La conquista de la Nueva España por Bernal Díaz del Castillo (1492 a alrededor de 1580) es un recuento escrito en 1568 sobre los inicios de la colonización de Mesoamérica por parte de los Españoles, específicamente la conquista de la civilización azteca de México, de 1519 a 1521, cuando Díaz era miembro de la expedición conquistadora liderada por Hernán Cortés (1485-1547).
Bernal Díaz
Díaz nació en 1492 en Medina del Campo, Valladolid, España. Al igual que muchos jóvenes de su generación, él también buscó fortuna en las aventuras militares en el Nuevo Mundo. Díaz estuvo en Nombre de Dios en Panamá en 1514, donde sirvió a Pedro Arias de Ávila (también conocido como Pedrarias Dávila, nacido en 1442). En 1517, se trasladó a Cuba, donde estuvo a las órdenes de otro infame gobernador colonial, Diego Velázquez de Cuéllar (1465-1524). Velázquez estaba entusiasmado en conocer más detalles sobre la península de Yucatán, que por aquel entonces se consideraba como una isla más en el Caribe. Cuéllar mandó dos expediciones de exploración a México: una en 1517 liderada por Francisco Hernández de Córdoba (1474-1517) y otra en 1518, liderada por Juan de Grijalva (1489-1527). Díaz participó como alférez en ambas expediciones a las que posteriormente dedicaría un capítulo a cada una dentro de su crónica, pero, debido a ciertas inconsistencias en la geografía que detalla, hace que algunos duden de la participación de Díaz.
Velázquez quedó intrigado por los informes de estas dos primeras expediciones, donde daban cuenta de una gran civilización ubicada hacia el oeste, que decidió enviar una tercera misión de reconocimiento, esta vez liderada por Hernán Cortés. Díaz también participó en ella, partiendo en 1519, pero Cortés ambicionaba mucho más que información, resuelto a conquistar y obtener riquezas.
Después de la campaña contra los aztecas, Díaz obtuvo una posición oficial en Guatemala, que incluía una encomienda para aprovechar la mano de obra de las comunidades indígenas. Díaz visitó España nuevamente para finalmente regresar a Guatemala donde escribiría su famosa obra en los últimos días de su ajetreada vida: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. La Nueva España fue el nombre dado al Virreinato que establecieron los españoles en 1535, del cual formaba parte México.
La obrase publicó por primera vez en 1568, casi 50 años después de ocurridos los eventos descritos en el libro. Para ese entonces Díaz contaba con 76 años, lo que podría explicar algunas de las inconsistencias que han resaltado los historiadores modernos. Estas dudas resultan un poco irónicas si tomamos en cuenta que uno de los motivos iniciales de Díaz para comenzar a escribir era dejar las cosas claras. Díaz no estaba de acuerdo con una publicación hecha por Francisco López de Gómara (1511 a alrededor de 1566), capellán personal y confesor final de Hernán Cortés. Díaz pensaba que la Historia General de las Indias de López, escrita en colaboración con Gonzalo de Illescas, no era un relato preciso ni en los detalles de la conquista de los aztecas ni la manera de presentar a Cortés. Díaz afirmaba que López nunca había estado en las Américas, mientras que él había sido testigo presencial de todas las batallas más importantes. Critica y corrige frecuentemente estas crónicas en su propia obra, mostrándose dispuesto a demostrar que la conquista fue el resultado de un esfuerzo en equipo de los conquistadores y no solo de Cortés, de quien Díaz opinaba que había ganado demasiado crédito a costa de sus colegas. Otro motivo más para Díaz era que este recuento de hechos, en el que quiere mostrar su papel en la conquista, de algún modo justificaba su encomienda, que en ese momento estaba en riesgo de ser abolida por un nuevo cuerpo de leyes.
Díaz murió alrededor de 1580, tras sobrevivir a todos sus compañeros, pero al menos, en palabras del traductor inglés J.M. Cohen, había registrado su versión de los eventos para la posteridad, exhibiendo "una memoria gráfica así como un gran sentido del dramatismo" (7).
