El Nuevo Testamento contiene cuatro evangelios atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los cuatro evangelios no son biografías de Jesús, ni constituyen historia según se define esta. Cada evangelio se propuso redactar una explicación teológica de los hechos relacionados con la vida de Jesús de Nazaret. Los evangelios expresaban que los sucesos de su vida, ministerio y muerte debían interpretarse en relación con la historia de Israel.
En lengua española, la palabra «evangelio» deriva de la latina evangelium, que proviene del griego εὐαγγέλιον [euangelion], «buena noticia»; y a los que los escribieron se les designa como euangelistes, portadores de buenas noticias. En este contexto, la «buena nueva» es el mensaje que transmiten las enseñanzas de Jesús de Nazaret acerca de la inminente llegada del reino de Dios, de conformidad con las predicciones de los profetas de Israel.
Los evangelios se escribieron cerca de los años 70 d.C. al 100 d.C. Las descripciones que hacen acerca de Jesús, quién era y por qué razón se encontraba en la tierra, difieren en dependencia de las reflexiones que se realizaron con posterioridad y de los cambios que a lo largo del tiempo sufrieron las características demográficas de las primeras comunidades cristianas. Los cuatro evangelios varían en cuanto a distintos detalles relativos a Jesús. Las dos historias de la natividad escritas respectivamente por Mateo y por Lucas se lanzan juntas bajo el árbol de navidad, aunque en muchos aspectos son diferentes: Mateo menciona a la estrella y a los magos; Lucas al establo y a los pastores. Por otra parte, el hecho de que los evangelios coincidan respecto a ciertas características, no es indicativo de la existencia de cuatro fuentes distintas. El primero, Marcos, fue utilizado y modificado por los otros tres.
Autoría
Los textos originales de los evangelios existieron durante un período aproximado de cien años sin que se les asignaran nombres particulares. Los Padres de la Iglesia del siglo II d.C. les proporcionaron apelativos, pero ninguno de los autores firmó su obra. Los evangelios no son deposiciones de testigos presenciales, ni sus autores afirmaron serlo. La excepción es Lucas, quien sin entrar en pormenores, dijo haber entrevistado a distintos testigos. En un intento por proveer un entorno que respaldara a los autores, los Padres de la Iglesia trataron de colocarlos tan cerca del círculo íntimo de Jesús como pudieron. Además, tenían conciencia de un problema fundamental: los primeros discípulos de Jesús eran pescadores de Galilea que no poseían el nivel de conocimiento del griego requerido para leer y escribir estos textos.
En Hechos de los Apóstoles, Lucas manifiesta que Pedro tuvo un discípulo nombrado Juan Marcos que lo acompañaba en sus viajes. Hacia el siglo II d.C. emergió la leyenda acerca de la muerte de Pedro en Roma durante el mandato del emperador Nerón (que reinó de 54-68 d.C.), razón por la cual los Padres de la Iglesia afirmaron que Pedro le había dictado el evangelio a Marcos en aquella ciudad. En Marcos y en Lucas, aparecen pasajes en que se refiere que el patronímico del recaudador de impuestos a quien Jesús invita a que lo siga era Levi. En el evangelio de Mateo, se llama Mateo. En concordancia con este indicio, los Padres de la Iglesia identificaron al autor, y de ahí surgió el nombre del escrito. Se pensaba que había existido una versión anterior, escrita en hebreo, del evangelio de Mateo, idea que le proporcionaba raíces históricas más creíbles, lo que a la postre constituyó la razón por la que lo compaginaron al inicio del Nuevo Testamento.
Los Padres de la Iglesia sabían que el tercero de los evangelios y Los Hechos de los Apóstoles habían sido escritos por la misma persona, pero Lucas no figuraba en la lista de los discípulos. No obstante, la segunda parte de Los Hechos de los Apóstoles relata los viajes misioneros de Pablo. En una de las cartas de Pablo, se menciona a un compañero de viaje nombrado Lucas, a quien los Padres tomaron como testigo presencial de las misiones. En el cuarto evangelio Juan se refiere con insistencia a un personaje que responde al epíteto de «el amado discípulo». Los Padres de la Iglesia sabían de una persona nombrada Juan el Anciano, de Éfeso, que suponían había sido uno de los discípulos originales de Jesús; de este modo le atribuyeron el evangelio y afirmaron que era Juan, el hermano de Santiago, de los hijos de Zebedeo.
