Judas Iscariote fue uno de los discípulos originales de Jesús de Nazaret (fallecido aldedor del año 30 d.C.), uno de los doce apóstoles. Por entregar a Jesús a las autoridades, como se describe en los evangelios, se ha convertido en el epítome de la traición en la tradición cristiana, más allá del perdón por toda la eternidad. Por esta razón, pocos le darían el nombre de Judas a su hijo hoy en día. Sin embargo, era un nombre muy popular en el siglo I: «Judas» es la versión griega del nombre hebreo Judá (que significa «Dios está agradecido»), lo que refleja la fama de Judas Macabeo y su exitosa revuelta macabea contra el dominio griego (167 a.C.). El epíteto «Iscariote» sigue siendo objeto de debate entre los estudiosos. Podría referirse a «oriundo de Keriot», un pueblo al sur de Jerusalén, o podría indicar la forma de su muerte: iskarioutha podría significar «estrangulamiento» o «constricción».
La historia de Judas aparece por primera vez en el evangelio de Marcos (hacia el año 70 d.C.). No podemos encontrar pruebas anteriores de una historia de traición o de este individuo. Mateo, Lucas y Juan copiaron a Marcos, pero con su propia edición, tradiciones y detalles. No se trata, entonces, de cuatro fuentes independientes para Judas. Se desconoce dónde y cómo recibió Marcos su información. El análisis de los evangelios es difícil porque, al igual que otras sectas judías del siglo I d.C., los escritores de los evangelios recurrieron a las Escrituras, las historias y tradiciones de Israel para validar sus argumentos. Del mismo modo que demostraron que Jesús y su iglesia cumplían con las Escrituras, aplicaron el mismo principio al carácter y la actividad de Judas.
El apóstol Judas
Jesús llamó a sus discípulos, designados como «los doce». Esto simboliza las doce tribus restauradas de Israel cuando Dios estableciera su reino según el mensaje de Jesús. En la lista de los discípulos, Judas es el último, con el añadido «Judas Iscariote, el que le entregó» (Marcos 3:19). El lector sabe desde el principio lo que va a hacer Judas. A pesar de ello, en Marcos, Judas trabaja en tándem con el resto de los discípulos. Jesús los envía de dos en dos con «potestad sobre los espíritus impuros» y a ungir a la gente con aceite para curarla (Marcos 6:7). En Marcos, Mateo y Lucas, no oímos nada específico sobre Judas hasta los acontecimientos de Jerusalén.
El evangelio de Juan (hacia el año 100 d.C.) menciona un rol de Judas, «guardián de la bolsa del dinero», que era un puesto de confianza. Este detalle se encuentra en el pasaje cuando Jesús estaba en casa de Lázaro y sus dos hermanas, María y Marta:
Entonces María tomó como medio litro de nardo puro, un perfume muy caro; lo derramó sobre los pies de Jesús y le secó los pies con sus cabellos... Pero uno de sus discípulos, Judas Iscariote, que más tarde lo entregaría, objetó: «¿Por qué no se vendió este perfume y se dio el dinero a los pobres?» No lo dijo porque le importaran los pobres, sino porque era un ladrón; como guardián de la bolsa del dinero, solía tomar para sí lo que se echaba en ella. «Déjala en paz», le respondió Jesús. «Estaba previsto que guardara este perfume para el día de mi entierro. Además, siempre tendrán a los pobres con ustedes, pero no siempre me tendrán a mí». (Juan 12:1-8)
Judas y las autoridades judías
La historia de la traición, como ya se ha dicho, aparece por primera vez en Marcos. En 1 Corintios 11:23, Pablo menciona cómo Jesús fue «entregado» a las autoridades, pero la palabra griega aquí no significa «traicionado», aunque suele traducirse así porque la historia de Judas está profundamente arraigada en la tradición occidental.
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Ellos se alegraron al oírlo y prometieron darle dinero. Así que esperó una oportunidad para entregarlo. (Marcos 14:10-11)
Mateo también ofreció un diálogo:
«¿Cuánto me darían, si yo les entrego a Jesús?» Y ellos le dieron treinta piezas de plata. (Mateo 26:15)
30 piezas de plata era el valor en compensación por un esclavo herido. En Zacarías 11:12-13, Zacarías recibió 30 monedas de plata por su trabajo como pastor, en el que fracasó. Zacarías le lanzó entonces el dinero a un alfarero, y Mateo puede haber utilizado este motivo en asociación con su descripción de la muerte de Judas.
