Helena es una tragedia griega escrita por Eurípides (ca. 484-407 a.C.). Se cree que fue representada por primera vez en la Gran Dionisia del 412 a.C., como parte de una trilogía que incluía Andrómeda, obra perdida de Eurípides. Helena narra una versión poco común del mito de Helena de Troya, en la que una doble, fantasma, un eidolon, reemplaza a Helena en Troya, mientras que la real espera en Egipto el final de la Guerra de Troya. Desde su estreno, la Helena de Eurípides ha desconcertado y fascinado: en Las Tesmoforiantes, representadas un año después que Helena de Eurípides, el comediógrafo griego Aristófanes parodiaría a la “nueva Helena” (línea 850). Hasta hoy en día, los estudiosos continúan debatiendo muchos aspectos de la Helena de Eurípides, incluyendo su disonante yuxtaposición de lo cómico y lo devastador, su relevancia contemporánea y su mensaje sobre la naturaleza de la verdad y la realidad.
Eurípides
Nacido hacia el 484 a.C., Eurípides fue el más joven de los tres dramaturgos atenienses considerados “canónicos” desde la antigüedad (junto con Esquilo y Sófocles). De las aproximadamente 90 obras que escribió durante su vida, 18 han sobrevivido completas (una de las tragedias que se le atribuyen, Reso, es casi unánimemente considerada espúrea). Existen por tanto más obras supervivientes de Eurípides que de Esquilo y Sófocles juntos, demostrando que, tras su muerte, la popularidad de Eurípides pronto eclipsó a la de sus predecesores.
Se sabe muy poco de la vida de Eurípides, y la poca información existente está oscurecida por la fábula y la imaginación. Nació en una familia de sacerdotes hereditarios, en la isla de Salamina, cerca de Atenas. Se dice que estuvo casado dos veces, aunque ambos matrimonios acabaron amargamente. De uno de ellos tuvo tres hijos, uno de los cuales llegó a ser también un dramaturgo. Por encima de todo, Eurípides tenía la reputación de ser un ermitaño, que vivía en una cueva en Salamina (que después de su muerte se convertiría en un santuario en su memoria). Finalmente, se retiró a la corte del rey Arquelao de Macedonia, donde murió el 406 a.C.
Eurípides nos es más conocido a través de sus obras. Se representaron en varios festivales, sobre todo en las Dionisias y en las Leneas, en grandes teatros al aire libre. La mayor parte de las obras de Eurípides se representaron en Atenas, para audiencias locales y turistas, aunque algunas también en otros lugares, como Macedonia, donde Eurípides pasó los últimos años de su vida, o Sicilia, donde al parecer era muy popular. Incluso en vida, Eurípides fue considerado el más atrevido y vanguardista de los grandes autores trágicos, aunque eso no siempre se tradujo en éxitos. A lo largo de una carrera que se extendió por medio siglo (Eurípides escribió su primera trilogía hacia el 455 a.C. y continuó haciéndolo hasta su muerte), consiguió el primer premio solamente en cuatro ocasiones (y una quinta póstuma). En contrapartida, se dice que Esquilo salió victorioso 13 veces y Sófocles 18. Las tragedias de Eurípides – llenas de desesperación, innovación y un interrogatorio continuo – fueron vistas en ocasiones como sensacionalistas e incluso impías. Pero la fama y popularidad de Eurípides crecieron tras su muerte, mientras que las de Esquilo y Sófocles declinaron. En la actualidad algunos consideran a Eurípides como el más grande entre los autores trágicos atenienses.
El mito
Puede decirse que el mito de Helena es conocido sobre todo por la épica homérica, la Ilíada y la Odisea, que se considera que datan de los siglos VIII o VII a.C. En la Ilíada, encontramos a Helena en Troya viviendo con su amante Paris: ha llegado a la ciudad después de escapar de su marido, el rey espartano Menelao, y durante 10 años este y los griegos han estado luchando para recuperarla. En la Odisea, la Guerra de Troya ha finalizado con la caída de Troya y el regreso de Helena a Esparta con Menelao.
Entre Homero y Eurípides, muchos autores volvieron a narrar episodios del mito de Helena. La boda de Helena y la Guerra de Troya se describen, al parecer, en el Catálogo de Mujeres (fragmentos 23a, 197-204 M-W), atribuido por algunos a Hesíodo, probablemente compuesto en los siglos VII o VI a.C. Safo (ca. 620-570 a.C.) describió en uno de sus poemas cómo Helena abandonó a su esposo y su familia cuando se escapó con Paris (Safo 16). El propio Eurípides, en su tragedia Las Troyanas del 415 a.C., presentaba el encuentro de Helena con un resentido Menelao, como consecuencia de la caída de Troya.
