Abu Bakr (quien vivió de 573 a 634 d.C. y reinó de 632 a 634 d.C.) fue uno de los primeros conversos del islam; fue un amigo cercano y confidente del profeta islámico Mahoma y se convirtió en el primer califa del imperio islámico, un sucesor de la posición temporal de Mahoma pero no como un profeta, ya que según fuentes islámicas, que este título había terminado con Mahoma (570-632 d.C.). Ayudó a su amigo Mahoma en las buenas y en las malas en su misión y permaneció a su lado hasta el final de sus días. Después de la muerte del profeta, se convirtió en el primero de los cuatro califas del Califato Rashidun, como lo llaman los musulmanes sunitas. En su breve reinado de dos años, reunió la Península Arábiga e inició conquistas en Siria e Irak, que luego sus sucesores llevaron a cabo con éxito hasta el año 656 d.C., cuando estalló la primera guerra civil islámica, la primera fitna (656-661 d.C.), que detuvo la expansión islámica temporalmente. También fue durante el reinado de Abu Bakr que las revelaciones dictadas por Mahoma se compilaron en la forma de las sagradas escrituras islámicas: el Corán.
Infancia y juventud
Abu Bakr Abdullah ibn Uthman era hijo de Uthman Abu Quhafa (538-635 d.C.) del clan Banu Taym de la tribu Quraysh, nació en La Meca en 573 d.C. Su verdadero nombre era Abdullah, que significa siervo de Alá (Dios); Abu Bakr fue un apodo que se le dio debido a su amor por los camellos, que significa "padre de la cría de un camello", pero este último nombre se puso de moda y se refiere principalmente a él. Pertenecía a una rica familia de comerciantes y estaba bien educado; tenía una memoria aguda y afición por la poesía, rasgo por excelencia de los caballeros árabes.
Conversión al islam y acompañamiento al profeta
Cuando Mahoma comenzó a predicar el islam en 610 d.C., Abu Bakr, que era un amigo cercano suyo, se convirtió en el primer varón converso (el primer converso fue Khadija, la esposa del profeta), aunque algunos historiadores sugieren que no fue el primero, sino uno de los primeros. Sin embargo, fue uno de los aliados que más apoyó a Mahoma, no solo económicamente al profeta sino que también persuadió a muchos de sus amigos y colegas (también a su familia) para que aceptaran la nueva fe. El gran y sincero apoyo de Abu Bakr al profeta le valió el apodo de Siddique (digno de confianza).
Sin embargo, ni siquiera la riqueza y la reputación de Abu Bakr pudieron salvar a Mahoma, su pequeño grupo de seguidores ni el mismo Abu Bakr de las atrocidades de La Meca. Pero ante las dificultades no se retractó de la nueva fe, de hecho se dice que pagó por la libertad de varios esclavos que habían aceptado el islam, como un etíope llamado Bilal. La muerte del influyente tío del profeta, Abu Talib, en 619 d.C., dejó al pequeño grupo de musulmanes más vulnerable que nunca. En este momento crucial (622 d.C.), llegaron invitaciones de Yathrib (futura Medina) para que el profeta y sus compañeros se establecieran allá, ofreciéndole al profeta la realeza de la ciudad. Los musulmanes estaban muy felices de esta oportunidad, emigraron en grupos a la ciudad, pero Abu Bakr se quedó con su amigo (a quien los mecanos ahora habían decidido matar), saliendo con el profeta de La Meca ante la persecución de los ciudadanos de esta ciudad. Se refugiaron en una cueva de una montaña llamada Jabal Thaur (Monte Toro), donde pudieron evadir a los mecanos, quienes al darse por vencidos, se retiraron.
Una vez en Medina, Abu Bakr siguió apoyando a Mahoma y se convirtió en uno de sus asesores en asuntos de Estado. También participó en importantes batallas con los mecanos como Badr (624 d.C.) y Uhud (625 d.C.). Abu Bakr también unió a su hija Aisha (c. 613-678 d.C.) al profeta en matrimonio para consolidar su afiliación con él, como era la norma en ese entonces, y por lo tanto se convirtió en su suegro. También dirigió las oraciones congregacionales en Masjid an-Nabwi (Mezquita del Profeta) durante los últimos días del profeta, cuando este estaba enfermo.
