La Revuelta de los Parlements de 1787-1788 fue el punto culminante de una lucha de poder entre la autoridad real del rey Luis XVI de Francia (que reinó de 1774 a 1792) y el Parlement de París, el más poderoso de los trece parlements de Francia, o altos tribunales judiciales. La resistencia del parlement a las reformas financieras del rey obligó al rey a convocar una reunión de los Estados Generales.
La crisis financiera de Francia, originada por décadas de gastos suntuosos y un sistema impositivo desarticulado, hizo que el rey acudiera a los parlements en 1787 con sus reformas, ya que reclamaban la autoridad para registrar cualquier edicto real. Estas cortes tenían un historial de oposición a la monarquía francesa que se remonta a la Rebelión de la Fronda (1648-1653), y se resistieron, declarando que solo un Estado General podía aprobar tales medidas. La lucha de poder resultante se convirtió en una batalla contra el principio del absolutismo, que se produjo mientras las finanzas francesas, ya en un punto crítico, seguían empeorando.
La Revuelta de los parlements fue un importante enfrentamiento entre el rey y los estamentos de Francia en el período previo a la Revolución francesa (1789-1799). Como las reformas más importantes del rey nunca se llevaron a cabo, Francia quedó en bancarrota, lo que aceleró la reunión de los Estados Generales en 1789 y el inicio de la Revolución.
Antecedentes: el poder parlamentario
Los 13 parlements franceses eran los más altos tribunales judiciales del reino, solo superados por el propio rey. Su tamaño jurisdiccional variaba enormemente: el mayor y más poderoso era el Parlement de París, que tenía jurisdicción sobre un tercio del reino. Los jueces parlamentarios, de los que había al menos 12 por tribunal, eran en su mayoría aristócratas, aunque una buena parte estaba compuesta por burgueses ricos que compraron sus cargos y se ennoblecieron en el proceso. Este subconjunto de aristócratas administrativos pasó a conocerse como la nobleza de la toga. A pesar de estar formados en su mayoría por miembros del Segundo Estado, los parlements pretendían representar a los tres estamentos de la Francia prerrevolucionaria en ausencia de los Estados Generales. Dado que los Estados Generales, órgano representativo de los tres estamentos convocado a voluntad del rey, no se habían reunido desde 1614, los parlements asumieron su autoridad.
Los parlements controlaban la autoridad del rey y ejercían la suya propia, a través de su poder de registro. Aunque no tenían poderes legislativos propios, los parlements reclamaban el derecho a examinar y registrar cualquier nueva ley o edicto que el rey quisiera aprobar, y se reservaron la potestad de rechazar cualquier edicto que no les gustara. Cuando se negaban a registrar un edicto, los parlements publicaban protestas o explicaciones escritas de sus quejas contra la política. Como monarca absolutista, el rey conservaba el derecho de registrar sus edictos sin el consentimiento de los parlements, al emitir una lit de justice, que requería que asistiera a una sesión del parlement donde forzaría el registro.
A medida que los parlements crecían en poder, empezaron a cuestionar la legalidad de los lits de justice y a veces declaraban que tales registros forzados eran ilegítimos, en cuyo caso, el parlement era exiliado temporalmente de su sede de poder por orden de una lettre de cachet, un escrito que garantizaba el cumplimiento de la voluntad del rey. La legalidad tanto de los lits de justice como de las lettres de cachet sería ampliamente cuestionada en la época de Luis XVI.
Desde la fallida rebelión de la Fronda contra Luis XIV de Francia (que reinó de 1643 a 1715), los parlements mantuvieron una larga tradición de resistencia a la autoridad del rey, especialmente en materia fiscal. En los últimos años del reinado de Luis XV de Francia (que reinó de 1715 a 1774), se sentían tan cómodos bloqueando los edictos reales que al rey le resultaba difícil conseguir algo. Encabezado por su canciller, René de Maupeou, el gobierno de Luis XV disolvió el Parlement de París en 1771 y trabajó para crear un sistema de parlements totalmente nuevo y más acorde con su agenda política. Todo esto se deshizo cuando llegó al trono en 1774 un joven e impresionable Luis XVI, que despediría a Maupeou y devolvería el poder a los parlements, una decisión que sin dudas lamentaría luego.
Loménie de Brienne contra los Leones del parlement
Mientras el reino de Francia se tambaleaba al borde de la bancarrota total, Charles Alexandre de Calonne, último interventor general de Luis XVI, propuso una lista de reformas financieras que esperaba salvar el tesoro. Centradas en un impuesto sobre el valor de la tierra aplicable a todos los propietarios de Francia, Calonne pretendía que sus reformas eludieran los privilegios exentos de impuestos de los dos estamentos superiores (clero y nobleza). En lugar de llevar sus propuestas de edictos directamente a los notoriamente problemáticos parlements, Calonne convocó la Asamblea de Notables de 1787, esperando que un consejo reunido de los hombres más distinguidos de Francia aprobara sus reformas.
