Las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda

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Kim Martins
por , traducido por Carlos A Sequera B
Publicado el 15 noviembre 2022
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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John Hoyte's Painting of the Pink and White Terraces of New Zealand (by Sarjeant Gallery, Public Domain)
Pintura de John Hoyte sobre las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda
Sarjeant Gallery (Public Domain)

Las terrazas geotérmicas en cascada de colores rosa y blanco de Aotearoa, Nueva Zelanda, fueron a menudo mencionadas internacionalmente y dentro de Nueva Zelanda como la octava maravilla del mundo. Eran una famosa atracción turística en el siglo XIX, hasta que fueron destruidas por la erupción volcánica del Monte Tarawera el 10 de junio de 1886. Los maoríes consideraban a las terrazas como un taonga (tesoro).

Las terrazas rosas y blancas, ubicadas en las riberas del lago Rotomahana, a 20 kilómetros (12,4 millas) al sureste de Rotorua en la Isla Norte, fueron formadas por aguas ricas en sílice que fluían desde los géiseres hirvientes, caían por la ladera, creando terrazas cristalizadas, piscinas y escaleras naturales, cuya antigüedad se estima en más de 1000 años.

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La terraza blanca en forma de abanico o Te Tarata (“la roca tatuada”) era la formación más grande, extendiéndose aproximadamente ocho hectáreas (20 ac). La altura de Te Tarata era de 30 metros (98 pies) y tenía 50 capas festoneadas o terrazas de depósitos de sílice cristalizada. Se encontraba en el extremo nororiental del lago Rotomahana, a unos 1,5 kilómetros (0,9 millas) de la terraza rosa.

La terraza rosa o Te Otukapuarangi (“la fuente del cielo nublado”) estaba más abajo y en el lado occidental del lago Rotomahana. Las aguas geotermales de Otukapuarangi eran disfrutadas por los visitantes, quienes se bañaban en las piscinas de agua azul de la terraza superior para obtener beneficios para la salud. La apariencia rosa salmón de esta terraza, la cual se elevaba a un delicado rubor rosa en la cima, se debía probablemente a oligoelementos como el hierro y el manganeso que se disolvían en las aguas termales.

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La iwi (tribu) local Te Arawa, que tenía los derechos ancestrales sobre el lago Rotomahana, consideraba a la terraza blanca como masculina y a la terraza rosa como femenina.

Aunque esta maravilla natural de Nueva Zelanda fue presumiblemente destruida, permanece una rica historia visual y hay reivindicaciones de que los vestigios de las terrazas han sido redescubiertos recientemente.

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Los primeros visitantes europeos

Las terrazas rosas y blancas se encontraban al pie del monte Tarawera en la altiplanicie volcánica de la Isla Norte (conocida como el centro volcánico Okataina). El mismo Tarawera era tapu (tabú), ya que sus laderas eran el lugar de descanso final de los tapuna (ancestros) locales de la tribu iwi y los pakeha (europeos) no podían poner pie sobre ellas. Sin embargo, los primeros visitantes de las terrazas podían alojarse con los misioneros del área antes de que los hoteles comerciales fuesen construidos en la década de 1870.

La guía Sophia fue UNA de las PRIMERAS personas en notar los signos de alerta antes de la erupción del monte Tarawera.

Para la época, Nueva Zelanda era una remota colonia del Imperio británico. El mundo victoriano descubrió las terrazas cuando Sir George Grey (1812-1898), un militar británico y dos veces gobernador de Nueva Zelanda, las visitó en 1849 y difundió su espectacular belleza. El turista victoriano, después de un viaje por mar a Nueva Zelanda de hasta seis meses, entonces viajaba 200 kilómetros (124 millas) por tren a vapor desde Auckland a Tauranga, seguido por un agitado servicio de carruaje a Rotorua. Desde allí, otra travesía a lomo de caballo a través del campo silvestre a Te Wairoa, la puerta de entrada a las terrazas, donde el vapor proveniente de géiseres hirvientes se podía ver al elevarse por encima de las zonas de arbustos circundantes de Tikitapu y de altos helechos arborescentes. El alojamiento era proporcionado por el hotel Rotomahana, propiedad de Joseph McRae (1849-1938), quien sobrevivió a la erupción del Tarawera. Un viaje en canoa de dos horas a las terrazas con guías maoríes locales sería acordado para la noche del día siguiente.