Pero en la Helena de Eurípides, nos encontramos con una versión del mito en la que Helena nunca llega a ir a Troya. Según esta tragedia, Helena ha sido retenida en Egipto, mientras que los dioses entregan a Paris un fantasma que se hace pasar por ella. La Guerra de Troya se luchó por ese fantasma. Mientras tanto, Helena pasa 17 años en Egipto, esperando a Menelao. Al principio, está bajo la protección del rey egipcio Proteo, pero tras la muerte de este, se ve forzada a esquivar las insinuaciones del hijo de Proteo, Teoclímeno, que le pide que se case con él. Cuando Menelao llega a Egipto, tras diez años de guerra y siete más de deambular, finalmente Helena se vuelve a encontrar con su esposo. Aunque acosados por el obstinado Teoclímeno, la pareja consigue escapar audazmente, con la ayuda de la hermana de este, Teónoe, y logra volver a casa.
Aunque mucho de esta extraña historia es original de Eurípides, algunos elementos aparecen en autores anteriores. La Odisea describe algunos de los rodeos que dan Menelao y Helena tras la Guerra de Troya, así como su desvío a Egipto para consultar al profético Proteo (4.351-592). Es probable que Esquilo utilizara una versión de esta historia homérica para su obra satírica perdida Proteo, representada junto a la trilogía Orestíada del 468 a.C. Pero el mito de que Helena nunca puso sus pies en Troya, y de que la guerra se libró para recuperar a un fantasma, parece tener su origen en Estesícoro, un poeta del siglo VI a.C. Según Platón (428/427 – 348/347 a.C.), Estesícoro escribió un poema titulado Helena, que describía el romance adúltero de Helena con Paris. Poco después de componer ese poema, Estesícoro se quedó ciego y, dándose cuenta de que había ofendido a Helena, compuso inmediatamente un segundo poema – una palinodia (literalmente “canción al revés”) – en la que se retractaba de la anterior y explicaba que Helena nunca había ido a Troya (Fedro 243 a-b). No han sobrevivido ni la Helena de Estesícoro ni su palinodia, aunque Platón cita algunas líneas clave de esta última (Fedro 243 a7-b1):
No es cierto ese relato; ni embarcaste en las naves de firme cubierta, ni llegaste a la fortaleza de Troya.
Aparentemente, en la palinodia de Estesícoro, Helena es inocente, permaneciendo fiel a su esposo Menelao mientras que la guerra se disputa en realidad por un fantasma (ver también Platón, República 586c). Corrigiendo su falta, Estesícoro – así se escribe la historia – recuperó rápidamente su visión.
Finalmente, hacia el 450 a.C. – más o menos una generación antes del estreno de la Helena de Eurípides -, el historiador Heródoto (ca. 481 – 425/417 a.C.) publicó sus Historias, en las que da su versión del mito de Helena: Helena se escapó con Paris, pero cuando la pareja se detuvo en Egipto, el virtuoso rey Proteo descubrió su crimen y la retuvo hasta que pudiera ser devuelta a su marido legal. Mientras tanto, los griegos navegaron hasta Troya para recuperar a Helena. Sin creer a los troyanos cuando estos les dijeron que Helena no estaba allí, los griegos saquearon la ciudad, sólo para descubrir que los troyanos, después de todo, les habían dicho la verdad. Finalmente, los viajes de Menelao le llevaron hasta Egipto, donde encontró a su esposa, a la que llevó de vuelta a Esparta (113-19).
La Helena de Eurípides mezcla y encaja esas versiones diferentes del mito. Pero algunos detalles – por ejemplo Teoclímeno, el hijo de Proteo – son casi seguro invento suyo. Como siempre, Eurípides despliega sus fuentes, y lo que finalmente hace con el mito viene moldeado por completo por su genio inimitable.
Personajes
La acción tiene lugar en Egipto, delante del palacio. El altar en el centro de la orchestra (el escenario) probablemente representaba la tumba de Proteo.