Resumen del libro
Primer viaje
Díaz abre su libro con un prólogo manifestando "Lo que por mí mismo vi, así como la lucha en que participé, con la ayuda de Dios, lo describiré claramente, como testigo honesto, sin distorsionar los hechos en ningún modo". Díaz resume francamente la motivación y objetivos de los conquistadores: "servir a Dios y a su majestad, traer la luz a aquellos que están en la oscuridad, así como hacerse rico, tal cual cualquier hombre lo desea" (capítulo 17 de la obra original).
La primera parte de la narración cubre la primera expedición a México, liderada por Córdoba en 1517. Díaz explica que se enlistó porque, después de pasar tres años en el Caribe, no había logrado ganar la fortuna que pensaba que encontraría en el Nuevo Mundo. Los aventureros esperaban, sobre todo, encontrar oro, plata y perlas en las tierras aún por explorar. Cuando se toparon con los nativos, comenzaron las primeras peleas, pero aun así los conquistadores encontraron piezas de oro, edificios de mampostería bien construidos, altares cubiertos de sangre así como extraños ídolos, todo lo cual sugería que estaban a las puertas de una gran civilización. En otro encuentro violento, Díaz fue herido por tres flechas, mientras que Córdoba murió de heridas múltiples. Tomaron dos prisioneros, a los que llamarían Melchor y Julián. Los dos resultarían intérpretes inestimables en las siguientes expediciones.
Segundo viaje
Ya que su aventura no le dejó más que una amarga experiencia, Díaz quedó en "absoluta pobreza" (26) por lo que diligentemente se unió a la segunda expedición enviada por Velázquez en 1518. Grijalva lideró a alrededor de 250 hombres a bordo de cuatro barcos. Otro encuentro violento ocurrió cuando entraron en contacto con los indígenas en tierra firme. Aunque los españoles causaron un gran caos con sus cañones, muchos de ellos recibieron heridas de flecha. "Grijalva recibió tres heridas de flecha y le rompieron dos dientes. Más de sesenta de los nuestros fueron heridos" (30). Nuevamente los visitantes se toparon con evidencia de prácticas religiosas locales:
En la costa había algunos edificios de piedra usados como casas de oración, dentro de los cuales había muchos ídolos de arcilla cocida, madera y piedra. Algunos eran figuras femeninas y otros representaban serpientes, y había también muchas astas de venado.
(30)
Más tarde, se toparon con más señales de ritos religiosos en una isla pequeña:
Encontramos dos edificios de piedra bien construidos, cada uno con escalones que llevaban a una especie de altar, y sobre esos altares había ídolos de aspecto diabólico, que eran sus dioses. Allí encontramos cinco indios que habían sido sacrificados en su honor esa misma noche. Les habían abierto el pecho y cercenado los brazos y los muslos, y los muros de estos edificios estaban cubiertos de sangre.
(37)
Lejos de despertarles algún interés de tipo antropológico, estos ritos confirmaron la creencia de los conquistadores de que estaban en el lugar correcto para cumplir su deber de difundir la fe cristiana, una de las mayores justificaciones argüidas para llevar a cabo la conquista. Al principio se dieron algunos intercambios pacíficos de mercancías; los españoles ofrecieron cuentas de vidrio y otras baratijas a cambio de comida como pasteles de maíz y piñas, así como algunos artículos de oro. Estos últimos fueron la otra justificación para proseguir con la conquista: arrancar la riqueza del continente para embarcarla a España. Se toparon con el río Tabasco, al que renombraron como río de Grijalva. Encontraron un buen puerto natural y lo cartografiaron y sondearon. Más adelante se convertiría en Veracruz, uno de los principales puertos coloniales. En resumen, los hallazgos de la expedición fueron lo suficientemente promisorios para que Velázquez enviara una tercera misión, esta vez liderada por Hernán Cortés, quien lucía espléndido para ese rol: "Vestía un adorno de plumas, con un medallón y una cadena de oro, y una capa de terciopelo ribetada con bucles de oro. De hecho, lucía como un gallardo y valiente capitán" (47).