The Pink and White Terraces of New Zealand
Las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda
Welcome Images (CC BY-NC-SA)

Uno de los primeros visitantes europeos a las terrazas fue el naturalista alemán Ernst Dieffenbach (1811-1855), quien vivió y trabajó en Nueva Zelanda. En junio de 1841, Dieffenbach, quien fue el primer europeo en escalar exitosamente el monte Taranaki, realizaba trabajos topográficos para la Compañía de Nueva Zelanda. Su libro, Travels in New Zealand (Viajes en Nueva Zelanda), publicado en 1843, describía las vívidas aguas azules de las piscinas frente a la blancura cristalina de las terrazas, lo cual contribuyó a estimular el arribo de turistas. Los viajeros a las terrazas eran quienes podían costearse el largo viaje o eran oficiales de las fuerzas británicas en Nueva Zelanda.

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El novelista victoriano Anthony Trollope (1815-1882) se bañó en una piscina en forma de copa en las terrazas rosas en 1874 y dijo:

Usted va de un baño al otro, probando la calidez de cada uno. El agua gotea desde la que está encima a la de abajo, proveniente de la inmensa piscina hirviente de la parte superior y las más bajas, por lo tanto, son menos calientes que las más altas. Los baños tienen forma de concha, como enormes caparazones abiertos, las paredes de las cuales son cóncavas y los bordes están ornamentados de mil formas. Cuatro o cinco pueden hacer deporte en uno de ellos, cada uno sin sentir la presencia del otro. Nunca he escuchado de otro baño como este en todo el mundo. (citado en Conly, 5).

El hijo de la reina Victoria, Alfredo, duque de Edimburgo (1844-1900), dejó su huella en 1870 cuando garabateó su nombre en una pared de la terraza. Se convirtió en un hábito entre los visitantes grafitear las terrazas o llevarse un recuerdo, tales como plumas o flores nativas incrustadas con sílice.

Afortunadamente, un rico legado de obras de arte registró el paisaje visual de las terrazas rosas y blancas antes de su destrucción. El artista de origen inglés Charles Blomfield (1848-1926), conocido como el artista de las terrazas, y su hija Mary acamparon y pintaron durante seis semanas en 1885, llegando incluso a hervir un budín de ciruelas atado a una larga cuerda y sumergiéndolo en las aguas termales. John Hoyte (1835-1913), quien llegó a Nueva Zelanda desde Londres en 1860, también pintó a las terrazas, representándolas con un sutil halo dorado. Los fotógrafos encontraron en las terrazas un motivo atractivo y se congregaron en el área, llevando el voluminoso equipo de la fotografía de placas. Los hermanos Burton, un estudio fotográfico radicado en Dunedin, produjeron impresiones a la albúmina de las terrazas.

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Incluso un antiguo primer ministro de Nueva Zelanda y amigo cercano del poeta Robert Browning (1812-1889), Alfred Domett (1811-1887), se inspiró para escribir que cada terraza festoneada rebosaba “con agua: brillante, pero en tonalidad / el más tierno y delicado azul campanilla / oscureciéndose hasta el violeta" (A New Zealand Verse [Verso neozelandés], 42)

Guías maoríes y advertencias fantasmagóricas

Sophia Hinerangi (c. 1834-1911) y Keita Rangitūkia Middlemass (hacia los 1880-1918) fueron dos populares guías maoríes, conocidas respectivamente como guía Sophia y guía Kate. Hinerangi significa “muchacha en el cielo” y el padre de Sophia fue Alexander Grey (1796-1839), un escocés, y su madre era de la iwi ngāpuhi. Ambas guías hablaban inglés fluido y acompañaban a los turistas a las terrazas. Era un negocio turístico lucrativo con ingresos estimados en 4000 libras anuales para las iwi locales.

