El Libro de Job se encuentra en la Biblia entre los libros llamados Ketuvim ("escritos"), junto con el Eclesiastés y el Libro de Proverbios. Los tres pertenecen al género conocido como libros sapienciales. Los libros comparten el pensamiento cultural antiguo; se conocen textos similares de Sumeria, de Babilonia (del tercer milenio a.C.), de Mesopotamia, y del Imperio Medio de Egipto.
Teodicea
El Libro de Job es una de las primeras formas de una disciplina filosófica moderna conocida como teodicea. La teodicea busca entender por qué un Dios bueno permite que exista el mal. Si Dios es omnipotente (todopoderoso), ¿por qué no elimina el mal? Aunque la palabra fue acuñada en un principio por el filósofo alemán Gottfried Leibniz (Theodicee, 1710), los sociólogos Max Weber (1864-1920) y Peter L. Berger (1929-2017) fueron los que se enfocaron en los efectos del mal y el por qué los inocentes sufren junto con los malvados. Ambos afirmaron que los humanos tienen una necesidad inherente de crear orden a partir del caos y de asignar a la naturaleza una racionalidad en lugar de una aleatoriedad, la mayoría de las veces mediante justificaciones teológicas.
Las religiones pluralistas de la antigüedad intentaron resolver el problema del mal asignándolo al ámbito de dioses y diosas específicos, pero el antiguo judaísmo proclamó que el Dios de Israel era responsable de toda la creación, incluidos los demás dioses. Dijo a través del profeta Isaías: "Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la paz y creo la adversidad. Solo yo, Jehová, soy el que hago todo esto" (Isaías 45:7). Mediante los recursos literarios del discurso, el diálogo y la poesía, el Libro de Job desafía esta personalidad dual del Dios de Israel. Los historiadores datan la composición del Libro de Job entre los siglos VII y IV a.C.
Job y Satanás
En la tierra de Uz vivía un hombre llamado Job. Este hombre era inmaculado y justo; era temeroso de Dios y se apartaba del mal. Tenía siete hijos y tres hijas, y era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y un gran número de sirvientes. Era el hombre más grande entre todos los pueblos del Este (Job 1:1-3)
Job hacía sacrificios todas las mañanas en nombre de sus hijos por si acaso hubieran pecado sin darse cuenta.
Un día acudieron a presentarse delante de Jehová los ángeles, y entre ellos vino también Satanás. Dijo Jehová a Satanás: —¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: —De rodear la tierra y andar por ella. Jehová dijo a Satanás: —¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: —¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has rodeado de tu protección, a él y a su casa y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y por eso sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que posee, y verás si no blasfema contra ti en tu propia presencia. Dijo Jehová a Satanás: —Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. (Job 1:6-12)
El Libro de Job es nuestro texto más antiguo que desarrolla los atributos del Diablo (diabolos en griego) y el origen de Satanás. En Job, Ha-Satán no es todavía un ser malvado, sus funciones son algo así como las de un fiscal de Dios. En hebreo Ha-Satan significa "acusador" y posteriormente "adversario", y su papel era el de viajar por todas partes y poner obstáculos a los humanos para hacerlos escoger entre el bien y el mal.
El sufrimiento de Job
Vinieron unos asaltantes y robaron todos los rebaños de Job y mataron a sus sirvientes. Un viento muy fuerte colapsó la casa en que todos sus hijos estaban en un banquete, y todos murieron.
Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rasuró la cabeza; luego, postrado en tierra, adoró y dijo: "Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!" En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno. (Job 1:20-22)
El cuerpo de Job se llenó de forúnculos, y mientras estaba sentado en las cenizas de lo que había sido su vida, su esposa lo regañaba:
—¿Aún te mantienes en tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! Él le dijo: —Como suele hablar cualquier mujer insensata, así has hablado. ¿Pues qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? (Job 2:9-10)
En cambio, Job se lamentó el día en que nació:
¡Perezca el día en que yo nací... Antes que mi pan, llega mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua... ¡No he tenido paz, tranquilidad ni reposo, sino sólo turbación! (Job 3)
Los tres amigos de Job
Tres amigos de Job se compadecen y llegan donde él: Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar, el naamatita.