Después de la muerte del profeta
Cuando el profeta Mahoma murió en 632 d.C., la comunidad musulmana estaba en estado de shock, algunos incluso se negaron a creer que se había ido. Si no hubiera sido por sus cuidadosas advertencias, la gente podría haberlo venerado como una figura divina, pero él había dejado bastante claro que también era humano y estaba sujeto a las leyes de la naturaleza. Aun así, la gente tuvo dificultades para hacer frente al hecho de que no serán guiados por la revelación divina (ya que Mahoma afirmó que los recibió de Dios, y nadie más podría hacerlo). Abu Bakr reunió a la comunidad, se dice que se dirigió a ellos, según Syed Ameer Ali en A Short History of the Saracens (Breve historia de los sarracenos), diciendo:
Musulmanes, si adorasteis a Mahoma, sabed que Mahoma ha muerto; si es a Dios a quien adoráis, sabed que Él vive, Él nunca muere. No olvides este verso del Corán (Quran): Mahoma es solo un hombre encargado de una misión; antes de él ha habido hombres que recibieron la misión celestial y murieron;' – ni este verso. Tú también, Mahoma, morirás como otros han muerto antes que tú".(20)
Otro problema, más práctico, fue que Mahoma no había indicado claramente quién debería sucederle ni siquiera insinuado qué tipo de gobierno debería prevalecer después de su muerte. De los muchos seguidores de Abu Bakr, un hombre notable del clan Banu Adi fue Umar ibn al-Khattab (584-644 d.C.). Umar también fue uno de los primeros conversos y quizás una de las personas más audaces de toda la comunidad, con reputación de ser estricto y firme. Con el apoyo de Umar, Abu Bakr se convirtió en el sucesor del reino de Mahoma; adoptó el título Khalifa'tul Rasul (el vicegerente del profeta), abreviado como Khalifa (califa), por lo tanto, él sentó las bases de los califatos islámicos. Su reclamo no pasó indiscutido; aunque varios historiadores citan diferentes versiones de los hechos, la esencia es la misma: muchos sostuvieron la opinión de que solo Ali ibn abi-Talib (601-661 d.C.), un yerno del profeta, y también un pariente consanguíneo, tenía derecho a heredar su reino. Sin embargo, la propia participación de Ali en impulsar esta afirmación es muy debatida, pero lo que está claro es que sus partidarios, que llegaron a ser conocidos como musulmanes chiítas o Shia't Ali (partido de Ali) vieron a Abu Bakr como un usurpador, y sin importar sus logros, niegan la autenticidad de su pretensión como califa.
Primer califato del islam
La primera acción de Abu Bakr como califa fue enviar una fuerza expedicionaria a Siria para vengar la derrota de la Batalla de Mu'tah (629 d.C.), como había sido planeado por el profeta (aunque esta fuerza no tuvo mucho éxito, las incursiones posteriores lograron mucho más). Esto significaba mostrar no solo que los musulmanes no habían olvidado a sus camaradas caídos, sino también declarar que el califato continuaría lo que Mahoma había comenzado.
Pero surgió otro problema en los desiertos al este de Medina, las tribus beduinas que habían aceptado el islam menos por motivos espirituales y más por razones políticas ahora renunciaron a su apoyo a la nueva fe. Afirmaron que su pacto terminó con la muerte de Mahoma, incluso se negaron a ofrecer zakat (limosna a pagar en el islam) a Medina. Para empeorar las cosas, aparecieron muchos profetas impostores en varias tribus, el más notable Musaylimah (fallecido en diciembre de 632 d.C., al que los musulmanes se refieren como el Archimentiroso), había comenzado sus actividades en los últimos años de Mahoma y como Mahoma predijo, muchos seguirían su ejemplo. Abu Bakr no podía permitir que los árabes se fragmentaran del reino de su amo, y mucho menos permitir que moldearan y torcieran su fe en diferentes versiones.
Al igual que en la época de Mahoma, Medina se erigió como el bastión del islam (apoyado por La Meca esta vez) contra las hordas de árabes rebeldes. Si Abu Bakr no hubiera tenido habilidades de liderazgo es posible que no hubiera defendido la enorme empresa, pero como estaba a punto de demostrar era más que competente para su puesto. Después de proteger a Medina de las incursiones de estos apóstatas, declaró la yihad (guerra santa, contextualmente) contra los traidores.
Las guerras Ridda
Convocó a todos los hombres capaces de la fe bajo la bandera del islam. Usó la desunión momentánea entre las diversas tribus rebeldes para subyugarlas una por una. Estas guerras se estilizaron más tarde como las guerras Ridda o las Guerras de la Apostasía (632-633 d.C.). Al final del primer año de su reinado, Abu Bakr había reunido toda la Península Arábiga y aunque no se ahorró el uso de la espada en el campo de batalla, no intentó castigar a sus enemigos después de que se rindieran.
Musaylimah fue asesinado en la Batalla de Yamama (diciembre de 632 d.C.) por un ejército dirigido por Khalid ibn al-Walid (585-642 d.C.), quien a pesar de muchas controversias en su contra fue el general más capaz y leal que tuvo Abu Bakr lo que le proporcionó protección total del califa contra muchos que deseaban verlo muerto (sobre todo Umar). Aunque superado ampliamente en número en la víspera de la batalla decisiva antes mencionada, Khalid demostró su valía como comandante, no había perdido una sola batalla antes y no tenía intención de perder ese día. Estaba demasiado familiarizado con la naturaleza voluble de los combatientes del desierto y la importancia que les daban a las personas en lugar de a su causa, por lo que cuando Musaylimah cayó luchando, sus seguidores fueron derrotados de inmediato.