The Phantom Canoe: A Legend of Lake Tarawera
La canoa fantasma: una leyenda del lago Tarawera
Google Cultural Institute (Public Domain)

La guía Sophia no solo fue una guía popular sino una de las primeras personas en notar los signos de alerta antes de la erupción del monte Tarawera, signos que fueron ampliamente ignorados. El relato de la canoa fantasma podría haber pasado al ámbito de la mitología maorí si no hubiese sido por los testigos independientes pakeha. El 31 de mayo de 1886 (once días antes del desastre) la guía Sophia estaba en el lago Rotomahana con un grupo de seis turistas cuando, de repente, el nivel del lago bajó y luego se elevó. Esto fue seguido por una waka (canoa de guerra) fantasma de doble casco acelerando en silencio a través del lago con una tripulación de 13 maoríes de pie con túnicas de lino, sus cabezas inclinadas. Para los observadores maoríes, incluyendo a la guía Sophia, el significado era claro como el cristal: era una waka wairua o canoa de los espíritus, llevando las almas de los difuntos al monte Tarawera, donde estaban enterrados los ancestros.

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En la canoa con la guia Sophia estaban otras tres mujeres maoríes, el Padre Kelliher, un sacerdote de Auckland, el Dr. T. S. Ralph de Australia, la Sra. y el Sr. Sise de Dunedin y William Quick, quienes confirmaron que habían visto la canoa, la cual se esfumó ante sus ojos.

La guía Sophia también se dio cuenta de que el arroyo Te Wairoa se había secado en el punto de desembarco de Waituhurihuri y las canoas se atascaron en lodo agrietado. Durante la estación de 1885-1886, el lino no floreció, lo cual se interpretó como una señal de que se avecinaba un largo y caluroso verano, acompañado por un gran terremoto en 1886.

Sophie Hinerangi at the Pink and White Terraces
Sophie Hinerangi en las terrazas rosas y blancas
Randolph Hollingsworth (CC BY-NC-SA)

Una última señal perturbadora fue la recolección de miel polinizada por abejas salvajes en el monte Tarawera. Se le consideraba miel tapu y la guía Sophia rehusó comerla cuando se le ofreció. Se decía que todo aquel que comió la miel tapu pereció en la erupción volcánica. La guía Sophia sobrevivió.

La última persona en ver las terrazas rosas y blancas fue el inglés Edwin Armstrong Bainbridge (1866-1886), un joven de 20 años en una gran gira por el Pacífico. El heredero de Eschott Hall, Felton, Northumberland, Bainbridge y otros dos ingleses habían sido conducidos por la guía Sophia a ver las terrazas la tarde anterior a la erupción del monte Tarawera. El hotelero, Joseph McRae, organizó entonces una cacería de faisanes para Bainbridge, pero al anochecer del 9 de junio de 1886, Bainbridge estaba seguro que esa iba a ser su última noche en la Tierra.

La noche en que el monte Tarawera hizo erupción

A tempranas horas de la madrugada del jueves 10 de junio de 1886, el monte Tarawera hizo erupción. La noche anterior, los habitantes de Te Wairoa habían pasado el tiempo observando la conjunción de Marte con la Luna, lo cual ocurrió a las 10:20 p.m. A las 12:30 a.m. se sintió el primer terremoto. Joseph McRae se preparaba para acostarse después de una larga noche y fue estremecido por el sismo. La vajilla del hotel se desplomó al piso, pero McRae se acostó ya que los terremotos son algo común en Nueva Zelanda.

Sophie Hinerangi at the Pink and White Terraces
Sophie Hinerangi en las terrazas rosas y blancas
Randolph Hollingsworth (CC BY-NC-SA)

Luego se escuchó un fuerte rugido cerca de las 2:15 a.m. al abrirse el monte Tarawera, lanzando escoria y ceniza a un firmamento resplandeciente con relámpagos ramificados. Una nube de erupción, negra como la tinta, iluminada por descargas eléctricas y que alcanzaba 9,5 kilómetros (5,9 millas) se veía mientras el suelo temblaba violentamente y soplaban vientos huracanados. Los habitantes de Auckland pensaron que el sonido explosivo era una señal de socorro de un barco en peligro frente a Takapuna o de un buque de guerra ruso. Las campanas de alarma en la estación de bomberos de Dunedin, a 925 kilómetros (574 millas) al sur de Te Wairoa, sonaron intermitentemente por algunas horas.

El primer rescatista en arribar a TE wairoa llegó con BARRILES de agua el viernes 11 de junio de 1886.