Elifaz comienza preguntando a Job, "Piensa ahora: ¿qué inocente se pierde?" (Job 4:7). Dios castiga a los ángeles, ¿así es que cómo podría existir un hombre libre de pecado? Acusa a Job de quejarse y de no admitir que ha debido de pecar. La prueba está en el nivel de sus sufrimientos. Hace notar el increíble sufrimiento de aquellos que están en el Gehena (una forma primitiva del infierno judío). Dios obró con justicia al castigar a esos pecadores. Bildad pregunta entonces: "¿Acaso torcerá Dios el derecho o pervertirá el Todopoderoso la justicia? Si tus hijos pecaron contra él, él les hizo cargar con su pecado" (Job 8:3-4). Zofar arguye que Dios es justo y que nunca castigaría arbitrariamente a Job sin tener una razón.
Job responde a cada uno de ellos con desprecio, ellos son unos "consoladores molestos" (Job 16:2). Job insiste en que él nunca ha pecado y que siempre se mantuvo leal a Dios. Dando casi una vuelta completa al Prólogo, Job ahora reprende a Dios por ser injusto, implacable, hostil y destructivo. Afirma que los malvados constantemente se aprovechan de los indefensos, pero Dios no interviene para detenerlo. La frustración de Job lo lleva a exigir que Dios aparezca y le dé una respuesta.
Dios responde
Dios no aparece, pero responde a Job con una voz que sale de un torbellino (o de una tormenta):
¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora cíñete la cintura como un hombre: yo te preguntaré y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
¡Házmelo saber, si tienes inteligencia! ¿Quién dispuso sus medidas, si es que lo sabes? ¿O quién tendió sobre ella la cuerda de medir? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan juntas todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los ángeles? (Job 38:2-7)
Tres extensos capítulos describen los detalles de la creación de Dios, hasta de cómo se alimentan las crías de los cuervos cuando tienen hambre.
Respondió Job a Jehová y dijo: "Yo reconozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que te sea oculto... Así hablaba yo, y nada entendía; eran cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía... Por eso me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza. (Job 42:1-6)
Hay que notar que en su respuesta, Dios no defendió ni explicó la existencia del mal. Más bien establece que ningún ser humano puede comprender la mente de Dios, y que aceptar este hecho es verdadera sabiduría. Para muchos que han interpretado este pasaje, la cuestión de si Dios es justo o no sigue sin respuesta.
En el capítulo final, "Jehová bendijo el postrer estado de Job más que el primero" (Job 42:12). Job vivió 140 años, todos sus rebaños fueron restaurados y tuvo siete hijos y tres hijas. El epílogo sigue siendo objeto de debate; es posible que sea un agregado posterior para dar un final feliz a la historia.
Influencia cultural
Cuando los primeros cristianos comenzaron a utilizar las Escrituras hebreas en busca de las profecías acerca de Jesús, pusieron énfasis en Job 19:25-26: "Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha mi piel, en mi carne he de ver a Dios". Esto se usó para validar la creencia en la resurrección. Esas líneas se incorporaron al oratorio de Händel, El Mesías, en 1741.
En la literatura occidental, la historia de Job inspiró las obras de Milton, Dostoievski, Kafka y los cuentos de Tevie de Sholem Aleijem en El violinista en el tejado. El "sufrimiento de Job" así como la "paciencia de Job" se han convertido en metáforas para las víctimas inocentes del desastre. En los estudios posteriores al Holocausto, Job simboliza a los judíos colectivamente. La historia de Job sigue estando presente porque el problema de la existencia del mal sigue siendo relevante en todo el mundo.