudad se convirtió en la nueva capital del Sultanato. Con la posesión de los Dardanelos, los otomanos mantuvieron el monopolio de las principales rutas comerciales ligadas a la Ruta de la Seda en el Medio Oriente y Eurasia y no tenían intención de compartirlas con el resto del mundo. Cerraron la Ruta de la Seda y esto obligó a otras potencias occidentales a explorar el mundo desconocido, lo que daría inicio a la Era de la Exploración, que condujo a la conquista del llamado “Nuevo Mundo” por las potencias europeas.
Mehmed, y los sultanes anteriores, habían reclamado el título de califa para sí mismos y, sin nadie más que lo desafiara, el reclamo era legítimo en cierto modo. Sin embargo, la legitimidad se fortaleció aún más en 1517 cuando el sultán Selim I conquistó el Sultanato Mameluco y transfirió oficialmente el título de los califas abasíes menores a los otomanos. Los otomanos mantuvieron este título durante cuatro siglos más, aunque el mundo musulmán ya no estaba unido del mismo modo, pero la importancia simbólica semirreligiosa del Califato sobrevivió en los corazones de los musulmanes, quienes lo vieron como un símbolo de unidad de la Ummah, y los turcos también fueron honrados por ello. La derrota de los otomanos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918 d.C.) condujo al surgimiento de la Turquía moderna, cuyo fundador, Mustafa Kemal Pasha, abolió oficialmente la institución del califato en 1924. Después de eso, ninguna otra nación asumió la autoridad califal sobre el mundo islámico.
Conclusión
La institución del califato mostró tres fases durante su evolución. En un principio, comenzó como un sistema político de inspiración religiosa cuyo titular debe asegurarse el imperio de “la ley de Dios” sobre la tierra, aunque la falta de centralización hizo que la mayoría de las costumbres y administraciones locales se mantuvieran en los territorios recién conquistados. Esta primera fase tuvo un grave defecto: la inspiración religiosa no fue suficiente para asegurar la posición de los califas.
Después del asesinato de Uthman, se hizo evidente que el componente político de la institución era el dominante y que el califato simplemente podía ser "arrebatado". Esta noción se reafirmó cuando las dinastías omeya y abasí ascendieron al poder. Ambas se encontraron con una fuerte resistencia y animosidad, pero continuaron gobernando a pesar de todo, algo que los primeros califas no podrían haber hecho, especialmente al tener en cuenta la indulgencia de Uthman y su falta de voluntad para usar el poder militar para sofocar las revueltas. Estos dos imperios también introdujeron y mezclaron el concepto de gobierno dinástico con el califato, es decir, que a partir de entonces el califato se podía heredar.
Cuando los otomanos asumieron oficialmente el reclamo indiscutido del califato en 1517, se convirtieron en los primeros de una etnia distinta de los árabes en obtener el "mando de los fieles". Este cambio también trajo un nuevo sentido de igualdad entre el mundo musulmán; los musulmanes árabes y no árabes eran iguales en todos los aspectos, incluso en la política. Los musulmanes consideran lamentable la abolición de la institución y la falta de esfuerzos para revivirlo, ya que creen que, aunque la institución perdió hace mucho tiempo el poder político y militar, su importancia simbólica para la comunidad islámica como sistema político semirreligioso y la inspiración que proporcionó fueron un legado cultural invaluable.
Terry, J. J. "Abbasid dynasty." Encyclopedia of World History (Vol. 2), edited by Ackermann, M. E. et al. Facts on File, Inc New York, 2008, 1-2.
Terry, J. J. "Caliphs, first four." Encyclopedia of World History (Vol. 2), edited by Ackermann, M. E. et al. Facts on File, Inc New York, 2008, 68-69.
Terry, J. J. "Ottoman Empire: 1299-1453." Encyclopedia of World History (Vol. 2), edited by Ackermann, M. E. et al. Facts on File, Inc New York, 2008, 317-318.
Terry, J. J. "Umayyad dynasty." Encyclopedia of World History (Vol. 2), edited by Ackermann, M. E. et al. Facts on File, Inc New York, 2008, 406-408.
La World History Encyclopedia está asociada a Amazon y recibe una comisión por las compras de libros que cumplan los requisitos.
Soy un joven graduado de inglés y ruso. Me encanta la historia, el arte y la filosofía. A través de la traducción puedo ayudar a acceder al conocimiento para entender mejor el mundo y tomar buenas decisiones.
Khan, S. M. (2019, diciembre 03). Califatos islámicos [Islamic Caliphates].
(L. M. C. González, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18629/califatos-islamicos/
Estilo Chicago
Khan, Syed Muhammad. "Califatos islámicos."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. Última modificación diciembre 03, 2019.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18629/califatos-islamicos/.
Estilo MLA
Khan, Syed Muhammad. "Califatos islámicos."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 03 dic 2019. Web. 20 nov 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Syed Muhammad Khan, publicado el 03 diciembre 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.