El asalto al Palacio de las Tullerías

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Harrison W. Mark
por , traducido por Agustina Cardozo
Publicado el 23 septiembre 2022
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Storming of the Tuileries (by Jean Duplessis-Bertaux, Public Domain)
Asalto a las Tullerías
Jean Duplessis-Bertaux (Public Domain)

El asalto al Palacio de las Tullerías, también conocido como la Insurrección del 10 de agosto, fue un momento decisivo de la Revolución francesa (1789-99) en el que los revolucionarios armados de París invadieron la residencia del rey Luis XVI de Francia (quien reinó de 1774 a 1792) y masacraron a sus guardias suizos. Este acontecimiento supuso la abolición de la monarquía francesa y el inicio de una nueva fase de la Revolución.

Antes de la insurrección, se había producido una incómoda reconciliación entre Luis XVI y el gobierno revolucionario. Sin embargo, las primeras semanas de las Guerras Revolucionarias Francesas (1792-1802) se saldaron con la derrota francesa, y muchos culparon al rey. Sus vetos a los dictámenes populares de la Asamblea Legislativa condujeron a la Manifestación del 20 de junio de 1792, cuando los revolucionarios asaltaron por primera vez las Tullerías. Esto no logró solucionar los problemas de fondo y se produjo una segunda y sangrienta insurrección el 10 de agosto, que dio lugar a la suspensión de la monarquía y catapultó a Francia hacia el republicanismo.

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Aparte de la abolición de la monarquía, el asalto a las Tullerías es importante porque pone más poder en manos de los sans-culottes, los revolucionarios de la clase obrera. La lucha entre los dirigentes burgueses de la Revolución y los sans-culottes se prolongará hasta los días más oscuros de la Revolución.

Manifestación del 20 de junio

El principio del fin del malogrado reinado de Luis XVI y de su infeliz vida se remonta al 20 de abril de 1792, cuando Francia declaró la guerra a Austria, desencadenando la Guerra de la Primera Coalición (1792-97). Según la propaganda de la facción girondina de la Asamblea Legislativa, debería haber sido una guerra fácil, en la que los ciudadanos-soldados franceses se lanzarían a Bélgica y Alemania para repartir las recompensas de la Revolución francesa a punta de bayoneta.

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La obstinación del rey le valió la ira de la Asamblea, de los girondinos y del pueblo.

En realidad, el ejército revolucionario francés no estaba a la altura de las circunstancias; desabastecido, indisciplinado y dividido, los franceses se desmoronaron ante los ejércitos profesionales de Austria a los pocos días de la declaración de guerra. Habiendo perdido ya entre un tercio y la mitad de sus oficiales experimentados debido a la emigración antirrevolucionaria, el ejército francés sufrió aún más cuando regimientos enteros empezaron a desertar al lado austriaco.

En París, la Asamblea Legislativa trató de frenar la mala suerte de Francia con una serie de decretos destinados a fortificar la ciudad frente a los enemigos de la nación. El primero fue un decreto que ordenaba la deportación de todos los sacerdotes refractarios, que se habían negado a prestar el juramento de lealtad al Estado que exigía la Constitución Civil del Clero. El segundo fue la disolución de la Guardia Constitucional del rey, compuesta por 6000 hombres, que se había formado en septiembre anterior para su protección. La tercera fue reunir a 20.000 fédérés, milicianos de las provincias, en París, aparentemente para proteger la capital de un ataque austriaco. Aunque el rey consintió la disolución de sus Guardias Constitucionales, utilizó su veto sobre los otros dos decretos. Cuando su ministerio, dominado por los girondinos, lo reprendió por ello, limpió la casa y los sustituyó por leales feuillants (monárquicos constitucionales).

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La obstinación del rey le valió la ira de la Asamblea, de los girondinos y del pueblo, que creía que sus acciones eran contrarias a la defensa de Francia. De hecho, los rumores agitados por periodistas incendiarios como Jean-Paul Marat sostenían que la corte real era el centro de un "Comité austriaco", que pretendía sabotear el esfuerzo bélico y entregar París a los austriacos. Aunque no es del todo exacta, esta teoría estaba más cerca de la realidad de lo que a muchos les hubiera gustado creer, ya que la reina francesa María Antonieta (1755-1793) enviaba efectivamente secretos militares a sus contactos en Austria, apostando por que los austriacos restituyeran a su marido sus plenos poderes en caso de derrota francesa.