Su plan fracasó cuando los notables se negaron a acordar nada y declararon que solo un Estado General tenía la autoridad para emitir reformas financieras tan amplias. El 8 de abril de 1787, Calonne fue despedido y sustituido por Étienne Loménie de Brienne (1727-1794), arzobispo de Toulouse de 60 años y estrecho aliado de la reina, que fue investido con el título de Ministro Principal de Francia. Al darse cuenta de que la asamblea no estaba cerca de llegar a una conclusión útil, Brienne la disolvió el 25 de mayo y decidió probar suerte ante los parlements.
Al principio, parecía que Brienne iba a conseguirlo. En mayo y junio de 1787, presentó sus edictos al Parlement de París, que aprobó algunas de las reformas más pequeñas sin apenas oposición, como la liberación del comercio de cereales, la abolición de las barreras aduaneras internas y la creación de asambleas provinciales para supervisar aspectos de la fiscalidad. Junto con el impuesto al valor de la tierra de Calonne, Brienne propuso también un nuevo impuesto de timbre propio, destinado a complementar los ingresos del impuesto a la tierra. Por muy ambicioso que parezca, los miembros más antiguos del parlement tranquilizaron a Brienne y le aseguraron que podía esperar cierto grado de cooperación.
Evidentemente, este sentimiento no era compartido por todos los magistrados. Como algunos sentían que esta estrecha cooperación con la corona era una traición a la orgullosa tradición parlamentaria de rebelión, se formó rápidamente un grupo de oposición, liderado por Jean-Jacques Duval d'Eprémesnil, que había hablado previamente de su deseo de ver una Francia desborbonizada. Muchos de los seguidores de d'Eprémesnil deseaban que un parlement reforzado asumiera un papel legislativo más activo, mientras que otros creían en la convocatoria inmediata de unos Estados Generales, a los que consideraban el primer paso hacia una nueva Francia. Aunque Brienne esperaba que el parlement dejara momentáneamente de lado sus diferencias políticas para salvar a la nación, parecía que "los leones del parlamento eran reacios a la piedad política" (Schama, 262). El 2 de julio, el parlement rechazó por completo el impuesto de timbre de Brienne, y dos semanas después, también el impuesto al valor de la tierra.
En línea similar con la conclusión de la Asamblea de Notables en su protesta, los miembros del parlement insistieron en que solo un Estado General tenía autoridad en materia de finanzas y que el parlement no podía registrar edictos fiscales en absoluto, a pesar de que, en palabras sarcásticas de Thomas Carlyle, "lo han hecho por error estos últimos siglos" (75). La decisión se hizo popular, vista por muchos como un intento del parlement de resistir la tiranía de la monarquía absolutista francesa. Grandes multitudes comenzaron a reunirse fuera de las reuniones del parlement en muestra de apoyo, mientras que en todo el país los salones de la alta sociedad y los clubes políticos aplaudían la decisión del parlement.
Este desafío acabó por llamar la atención del rey, que había pasado los últimos meses enfurruñado y revolcándose en la autocompasión tras la inesperada resistencia de los notables. El 6 de agosto, Luis XVI emite una lit de justice, donde convoca una reunión en la gran sala del Palacio de Justicia. Cientos de magistrados y altos funcionarios abarrotaban la sala en aquel caluroso día de verano, cuando los actos de apertura fueron interrumpidos por el sonido de los ronquidos. Al parecer, Luis XVI se había quedado dormido.
A pesar de la metida de pata del rey, sus ministros cumplieron el propósito de la lit de justice y ordenaron que se registraran el resto de los edictos, independientemente del consentimiento del parlement. Al día siguiente, d'Eprémesnil declaró que este registro forzoso de edictos era ilegal y, por lo tanto, nulo, un anuncio que el parlement formalizó con una gran protesta, donde afirmaba que "el principio constitucional de la monarquía francesa era que los impuestos debían ser consentidos por aquellos que tenían que soportarlos" (Schama, 264). El 10 de agosto, el parlement intensificó su contraataque abriendo un proceso penal contra Calonne, que para entonces había iniciado su exilio en Gran Bretaña.