La relación entre los evangelios
La manera en que los evangelios se relacionan entre ellos se conoce con el nombre de problema sinóptico. «Sinóptico» significa en griego «que se ven juntos», y es el término que se aplica a Marcos, Mateo y Lucas. Los tres coinciden en estructura y presentan historias similares. El «problema» radicó en analizar el orden cronológico de las narraciones y las formas en que cada uno modificaba a los otros.
Aunque es el segundo de los libros del Nuevo Testamento, Marcos es el más antiguo de los evangelios, escrito alrededor de los años 69-70 d.C. durante la revuelta judía contra Roma. Casi todo Marcos aparece en Mateo y en Lucas, y las partes que se repiten lo hacen de manera literal en ambos textos. Es raro que esto ocurra en una traducción, por lo que prevalece la convicción entre los investigadores que Mateo y Lucas dispusieron de copias escritas de Marcos. Además de lo mencionado en cuanto a Marcos, Mateo y Lucas narran enseñanzas adicionales que también se reproducen palabra por palabra. Aunque no ha sobrevivido una fuente común a ambos que explique tal similitud, los estudiosos la nombran «fuente Q», por la palabra Quelle, «fuente», en alemán. Cada uno de los evangelios de Mateo y Lucas contiene material único, etiquetado debajo con M y L, respectivamente.
Marcos | Mateo | Lucas | Juan |
---|---|---|---|
Oral | Marcos, Q, M | Marcos, Q, L | ¿Marcos? ¿Mateo/Lucas? |
¿Tradición? | Conceptos personales de Juan |
Las fuentes escritas de Marcos permanecen sin ser descubiertas. El contenido de los primeros textos de que se dispone, las cartas de Pablo, del entorno de los años 50 y 60 d.C., está constituido en gran medida por los conceptos y la visión del Apóstol acerca del Cristo resucitado. Pablo sabía que Jesús había impartido enseñanzas que reprobaban el divorcio, y su recuento de la última cena se halla muy próximo al de Marcos. Las cartas no contienen referencias a las parábolas, ni a los milagros, ni a los detalles del (de los) juicio(s) a Jesús, pero sí mencionan la crucifixión. Se supone que Marcos empleó las tradiciones orales. Resulta difícil saber si Jesús en realidad dijo lo que Marcos le atribuye; sin embargo, un análisis del contexto histórico permite conocer si una expresión refleja las condiciones de Judea entre los años 20 y 30 d.C., que son los límites dentro de los que la narrativa se desenvuelve, o si se refiere a los problemas de las primeras comunidades del período comprendido entre los 50 y 100 d.C. El estudio arrojó como resultado que Marcos contribuyó de forma importante a este evangelio.
Fechas y proveniencia de los evangelios
En los evangelios no se mencionan fechas que permitan identificar el momento en que se escribieron. Sin embargo Marcos refiere el intervalo de tiempo de su historia a la revuelta judía y a la destrucción del templo. En la secuela a su evangelio, Los Hechos de los Apóstoles, Lucas menciona a Porcio Festo como gobernador de Judea en el 62 d.C., por lo que tuvo que haberse escrito después de esa fecha. Tampoco se conoce dónde se escribieron los evangelios, pero a partir de los indicios generales que aparecen en los textos y de la información acerca de sitios geográficos y ciudades del siglo I d.C., los académicos han estructurado un esquema probable:
Marcos | Mateo | Lucas - Hechos | Juan |
---|---|---|---|
69/70 d.C. | 85 d.C. | 95 d.C. | 100 d.C. |
¿Roma? | Galilea | ¿Roma? ¿Antioquía? | ¿Éfeso? |
Métodos y problemas de los autores de los evangelios
Los seguidores de Jesús y el propio Jesús eran judíos. El «cristianismo» como religión independiente no existía en el siglo I d.C. Este período de la historia judía se caracterizó por la formación de distintas sectas judías. Coincidían en aspectos básicos, como Abraham y la Ley de Moisés, pero divergían acerca de la forma de mantener una identidad judía distintiva dentro del mundo cosmopolita del Imperio romano. Los discípulos de Jesús integraron una de estas sectas, si bien por conveniencia se hace referencia a ellos como cristianos; pero alrededor de las fechas en que Marcos escribía, hacia el año 70 d.C., los gentiles, es decir, los que no eran judíos, podían haber sobrepasado en número a los creyentes judíos.