Estos factores culminaron en la manifestación del 20 de junio de 1792, cuando miles de obreros parisinos, autodenominados sans-culottes (literalmente, "sin pantalones de seda"), invadieron el Palacio de las Tullerías armados con picas. Encontraron al rey acompañado solo por unos pocos guardias y asistentes y procedieron a amenazarlo y menospreciarlo. Podrían haber recurrido a la violencia si el rey hubiera opuesto algún tipo de resistencia. En cambio, los saludó de manera acalorada, conversó con ellos y brindó por el pueblo y la nación. Incluso se puso una gorra roja de la libertad que le regalaron.

The Demonstration of 20 June 1792
La Demostración del 20 de junio de 1792
 Jean-Baptiste Vérité (Public Domain)

Mientras sucedía todo esto, Luis XVI se mantuvo inusualmente firme, negándose a dar marcha atrás en sus decisiones anteriores. Después de plantar un árbol de la libertad en los terrenos del palacio, la multitud se desvaneció y dejó a Luis y María Antonieta respirar aliviados. Sin embargo, los sucesos del 20 de junio no habían cambiado nada, salvo profanar aún más la percepción de temor majestuoso que antes era sinónimo de la monarquía francesa.

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La patria en peligro

Mientras las tensiones se agravaban en París, la situación en el frente de guerra se hacía más sombría. En junio, Prusia entró en la guerra del lado de Austria, y ambas naciones comenzaron a reunir un ejército bajo el mando del duque de Brunswick para invadir Francia y derrocar el régimen revolucionario. La fuerza austro-prusiana se vería reforzada por un ejército de emigrantes franceses antirrevolucionarios, formado principalmente por aristócratas y militares que habían huido de la Revolución. El 5 de julio, la Asamblea Legislativa francesa respondió a esta amenaza proclamando el estado de emergencia, anunciando que la patrie est en danger ("la patria está en peligro").

Invocando esta emergencia, la Asamblea eludió los vetos del rey y ordenó que 20.000 milicianos provinciales, los fédérés, acudieran a París. En las semanas siguientes, los hombres armados llegan a la capital desde todo el país. El 30 de julio, un grupo de 500 hombres de Marsella entra en la capital, entonando un nuevo himno patriótico que más tarde llevaría su nombre, La Marsellesa. Entretanto, la Asamblea levanta nuevos batallones de la Guardia Nacional, llenando sus filas con 15.000 voluntarios parisinos. La presencia de todos estos hombres armados y revoltosos no contribuyó a calmar la ansiedad, especialmente cuando los fédérés y los guardias nacionales comenzaron a pelearse abiertamente en las calles.

The Idealized Sans-Culotte
Los sans-culotte idealizados
Louis-Léopold Boilly (Public Domain)

Con la esperanza de mantener el apoyo a la guerra, la Asamblea también ordenó que los gobiernos de cada una de las 48 secciones de París permanecieran en sesión permanente, y que todas las instituciones oficiales celebraran sus reuniones en público. Rápidamente, las discusiones en estas asambleas de sesión giraron en torno al establecimiento de una república; el carácter público de estas reuniones significó que los disidentes fueron reprimidos a gritos por multitudes de sans-culottes que miraban. Los fédérés, que no solo asistían a estas reuniones, sino que se alojaban con militantes patriotas o en los terrenos del republicano Club de los Cordeliers, se sintieron especialmente atraídos por este ambiente de fervor revolucionario. Estas ideas resonaron en muchos de ellos, sobre todo en los que procedían de regiones donde las conquistas revolucionarias eran más discutidas.

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Las conversaciones en estas asambleas de sesión fueron alimentadas por la retórica provocadora de periodistas como Marat, que apelaba a los pobres en su periódico L'Ami du Peuple y atacaba a los líderes burgueses de la Revolución, preguntando por qué "solo los ricos debían cosechar los frutos de la revolución" (Schama, 611). Pierre Vergniaud, un prominente girondino, pronunció un discurso en la Asamblea Legislativa, acusando al rey de trabajar con el enemigo y pidiendo efectivamente su abdicación. El 31 de julio, Mauconseil, una de las secciones de París, publicó un discurso que se hacía eco de ambos sentimientos y exigía que el pueblo volviera a tomar la Revolución en sus manos:

El deber más sagrado... es olvidar la ley para salvar la patria. Durante demasiado tiempo, un despreciable tirano ha jugado con nuestros destinos... sin divertirnos más calculando sus errores, sus crímenes y sus perjurios, golpeemos a este coloso del despotismo... unámonos todos para declarar la caída de este cruel rey, digamos de común acuerdo que Luis XVI ya no es rey de los franceses (Schama, 612).