Esta resistencia a la autoridad real fue demasiado para el rey. El 15 de agosto, exilió al Parlement de París a la ciudad de Troyes bajo una lettre de cachet y envió guardias suizos al Palacio de Justicia para asegurar el cumplimiento de la orden. Sabiendo que sería un decreto impopular, el rey ordenó a los soldados que asaltaran las imprentas, cerraran las revistas y clausuraran cualquier club político del que se sospechara que albergaba oposición.
Llegar a un compromiso
El exilio del parlement provocó protestas masivas en París. Las inscripciones forzadas de los edictos en los tribunales menores, supervisados por los hermanos del rey, fueron recibidas con gritos y abucheos, y algunas personas incluso se pelearon con los guardaespaldas de los príncipes. En este ambiente tenso, algunos ministros del rey deseaban emular a Maupeou y romper el poder de los parlements de una vez por todas. Brienne, sin embargo, se mostró partidario de la negociación, creyendo que el parlement exiliado tendría tiempo para calmarse y entrar en razón.
Para aliviar las tensiones, Brienne ofreció un compromiso. Anularía el impopular impuesto de timbre y el impuesto al valor de la tierra, y los reemplazaría por un renovado vingtième (vigésimo) impuesto, que se cobraría durante cinco años, y que la nobleza estaría exenta de pagar. Esto era necesario para evitar la quiebra. Como contrapartida, Brienne propuso que se convocara un Estado General en 1792, al final de ese quinquenio. Esto fue considerado aceptable por el parlement, al que se le permitió regresar a París en septiembre. El 19 de noviembre se celebra una sesión real en el Palacio de Justicia, convocada para discutir estos términos.
El ambiente de la reunión fue tenso; los magistrados se sintieron incómodos por la presencia de guardias militares, y d'Eprémesnil se enzarzó rápidamente en una acalorada discusión con el conde de Artois, el hermano menor del rey, por el estacionamiento para carruajes. Brienne comenzó la sesión con una muestra de buena voluntad, pidiendo que se concedieran por fin derechos civiles a los protestantes franceses, idea que fue recibida con aprobación general. A continuación, expuso los verdaderos asuntos del día ante los magistrados, anunció su nuevo plan fiscal y propuso pedir un préstamo de 420 millones de libras durante los cinco años anteriores a la propuesta de los Estados Generales, para poder hacer frente a los pagos corrientes de la Corona a tiempo.
Durante las ocho horas siguientes, mientras los magistrados expresaban sus opiniones, las cosas parecían ir bien. Incluso d'Eprémesnil expresó su apoyo a regañadientes a los nuevos préstamos, aunque deseaba que los Estados Generales se reunieran en 1789 y no en 1792. Sin embargo, el rey, tal vez irritado por la discusión de los Estados Generales y decidido a evitar una votación, tomó la palabra y ordenó el registro inmediato de los edictos propuestos, poniendo fin a toda la discusión, y emitió una lit de justice improvisada.
Su decreto fue recibido con un silencio aturdidor, finalmente interrumpido por la fuente más insólita. El hombre que se levantó para desafiar el abuso de autoridad del rey no fue otro que Luis Felipe II, duque de Orleans (1747-1793), primo del rey y jefe de la rama de cadetes de Orleans de la dinastía real. Orléans, que más tarde renunciaría a sus títulos nobiliarios durante la Revolución y pasaría a llamarse Philippe Égalité, declaró ilegal el registro forzoso de su primo.
Sorprendido, el rey respondió: "El registro es legal porque he escuchado la opinión de todos". Este non sequitur fue seguido por una broma incómoda en la que le dijo sarcásticamente a Orléans: "Oh, bueno, no me importa. Usted es el amo, por supuesto" (Schama, 268). Luis XVI y sus hermanos abandonaron rápidamente la sesión, que se prolongó durante 3 horas más mientras los miembros denunciaban formalmente el registro del rey, con Orléans recitando un texto preparado que confirmaba la ilegalidad del procedimiento.
El contraataque de la Corona
Al día siguiente, un humillado Luis XVI ordenó el destierro de Orléans a su finca, lo que supuso una victoria propagandística para Orléans, que aprovechó la oportunidad para presentarse como un mártir de la causa de la libertad. En la primavera de 1788, quedó claro que el incidente del 19 de noviembre había acabado con cualquier esperanza de colaboración entre el rey y el parlement. El 11 de abril de 1788, el Parlement de París declaró que "la voluntad del rey no es suficiente para hacer la ley", y el 3 de mayo, declaró que un Estado General era una condición previa para los futuros impuestos y que las lettres de cachet y otros arrestos arbitrarios eran ilegales (Schama, 268).