El hecho sobre el cual todos los académicos coinciden acerca de Jesús de Nazaret, es la manera en que se produjo su muerte. Sin estar en capacidad de aseverar de manera absoluta cuáles de entre los relatos que describen el evento son históricos, se acepta el de la crucifixión porque a los primeros creyentes este tipo de muerte les presentaba un problema. Pablo reconocía lo que se ha dado en llamar «escándalo acerca de la cruz» como un «tropezadero» para ambos, judíos y gentiles (1 Corintios 1:23), debido a que la crucifixión era el castigo que los romanos aplicaban a la traición. En consecuencia, como las tradiciones que se contaban acerca de su muerte se confirmaron desde muy al principio, los autores de los evangelios se vieron obligados a explicarlas y racionalizarlas. Otro problema era la percepción que existía acerca de que Jesús era un profeta fallido: a pesar de su insistencia en la inminencia de la llegada del reino de Dios, hacia finales del siglo I d.C. aún no se había materializado su arribo.
Las sectas judías empleaban un método elemental para estructurar sus razonamientos. Para validar sus planteamientos retomaban las Escrituras judías y la Ley de Moisés y reinterpretaban los textos. Al igual que sus hermanos judíos, los escritores de los evangelios volvieron la vista hacia las Escrituras. A pesar de las apariencias en contra, un nuevo estudio de las mismas confirmó sus aseveraciones de que Jesús había cumplido con las profecías de los profetas respecto al final de los tiempos. Los evangelios contienen abundantes citas y alusiones a las Escrituras.
En Isaías, los capítulos 49-53 se conocen como los pasajes del «sirviente que sufre» por referirse a un «servidor de Dios», a un «servidor obediente de la ley», que a causa de su devoción sufrió penas, tortura y la muerte. Dios lo levantó de entre los muertos y lo colocó junto a Él, al costado de su trono. Los seguidores de Jesús afirmaban que Isaías había predicho los eventos concernientes a la vida de Jesús. Marcos aludió a estos pasajes al describir la crucifixión: «Como cordero fue llevado al matadero», «Herido fue por nuestras rebeliones». El «sirviente que sufre» había muerto por los «pecados de la nación». Esta era la manera en que se explicaba la muerte de Jesús.
A la aseveración cristiana sobre la resurrección de Jesús siguió el de su glorificación en los cielos. En el judaísmo de la época del segundo templo existían antecedentes sobre el tema. Hacia el siglo I d.C. se contaban historias de los patriarcas Noé, Abraham, Jacobo y Moisés que los colocaban en el cielo junto a los mártires macabeos. La diferencia radicaba en que los cristianos ubicaban a Jesús en el trono de Dios, por encima de todos.
Judíos y gentiles
Los discípulos de Jesús llevaron su mensaje a todas las sinagogas del imperio oriental. Para gran sorpresa suya, encontraron gentiles (no judíos) que querían unírseles. Los Hechos de los Apóstoles y Pablo, en su carta a los Gálatas, describen una reunión sostenida en Jerusalén (en torno a 49 d.C.), cuyo objetivo era decidir qué hacer con el nuevo grupo. Algunos pensaban que los gentiles interesados en adoptar las creencias cristianas debían realizar una conversión total al judaísmo, lo que implicaba circuncisión, regulaciones sobre la alimentación, y respeto al sábado. A este grupo se le asignó el nombre de judeo-cristiano. Otros manifestaron que no era necesaria la conversión, y se convirtieron en defensores de la incorporación de gentiles-cristianos. Bajo el liderazgo de Santiago, el hermano de Jesús, se decidió que los gentiles no tenían que llevar a cabo una conversión total, pero sí debían renunciar a la idolatría de otros dioses.
