Los samaritanos son una secta religiosa de etnia judía ubicada cerca del Monte Guerizín, Nablus, Hebrón, y en la Cisjordania de Israel. Esta comunidad difiere de la corriente principal del judaísmo en que sus seguidores solo aceptan los cinco libros de Moisés (Torá), y no los libros de los profetas o los textos posteriores. Se refieren a sí mismos como “custodios (guardianes) de la Torá” (shomei ha-torah), y consideran que sus rituales y prácticas son las más antiguas y válidas en la tradición judía. Puede que el hebreo shomerim haya sido latinizado a “samaritanos”.
Historia
Conocemos a los samaritanos por cuatro fuentes:
- Libros Bíblicos
- Algunas fuentes asirias
- Las obras del historiador judío del siglo I d.C. Flavio Josefo (36-100 d.C.)
- Las tradiciones samaritanas
Después que Moisés recibió los diez mandamientos en el Monte Sinaí, le dijo al pueblo: »Cuando Jehová, tu Dios, te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Guerizín y la maldición sobre el monte Ebal (Deuteronomio 11:29).
El Libro de Josué relata el posterior asentamiento de las tribus en Canaán. Josué, el teniente militar de Moisés, lideró al pueblo en las batallas para dominar Canaán. Después que las tribus se moderaron, se llevó a cabo una ceremonia de renovación del pacto:
Entonces Josué edificó un altar a Jehová, Dios de Israel, en el monte Ebal, como Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado a los hijos de Israel . . . También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés . . . Todo Israel, tanto los extranjeros como los naturales, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a uno y otro lado del Arca, en presencia de los sacerdotes levitas que llevaban el Arca del pacto de Jehová. La mitad de ellos estaba hacia el monte Guerizín y la otra mitad hacia el monte Ebal . . . Después de esto leyó todas las palabras de la Ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la Ley. (Josué 8:30-34)
En relación a sus ancestros genealógicos, los samaritanos dicen descender de los dos hijos de José: Efraín y Manasés.
Los dos reinos
El rey Salomón (que reinó del 970 al 931 a.C.), reclutó trabajadores de las doce tribus de Israel para construir el primer Templo en Jerusalén. Por esto, muchos pudieron compararlo con el faraón. A su muerte, diez de las tribus pidieron a su hijo que detuviera el reclutamiento, pero él se rehusó. Bajo el liderazgo de Jeroboam, esas diez tribus se separaron y crearon el reino independiente de Israel en el Norte. Para no perder los peregrinos que iban a los grandes festivales en Jerusalén, construyó dos templos, en Dan y en Betel. En cada uno de ellos instaló un “becerro de oro” a quien adorar. La ciudad de Samaria era la capital del Reino del Norte.
Dos tribus, la de Benjamín y la de Judá se quedaron en el Sur, en el Reino de Judá, con Jerusalén como capital. En 2 Reyes, los reinos son evaluados respecto de si el “pecado de Jeroboam” continuaba en la tierra; solo tres reyes del sur hicieron, supuestamente, algún intento para eliminar la idolatría.
La invasión asiria
El antiguo Imperio asirio existió en varias fases desde el c. 2000 al 600 a.C. en el área conocida como Mesopotamia. Nínive se convirtió en su capital. Durante el Imperio neoasirio (c. 900 a.C.), comenzó su expansión, particularmente hacia el oeste. Como controlaba el sur del Levante, Egipto promovió rebeliones locales en el área, pero Sargón II (722-705 a.C.) liquidó el Reino de Israel. Grabada en las paredes del palacio en Dur-Sharrukin, una inscripción declara: “En mi primer año … llevé a la población de Samaria al número de 27.290 … reconstruí la ciudad. La hice más grande que antes”.
Para evitar futuras rebeliones, los asirios practicaron el intercambio de poblaciones. Moviendo pueblos propios a Israel, desplazaron a los judíos al Este. Las diez tribus se “perdieron”, es decir que se perdieron para la historia. Se puso sitio a Jerusalén, pero esta resistió bajo el gobierno de Ezequías y el profeta conocido como el Primer Isaías.
El control asirio fue desplazado por el Imperio neobabilónico y Nabucodonosor II (quien reinó del 605 al 562 a.C.). Sedecías fue designado como el último rey de Judá, pero se rehusó a pagar el tributo. Nabucodonosor sitió Jerusalén y destruyó la ciudad y el Templo de Salomón en el 587 a.C. Babilonia usaba una práctica similar de desplazar a los prisioneros, aunque ellos limitaron el proceso a los aristócratas, sacerdotes, y otros funcionarios de importancia; a las clases bajas se les dejó en Judá. Los otros fueron llevados a Babilonia, en lo que sería conocido como el cautiverio de Babilonia.