Se trataba de un acontecimiento importante, ya que gran parte de la ciudad y sus dirigentes ahora pedían el derrocamiento del rey. El miedo y la ira crecientes no harían más que empeorar cuando llegó a París la noticia del Manifiesto de Brunswick.

Manifiesto de Brunswick

El Manifiesto de Brunswick pretendía garantizar la seguridad de Luis XVI y su familia intimidando a París para que se sometiera.

El duque de Brunswick, comandante del ejército invasor austro-prusiano, no escribió el manifiesto que llevaba su nombre. Más bien fue redactado por destacados emigrantes franceses. Esto se pone de manifiesto al leer las encendidas palabras del documento, que ejemplifican el odio que los emigrados sentían por el régimen revolucionario que los había suplantado.

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En esencia, el manifiesto condenaba las recientes acciones de Francia, incluida su declaración de una "guerra injusta" contra Austria, así como su trato a Luis XVI y su familia, que habían sido objeto de "ultrajes y brutalidades que se seguían renovando a diario". Anunciaba las intenciones del ejército invasor de poner fin a la anarquía que asolaba Francia y restaurar a Luis XVI en sus poderes. Pedía a la "parte sana de la nación francesa" que se levantara contra las "odiosas empresas de sus opresores". Todo francés que se resistiera debía ser considerado rebelde y sometido a las "leyes más severas de la guerra" (Manifiesto de Brunswick).

Pero fue contra la propia ciudad de París que el manifiesto lanzó su amenaza más clara y amenazante:

La ciudad de París y todos sus habitantes, sin distinción, deberán someterse de inmediato y sin demora al rey...[los soberanos de Austria y Prusia] declaran, bajo su palabra de honor de emperador y de rey, que si se entra por la fuerza o se ataca el castillo de las Tullerías, si se ofrece la menor violencia a sus Majestades el rey, la reina y la familia real, y si no se garantiza inmediatamente su seguridad y su libertad, infligirán una venganza siempre memorable entregando la ciudad de París a la ejecución militar y a la destrucción completa, y a los rebeldes culpables de dichos ultrajes al castigo que merecen... (citado del Proyecto Histórico de Hannover).

El Manifiesto de Brunswick, emitido el 25 de julio, pretendía garantizar la seguridad de Luis XVI y su familia intimidando a París para que se sometiera. Por supuesto, tendría el efecto contrario. Cuando llegó a París el 1 de agosto, los ciudadanos horrorizados y enfurecidos se unieron contra los invasores. Amenazados con la destrucción total de su ciudad y con su propia ejecución como rebeldes, la determinación de los parisinos de defender su hogar no hizo más que reforzarse.

Insurrección

En los días siguientes a la publicación del manifiesto, París bullía de actividad. Bajo la dirección del poderoso club político, los jacobinos, se crearon comités de coordinación en las 48 secciones, para preparar a los fédérés para la acción. Los guardias nacionales patriotas abandonaron sus puestos y se unieron a las secciones. Los sans-culottes también fueron movilizados por sus propios líderes, como Fournier "el Americano", y el cervecero Antoine Santerre. Estaba claro que se estaba movilizando una manifestación masiva que golpearía a la debilitada corona y a la fracturada Asamblea Legislativa. Por primera vez desde el asalto a la Bastilla, se trataría de una verdadera revolución desde la base.

El 3 de agosto, delegados de 47 de las 48 secciones de París se presentan ante la Asamblea Legislativa para exigir el derrocamiento del rey. El historiador Ian Davidson subraya que acudieron primero a la Asamblea, con el deseo de lograr la abdicación del rey legalmente antes de recurrir a la insurrección. Cuando la Asamblea no dio una respuesta satisfactoria, dos de las secciones amenazaron con marchar sobre la Asamblea el 5 de agosto. El alcalde de París, Jérôme Pétion, los convenció de que esperaran cinco días mientras la Asamblea deliberaba. Pero el pueblo agitado apenas pudo ser contenido. El 7 de agosto, el alcalde Pétion visitó la casa de su amigo, el influyente líder jacobino Maximilien Robespierre (1758-1794), para pedirle que calmara al pueblo. Se desconoce la respuesta de Robespierre, pero pronto se hizo evidente que nada detendría la caída de las fichas de dominó.

La insurrección fue desencadenada nada menos que por Georges Danton (1759-1794), líder del extremista Club de los Cordeliers. En primer lugar, se dirigió a su ciudad natal, Arcis, y entregó todo su dinero a su madre, de 70 años, por si lo mataban. Después, regresó a París y, en la noche del 9 de agosto, convocó a representantes de las 48 secciones de París. Juntos, invadieron el Hôtel de Ville, el ayuntamiento de París, y tomaron el gobierno municipal. A continuación, se constituyen en Comuna Insurreccional, un nuevo gobierno municipal formado por tres delegados de cada sección, con Danton instalado como ministro de Justicia.