La ceniza volcánica y el lodo cubrieron un área estimada de 15.000 kilómetros cuadrados (5.791 millas cuadradas). Murieron más de 150 personas, algunas sepultadas vivas en sus casas hasta una profundidad de 1,5 metros (4,9 pies) y Te Wairoa fue destruida. Más de 60 personas se refugiaron en la whare (choza) de la guía Sophia, a 150 metres (492 pies) del hotel Rotomahana, mientras que otras se refugiaron en un gallinero. El hotel de Joseph McCrae colapsó bajo una granizada de rocas volcánicas al rojo vivo. Mientras ocurría la erupción, el joven turista Edwin Bainbridge, quien se alojaba en el hotel de McCrae y murió cuando un balcón del hotel colapsó, se las arregló para escribir sus últimas palabras:

Este es el momento más escalofriante de mi vida. No puedo decir cuándo seré llamado a encontrarme con mi Dios. Estoy agradecido de encontrar su fuerza suficiente para mí. Estamos bajo fuertes erupciones volcánicas … (citado en Conly, 40).

El maestro de escuela Charles Haszard (1839-1886) y su familia habían estado celebrando el cumpleaños de su esposa Amelia la noche anterior a la erupción. Charles Haszard y tres de sus hijos quedaron sepultados cuando el techo de su casa colapsó mientras llovía la lava. Ina Haszard (c. 1870-1953), una de las hijas, y Amelia Haszard sobrevivieron y posteriormente Ina produciría un registro visual de su experiencia. Su pintura Mt Tarawera in Eruption (El monte Tarawera en erupción), de 1935, que forma parte de la colección de Te Papa Tongarewa del Museo de Nueva Zelanda, está basada en su recuerdo del evento que ocurrió casi medio siglo antes.

La Pompeya de Nueva Zelanda

La erupción duró seis horas. Los sobrevivientes se dirigían a Rotorua mientras se enviaba un equipo de búsqueda. El jefe de correos, capitán Roger Delamere Dansey, estaba de servicio en Rotorua para el momento de la erupción del Tarawera y permaneció en su puesto para informar al mundo que el monte Tarawera había entrado en erupción.

Te Wairoa, McRae's Hotel, Sophia's Whare and Terrace Hotel
Te Wairoa, el hotel de McRae, la vivienda maorí de Sophia y el hotel Terraza
Google Cultural Institute (Public Domain)

El primer rescatista en apersonarse en Te Wairoa llegó con barriles de agua el viernes 11 de junio de 1886, el polvo y la ceniza los enceguecieron a él y a su caballo. En las semanas siguientes se puso de manifiesto que el lago Rotomahana había desaparecido por completo, y que había dejado tras de sí agujeros humeantes y lodo caliente. Las laderas de las colinas se cubrieron de cenizas y se pensó que las terrazas rosas y blancas habían sido destruidas.

Alfred Patchet Warbrick (1860-1940) fue una persona prominente quien estuvo involucrado en las operaciones de rescate. Warbrick, hijo de un inmigrante inglés y de madre maorí, era un conocido jugador de rugby y constructor de botes. Warbrick, quien se identificaba con la iwi Ngāti Rangitihi, atestiguó la erupción desde una choza sobre la colina Makatiti, al norte del lago Tarawera. El 14 de junio, Warbrick dirigió a un grupo de nueve personas para descubrir que le había sucedido a los habitantes de la pequeña kainga (asentamiento) maorí de Moura, en el promontorio del lago Tarawera. La kainga había sido enterrada completamente y no hubo sobrevivientes. Irónicamente, el hermano de Warbrick, Joseph Warbrick (1862-1903), quien ayudó a Alfred en las labores de rescate y que también era jugador de rugby y guía turístico, murió cuando el géiser Waimangu en Rotorua entró en erupción inesperadamente en 1903.

Alfred Warbrick
Alfred Warbrick
Unknown (Public Domain)

Alfred Warbrick también tuvo la tarea de averiguar que había sucedido con las terrazas y, junto con el corresponsal especial J. A. Philp del Auckland Evening Star, exploró uno de los cráteres llenos de azufre que alguna vez había sido el lago Rotomahana. Warbrick reportó que creía poder ver la terraza rosa hundida en el fango, pero las condiciones eran muy peligrosas para avanzar en la exploración. Alfred Warbrick nunca aceptó que las terrazas rosas y blancas hubiesen sido destruidas, a pesar de que el ayudante del topógrafo general Stephenson Percy Smith (1840-1922), quien había sido enviado por el gobierno para aportar evidencia científica sobre el desastre, declarara que se habían perdido para siempre.