Lucas (y Juan) proporcionaron una motivación diferente:
Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, uno de los doce. Judas fue a ver a los sumos sacerdotes y a los oficiales de la guardia del templo y les habló de cómo podría entregar a Jesús. Estos se alegraron y acordaron darle dinero. Él consintió, y esperó una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera una multitud presente. (Lucas 22:3-6)
La última cena
Al anochecer, llegó Jesús con los doce. Mientras estaban reclinados a la mesa comiendo, dijo: «Les aseguro que uno de ustedes va a traicionarme. Uno que está comiendo conmigo». Ellos se entristecieron, y uno a uno comenzaron a preguntarle: «¿Acaso seré yo, Señor?». «Es uno de los doce, uno que moja su pan en el cuenco conmigo. El Hijo del Hombre irá tal como está escrito de él, ¡pero ay de aquel que traicione al Hijo del Hombre! Más le valdría no haber nacido». (Marcos 14:17-21).
Mateo añadió: «¿Acaso seré yo, Maestro?» dijo Judas, el que lo iba a entregar. «Tú lo has dicho» contestó Jesús. (Mateo 26:25). En Lucas: «Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía sobre la mesa. El Hijo del Hombre se irá según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!» Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto. (Lucas 22:21).
En términos narrativos, estos pasajes son algo confusos: el lector sabe que se trata de Judas, pero al parecer, ninguno de los discípulos lo sabía. En términos escriturales, los elementos de los Salmos de lamentación se integraron a lo largo de la narración de la Pasión de Cristo. Esta escena está relacionada con el Salmo 41:9: «Aun mi mejor amigo, en quien yo confiaba, el que comía conmigo, me ha traicionado».
El evangelio de Juan ofrece una estructura argumental más creíble:
«Les aseguro que uno de ustedes va a traicionarme». Sus discípulos se miraron unos a otros, sin saber a cuál de ellos se refería. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba recostado a su lado. Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. Recostándose contra Jesús, el discípulo le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Jesús respondió: «Es aquel a quien daré este pedazo de pan cuando lo haya mojado en el plato». Entonces, mojando el trozo de pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto Judas tomó el pan, Satanás entró en él. Entonces, Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Ninguno de los comensales entendió por qué Jesús dijo esto. Como Judas tenía a su cargo el dinero, algunos pensaron que Jesús le decía que comprara lo necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres. En cuanto Judas hubo tomado el pan, salió. (Juan 13:21-30)
Lucas cuenta la misma historia, pero sin nombrar a Judas. Después de cenar, Jesús y los discípulos se dirigen a Getsemaní («lagar de aceite»), al pie del monte de los Olivos. La escena de Getsemaní tiene un fascinante paralelismo con la historia de Ajitófel, cortesano de David durante la rebelión de Absalón:
Voy a escoger a doce mil soldados, y esta misma noche iré en persecusión de David. 2 Caeré sobre él ahora que está cansado y sin fuerzas. Lo atemorizaré, y cuando huyan los soldados que lo siguen, y el rey se quede solo, lo mataré. 3 Así haré que todo el pueblo se vuelva a ti, y cuando lo hagan, vivirán en paz, pues comprenderán que tú sólo quieres la vida del rey. (2 Samuel 17:1-4).
David había buscado refugio en el mismo Monte de los Olivos, llorando. Tras el fracaso de la rebelión, Ajitófel se ahorcó.
El beso de Judas y el arresto de Jesús
Marcos relata el arresto de Jesús:
De pronto, mientras Jesús estaba hablando, llegó Judas, que era uno de los doce. Con él venía mucha gente armada con espadas y palos, y enviada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El que lo estaba traicionando les había dado esta contraseña: «Al que yo le dé un beso, ése es. ¡Arréstenlo, y llévenselo bien asegurado!» Cuando Judas llegó, se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro!» Y le dio un beso. Aquellos hombres le echaron mano y lo arrestaron. (Marcos 14:43-46)
La referencia escritural aquí podría ser Proverbios 27:6: «Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo». Este beso de Judas se convirtió en una metáfora de la traición en el arte y la literatura.
