En la antigua mitología griega, Zagreo es un dios estrechamente relacionado con el dios del vino Dioniso, el inframundo y la caza. hijo de Zeus y Perséfone, en la tradición órfica se lo conoce como la primera encarnación de Dioniso, mientras que otras historias lo identifican como hijo de Hades o incluso como el propio Hades.
La primera mención de Zagreo procede de una línea citada de la epopeya griega perdida Alcmeónida —un poema que data al menos del siglo VI a.C.— donde se lo describe junto a Gea, la personificación griega de la tierra, como «el más excelso de todos los dioses» (West, 61). Sin embargo, algunos estudiosos creen que esta frase solo se refería a que era el más importante de todos los dioses del inframundo, ya que los fragmentos que se conservan de las obras escritas por el dramaturgo griego Esquilo (entre el 525 y el 456 a.C.) lo identifican directamente con Hades.
Zagreo es también el nombre que se le da a menudo al Dioniso órfico, cuya historia era fundamental para las creencias de los seguidores del orfismo. En la historia, Zagreo, hijo de Zeus y Perséfone, fue asesinado y devorado por los Titanes, excepto su corazón, que fue encontrado por Atenea y llevado a Zeus. Como su corazón se salvó, Zagreo pudo reencarnarse en el dios Dioniso. Zeus castigó a los Titanes por su traición destruyéndolos con un rayo, y de sus cenizas nació la humanidad.
Los seguidores del orfismo, por tanto, creían que la humanidad tenía una doble naturaleza, una del cuerpo, heredada de los Titanes, y otra del alma, o la chispa divina heredada de las partes de Zagreo ingeridas por los Titanes. El enfoque central del orfismo era que uno lograra la salvación a través de actos de expiación durante su vida o, de lo contrario, fuera maldecido con una reencarnación interminable. Algunos aspectos del orfismo, como el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Dioniso Zagreo, y la idea de la redención por un pecado original recuerdan aspectos de religiones posteriores, como el cristianismo.
Orígenes e interpretaciones
Lo poco que se sabe de Zagreo fuera de su asociación con Dioniso procede de fragmentos de obras perdidas de la literatura griega. Sin duda era bastante conocido, ya que una cita que se conserva de la epopeya griega perdida Alcmeónida ofrece una oración a «la Señora Tierra, y Zagreo, el más excelso de todos los dioses» (West, 61). La invocación de su nombre junto a la Madre Tierra parece sugerir que Zagreo era tenido en alta estima y se lo consideraba muy poderoso. Algunos estudiosos creen que la referencia a él como «el más excelso de todos los dioses» no afirma que fuera el dios más grande del monte Olimpo, sino que era el dios más grande del inframundo.
Esto puede deducirse del contexto de la oración, en la que el héroe del Alcmeónida, Alcmeón, invoca los poderes de la tierra para que el alma de su padre sea trasladada a salvo al cielo. El estatus de Zagreo como dios del inframundo se puede verificar además por dos obras escritas por Esquilo. Una de estas referencias, encontrada en una línea fragmentada de una de las obras perdidas de Esquilo, Sísifo, que data de alrededor del siglo V a.C., identifica a Zagreo como hijo de Hades. Otra referencia, de la obra de Esquilo «Los egipcios», nombra a Zagreo como Hades mismo.
En cualquier caso, Zagreo parece haber sido un poderoso dios del inframundo, ganándose el epíteto de «Ctónico», o «el Subterráneo». En cuanto a su asociación con Dioniso, estudiosos como Timothy Gantz han postulado que los mitos independientes de Zagreo, un hijo de Hades y Perséfone, se habían fusionado con el tiempo con el mito del Dioniso órfico, el hijo de Zeus y Perséfone, de modo que el nombre Zagreo llegó a asociarse con ambos mitos.
Asociación con Dioniso
Tanto si Zagreo y Dioniso eran originalmente dos deidades distintas como si no, está claro que ambas quedaron estrechamente vinculadas con el tiempo. El erudito húngaro Károly Kerényi destaca la palabra Sa-ke-re-u que aparece como nombre de un sacerdote de Dioniso en Pilos. Kerényi afirma que el nombre podría traducirse como Zagreo y que el sacerdote de Dioniso podría haber tomado el nombre del dios mismo. Kerényi asocia además a Zagreo con la caza ritual, concretamente con el tipo de caza típica en el culto a Dioniso.
