Las Guerras de religión francesas (1562-1598) fueron una serie de ocho conflictos entre facciones protestantes y católicas en Francia que duraron 36 años y concluyeron con la conversión del rey protestante Enrique IV (que reinó de 1589 a 1610) al catolicismo en aras de la paz. Aunque las fuerzas protestantes ganaron las últimas batallas, el catolicismo triunfó y Francia siguió siendo una nación predominantemente católica.
Las ocho fechas de las Guerras de religión francesas son:
- 1ª Guerra: 1562-1563
- 2ª Guerra: 1567-1568
- 3ª Guerra: 1568-1570
- 4ª Guerra: 1572-1573
- 5ª Guerra: 1574-1576
- 6ª Guerra: 1576-1577
- 7ª Guerra: 1579-1580
- 8ª Guerra (Guerra de los tres Enriques): 1585-1589
- El conflicto armado continuó hasta 1598, cuando concluyó con el Edicto de Nantes.
Las tensiones entre protestantes y católicos habían aumentado desde 1534, pero la situación religiosa y política se agravó tras la muerte de Enrique II (que reinó de 1547 a 1559) por una herida. Su hijo, Francisco II (que reinó de 1559 a 1560), coronado rey a la edad de 15 años, se había casado con María, reina de Escocia (1542-1587) que era sobrina de Francisco, duque de Guisa (1519-1563) y de su hermano Carlos, cardenal de Lorena (1524-1574). Aunque Francisco II estaba en edad de gobernar por sí mismo, su madre, Catalina de Médicis (1519-1589) animó a los hermanos Guisa a asumir el control, ya que Francisco II era inexperto y estaba enfermo.
La Casa de Guisa, devotamente católica, ejercía entonces el poder detrás del trono y se mostraba hostil a los esfuerzos de los hugonotes (protestantes franceses) que impulsaban su visión en Francia. En marzo de 1560, un grupo de hugonotes intentó secuestrar a Francisco II para apartarlo de la influencia de los hermanos Guisa. El complot, conocido como la Conspiración de Amboise, fue descubierto, y se ejecutó a todos los que se pensaba que estaban involucrados, y a más de otros 1000 hugonotes. En represalia, los hugonotes empezaron a destrozar las iglesias católicas y las crecientes tensiones condujeron a la Masacre de Vassy en marzo de 1562, en la que los católicos mataron a más protestantes, lo que dio inicio a la primera guerra.
El conflicto continuó, con períodos de paz armada entre las hostilidades, hasta que en 1598 el rey Enrique IV, reconociendo que Francia nunca aceptaría un rey protestante, se convirtió al catolicismo (supuestamente, con la famosa frase "París bien vale una misa"). Su Edicto de Nantes (1598), que concedía derechos a los protestantes en Francia al tiempo que mantenía la soberanía católica, puso fin a las Guerras de religión francesas (que habían costado aproximadamente 4 millones de vidas), pero no abordó las tensiones subyacentes que siguieron estallando a lo largo del siglo siguiente.
El asunto de las pancartas y la persecución
La Reforma lanzada por Martín Lutero (1483-1546) en 1517 había llegado a Francia en 1521, pero no fue recibida con tanto entusiasmo como en los territorios germánicos del Sacro Imperio Romano Germánico donde Lutero y sus seguidores estaban trabajando. Francisco I, un católico devoto, se convirtió en rey en 1515, pero se abstuvo de perseguir a los activistas protestantes, principalmente gracias a su hermana, Margarita de Navarra (1492-1549), que simpatizaba con la causa y utilizó su posición como reina de Navarra y su influencia sobre Francisco I para protegerlos. Margarita también intervino para reducir las tensiones mediando entre católicos y protestantes para mantener la paz.
Siguió habiendo tensiones entre las dos facciones, que se mantuvieron bajo control hasta el 17 y 18 de octubre de 1534, cuando se colocaron pancartas que públicamente denunciaban la misa católica en Blois, Orleans, París, Ruán y Tours, e incluso una apareció en la puerta del dormitorio de Francisco I. Aunque este acontecimiento, conocido como el asunto de las pancartas, se ha atribuido tradicionalmente al reformador protestante Antoine Marcourt, algunos estudiosos creen que pudo haber sido organizado por las autoridades católicas conservadoras que se habían cansado de la indulgencia de Francisco I hacia lo que consideraban herejía y querían obligarlo a actuar.