Cuando Judas, el que le había entregado, vio que Jesús estaba condenado, le invadió el remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos. «He pecado», dijo, «porque he entregado sangre inocente». «¿Y a nosotros qué nos importa?», le respondieron. «Eso es asunto tuyo». Entonces Judas arrojó el dinero al templo y se marchó. Luego se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «Va contra la ley echar esto al tesoro, pues es dinero manchado de sangre.» Así que decidieron utilizar el dinero para comprar el campo del alfarero como lugar de enterramiento para extranjeros. Por eso se le ha llamado el Campo de Sangre hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «La gente de Israel puso el precio que se pagó por la vida de aquel hombre: ¡Treinta monedas de plata! Y ellos tomaron las monedas, y compraron el campo del Alfarero, como Dios me lo había ordenado.» (Mateo 27:3-10).
No hay tal profecía en Jeremías, y Mateo (o un escriba posterior) muy probablemente confundió esto con la cita de Zacarías mencionada anteriormente porque ambos profetas mencionaron alfareros.
En Hechos de los Apóstoles, Lucas relató la muerte de Judas en la historia de Matías sustituyendo a Judas, para restaurar a los doce:
(Con el dinero que le dieron por el mal que hizo, compró un terreno. Luego él cayó de cabeza, su cuerpo se reventó y se le salieron todos los intestinos. Cuando los habitantes de Jerusalén lo supieron, le dieron a ese terreno el nombre de Acéldama, que en su lengua significa «Campo de Sangre»). En el libro de los Salmos está escrito: «Que su casa quede desierta; que nadie viva allí, y que otro tome su oficio». (Hechos 1:18-20).
El Judas histórico
Muchos estudiosos aceptan la historia de Judas porque encaja en el criterio de «vergüenza». En otras palabras, las tradiciones en torno a Judas debían ser conocidas porque ninguno de los evangelios intentó encubrirlas. Un argumento adicional es que no era necesaria una historia de traición para llevar a Jesús a la cruz. En Jerusalén, durante la Pascua, el sacerdocio, así como el ejército romano, estarían alerta ante cualquiera que tuviera seguidores y predicara un reino que no era Roma. La historia de Judas, por tanto, aparece como algo ajeno y, por lo tanto, tenía que ser explicada.
Sin Judas, Jesús no habría muerto como sacrificio expiatorio. Estudiosos y teólogos debaten sobre las motivaciones de Judas, a menudo con intentos de psicoanalizarlo. A menudo se le describe como miembro de los revolucionarios, los zelotes. Cuando Jesús no llamó a la revuelta contra Roma, Judas, decepcionado, lo entregó a las autoridades.
Parte del debate tiene que ver con la motivación de Jesús. Jesús sabía que iba a morir: lo predijo. ¿Escogió deliberadamente a Judas para «entregarlo»? En este sentido, ¿es justo culpar a Judas cuando la muerte ya estaba decidida? ¿O es la historia de Judas una racionalización a posteriori de un acto histórico de traición?
Una opinión minoritaria sostiene que Judas no es un personaje histórico, sino que simboliza a los judíos que rechazaron a Jesús como «mesías». Sin embargo, hay otras personas llamadas Judas en el Nuevo Testamento, que tienen atributos positivos: Judas, el hermano de Jesús, el profeta, Judas Barsabás (Hechos 15:22-33), y Juan también menciona a un Judas, no Iscariote, en uno de sus relatos (Juan 14:22).
El Judas apócrifo
A lo largo de los siglos, los detalles relativos a Judas se acumularon en la literatura «apócrifa», que no entró en el canon. Papías de Hierápolis (60-130 d.C.) en Explicación de los dichos del Señor, afirmó que Judas recibió la ira de Dios en su cuerpo físico: se infló tanto que no podía pasar por las calles sin golpearse contra los edificios. Sus ojos estaban tan hinchados que un médico no podía encontrarlos, sus genitales se hincharon y se llenaron de pus y gusanos. Judas finalmente se suicidó, depositando sus entrañas en el suelo, e incluso cien años después, la gente no podía pasar por allí sin sentir el hedor.