También menciona cómo en griego la palabra zagreus se utiliza para referirse a un cazador que captura animales vivos, mientras que la palabra jónica zagre significa un «pozo para la captura de animales vivos» (Kerényi, 82). Kerényi continúa describiendo las pruebas de que la religión de Dioniso era prominente en Creta, donde la caza se tenía en gran estima, sugiriendo que podría haber sido allí donde el nombre Zagreo fue otorgado al dios del vino.
Sin embargo, Kerényi, reconociendo el lugar de Zagreo como dios del inframundo que también fue nombrado así por capturar animales vivos, se pregunta cómo encajan estos dos rasgos, ya que parecería contradictorio que un dios del inframundo dejara a las criaturas vivas. Él señala el ritual observado por los seguidores de la religión de Dioniso, en el que ciertos animales eran «despedazados vivos por los dientes de los participantes y devorados crudos» (Kerényi, 84). Este acto de desmembrar y comer una criatura viva en un frenesí de embriaguez se conoce en el contexto dionisíaco como sparagmos. A menudo se asocia con Dioniso, en particular con su grupo mítico de seguidoras conocidas como las Ménades, o «las delirantes», que frecuentemente entraban en esos frenesíes asesinos provocados por la intoxicación de Dionisio. También cabe destacar que se dice que el propio Zagreo fue desmembrado y comido vivo por los Titanes.
Es aquí donde se puede reconciliar la doble asociación de Zagreo con la captura de animales vivos y con el reino de los muertos. Debido a la tendencia de los seguidores de Dioniso Zagreo a devorar vivos a los animales, el dios conservó posteriormente epítetos como «Omestes» y «Omadios», que significaban «devorador de carne cruda».
El mito órfico de Dioniso Zagreo
El mito del nacimiento, muerte y resurrección de Zagreo como Dioniso, central en el orfismo, se encuentra en el sexto libro de Las Dionisíacas. Escrito por el poeta griego Nono hacia el siglo V d.C., Las Dionisíacas, que narra la vida de Dioniso, es el poema épico más largo que se conserva de la antigüedad grecorromana, con un total de 48 libros y 20,426 versos.
Según cuenta Nono, así como en otras fuentes, la historia de Zagreo comienza cuando Perséfone, esposa de Hades, es seducida por Zeus, que ha tomado la forma de un dragón. La madre de Perséfone, Deméter, había sido advertida previamente en una profecía sobre los pretendientes no solicitados de su hija y, por precaución, escondió a Perséfone en una cueva. Sin embargo, no fue suficiente para mantener alejado a Zeus, que se le apareció a Perséfone en forma de dragón. De su relación sexual nació el niño Zagreo, que fue llevado por Zeus al sagrado Monte Ida. Zeus se encariñó con su hijo recién nacido y quiso que Zagreo fuera el que le sucediera como rey de los dioses y del universo. Nono describe así la seducción de Perséfone y el nacimiento de Zagreo:
Por este matrimonio con el dragón celestial, el vientre de Perséfone se hinchó de frutos vivos, y dio a luz a Zagreo, el bebé con cuernos, que por sí mismo subió al trono celestial de Zeus y blandió el relámpago en su pequeña mano y, recién nacido, levantó y llevó los rayos en sus tiernos dedos. (Nono, líneas 155-168)
Por supuesto, la aventura de Zeus con otra mujer despertó los celos de su esposa Hera, que decidió matar al niño. Conspiró con los Titanes, los antiguos enemigos de los dioses olímpicos que habían sido expulsados del poder por el propio Zeus. En algunas versiones de la historia, los Titanes distrajeron al niño Zagreo con juguetes, y en otras, se acercaron a él mientras estaba distraído por su propio reflejo en un espejo. En cualquier caso, los titanes, con sus rostros blanqueados por la tiza, atacaron al niño, lo mutilaron y lo mataron para después comer trozos de su carne. Algunos relatos dicen que los Titanes hirvieron la carne en un caldero, otros que la asaron al fuego. Cuando Zeus se enteró del asesinato de su hijo, su ira fue feroz y rápida. Según Nono:
