Benvenuto Cellini (1500-1571) fue un escultor, medallista y orfebre italiano del Renacimiento, cuyas obras más famosas son la estatua de bronce de Perseo con la cabeza de Medusa, que se encuentra en Florencia, y un magnífico salero de oro realizado para Francisco I de Francia (que reinó de 1515 a 1547), ahora en Viena. Aunque la obra de Cellini es sorprendentemente pequeña, sigue siendo uno de los artistas renacentistas más conocidos gracias a su colorida autobiografía, escrita hacia 1558.
Vida y obras
Benvenuto Cellini nació en Florencia en el año 1500, hijo de un cantero. El padre de Benvenuto esperaba que él también se formara como albañil, y tal vez también se convirtiera en músico de instrumentos de viento. Sin embargo, a Benvenuto le encantaba dibujar, y su vena creativa encontró una salida en el trabajo del metal. Cellini comenzó su carrera como aprendiz en un taller de orfebrería de Florencia. En 1519, el joven artesano se trasladó a Roma, donde trabajó en una casa de moneda, y permaneció en la Ciudad Eterna hasta 1540. Aunque Roma fue su base, pasó breves temporadas trabajando en Florencia y Venecia. Quizás en esta última ciudad conoció el arte islámico, ya que Cellini utilizaba a menudo motivos "arabescos" en sus grabados en metal.
Cellini se trasladó a Francia en 1540 y permaneció allí durante los cinco años siguientes. Realizó varias obras de arte para el rey francés Francisco I, entre ellas su famoso salero y la placa de bronce de Diana (véase a continuación). A partir de 1545 estuvo de vuelta en Florencia definitivamente, donde trabajó en varios encargos de Cosme I de Médicis, entonces duque de Florencia (que gobernó entre 1537 y 1569). Uno de los proyectos fue la estatua de Perseo (véase a continuación) y Cellini también realizó un busto de bronce idealizado del duque. El busto muestra a Cosme vestido con la armadura que solían llevar los emperadores romanos para sus retratos. Un detalle interesante es el león que ruge en el hombro derecho de Cosme, una referencia a su destreza como líder político, ya que el león o marzocco fue un potente símbolo a lo largo de la historia de Florencia. En su momento, el busto tenía reflejos dorados y ojos esmaltados. Curiosamente, Cosme envió el busto a Elba tras la conquista de la isla en 1557. Mide unos impresionantes 1,1 metros de altura, y hoy en día está más o menos donde se hizo, en el Museo del Bargello de Florencia.
El banquero Bindo Altoviti (1491-1557) encargó otro retrato en bronce. Cellini realizó una representación de tamaño natural de Jesucristo en la Cruz (c. 1562), que quizás estaba destinada originalmente a la propia tumba del escultor, pero que ahora se encuentra en el Monasterio de San Lorenzo, en El Escorial, España. Cellini murió en mayo de 1571 y fue enterrado en la Basílica de la Santísima Anunciación de Florencia.
Para un artista tan célebre y del que conocemos tanto, las obras que se pueden identificar como de Cellini son increíblemente escasas. Solo hay siete esculturas, siete monedas, tres medallas, dos sellos y un salero.
La ninfa de Fontainebleau
Encargada por Francisco I, la Ninfa de Fontainebleau es una placa de bronce de tamaño superior al natural que muestra a una Diana reclinada de la mitología greco-romana. Diana era una cazadora y, por tanto, un tema ideal para el rey francés, que era un apasionado de la caza en el bosque. La diosa desnuda tiene un enorme ciervo con una gran cornamenta mirando por encima de su hombro, mientras que a los lados de la pieza hay ciervos, jabalíes y perros de caza. La escultura iba a situarse originalmente sobre la puerta de entrada del Palacio de Fontainebleau, de ahí su engañoso nombre, pero el rey nunca llegó a instalarla. Cuando Enrique II de Francia se convirtió en rey (de 1547 a 1559), decidió que la escultura era más adecuada para un pabellón de caza y se la regaló a su amante Diana de Poitiers (1499-1566) para su casa, el castillo de Anet, al sur de París. En la actualidad, la escultura se encuentra en el museo del Louvre de París.