Los personajes, en orden de aparición, son:
- Helena (esposa de Menelao)
- Teucro (guerrero griego, de Salamina)
- Coro de espartanas cautivas
- Menelao (rey de Esparta)
- Anciana (portera del palacio)
- Sirviente (de Menelao)
- Teónoe (profetisa, hija de Proteo, hermana de Teoclímeno)
- Teoclímeno (rey de Egipto, hijo de Proteo, hermano de Teónoe)
- Mensajero (sirviente de Teoclímeno)
- Dioscuros (hermanos de Helena)
Argumento
Prólogo: La obra empieza con Helena en Egipto, de pie ante la tumba del rey Proteo. Helena se presenta y explica los antecedentes: 17 años antes, Paris había escogido a Afrodita como la diosa más bella en un concurso (el juicio de Paris) y en compensación se le prometió la mano de Helena; Paris viajó a Esparta, pero la diosa Hera, enfadada por haber perdido ante Afrodita, creó un fantasma parecido a Helena para entregarlo a Paris; mientras tanto, la Helena real era trasladada a Egipto por Hermes, donde quedó bajo la protección del rey Proteo. Durante esos últimos 17 años, dice Helena, ha mantenido debidamente su castidad, incluso tras la muerte de Proteo, y se ha visto forzada a esquivar el acoso de su hijo Teoclímeno. Aunque sabe que su nombre ha sido mancillado por el fantasma que la ha reemplazado, Helena está decidida a defender su virtud y espera restaurar algún día su reputación:
…aunque mi nombre sea maldito en Grecia, aquí mi cuerpo no será deshonrado.
Cuando Helena acaba su discurso, entra el guerrero griego Teucro. Creyendo todavía que el fantasma de Helena es real, queda confundido y enfadado al encontrar otra Helena en Egipto. Helena no le revela su identidad, pero le pregunta por los griegos y la Guerra de Troya. Teucro le informa de que Leda, la madre de Helena, se ha suicidado, que sus hermanos Castor y Pólux han desaparecido, y que se da por muerto a su marido Menelao. También explica que ha sido exiliado de su lugar de origen, Salamina, y busca el consejo de la profetisa Teónoe. Helena le previene de que ha de huir inmediatamente, porque el nuevo rey Teoclímeno mata a todos los griegos que encuentra. Teucro sale.
Párodo: Entra el coro. Junto con Helena se lamenta de que, a pesar de su inocencia, su nombre sigue siendo maldito entre los griegos.
Episodio 1: En un diálogo con el coro, Helena reflexiona sobre sus actos y jura morir si Menelao realmente ha muerto. El coro le insiste en que primero consulte a Teónoe. Todos salen para hacerlo así.
Entra Menelao, vestido con harapos. Presume de ser el conquistador de Troya, y explica que, tras siete años errante, ha naufragado en Egipto. La Helena fantasma – que él todavía cree la verdadera Helena – ha sido escondida en una cueva con algunos de los supervivientes. La Anciana le retiene en una escena cómica y le informa de que Helena de Esparta está en Egipto. Menelao sale confundido:
¿Qué tengo que hacer? Me entero de nuevos problemas después de los antiguos: vengo con la mujer que rescaté de Troya, y se la esconde en una cueva, y existe otra mujer, con el mismo nombre que mi esposa, que vive en esta casa. Dijo que la mujer era hija de Zeus. ¿Hay alguien llamado Zeus en las riberas del Nilo? No, sólo existe uno, el que está en el cielo. ¿Y dónde existe otra Esparta salvo donde fluye el Eurotas a través de maravillosos juncales? Tindáreo es el nombre de una persona, no de dos. ¿Qué otras tierras se llaman Lacedemonia y Troya? No sé qué hacer.
Vuelven Helena y el coro, tras consultar a Teónoe y enterarse de la inminente llegada de Menelao a Egipto. Al principio, Helena huye del harapiento Menelao, pero enseguida le reconoce y se da a conocer. Menelao, cuestionando la realidad, se resiste a creer que ella sea la Helena real, hasta que un sirviente le dice que el fantasma de la cueva ha liberado a Helena y se ha desvanecido en el aire. Helena y Menelao están juntos de nuevo, y Menelao se da cuenta de que la Guerra de Troya se disputó por una ilusión. Pero Menelao no dispone de barco, y la pareja constata que no podrá salir de Egipto sin la ayuda de Teónoe: Teoclímeno todavía quiere casarse con Helena, y matará a Menelao si se entera de quién es.
Entra Teónoe: Helena y Menelao le suplican ayuda. Teónoe promete no revelar la identidad de Menelao a su hermano y guardar silencio sobre su intención de escapar. Cuando sale, Helena concibe un plan de huída: una parodia de funeral marino en honor del “fallecido” Menelao.
Estásimo 1: El coro se lamenta por los que han muerto en la Guerra de Troya. Cuestionan la naturaleza de los dioses y las razones para la guerra.
Episodio 2: Entra Teoclímeno. Helena le presenta a Menelao, aunque miente acerca de su identidad, presentándole como un griego náufrago que vio morir a su marido en el mar. Helena promete que se casará con Teoclímeno si le permite celebrar un funeral marino en honor de Menelao. Teoclímeno accede a la petición de Helena.