Cortés y la quema de sus naves
De acuerdo con Díaz, Cortés partió de Cuba en 1519 con 500 soldados bajo su mando. Once barcos zarparon repletos con provisiones, armas y 16 caballos. Una vez desembarcados y de camino hacia el interior, ocurrieron las usuales batallas con tribus indígenas, pero la caballería, el acero y las armas de fuego de los españoles resultaron una combinación invencible comparada con las flechas y hondas de los locales. Un hombre llamado Aguilar, quien tenía la apariencia de indio pero que en realidad era un español capturado que había sido adoptado por una tribu local, resultó de gran ayuda como intérprete. Entonces los españoles capturaron a una mujer maya llamada Malintzin (también conocida com Doña Marina o La Malinche), quien hablaba la lengua náhuatl de los aztecas así como una lengua maya local que podía traducir Aguilar. Con esto, el camino quedó abierto para que Cortés mezclara guerra con diplomacia al tiempo que se internaba más en Mesoamérica.
Finalmente lograron establecer contacto con los representantes del emperador azteca Moctezuma (también concoido como Montezuma, que reinó de 1502-1520). En el encuentro, se intercambiaron regalos: los españoles entregaron camisas de algodón, una copa de cristal y cuentas de vidrio, mientras que los aztecas les dieron plumas de quetzal, rollos de finos textiles así como varios artículos de oro y plata. Internándose más al interior del territorio, Cortés luchó primero con los totonacas, posteriormente haciéndolos sus aliados ya que estaban ansiosos por ver la caída del Imperio azteca. Mientras tanto, se construyeron un fuerte y una iglesia en Veracruz cuando los conquistadores establecieron una base permanente en ese lugar. Fue en Veracruz donde Cortés tomó una extraordinaria decisión, tras haber consultado con sus hombres, tal y como explica Díaz:
Las naves fueron destruidas con nuestro pleno conocimiento y no, como alega el historiador Gomara, en secreto. Entonces, una mañana después de misa, durante una discusión sobre temas militares, después de rogar cortésmente nuestra atención, Cortés dio un discurso sobre la empresa que nos aguardaba... ya no podíamos obtener ayuda o socorro excepto de Dios, ya que ahora no teníamos ninguna nave en cual regresar a Cuba. Por lo tanto debíamos confiar en nuestras propias espadas y nuestros vigorosos corazones.
(131)
La derrota de los tlaxcaltecas
Cortés condujo a sus hombres y aliados tierra adentro, pero el camino no fue fácil:
Completamos nuestro ascenso de las montañas y entramos a un territorio inhabitado donde hacía mucho frío, y donde llovía y granizaba. Esa noche contábamos con muy pocas provisiones, y el viento trajo consigo la nieve de las alturas a nuestro campamento, haciéndonos tiritar de frío...no teníamos más que nuestra armadura para cubrirnos.
(135)
Posteriormente, se internaron aún más en el territorio de los tlaxcaltecas, un pueblo sometido al gobierno militar de los aztecas. En septiembre de 1519 se sucedieron emboscadas y algunas batallas, pero la captura de ciertos caciques tlaxcaltecas acabó permitiéndole a Cortés acordar la paz. Los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, estuvieron dispuestos a ayudar a los españoles para derrocarlos. Se intercambiaron regalos, ofrecieron mujeres jóvenes a los españoles y, lo más importante, los tlaxcaltecas describieron en detalle las estrategias de guerra de los aztecas así como los secretos de su capital, Tenochtitlán, una gran ciudad construida sobre un lago a la cual se entraba a través de muchos puentes y calzadas. Los aztecas eran muy cuidadosos en controlar materiales como sal, plata y oro, productos que se podían encontrar en grandes cantidades en almacenes en la ciudad. Al fin, los conquistadores habían encontrado aquello que soñaban encontrar cuando dejaron Cuba.