Francisco I inició la persecución de los protestantes, ignorando las súplicas de su hermana para que se contuviera. Muchos protestantes, incluido el reformador Juan Calvino (1509-1564), abandonaron Francia en esta época, pero a los que se quedaron se les prohibió reunirse, predicar o incluso discutir casualmente sus opiniones. La persecución bajo el mandato de Francisco I culminó con la masacre de Merindol en 1545, en la que miles de miembros de la secta herética de los valdenses, partidarios de la reforma, fueron masacrados y los supervivientes arrestados y esclavizados.
Francisco I murió en 1547 y le sucedió su hijo Enrique II, que continuó con su política. No hubo ninguna influencia restrictiva sobre Enrique, como lo había sido Margarita de Navarra con Francisco I, pero sus persecuciones no hicieron más que llevar el protestantismo a la clandestinidad, donde se afianzó y ganó más apoyo, incluso entre los miembros de la clase noble, como Luis de Borbón, Príncipe de Conde (1530-1569) y Juana de Albret (1528-1572), hija de Margarita de Navarra, y reina de Navarra después de 1555.
Enrique II murió en 1559 a causa de un accidente sufrido en una justa y su hijo, Francisco II, se convirtió en rey a la edad de 15 años pero, como era inexperto y estaba a menudo enfermo, su madre, Catalina de Médicis, pidió a los hermanos Guisa que asumieran el control e instruyeran al joven rey. Francisco y Carlos de la Casa de Guisa ya estaban involucrados en la corte real desde que su hermana, María de Guisa (1515-1560), había concertado el matrimonio de su hija, María, reina de Escocia, con Francisco II. Los hermanos Guisa no tardaron en aislar al rey de otros miembros de la corte, como Luis de Borbón y el almirante de Francia, Gaspard II de Coligny (1519-1572), entre otros.
La conspiración de Amboise y la masacre de Vassy
Esta situación condujo a la Conspiración de Amboise de 1560 en la que un grupo de protestantes planeó secuestrar a Francisco II para apartarlo de la influencia de los Guisa. El complot fue descubierto y se detuvo y ejecutó a todos los sospechosos de participar en él. Luis de Borbón se encontraba entre ellos y estaba previsto que fuera ejecutado a la muerte de Francisco II. Su hermano, Carlos IX (que reinó de 1560 a 1574) ascendió al trono y su madre asumió el control directo sobre él, dejando de lado a la Casa de Guisa y liberando a Luis de Borbón. En diciembre de 1560, Juana de Albret se declaró públicamente a favor de la Reforma, convirtiéndose al calvinismo y, en 1561, Catalina de Médicis nombró a su marido católico Antoine de Bourbon (1518-1562, hermano de Luis) teniente general de Francia.
Juana de Albret prohibió el catolicismo en Navarra, mientras que su marido era ahora responsable de controlar las tensiones que se estaban produciendo entre la fe tradicional de Francia y lo que se consideraba el movimiento herético de los protestantes. La tensión que esto provocó en su matrimonio reflejó la del país en general en esta época, que estalló en marzo de 1562 en la masacre de Vassy. Francisco, duque de Guisa, se dirigía a París y estaba cerca del pueblo de Vassy cuando oyó que las campanas de la iglesia sonaban a una hora en la que no se convocaba ninguna misa católica. Envió a sus hombres a dispersar lo que reconoció como un servicio protestante y, al encontrar resistencia, dio comienzo a la masacre que dejó al menos 50 fieles protestantes muertos. Este acontecimiento se considera el inicio de las Guerras de religión francesas.
Las tres primeras guerras: 1563-1570
Ambas facciones no tardaron en culpar a la otra de las matanzas en campañas de propaganda, lo que no hizo más que avivar las tensiones. Luis de Borbón tomó Orleans en abril de 1562, declarándola ahora ciudad protestante, y esto animó a otros líderes hugonotes de otros lugares a hacer lo mismo. La primera guerra duró casi un año, durante el cual Antonio de Borbón murió en Ruán y Francisco, duque de Guisa, fue asesinado. La guerra terminó en marzo de 1563 con el Edicto de Amboise, mediado por Catalina de Médicis y apoyado por Juana de Albret, pero no se abordaron las causas subyacentes del conflicto.