Al parecer los debates continuaron a pesar de la decisión que el consejo había tomado, tema que resulta dominante en las cartas de Pablo. La validación de la inclusión de los gentiles quedaba demostrada en los relatos de los encuentros que Jesús había mantenido con ellos; el propio Jesús había aprobado la misión dirigida a los gentiles. En el relato de la mujer sirio-fenicia narrado en Marcos 7:24-30, por ejemplo, una madre gentil hace muestra de una fe más profunda que la de los judíos.
Marcos también tenía que convencer a las autoridades romanas de que los judíos no estaban aliados con los rebeldes que participaban en la revuelta contra el imperio romano. Los cuatro evangelios culpan a los judíos de la muerte de Jesús y eximen a Poncio Pilato, quien había proclamado que Jesús era inocente de haber cometido traición. A pesar de la crucifixión, para los evangelios la muerte de Jesús se produce a causa de las discrepancias religiosas con las autoridades judías, lo cual implicaba que sus seguidores también eran inocentes de las imputaciones de traición.
El reino de Dios
Marcos menciona que a la pregunta de los discípulos acerca de la venida del reino, Jesús responde: «De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder» (Marcos 9:1). Marcos ignora los 40 años transcurridos entre la muerte de Jesús y la reciente guerra, e interpreta la destrucción del templo como una señal del fin de los tiempos. Para Marcos, al igual que para Pablo, el reino vendría durante el término de su generación.
Sin embargo, un antiguo cristiano solucionó el problema, según explica Pablo con claridad. Se trataba del concepto de parousia, la segunda aparición. Jesús, durante su permanencia en la tierra, había dado cumplimiento a varios asuntos del reino. Ahora que se encontraba en los cielos, regresaría. Hasta ese momento los cristianos debían vivir en condición de prolepsis, es decir, en anticipación de los acontecimientos futuros, como si el reino ya se hubiera hecho presente en sus comunidades. Al regresar Jesús se libraría una batalla definitiva y se efectuaría el juicio final.
Los cuatro retratos de Jesús
Cada uno de los cuatro evangelios presenta a Jesús dentro del marco de sus respectivas experiencias. Los académicos se centran en lo que los distingue y tratan de reconstruir lo que ocurría en las comunidades durante su etapa de formación.
Marcos: el Jesús apocalíptico
La convicción de Marcos acerca de que el final de los tiempos había comenzado permea todo su ministerio. Toda la interpretación de la obra de Jesús quedaba enmarcada dentro de conceptos apocalípticos. El término «apocalíptico» se emplea para describir las ideas que compartían muchos grupos judíos que esperaban la liberación definitiva que Dios les ofrecería. Marcos resalta el punto de manera especial al presentar el ministerio como una batalla entre Satanás y Jesús. Hacia el siglo I d.C., la idea de que Satanás dirigía el mundo se manifestaba en los numerosos exorcismos o expulsiones de demonios, lo cual Marcos explica.
El título que Marcos prefiere aplicar a Jesús es el de «hijo de hombre». La figura, detallada en varios textos apocalípticos, era una entidad preexistente creada por Dios para que fungiera como juez de todas las naciones, de donde se desprendía que Jesús poseía el poder de perdonar pecados.
Mateo: el nuevo Moisés
Al pronunciar su discurso de despedida a los israelitas, descrito en Deuteronomio (18:15), Moisés dice: «Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis». Mateo estructura todo el evangelio alrededor del aserto que Jesús era el nuevo Moisés. La historia de la natividad de Mateo incluye numerosas referencias al relato de Moisés y a la estancia de los israelitas en Egipto. En su narrativa, el rol de faraón lo asume Herodes el Grande.