En el Evangelio de Nicodemo (en torno al siglo IV d.C.), Judas, sintiéndose culpable, fue a casa de su mujer, que estaba cocinando un pollo. Le dijo que planeaba suicidarse porque Jesús resucitaría de entre los muertos y lo castigaría. Su mujer se rió y le dijo que Jesús no podía resucitar de entre los muertos, como tampoco podía hacerlo ese pollo. La gallina volvió a la vida y empezó a cantar. Judas entonces corrió y se ahorcó.
Judas en el infierno
En el mundo antiguo existía el concepto de «muerte noble», en el que se honraba el suicidio como un esfuerzo por eliminar la vergüenza. Sin embargo, Agustín de Hipona (354-430 d.C.) hizo del suicidio un pecado para los cristianos, y fue el teólogo que atrapó a Judas en el infierno para toda la eternidad. Si Judas no se hubiera ahorcado, podría haber sido perdonado, pero su suicidio lo colocó más allá de toda esperanza de redención.
En el Infierno de Dante, Judas, junto con Casio y Bruto, se encuentran en el centro del Infierno, donde el tricéfalo y monstruoso Satán los devora por toda la eternidad. Judas es la figura central, con la espalda arañada por los ángeles caídos.
El Evangelio de Judas
En 2006, la National Geographic Society anunció el descubrimiento y la traducción del Evangelio de Judas. Los historiadores conocían la existencia de un Evangelio de Judas porque Ireneo, uno de los padres de la Iglesia del siglo II d.C., había escrito contra él en su Adversus Haereses («Contra las herejías»). El Evangelio de Judas está clasificado como un evangelio gnóstico, que retrataba a Jesús bajo una luz totalmente diferente a la de los evangelios canónicos del siglo II.
La mayor parte de este evangelio se centra en un diálogo entre Jesús y Judas, donde descubrimos que Judas es el único discípulo que realmente comprende la verdadera identidad de Jesús. En la visión gnóstica de Jesús, su misión consiste en iluminar a la humanidad acerca de la posibilidad de encontrar la salvación al abrazar al Dios eterno que reside en cada uno de ellos. Mientras Jesús conversa con Judas, observa a los otros once discípulos. De manera casi burlona, Jesús señala que los demás solo pueden percibir a través de los sentidos materiales, enfocándose en la idea de la salvación a través del martirio o la creencia en la resurrección física. En este evangelio, Jesús insta a Judas a traicionarlo como un paso necesario para regresar al Padre.
El Judas moderno
En 1970 se estrenó en Broadway la ópera-rock Jesucristo Superstar, de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber. El reparto original contaba con Ben Vereen como Judas, y la película (dirigida por Norman Jewison) con Carl Anderson en el papel. El hecho de elegir a un negro para el papel de Judas lo convertía en una víctima simpática del plan divino. En esta versión, Judas teme que la predicación de Jesús haga que los maten a todos. Cuando sus súplicas a Jesús no surten efecto, acude a los sacerdotes para que arresten a Jesús, pero que perdonen a los demás, «Por el bien de la nación, este Jesús debe morir». Termina con Judas descendiendo del cielo tras su suicidio con un coro de ángeles. El canto final de Judas indica su continuo desconcierto:
Cada vez que te miro no entiendo
Por qué dejaste que las cosas que hiciste se te fueran tanto de las manos(...)
Jesucristo, Jesucristo,
¿Quién eres? ¿Qué has sacrificado?
Jesucristo Superstar,
¿Crees que eres lo que dicen que eres?
En 1988, Martin Scorsese produjo La última tentación de Cristo, basada en la controvertida novela de Nikos Kazantzakis de 1955. Tanto la novela como la película presentan a Jesús luchando contra la duda y tratando de resistirse al plan de Dios para él. Harvey Keitel interpreta a Judas. En esta versión, Judas es un miembro de los zelotes que intenta repetidamente que Jesús lidere una revolución. Existe una estrecha relación entre Judas y Jesús, quien convence a Judas de que le entregue a las autoridades para que pueda obedecer el plan de Dios.
La última tentación ocurre cuando Jesús está en la cruz y se le muestra una visión de cómo sería su vida si no muriera. La vida futura incluye matrimonio con María Magdalena e hijos. En la visión, un Judas envejecido reprende a Jesús por el hecho de que ahora Judas está condenado por todos, pero por la razón equivocada. Si Jesús no muere, Judas no puede ser comprendido por su parte en la salvación. Al final, Jesús decide morir.