La Corona respondió a esta negación de la autoridad absolutista con un duro golpe. El 6 de mayo, se dio la orden de arrestar a d'Eprémesnil y a Goislard, otro líder de la oposición. Los dos hombres se refugiaron en el parlement, que se negó a entregarlos durante 11 horas, declarando que el rey tendría que arrestarlos a todos. Este desafío se desmoronó rápidamente después de que el rey enviara soldados, y d'Eprémesnil y Goislard se entregaron para evitar la violencia.
Mientras tanto, los ministros del rey comenzaron a redactar varias reformas judiciales destinadas a usurpar los poderes de los parlements. Así, 47 tribunales subordinados serían elevados a la categoría de grandes bailes, donde asumirían las funciones legales de los parlements, mientras que se crearía un nuevo Tribunal Plenario que asumiría las funciones de registro de los parlements. El Tribunal Plenario asumiría el papel de tribunal superior del reino, con miembros nombrados directamente por el rey. Estas reformas dejarían a los parlements como meros tribunales de arbitraje, limitados a los casos de la nobleza y a los casos civiles de más de 20.000 libras. Si este nuevo sistema judicial entraba en vigor, se despojaría a la nobleza de más poder y se canalizaría de nuevo a las manos del rey.
Este decreto fue acogido con un gran revuelo en todo el país. En París, los tribunales inferiores se negaron a registrar las nuevas leyes, mientras que el colegio de abogados se negó a cooperar con la nueva estructura judicial. En las provincias, algunos parlements ignoraron el nuevo sistema e intentaron continuar con su trabajo, lo que provocó su exilio de sus sedes de poder mediante lettres de cachet. Cuando el gobernador militar de Dauphiné intentó supervisar el exilio del parlement de su provincia, estallaron disturbios en Grenoble el 7 de junio, en los que los soldados fueron atacados con proyectiles lanzados desde los tejados en un incidente que se conocería como el Día de las Tejas. El 29 de junio, los alborotadores de Pau rompen las puertas cerradas de su parlement y restituyen a sus magistrados. Los diputados enviados desde Bretaña a Versalles para denunciar a los ministros del rey como criminales fueron detenidos en el camino y encarcelados en la Bastilla.
La presión sobre Brienne aumentó cuando la asamblea del clero, su propio estado, se unió a la nobleza que protestaba para denunciar las acciones de la Corona. Mientras los estamentos discutían con la Corona, el barco metafórico de las finanzas de Francia se seguía hundiendo. El 13 de julio, una extraña tormenta de granizo de verano destruyó gran parte de las cosechas de la cuenca de París, por lo que los campesinos tendrían dificultades para hacer frente a las exigencias fiscales de 1789. Aún más significativo, en agosto, en un contexto de protestas a nivel nacional, Brienne fue informado de que el tesoro estaba finalmente vacío. En un intento desesperado por revitalizar el crédito del país, Brienne anunció una fecha concreta para la convocatoria de los Estados Generales, programándola para el 1 de mayo de 1789. Sin embargo, era demasiado tarde; el barco ya se había hundido. El 16 de agosto, el Tesoro suspendió oficialmente todos los pagos; el Estado estaba en bancarrota.
Con el pánico apoderándose de los mercados, Brienne hizo lo único que podía. En colaboración con la reina, abogó por el regreso del popular ministro de finanzas Jacques Necker, un acto que sirvió para calmar temporalmente el creciente caos. Al día siguiente de que Necker aceptara servir, Brienne dimitió el 25 de agosto. Como Brienne había prometido, los Estados Generales se reunieron en mayo de 1789, y el destino del país quedó sellado.
Significado
Aunque los parlements habían sido una espina en el costado de los reyes franceses desde al menos el reinado de Luis XIV, su revuelta en 1787 fue diferente. Ni siquiera la crisis financiera de Francia, por muy existencial que fuera, pudo reconciliar al rey y al parlement. Esto se debió en parte a un Luis XVI obstinado que se aferraba desesperadamente a los viejos vestigios del poder absoluto, así como a la identidad que el parlement se había otorgado a sí mismo, como el campeón de los estamentos y el defensor de los antiguos privilegios nobiliarios.
Las disputas entre el rey y el parlement agravaron la situación y aceleraron los acontecimientos que desencadenaron el inicio de la Revolución. Hay cierta ironía en el hecho de que ni la monarquía ni los parlements sobrevivieran a la Revolución que se avecinaba. Además, el hecho de que se autoproclamaran campeones del pueblo no salvó a d'Eprémesnil y a Orleans de la guillotina durante el Reinado del Terror, mientras que Brienne tragaría veneno para evitar correr la misma suerte. Dado que la Revuelta de los Parlements no hizo más que agravar la situación de Francia, el historiador Simon Schama tiene razón cuando se refiere al episodio como "el suicidio del antiguo régimen" (287).