El encuentro con Moctezuma
Cuando los conquistadores llegaron a Cholula, se sucedió una batalla con fuerzas aztecas, la cual ganaron con la ayuda de los tlaxcaltecas. Díaz describe esta área de México en un raro recuento alejado de los eventos políticos y militares:
Cholula se encuentra en una planicie con muchos otros pueblos alrededor de ella... Es una tierra rica en maíz y otros vegetales, y en chiles, y en maguey del cual extraen su vino. Elaboran una cerámica de muy buena calidad en este distrito, de arcilla roja, negra y blanca, pintada con varios diseños, de la que surten México así como a todas las provincias cercanas.(201-2)
Cambiando de estrategia, varios embajadores de Moctezuma contactaron con los españoles, invitándolos a entrar pacíficamente a Tenochtitlán el 8 de noviembre. Parecía que ninguno de los dos bandos estaba seguro de cómo proceder, pero por el momento la propuesta pacífica acalló a aquellos sedientos de guerra. Bien podía ser que la capital fuera una trampa, pero ciertamente era cautivadora. Los españoles no daban crédito de lo que sus ojos veían delante de ellos: una gran metrópolis con imponentes templos pirámide, calzadas gigantescas, jardines flotantes de rosas y árboles de aroma dulce. Pero la vista más imponente era el mismo Moctezuma:
El gran Moctezuma descendió de su litera... bajo un tocado ricamente decorado con plumas verdes y adornos de oro, plata y perlas... Moctezuma iba magníficamente ataviado, a su manera, y calzaba sandalias... la suela de las cuales era de oro, mientras que la parte superior estaba ornamentada con piedras preciosas... [los señores] caminaban delante del gran Moctezuma, barriendo el camino que pisaría, tendiendo capas de tal manera que sus pies no tocaran la tierra. Ninguno de estos señores se atrevía a mirarlo cara a cara.
(217)
Cortés le dio un collar de cuentas perfumadas al emperador azteca; a cambio, le dieron un collar de cangrejos dorados y lo invitaron a acomodarse en el palacio real del padre de Moctezuma, Axayácatl (que reinó de 1469-1481), que resultó ser también el mismo lugar donde se almacenaban los tesoros del imperio. Moctezuma parecía decidido a dar tantos costosos regalos como fuera posible a sus visitantes, tal vez con la esperanza de que se quedaran satisfechos y regresaran por donde habían venido. Por su parte, los españoles estaban aún más convencidos que nunca por hacerse ricos. Amablemente les explicaron a sus anfitriones que ellos representaban a Carlos V, Sacro Emperador Romano (que reinó de 1519-1556), así como las bases de la religión cristiana.
Díaz prosigue con una descripción física del emperador azteca:
El gran Moctezuma tenía alrededor de 40 años, de buena altura, bien proporcionado, sobrio y delgado, no muy oscuro, aunque con la complexión india habitual. No llevaba el pelo largo, solo sobre sus orejas, y tenía una barba corta y negra, bien formada y fina. Su cara era más bien alargada y alegre, tenía ojos finos y su apariencia y formas podían expresar genialidad o, cuando era necesario, un serio aplomo. Era muy pulcro y limpio, y tomaba un baño cada tarde.
(224-5)
Díaz describe la vida en el palacio real, la comida que comían, así como las ceremonias diarias. En entretenidos pasajes, describe la armería, el aviario del palacio, la colección de animales, los talleres de artesanías, así como los enormes tianguis exteriores (mercados), los templos con sus grandes estatuas y la fina mampostería de los edificios de la ciudad.
Moctezuma es hecho prisionero
A medida que los españoles continuaban con su evangelización, Moctezuma enfureció por la denigración de los dioses aztecas, así como por la insistencia de Cortés sobre lo bien que se vería una estatua de la virgen María en todo lo alto del gran templo-pirámide. A pesar de que los españoles se encontraban en una ciudad ajena, rodeados por decenas de miles de enemigos, Cortés decidió atrevidamente tomar a Moctezuma como prisionero, sacándolo de su propio palacio y metiéndolo en el mismo alojamiento en el que estaban los españoles. En este impasse un tanto extraño, Moctezuma se encontró a sí mismo bajo arresto domiciliario pero aun siendo atendido por su familia y sirvientes; incluso pudo seguir tomando su baño diario. Mientras tanto, los españoles se repartieron el tesoro real entre ellos. Los nobles aztecas no parecían entender qué hacer en esta extraña situación, siendo recelosos de las armas que habían usado los españoles tan efectivamente en Cholula. El hechizo se rompió cuando la familia de Moctezuma decidió que él no le ofrecía ningún beneficio a nadie y que había otros mejores para gobernar el impero azteca. Mientras tanto, los acontecimientos sucedidos en otro lugar cambiarían el juego por completo.