El salero de oro
El mejor ejemplo de las habilidades de Cellini como orfebre es el salero que hizo para Francisco I, a principios de la década de 1540. Realizado con esmalte y oro sobre una base de ébano, tiene dos figuras desnudas reclinadas en la parte superior. La figura femenina representa a la diosa madre romana Tellus, símbolo de la tierra, o a Ceres, diosa de la agricultura. Junto a ella, el templo en miniatura fue diseñado para contener pimienta. La figura masculina es el dios griego/romano Poseidón/Neptuno, que sostiene un tridente y, por supuesto, representa el mar. La barca que está a su lado estaba destinada a contener sal. Las dos figuras tienen las piernas entrelazadas, lo que sugiere la interdependencia mutua de estas dos esferas de la existencia humana (Campbell, 350), así como la frecuente unión de estas dos bondades de la tierra y el mar en el plato de la cena aristocrática: la sal y la pimienta. La base del salero está decorada con figuras que representan las horas, los vientos y las actividades humanas. El salero luego fue el regalo de bodas del rey Carlos IX de Francia (que reinó de 1560 a 1574) al archiduque Fernando de Tirol, lo que explica que la pieza haya llegado hasta su actual ubicación, el Museo de Historia del Arte de Viena.
La estatua de Perseo
La obra emblemática de Cellini es una estatua de bronce de Perseo, el héroe de la mitología griega, realizada entre 1545 y 1554. La figura fue encargada por Cosme I y supuso una oportunidad para que Cellini demostrara que su estadía en el extranjero no había mermado su posición como uno de los artistas más importantes de la ciudad. La figura terminada es de tamaño superior al natural y mide 3,2 metros de altura sobre un pedestal intrincadamente tallado.
Perseo acaba de cortar la cabeza de la temible gorgona Medusa, cuya mirada convertía en piedra a los seres vivos. El cadáver de Medusa aparece pisoteado por el héroe, que blande una poderosa espada con la debida apariencia de desprecio hacia su enemigo. Cellini agregó su nombre a la obra, escrito en la cinta que cruza el pecho del héroe. La estatua se encuentra hoy en la Loggia della Signoria (también conocida como Loggia dei Lanzi) de Florencia, exactamente en el lugar en el que originalmente se pretendía que se situara para mostrar la erudición y la riqueza de la familia Médicis al pueblo del ducado. El arte del Renacimiento rara vez se encargaba solo por su atractivo estético, y Cosme de Médicis sabía perfectamente que los florentinos verían en el héroe que vence a un temible enemigo un reflejo del éxito de los Médicis como gobernantes que luchan contra ciudades y estados rivales.
La autobiografía
Cellini, al igual que otros destacados artistas del Renacimiento, utilizó la palabra escrita para transmitir su experiencia y sus opiniones sobre su oficio. Por ejemplo, escribió un tratado de escultura en el que da todo tipo de consejos prácticos a los artistas, desde cómo fundir correctamente una escultura de bronce hasta cómo hacer el mejor yeso para los moldes mezclando yeso con cuerno de buey molido y estiércol de caballo enjuagado.
Alrededor de 1558, Cellini amplió estas obras hasta convertirlas en una autobiografía completa, que no es la primera de un artista europeo, pero sí quizá una de las más exageradas. En esta obra inacabada, el artista afirma, por ejemplo, haber matado al duque de Borbón durante el saqueo a Roma en 1527 que hicieron los rebeldes del ejército de Carlos V, emperador (de 1519-1556) del Sacro Imperio Romano Germánico. A pesar de estos alardes, la obra contiene algunas valoraciones francas, y Cellini fue testigo presencial de los acontecimientos de Roma. El escultor participó incluso en la fundición de los tesoros papales para preparar la evacuación del Palacio Vaticano.
Otros acontecimientos interesantes en la vida del artista son su estadía en Roma, donde una vez fue encarcelado acusado de robar algunas de las joyas del Papa. El artista, que se deleitaba en romper las convenciones de la sociedad, acudía a las fiestas con uno de sus ayudantes masculinos de taller vestido de mujer o traspasaba los límites del buen gusto artístico dorando por completo a uno de sus seguidores. La autobiografía revela un carácter ferozmente independiente y un entusiasta del aprendizaje, alguien que se encontraba frecuentemente en peleas, disfrutaba de la buena comida y tenía una vida sexual promiscua tanto con hombres como con mujeres. Hay aquí también un hombre que poseía una genuina preocupación por presentar al mundo lo que significa ser un artista y lo que se necesita para producir un gran arte.
El famoso historiador del Renacimiento Jacob Burckhardt, un personaje complejo cuyas mejores obras no han sobrevivido para que las podamos admirar, ofrece el siguiente resumen del carácter de Cellini, tal y como se revela en su autobiografía:
Benvenuto, como hombre, interesará a la humanidad hasta el final de los tiempos. No importa que el lector a menudo lo encuentre presumiendo o mintiendo; el sello de una naturaleza poderosa, enérgica y completamente desarrollada permanece. En comparación, nuestras autobiografías modernas, aunque con una tendencia y carácter moral más elevados, parecen incompletas. Es un hombre que puede hacerlo todo y se atreve a hacerlo todo, y que lleva la medida en sí mismo. Nos guste o no, vive, tal como era, como un ejemplo significativo del espíritu moderno. (217)