Invasión de Irak y Siria
Abu Bakr, siguiendo los pasos de Mahoma, decidió dirigir las nacientes energías de los guerreros árabes a las tierras vecinas de Siria (bajo los bizantinos) e Irak (bajo el Imperio sasánida). Las dos superpotencias no solo habían agotado sus recursos con su guerra constante, sino que el resentimiento entre la población también había alcanzado niveles sin precedentes, por lo que cuando los ejércitos musulmanes aparecieron en sus fronteras, los leales a los imperios corrieron por sus vidas mientras que los monofisitas y nestorianos del Imperio Bizantino y los árabes no zoroastrianos en Irak aceptaron de buena gana a sus nuevos señores. Khalid fue enviado a Irak (633 d.C.), donde se le unió un poderoso señor árabe que lo ayudó a tomar la ciudad iraquí de Hira.
Aunque exitoso y bien disciplinado en el campo de batalla, Khalid desobedeció las claras órdenes de su califa al ejecutar brutalmente a los prisioneros de guerra sasánidas. Mientras tanto, en Siria, el emperador bizantino Heraclio (quien gobernó de 610 a 641 d.C.), un soberano de espíritu guerrero, se preparó para un contraataque efectivo. Como no podía dirigir él mismo su ejército debido a su dolencia, puso a cargo a su hermano Teodoro. Sintiendo correctamente una contraofensiva inminente y estando familiarizado con la guerra bizantina, Abu Bakr no se arriesgó y ordenó a Khalid que abandonara Irak y se mudara a Siria, ya que solo sus habilidades militares podían igualar las de sus enemigos.
Khalid atravesó el desierto sin caminos y sin agua hasta Siria con unos pocos hombres cuidadosamente seleccionados y algunos camellos para usarlos como reservas de agua, ejemplo arrollador de movilidad árabe coordinada. Después de asaltar territorios sirios, reunió a los ejércitos musulmanes en el área y se enfrentó a los bizantinos en la Batalla de Ajnadayn (634 d.C.) que fue una victoria decisiva de Rashidun y fortaleció aún más su posición en la región. Sin embargo, en ausencia de Khalid, los sasánidas habían asestado un duro golpe a las tropas árabes en Irak quitándoles sus ganancias.
La mayor fortaleza de Abu Bakr fue quizás su naturaleza fría y resuelta, que en lugar de dejarse llevar por la emoción como la mayoría de los árabes, prefirió adoptar un enfoque más racional de las cosas, como lo demuestra su apoyo a Khalid. Aunque el general no era un modelo de virtud, Abu Bakr se dio cuenta antes que muchos de que era un activo insustituible.
Compilación del Corán
Abu Bakr también protegió las revelaciones dictadas por el profeta Mahoma en forma del Corán, una empresa a la que se mostró reacio a comprometerse ya que el profeta no lo había hecho él mismo. Umar sin embargo, señaló el número de compañeros del profeta que habían muerto en Yamama y, previendo un momento en que no quedara ninguno para recordar el Corán de memoria, advirtió a Abu Bakr de la posibilidad de que las revelaciones (que habían sido escritas en forma aislada) sufrieran cambios, algo a lo que Abu Bakr nunca podría permitir que sucediera. Por lo tanto, se vio obligado a cumplir con la solicitud de Umar y, en última instancia, preservó las revelaciones dictadas por Mahoma para que las lean hoy más de dos mil millones de sus seguidores.
Abu Bakr ordenó que todas las revelaciones escritas se reunieran junto con aquellos compañeros del profeta que habían recordado el Corán de memoria. Luego le encomendó a un escriba de confianza del profeta, un hombre llamado Zaid ibn Thabit (c. 610-660 d.C.) que lo compilara en la misma secuencia que había sido instruida por el profeta; ya que las revelaciones no fueron reveladas en orden pero Mahoma había informado a sus seguidores de la secuencia exacta. Se tuvo mucho cuidado de que no se cambiara ni una sola palabra de la Sagrada Escritura (aunque la esencia permaneciera igual), ya que a los ojos de los musulmanes eso habría sido un gran pecado. Después de su muerte, la copia fue entregada a Hafsa (c. 605-665 d.C.), una hija de Umar y viuda del profeta para que la custodiara.
Muerte y legado
Abu Bakr no vivió lo suficiente para escuchar las noticias del éxito en Ajnadayn y el pequeño retroceso en Irak, ya que murió por causas naturales en 634 d.C. Antes de partir de este mundo, nombró a Umar ibn al-Khattab, su partidario más fuerte y capaz, como su sucesor, quien reforzaría las tropas musulmanas en Irak y ordenaría una mayor expansión en Siria. Umar continuaría con los mismos parámetros de liderazgo, lo que le permitiría expandir aún más los dominios del islam.
Ya sea que Abu Bakr fuera un usurpador o que su reclamo fuera legítimo, obtuvo un gran logro. No solo evitó la fragmentación del imperio de Mahoma, lo que habría significado la extinción del islam por completo, sino que comandó campañas exitosas en Irak y Siria, compuso el Corán por escrito y también fue el primero de muchos en ser llamado califa del islam.