Ambas facciones permanecieron armadas y hostiles entre sí entre 1563 y 1567, y solo colaboraron para expulsar a los ingleses (que habían sido invitados por los hugonotes a ayudarles) del puerto de El Havre. La segunda guerra estalló en 1567 debido al temor de los hugonotes a las represalias católicas contra ellos por la primera guerra y, aunque se concluyó una paz en marzo de 1568, no duró mucho, y la tercera guerra se inició ese verano. Las batallas y diversas atrocidades continuaron a lo largo de 1569, con muchos muertos en ambos bandos, incluido Luis de Borbón, príncipe de Conde, que fue ejecutado tras rendirse en la batalla de Jarnac en marzo de 1569.
En la tercera guerra, Juana de Albret, que había ayudado a financiar las dos primeras, dirigía activamente las fuerzas hugonotes como figura espiritual, propagandista y financiera. Volvió a conseguir la ayuda de la reina protestante Isabel I de Inglaterra (que reinó de 1558 a 1603) para la causa y, con la ayuda del almirante de Coligny, convirtió la ciudad de La Rochelle en un bastión hugonote. Ninguna de las dos facciones pudo derrotar a la otra y la guerra se prolongó hasta agosto de 1570.
Las hostilidades terminaron con la Paz de Saint-Germain-en-Laye, negociada por de Albret y Catalina de Médicis, en 1570 y, en un gesto de reconciliación de las dos facciones, las mujeres acordaron que sus hijos —el hijo protestante de de Albret, Enrique de Navarra (más tarde rey Enrique IV de Francia, 1553-1610, y la hija católica de Médicis, Margarita de Valois (1553-1615)— se casaran. El matrimonio se fijó para agosto de 1572, pero d'Albret nunca lo vería, ya que murió de causas naturales en junio de 1572.
La masacre de San Bartolomé y la cuarta guerra: 1572-1573
La boda de Enrique y Margarita atrajo a grandes multitudes protestantes y católicas a París y las tensiones ya eran muy altas cuando, el 22 de agosto de 1572, un asaltante desconocido le disparó al almirante de Coligny. De Coligny solo resultó herido y fue llevado a sus aposentos para ser atendido, pero Enrique I, duque de Guisa (1550-1588, hijo de Francisco, duque de Guisa), abogó por un ataque preventivo contra los protestantes antes de que pudieran comenzar las represalias contra de Coligny.
El 24 de agosto, los partidarios de Enrique I irrumpieron en los aposentos de de Coligny, lo mataron y arrojaron su cuerpo por una ventana, dando inicio a la masacre del día de San Bartolomé, que se prolongó durante los cinco días siguientes y, en otros lugares, durante meses, provocando la muerte de miles de protestantes y la cuarta guerra. Este conflicto concluyó con el Edicto de Boulogne en 1573, que concedía inmunidad a los protestantes por los "crímenes contra el Estado" cometidos en el pasado, pero restringía severamente su libertad de expresión religiosa.
De la quinta a la séptima guerra: 1574-1580
El hermano de Carlos IX, Enrique, duque de Anjou (el futuro Enrique III de Francia, 1551-1589), había sido elegido rey de Polonia-Lituania en 1573 pero, al morir Carlos IX en 1574, regresó a Francia y fue coronado rey. Para entonces, su hermano menor, François, duque de Anjou y Alençon (1555-1584), se había puesto secretamente del lado de los hugonotes y, en 1575, se unió a las fuerzas de Enrique I de Borbón (1552-1588, hijo de Luis de Borbón) y de Enrique de Navarra en el sur. Francia estaba ahora dividida entre los territorios controlados por los católicos en el norte y los protestantes en el sur. La facción católica contaba con el apoyo del Papa en Roma y de Felipe II de España y los protestantes con el apoyo de Inglaterra, los protestantes germánicos y algunos cantones suizos.
La quinta guerra duró un año y terminó con el Edicto de Beaulieu, que restablecía los derechos religiosos de los protestantes pero enfurecía a los católicos, especialmente a Enrique I, duque de Guisa, que consideraba que hacía demasiadas concesiones a los "herejes". Enrique I formó la Liga Católica, una coalición de poderosos nobles apoyados por Felipe II de España, e inició la sexta guerra en 1576, que terminó con el Tratado de Bergerac (1577) que revocó el Edicto de Beaulieu y volvió a alienar a los protestantes.