Portrait of Georges Danton, 1790
Retrato de Georges Danton, 1790
Anonymous (Public Domain)

A primera hora de la mañana siguiente, el marqués de Mandat, comandante de la Guardia Nacional, ordenó el bloqueo de todos los puentes que cruzaban el Sena para mantener a los distintos insurrectos aislados unos de otros. Al principio, esto parecía haber funcionado, pero en algún momento de la mañana, Mandat fue convocado al Hôtel de Ville para explicar por qué había establecido posiciones defensivas. Al llegar solo, Mandat fue rodeado por los diputados y denunciado por Danton, que le despojó del mando. Después, fue llevado al exterior y asesinado a tiros. Las fuerzas defensoras del rey se quedaron sin líder.

Ese mismo día, un miembro de la Comuna Insurreccional llega a la Asamblea Legislativa para anunciar que el gobierno de la ciudad ha sido suspendido. Mientras tanto, había comenzado a sonar el tocsin, que había llegado a ser reconocido como la señal de la manifestación revolucionaria. Grandes multitudes de manifestantes descienden ya al Palacio de las Tullerías, algunos desde el faubourg Saint-Antoine, otros desde la orilla izquierda, apoyados por fédérés armados y antiguos guardias nacionales. A las 9 de la mañana, los primeros llegan a las puertas del palacio.

El ataque

Luis XVI se había levantado al amanecer para inspeccionar las tropas reunidas en el patio del palacio. Vestido de militar, el rey fue recibido con un fuerte aplauso por parte de sus leales guardias suizos, pero también con gritos de enfado por parte de los guardias nacionales reunidos, que coreaban "¡No más veto!". Con cautela, el rey se retiró al interior, donde fue informado por un oficial, Pierre Louis Roederer, de la próxima insurrección. El rey aceptó la sugerencia de Roederer de que él y la familia real se refugiaran en Le Manège, el lugar de reunión de la Asamblea Legislativa. Pero antes de partir, Luis escribió una nota en la que ordenaba a los guardias suizos que se rindieran en lugar de recurrir a la violencia.

Algunos de los hombres de Luis se rindieron con gusto. Los guardias nacionales que habían sido destinados a la defensa del palacio confraternizaron con los manifestantes y los invitaron a entrar en el recinto del palacio. Pero los guardias suizos no estaban tan dispuestos a rendirse. Los suizos eran extraordinariamente leales a sus puestos, y el 1 de agosto uno de ellos incluso había escrito a su casa que "hemos decidido entregar las armas solo con nuestras vidas" (Fraser, 374).

Así pues, cuando los manifestantes se acercaron al palacio, se encontraron con los suizos, silenciosos, inmóviles y custodiando la entrada al palacio. Los dos grupos permanecieron frente a frente durante cierto tiempo; al cabo de un rato, algunos de los manifestantes se acercaron amistosamente, creyendo que algunos de los suizos habían indicado gestos de paz. Fueron recibidos con una andanada de disparos de los guardias. Al igual que en la Bastilla, los manifestantes creyeron que habían caído en una trampa y se desató el caos.

Swiss Guards Defend the Tuileries
Guardias suizos defienden las Tullerías
Henri-Paul Motte (Public Domain)

Durante horas, se libró una sangrienta batalla en el interior del Palacio de las Tullerías. Fournier "el Americano" dirigió la primera oleada de contraataque, con los fédérés de Marsella en primera línea. Los atacantes superaban ampliamente a los defensores; había 900 guardias suizos defendiendo el palacio junto a 2000 guardias nacionales de dudosa lealtad. En cambio, los atacantes contaban con más de 20.000 hombres. Aun así, los suizos se resistieron y aguantaron varias oleadas de fuerzas de la Comuna. Sin embargo, la fuerza de los números se terminó imponiendo y los suizos se vieron abrumados.

Una vez que los suizos cedieron y comenzaron a retirarse, la batalla se convirtió en una carnicería. Los suizos que huían fueron perseguidos por los fédérés y los sans-culottes, que los despedazaron con cuchillos, picas y sierras. Los guardias suizos fueron arrojados desde las ventanas y masacrados en la capilla, donde algunos habían corrido para reclamar refugio. Los soldados se arrodillaban en las calles y suplicaban por sus vidas antes de ser asesinados, sus cadáveres mutilados eran dados de comer a los sabuesos, quemados en hogueras o simplemente abandonados en las cunetas para que se pudrieran. La histeria llegó a tal punto que los fédérés de Brest fueron asesinados por sus compañeros rebeldes, ya que sus uniformes rojos se parecían a los que llevaban los suizos. Al final del día, unos 600 soldados habían muerto, junto con unos 200 rebeldes.