La batalla por Tenochtitlán
Velázquez había mandado a Veracruz a un grupo bajo el comando de Pánfilo de Narváez con la orden de apresar a Cortés por haberse excedido en sus atribuciones y su autoridad, al decidir conquistar el imperio por sí solo. Cortés se vio obligado a enfrentarse a estos competidores por las riquezas, y así, en mayo de 1520, dejó Tenochtitlán en manos de una pequeño grupo de españoles al mando de Pedro de Alvarado (en torno a 1485-1541). Cortés se deshizo fácilmente de la amenaza que representaba Narváez, y al final la mayoría de los sus hombres se unieron a Cortés. Mientras tanto en Tenochtitlán, Alvarado había desatado la guerra cuando, por miedo a sentirse atacado, masacró a un gran número de dignatarios aztecas durante una ceremonia religiosa. Para el 24 de junio, Cortés estaba de regreso en Tenochtitlán. A Moctezuma se le pidió calmara a su población pero murió al recibir una pedrada. Los españoles quedaron atrapados en el palacio de Axayácatl, pero Cortés se las ingenió para huir de la ciudad en una ajetreada batalla nocturna el 30 de junio de 1520. Esta sangrienta retirada es conocida como la Noche Triste. Después los españoles tuvieron una gran victoria en Otumba en julio. Tras varias campañas militares, y habiendo recibido refuerzos por mar, varias ciudades fueron capturadas, de entre las que destaca Texcoco el 31 de diciembre de 1520. Después Cortés empezó un largo sitio sobre Tenochtitlán y logró su captura con la ayuda de miles de aliados tlaxcaltecas así como de varios barcos de madera que los españoles habían reensamblado en los canales de la capital azteca.
La parte final del libro hace recuento de otras conquistas en México y Honduras, la parte final de la carrera de Cortés, así como los intentos del propio Díaz por ganar reconocimiento en España. La mayoría de las ediciones en inglés omiten estas secciones finales y terminan con la exitosa captura de Tenochtitlán en agosto de 1521, que se convertiría en la capital de la Nueva España. Para Díaz y otros, la aventura terminó en decepción. La pérdida del tesoro en el lago de Texcoco durante la retirada de la Noche Triste, significó que "todos nosotros, capitanes y soldados, quedamos tristes al ver la poca cantidad de oro que quedó, y lo pequeña y miserable que sería la parte que nos tocaría" (419). Fue una recompensa escasa a cambio de años de adversidad, batallas, muerte y enfermedad.
Legado
El recuento de Díaz se ha convertido en un documento esencial de la historia de este periodo, a pesar de mostrar ciertas discrepancias con otras crónicas, como la rivalidad entre Cortés y Velázquez, así como uno o dos eventos que se han mezclado cronológicamente (que tal vez sea a causa de archivistas muertos hace tiempo y no necesariamente atribuibles a Díaz). Varios detalles menores no cuadran cuando se contrastan con el recuento del propio Cortés, pero normalmente se mencionan en las traducciones modernas, y en lo fundamental, la historia de Díaz se considera precisa, al menos desde el punto de vista español, que es, desde luego, el punto de vista del vencedor.
El recuento es, asimismo, una documentación inestimable de la lengua española de ese periodo, ya que se escribió en un registro mucho menos formal del que era usual en obras similares de la misma época; esa es una de las razones por las que se sigue leyendo hoy en día mientras que otros tratados, con un estilo más docto, se han quedado acumulando polvo en los estantes de las bibliotecas.