El resentimiento protestante, y el hecho de que ambas facciones siguieran condenándose mutuamente como "herejes", desencadenó la séptima guerra en 1579. Estas hostilidades terminaron con el Tratado de Fleix en noviembre de 1580, negociado entre Enrique III de Francia y François, duque de Anjou y Alençon. Francois abandonó Francia poco después por invitación del líder protestante holandés Guillermo de Orange (1533-1584) para convertirse en monarca de los Países Bajos y librarse del dominio de la España católica. François llegó a los Países Bajos en 1582 y obtuvo el control de importantes territorios, pero quería más y por eso invadió Amberes a principios de 1583. Sus tropas fueron emboscadas y masacradas, y regresó a Francia en desgracia, donde murió en junio de 1584.
La Guerra de los tres Enriques: 1585-1589
Enrique III no tenía hijo, por lo que François había sido el siguiente en la línea de sucesión al trono. Tras su muerte, este honor recayó en Enrique de Navarra, considerado inaceptable por ser calvinista. Enrique I de Guisa y su Liga Católica, con el apoyo de la España católica, obligaron a Enrique III a anular la pretensión legítima de Enrique de Navarra como su heredero y a promulgar el edicto en 1585 exigiendo que todos los hugonotes se convirtieran al catolicismo o abandonaran el país en un plazo de seis meses. La facción católica seguía manteniendo la mayor parte del territorio en el norte, mientras que los protestantes mantenían el sur.
El conflicto armado comenzó en 1585, pero se intensificó en 1587 (a veces citado como el inicio de la octava guerra) y, en 1588, Enrique I de Guisa había logrado poner a París en contra de Enrique III por su fracaso en derrotar a los protestantes y unir a Francia como nación católica. Enrique I, popular entre la mayoría de los católicos de París, dejó correr el rumor de que Enrique III intentaba matarlo y en mayo de 1588 (el Día de las Barricadas) los parisinos se rebelaron contra Enrique III, levantando barricadas en las calles de la ciudad para proteger a de Guisa. Enrique III huyó a Blois y su madre, Catalina de Médicis, negoció una paz con de Guisa y la Liga Católica.
En septiembre de 1588, Enrique III convocó una reunión en Blois donde hizo asesinar a Enrique I de Guisa y a su tío el cardenal. La Liga Católica pasó a manos de Carlos I, duque de Mayenne (1554-1611, hermano menor de Enrique I de Guisa), que denunció al rey como simpatizante de los protestantes y pidió su ejecución. Enrique III, sin ningún otro recurso, unió sus fuerzas a las de Enrique de Navarra, que comenzó a marchar desde el sur hacia París. En julio de 1589, Enrique III fue asesinado por un fraile dominico, Jacques Clement, que seguía las directrices de la Liga Católica. Agonizando, Enrique III nombra a Enrique de Navarra su sucesor. La Guerra de los tres Enriques llegó a su fin, y solo uno quedó en pie, pero el conflicto armado continuó.
Conclusión
Enrique de Navarra era ahora legalmente Enrique IV, rey de Francia, pero no tenía control sobre las partes norte y este de su reino. Entre 1589-1593 ganó una serie de batallas decisivas contra las fuerzas de la Liga Católica, pero no pudo tomar París, que estaba fuertemente fortificada contra él. Reconociendo que Francia no aceptaría un monarca protestante, y entendiendo que podía promover mejor la causa como rey que continuando la matanza, se convirtió al catolicismo en 1593 y fue coronado rey en 1594.
En 1598 promulgó el Edicto de Nantes, que ponía un fin formal a las Guerras de religión francesas, ordenando la libertad de culto tanto para los protestantes como para los católicos, aunque los protestantes estaban limitados a practicar su fe en regiones restringidas y fuera de París. El Edicto de Nantes puso fin al conflicto abierto entre las facciones, pero, como todos los demás tratados y edictos emitidos desde 1563, no pudo hacer nada para cambiar los corazones de la gente y las facciones continuaron las hostilidades, a una escala más tranquila y a nivel más personal.
Enrique IV fue asesinado en 1610 por un fanático católico que consideraba que había traicionado la verdadera fe, y las tensiones religiosas continuarían durante todo el siglo siguiente. El fracaso de las dos facciones para llegar a un entendimiento mutuo contribuyó a la entrada de Francia en 1635 en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), uno de los conflictos más devastadores de la historia europea.