Consecuencias

La insurrección del 10 de agosto cambió profundamente el curso de la Revolución. Mientras que antes había sido dirigida por abogados burgueses acomodados, el 10 de agosto vio el aumento de la influencia de los sans-culottes en los asuntos revolucionarios. Se había cruzado un umbral en el que la revolución de la burguesía, caracterizada por el monarquismo constitucional y la legalidad, había terminado; una segunda revolución populista había comenzado.

Tan pronto como se asentó el polvo, la Comuna Insurreccional envió delegados a la Asamblea Legislativa, para exigir el derrocamiento del rey, una nueva asamblea nacional y una nueva constitución. La Asamblea Legislativa dudó en derrocar completamente al rey, pero acordó suspender sus poderes hasta que una Convención Nacional pudiera reunirse para decidir el destino de la monarquía.

Insurrectionists in the Assembly
Los insurreccionistas en la Asamblea
Francois Pascal Simon, Baron Gerard (Public Domain)

El 11 de agosto, el destacado girondino Pierre Vergniaud anunció a la Asamblea que la familia real sería trasladada al Palacio de Luxemburgo. La Comuna declaró que esto era inaceptable; el rey, dijeron, debía ir al Temple, una fortaleza más pequeña que sería más fácil de vigilar. Vergniaud cedió, sugiriendo que el rey residiera en el palacio del Temple. De nuevo, la Comuna se opuso; el rey debía ser confinado en la prisión del Temple. Y así, el 12 de agosto de 1792, el rey y su familia fueron entregados a la Comuna insurreccional, que los puso bajo vigilancia en la prisión del Temple. Luis XVI residirá allí el resto de sus días. Aunque la monarquía solo estaba suspendida y todavía faltaba un mes para que Francia fuera declarada república, el destino de la monarquía francesa estaba sellado.

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Preguntas y respuestas

¿Quién asaltó el Palacio de las Tullerías?

El Palacio de las Tullerías fue asaltado por los sans-culottes, las clases bajas revolucionarias de París, y por las milicias provinciales llamadas fédérés. Estos rebeldes estaban enfadados por la falta de cooperación del rey Luis XVI con la Revolución francesa y querían derrocarlo.

¿Por qué fue asaltado el Palacio de las Tullerías?

El Palacio de las Tullerías fue asaltado porque el pueblo de París estaba frustrado por la falta de cooperación del rey Luis XVI con la Revolución francesa y deseaba derrocarlo. Las amenazas del ejército prusiano de destruir París y las supuestas actividades contrarrevolucionarias del rey también fueron factores motivadores.

¿Cuándo ocurrió el asalto al Palacio de las Tullerías?

El asalto al Palacio de las Tullerías tuvo lugar el 10 de agosto de 1792, durante la Revolución francesa (1789-99). A veces se le llama la Insurrección del 10 de agosto.

¿Qué significado tiene el asalto al Palacio de las Tullerías?

El asalto a las Tullerías es importante por dos razones principales: en primer lugar, puso fin a la monarquía francesa y permitió el establecimiento de la República francesa. En segundo lugar, puso el poder revolucionario en manos de los sans-culottes, las clases bajas, y contribuyó a que la insurrección y el derramamiento de sangre fueran una herramienta política legítima durante la Revolución francesa.

Sobre el traductor

Agustina Cardozo
Agustina es traductora pública (inglés/español), uruguaya, con estudios avanzados de Lingüística. Sus áreas de experiencia como traductora son la traducción biosanitaria y la traducción jurídica. Le interesan la Historia y las humanidades en general.

Sobre el autor

Harrison W. Mark
Harrison Mark se graduó de la Universidad Estatal de Nueva York en Oswego, donde estudió Historia y Ciencias Políticas.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, H. W. (2022, septiembre 23). El asalto al Palacio de las Tullerías [Storming of the Tuileries Palace]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21070/el-asalto-al-palacio-de-las-tullerias/

Estilo Chicago

Mark, Harrison W.. "El asalto al Palacio de las Tullerías." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 23, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21070/el-asalto-al-palacio-de-las-tullerias/.

Estilo MLA

Mark, Harrison W.. "El asalto al Palacio de las Tullerías." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 23 sep 2022. Web. 20 dic 2024.

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