Mateo fundamentó sus argumentos principales en el Sermón de la Montaña. Al contrario de lo que maneja la creencia popular, el sermón nunca constituyó un rechazo a la Ley de Moisés. Lo que hizo Mateo fue añadir importancia a su valor: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (5:28). Este era el modelo ideal a seguir por las comunidades hasta el retorno de Jesús. El pasaje termina con: « Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mateo 5:48).
Las críticas contra los judíos se incrementan en Mateo, cuya palabra favorita para describir a sus líderes es «hipócritas». Tras la caída del templo el remanente de los supervivientes fariseos se trasladó a Galilea, lo que dio origen al judaísmo rabínico. La esencia de la polémica de Mateo contra los judíos puede comprenderse a partir de que había dos grupos que competían por ser los verdaderos intérpretes del judaísmo.
Lucas: el Jesús compasivo
En el evangelio de Lucas resulta notable el hecho que Jesús pasa más tiempo con los judíos y los marginados que lo que cualquiera de los otros menciona. Incluyó parábolas únicas, tales como la del hijo pródigo y el buen samaritano, que resaltan la misericordia y la compasión.
Otro de los grandes temas que aborda Lucas es el perdón. Este es el único evangelio en que Jesús, desde la cruz, perdona a a sus torturadores y a una de las víctimas de la crucifixión. El Jesús de Lucas también es un nuevo Moisés, pero Lucas amplía el tema para enmarcar su relato dentro de toda la historia de Israel. El ministerio de Jesús en Lucas refleja además a Elías y a Eliseo. En lo que respecta a estilo y estructura, Lucas añadió nuevas historias bíblicas a la historia de Israel y actualizó las promesas de Dios en vida de Jesús.
Juan: el hombre de los cielos
El Jesús de Juan es más un filósofo que diserta sobre el estado del universo, que un profeta. Juan difiere de manera importante de los primeros tres evangelios; no emplea parábolas ni exorcismos. El prefacio de Juan es famoso: «Y aquel Verbo [el logos, el principio filosófico de la racionalidad] fue hecho carne, y habitó entre nosotros (Juan 1:14), concepto que conduciría a la doctrina de la encarnación: de la adopción divina de carne. La mayoría de los discursos de Juan comienzan con metáforas: «Yo soy el buen pastor» (10:11), o «Yo soy el pan de vida» (6:35). La frase «Yo soy» hace referencia a la historia en que Moisés le pide a Dios que le diga su nombre. Juan descarta el problema de la incredulidad judía al declarar que no eran hijos de Abraham, sino que pertenecían a «… vuestro padre el diablo» (8:44). Juan no hace que Jesús regrese a la tierra: el reino es la transformación que ocurre en el hombre interior al arribar a una nueva comprensión de la iluminación espiritual.
Historicidad y canonización
El debate entre los académicos acerca del Jesús histórico ha continuado de manera ininterrumpida hasta el presente, e incluye listas de temas que varían de unos a otros. Por ejemplo, ¿abandonaron los discípulos a Jesús? El hecho que los cuatro evangelios mencionan la ocurrencia sin intentar racionalizarla se convierte para muchos en prueba de su historicidad. Sin embargo, el suceso se cataloga de embarazoso; en otras palabras, fue un evento tan bien conocido que requería que los autores lo trataran.
A los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan se los clasifica como canónicos. Kanen era un tipo de medición griega que se tomaba como norma. Los Padres de la Iglesia aplicaron por primera vez el concepto con el objetivo de distinguir lo que era ortodoxo, es decir, lo que constituía una «creencia correcta». A lo largo del siglo II d.C. surgieron docenas de evangelios desiguales, algunos de los cuales, los gnósticos, por ejemplo, expresaban visiones radicalmente distintas de Jesús. Los que no respetaban los cuatro que hoy aparecen en la Biblia se consideraban heréticos, palabra que proviene del griego haeresis, que significa «escuela de pensamiento». El proceso de conformar lo que se convertiría en el Nuevo Testamento se prolongó a lo largo de varias décadas. Fue el emperador romano Constantino I (que reinó de 306-337 d.C.) tras convertirse al cristianismo en el 312 d.C., quien consideró que los únicos evangelios verdaderos eran los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.