Después de la matanza del primer Dioniso, Zeus Padre se dio cuenta del truco del espejo con su imagen reflejada. Atacó a la madre de los Titanes con ferocidad vengadora, y encerró a los asesinos del cornudo Dioniso dentro de las compuertas de Tártaros: los árboles ardieron, los cabellos de la sufrida Tierra se abrasaron de calor. Encendió el Oriente: las tierras de la aurora de Bactriana ardieron bajo rayos abrasadores, las olas asirias incendiaron el vecino Mar Caspio y las montañas de la India, el Mar Rojo rodó olas de llamas y calentó el Nereo de Arabia. (Nono, líneas 206-224)
Los titanes no se habían comido el corazón de Zagreo, que fue encontrado por Atenea y llevado a su padre Zeus. Zeus se tragó entonces el corazón poco antes de fecundar a Sémele, de la que volvió a nacer Dioniso. Los Titanes fueron castigados por Zeus y destruidos con su rayo, que los redujo a cenizas. De estas cenizas nació la humanidad. De este nacimiento, la humanidad recibió una doble naturaleza: un cuerpo, malvado y con tendencia al pecado, que surgió de los Titanes, pero también un alma que es pura y divina, procedente de los trozos del cuerpo del pequeño dios que los Titanes habían comido. Hay que señalar que el nacimiento de la humanidad a partir de los Titanes no se encuentra en las obras de Nono.
El Orfismo y los Misterios dionisíacos
Se cree que el orfismo se originó cuando menos en el siglo VI a.C. y fue practicado por los griegos de todo el mundo helenístico y por los tracios. Se cree que fue una reforma posterior de la religión dionisíaca, con la que está estrechamente relacionada. Mientras que el culto anterior a Dioniso hacía hincapié en la liberación del ser de las inhibiciones culturales y las restricciones sociales para volver a un estado natural, el orfismo se centraba más en la idea de la muerte, concretamente en la redención del alma. Debido a esta fijación con la muerte y el inframundo, es apropiado que el nombre orfismo se derive de Orfeo, que descendió al inframundo y regresó.
En la mitología griega, Orfeo era un poeta famoso por su capacidad musical; se decía que su habilidad para cantar y tocar la lira era tan grande que podía «poner en movimiento rocas y árboles con su canto» (Apolodoro, 1.3). Sin embargo, también es famoso por su relación con el inframundo. Cuando su esposa, Eurídice, murió por la mordedura de una serpiente, Orfeo, apesadumbrado, la siguió hasta el inframundo para intentar recuperarla. Consiguió encontrar a Hades y Perséfone, los gobernantes del inframundo, y conmoverlos con su música milagrosa.
Hades accedió a que se llevara a Eurídice de vuelta a la tierra de los vivos, con la condición de que no la mirara, bajo ninguna condición, hasta que ambos estuvieran a salvo fuera del inframundo. El cantor y su esposa estuvieron a punto de llegar a la superficie de la tierra cuando Orfeo, dominado por el amor (y por la duda de si Hades había cumplido su palabra), echó una mirada furtiva a su esposa. Esto provocó que el fantasma de ella fuera arrastrado de nuevo al reino de Hades para siempre. Más tarde, Orfeo se enfrentaría a su propio destino al ser despedazado por las ménades de Dioniso.
Aunque su existencia ha sido puesta en duda incluso por antiguos escritores griegos como Heródoto, la tradición órfica afirma que fue el propio Orfeo quien redactó los misterios dionisíacos. Eran los rituales asociados al culto de Dioniso, en los que los participantes se inducían algún tipo de trance, ya sea a través de intoxicantes o mediante la música y la danza. No se sabe mucho sobre los misterios, ya que a los no iniciados se les prohibía observarlos y a los iniciados, hablar de ellos. Los ritos en sí estaban muy asociados al vino y a la danza griega salvaje, y los participantes buscaban al dios Dioniso en su interior, del que esperaban ser colmados por su espíritu y sus poderes. Los misterios, al igual que el propio culto, se hicieron populares en toda Grecia, con una variante que apareció en la antigua Roma hacia el año 200 a.C., conocida allí como Bacanales.