Ciro II y el regreso de los judíos
Ciro II (quien reinó del 550 al 530 a.C.), conocido como el Grande, fundó el Imperio aqueménida de Persia. Según 2 Crónicas 36:22-23:
En el primer año de Ciro, rey de los persas, para que se cumpliera la palabra de Jehová, dada por boca de Jeremías, Jehová despertó el espíritu de Ciro, rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, este decreto: «Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique Casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, que sea Jehová, su Dios, con él, y suba allá.»
Proporcionó fondos para la reconstrucción de la ciudad y el Templo –los detalles se encuentran en los libros de Esdras y Nehemías– y dos sacerdotes fueron encargados de la reconstrucción. De acuerdo con el relato:
Aquel día se leyó a oídos del pueblo el libro de Moisés, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; pero nuestro Dios volvió la maldición en bendición. Cuando oyeron, pues, la Ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros. (Nehemías 13:1-3)
Los que habían sido dejados en Judá ofrecieron su ayuda para reconstruir el Templo, pero rechazaron su oferta. El pretexto fue la sospecha de que esa gente, que había quedado sin la presencia de los sacerdotes, se había desviado hacia la idolatría. Entonces ellos se movieron al Norte y construyeron su propio Templo en el Monte Guerizín, cerca de Siquem.
Cuando Antíoco IV Epifanes (quien reinó del 175 al 164 a.C.), rey del Imperio seléucida, ordenó la suspensión de las costumbres judías, los judíos se rebelaron bajo el liderazgo de la Dinastía Asmonea. Sin embargo, los samaritanos negociaron una paz separada con Antíoco, ofreciendo poner a su templo el nombre de una deidad griega, como lo describen, Flavio Josefo en sus Antigüedades de los judíos (12.5) y el libro bíblico de 2 Macabeos (6:1-2). Más tarde el rey Asmoneo, Juan Hircano, destruyó el templo y la ciudad en el 113 a.C. Bajo el dominio romano, la ciudad y sus habitantes fueron incorporados a la provincia de Judea.
Teología de los samaritanos
Los samaritanos creían que el Monte Guerizín, y no Jerusalén, es el santuario que Dios ordenó desde el comienzo. Afirmaban que la Torá le fue dada a Moisés por el Dios de Israel; los textos rabínicos posteriores eran rechazados. El Pentateuco Samaritano (los cinco libros de Moisés) es el texto sagrado fundamental, complementado por las crónicas históricas. Creían que al final de los tiempos, los muertos serían resucitados por el Taheb, que sería un “restaurador” o “un profeta como Moisés”. Respecto de la Pascua, tenían su propio Hagadá (el texto para el ritual del Séder). Los samaritanos mantuvieron el sumo sacerdocio y los sacerdotes, a quienes consideraban los verdaderos intérpretes de la ley.
La enemistad entre Jerusalén y los samaritanos se ve reflejada en las referencias que hay en el evangelio: A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. (Mateo 10:5-6). A veces contrastan con la incredulidad de los judíos en Jerusalén, como en la parábola del buen samaritano de Lucas (10:25-37) y la mujer samaritana junto al pozo (Juan 4:4-26). Hechos 8:14-17 cuenta la historia de la conversión de los samaritanos por parte de los discípulos Pedro y Juan.
Historia posterior
Según fuentes samaritanas, los samaritanos sufrieron persecución bajo los emperadores bizantinos cristianos por rehusarse a la conversión. Después de los musulmanes conquistaron la región, a los samaritanos se les concedió el estatus de “gente del libro”. Sin embargo, bajo el período posterior del Califato Abasida y bajo el dominio del Imperio otomano en el siglo XVII, la población samaritana de Damasco fue masacrada. Esto impulsó a muchos samaritanos de la diáspora a regresar a la región de Nablus, que sigue siendo su centro.
Con la conquista de la Cisjordania por parte del estado de Israel en 1967, los samaritanos se convirtieron en ciudadanos israelíes. Fueron incorporados a la Autoridad Nacional Palestina después de los acuerdos de Oslo. Son las únicas personas que conservan la doble ciudadanía israelí-palestina. Los samaritanos siguen practicando sus propios festivales y rituales. El pésaj es el festival más importante que se celebra en el monte Guerizín.
Estudios recientes de ADN y genomas han determinado que la población samaritana conserva remanentes de las tribus de Leví, Manasés y Efraín. Al mismo tiempo, se cree que muchos de los musulmanes de la región tienen los mismos ancestros.