Estásimo 2: El Coro canta el mito de Deméter, que perdió a su hija Perséfone y salió en su búsqueda. Afirman, de manera extraña, que Helena una vez ofendió a Deméter.
Episodio 3: Helena y Menelao (ahora ataviado como un héroe con su nueva armadura) acaban la negociación de los preparativos del funeral marino con Teoclímeno. Helena le explica que ha de ir con los demás y que Menelao ha de estar al mando del barco. Teoclímeno accede; Helena y Menelao zarpan después de que Menelao rece a Zeus por el éxito de su aventura.
Estásimo 3: El Coro imagina el glorioso regreso de Helena a Esparta.
Episodio 4: Entra corriendo un emisario en el palacio e informa a Teoclímeno de que Helena y Menelao le han engañado; han matado a los marineros egipcios, se han hecho con el barco, y están de camino hacia Esparta. Teoclímeno se enfurece y está a punto de matar a su hermana Teónoe por no avisarle de la traición; el Coro intenta impedírselo. Los Dioscuros aparecen como dei ex machina y le explican que todo ha sucedido como parte del plan de Zeus. Helena se convertirá en una diosa como ellos, y Menelao irá a las Islas de los Benditos cuando muera. Teoclímeno acepta este desenlace.
Análisis
Uno de los temas más importantes de la obra es la diferencia entre la realidad y la ilusión. La premisa de la tragedia es que la Guerra de Troya se luchó por una Helena fantasma, mientras que la real estaba en Egipto. Es significativo que, en esta ocasión, realidad e ilusión son indistinguibles: todos creen que la Helena fantasma es la real, incluyendo su marido Menelao (hasta que el fantasma se esfuma). A menudo, Helena lucha con el conflicto entre su propia inocencia y la culpa vinculada a su nombre.
Y en la guerra contra los troyanos fui ofrecida a los griegos como un trofeo de guerra (aunque no era yo, sino solamente mi nombre).
La Helena de Eurípides también reflexiona sobre la moralidad y las razones de la guerra. Había unos hechos contemporáneos importantes: cuando se escribió la tragedia, hacia el 412 a.C., atenienses y espartanos llevaban casi dos décadas en guerra (la Guerra del Peloponeso). En el 413 a.C., los atenienses sufrieron un revés importante, después de que un gran ejército que habían enviado a Siracusa como parte de la Expedición a Sicilia fuera virtualmente aniquilado hasta el último hombre. Muchos atenienses que vieran la Helena de Eurípides habrían simpatizado con Menelao, que recuerda a sus hombres muertos en la guerra y en el mar:
Podemos pasar lista de los que perecieron y de los que escaparon de los peligros del mar y llegaron felizmente a casa, llevando los nombres de sus camaradas muertos.
También es interesante el retrato de Menelao y de la personalidad espartana. Menelao se vuelve loco cuando intenta sin éxito abrirse paso a empujones ante la Anciana para entrar en el palacio, es muy torpe a la hora de darse cuenta de que la Helena real ha sido reemplazada por un fantasma, y habría quedado totalmente indefenso ante Teoclímeno si no hubiera sido por Helena. Esta caracterización parece reflejar un estereotipo ateniense que interpretaba a los espartanos como pueblerinos patanes y toscos. De hecho, Menelao aparece en varias obras de Eurípides (Andrómaca, Las Troyanas, etc.) y es retratado como igualmente estúpido en todas. En contrapartida, la astuta Helena es asimilada por algunos al general y estadista ateniense Alcíbiades. Es por tanto posible leer la Helena de Eurípides como una obra profundamente tópica, que reflejaba la nefasta realidad de la guerra griega a finales del siglo V a.C.
Por muy devastadora que sea, hay momentos de alivio cómico, como la escena en que Menelao es obligado por la Anciana a marchar del palacio. La tragedia tiene también un final feliz, con Helena y Menelao zarpando juntos hacia Esparta. Para los modernos lectores puede parecer sorprendente y, de hecho, la mayoría de las más famosas tragedias de la antigüedad (Agamenón de Esquilo, Edipo Rey y Antígona de Sófocles, y Medea de Eurípides), no acaban bien. Pero es erróneo pensar que todas las tragedias griegas fueron asuntos tristes y deprimentes. De hecho, la idea de que una tragedia ha de ser triste se desarrolló gradualmente a través de la influencia de siglos de dramaturgos (como Séneca o Shakespeare) y críticos literarios (como Aristóteles). En la Grecia clásica, las tragedias podían ser felices e incluso divertidas, lo cual no las hacía menos trágicas, ni tampoco las convertía en comedias o historias de amor.