De ahí surgió el orfismo, que buscaba no solo encontrar la chispa divina de Dioniso dentro de cada persona, sino salvar esa chispa, o alma, de un ciclo interminable de reencarnación provocado por el pecado original de los titanes. Esto se conseguía llevando un estilo de vida ascético y puro y evitando la contaminación espiritual, junto con diversos rituales de purificación. Si uno fracasaba en este empeño o no se iniciaba, su alma se reencarnaba. Si uno lograba la purificación del alma, se le permitirá pasar a la otra vida.
Al igual que del propio movimiento, no se sabe mucho sobre las opiniones de los órficos sobre el más allá. Sin embargo, algunas laminillas de oro encontradas en tumbas de Turios, Hiponio, Tesalia y Creta, contienen instrucciones que se dejan a los muertos. Estas instrucciones advierten a los recién fallecidos de los obstáculos que encontrarán en su camino al inframundo, advirtiéndoles específicamente que no beban del Leteo, el río del olvido, sino del estanque de la memoria, Mnemósine. Las laminillas también dejan instrucciones sobre cómo dirigirse a los dioses del inframundo: «Ahora has muerto y ahora has vuelto a existir, oh tres veces feliz, en este mismo día. Dile a Perséfone que el propio Báquico te liberó» (Graf, 37).
Aparte de estas laminillas y del descubrimiento arqueológico del Papiro de Derveni, no sobreviven muchos textos primarios que hablen de las creencias órficas. Sin embargo, los Himnos órficos, un conjunto de 87 poemas compuestos en el siglo II o III d.C., hacen referencia a sus creencias, concretamente a la filiación de Zagreo:
Baco Licnites [Dioniso Licnito], portador de la vid, a ti invoco para que bendigas estos ritos divinos:
Florido y alegre, flor brillante de las ninfas y de la bella Venus [Afrodita], diosa del deleite,
tus pasos atrabancados, con ninfas locas, danzan por los bosques con pies ligeros:
De los altos consejos de Júpiter [Zeus] nutridos por Proserpina [Perséfone],
y nacido el temor de todos los poderes divinos:
Ven, bendito poder, atiende la voz de tu suplicante, propicio ven, y en estos ritos regocíjate.
(Himnos órficos, n.° 45)
Otras interpretaciones del mito de Zagreo
Las creencias órficas que se encuentran en el mito de Zagreo, concretamente los detalles que rodean el nacimiento del propio Dioniso y los orígenes de la humanidad, difieren de los relatos sobre los mismos temas que se encuentran en otras partes de la literatura griega, como en la Teogonía de Hesíodo. Esto, combinado con las similitudes entre las ideas de la resurrección y la redención del alma que se encuentran en el orfismo con esos mismos temas en el cristianismo, ha hecho que algunos estudiosos crean que el mito de Zagreo, e incluso las creencias órficas en su conjunto, han sido malinterpretadas por estudiosos más modernos que miran hacia el pasado y analizan esos mitos a través de una lente cristianizada.
Esta idea se ve reforzada por el hecho de que Nono, que registra el relato más detallado de la muerte y el renacimiento de Zagreo, no menciona el nacimiento de la humanidad a partir de las cenizas de los Titanes, una parte central de la creencia órfica. Esta parte integral del mito solo es mencionada explícitamente por Olimpiodoro el Joven, que escribe en el siglo VI d.C. Este argumento puede equilibrarse si se observan las obras de escritores griegos antiguos como Píndaro, Platón y Jenócrates, que aluden al mito, aunque no lo recojan directamente.
Zagreo también tiene un paralelismo con el antiguo dios egipcio Osiris. Al igual que Zagreo, Osiris era un dios del inframundo que fue asesinado por un pariente celoso y devuelto a la vida. Otra interpretación del mito de Dioniso Zagreo procede de Diodoro Sículo, que relata una interpretación alegórica que compara el desmembramiento de Dioniso Zagreo con la producción de vino.
No se sabe mucho sobre Zagreo, ni sobre los mitos, cultos y rituales religiosos que le rodean. Será difícil de determinar si fue originalmente el hijo de Hades u otro nombre para el propio Hades, como sugiere Esquilo, o la primera encarnación de Dioniso como se encuentra en la creencia órfica, debido a la condición de extravío de la mayoría de los primeros textos que lo mencionan y debido al secretismo de los rituales dionisíacos y órficos.