La aldea de Te Wairoa fue declarada tapu porque algunos cadáveres no habían sido recuperados o fueron descubiertos en un buen estado de conservación. El cuerpo de una mujer maorí, con una niña pequeña sobre sus rodillas, fue encontrado en la posición sentada, con una Biblia en un chal envuelto alrededor de ella.

Uno de los guías turísticos que trabajó en las terrazas suministró un relato de testigo presencial a una estación de radio en el 68º aniversario de la erupción, en 1954, el cual captó el terror de aquella noche.

El redescubrimiento de las terrazas

La aldea enterrada de Te Wairoa se ha convertido en una atracción turística, pero lo que siempre ha sido incierto es si las terrazas fueron sepultadas por el lodo y los escombros o si se destruyeron por completo. En el 2011, dos vehículos subacuáticos automatizados del Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI, por su sigla en inglés) localizaron lo que los científicos creían que eran los vestigios de la terraza rosa a una profundidad de 68 metros (223 pies). Una vista detallada de la topografía del fondo del lago mostró el piso del lago luego de la erupción, que está disponible un mapa gratuito.

Parte del problema ha sido que la ubicación exacta de las terrazas rosas y blancas no se conoce. El único estudio de las terrazas anterior a la erupción fue en 1859 cuando Christian Gottlieb Ferdinand von Hochstetter (1829-1884) llegó a Nueva Zelanda como el geólogo para una expedición científica global austriaca. El diario de campo de Hochstetter y su estudio de la región del lago Rotomahana, la cual fue completamente alterada por la erupción del monte Tarawera que expandió dramáticamente el tamaño y la profundidad del lago, fueron descubiertos en la biblioteca de la familia Hochstetter en Suiza en 2010. Esto es significativo porque el estudio de Hochstetter contenía rumbos de brújula que podían ser usados para encontrar las terrazas. Los investigadores aplicaron ingeniería inversa o ingeniería de reversa al trabajo de Hochstetter seis años después de la recolección de datos submarinos de WHOI y creen haber establecido el lugar donde habría estado Hochstetter en 1859 para realizar el estudio. La conclusión fue que las terrazas no se hundieron en el fondo del lago Rotomahana sino que permanecieron enterradas a una profundidad de alrededor de 15 metros (49 pies).

Los científicos del WHOI reafirmaron sus hallazgos de 2018, pero cualquier investigación exhaustiva requiere el permiso de las iwi locales que poseen las tierras ancestrales donde las terrazas rosas y blancas estuvieron alguna vez. Así que, por el momento, el icónico sitio histórico y cultural de Nueva Zelanda, aunque se pensó que había sido encontrado, sigue perdido.

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Preguntas y respuestas

¿Qué eran las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda?

Las terrazas rosas y blancas (a menudo denominadas la octava maravilla del mundo) se formaron por depósitos ricos en sílice que emergían de géiseres en ebullición. Los depósitos caían en cascada por una ladera y se cristalizaban en el aire más frío. El resultado fueron las famosas terrazas en forma de abanico que se creían destruidas durante la erupción del monte Tarawera el 10 de junio de 1886.

¿Las terrazas rosas y blancas se destruyeron por una erupción volcánica?

Se decía que las terrazas habían sido destruidas, pero en 2011 los científicos creen haber descubierto restos de la terraza rosa. Un diario del siglo XIX y un mapa dibujado a mano también podrían haber localizado las terrazas. Las terrazas podrían encontrarse a unos 68 metros por debajo de la superficie del lago Rotomahana.

¿Dónde se encontraban las terrazas rosas y blancas?

Las terrazas estaban situadas a orillas del lago Rotomahana, al pie del monte Tarawera, en la Isla Norte de Nueva Zelanda y a unos 20 kilómetros al sureste de Rotorua.

¿Qué es la Pompeya neozelandesa?

El pueblo de Te Wairoa, que era la puerta de entrada a las terrazas rosas y blancas, quedó sepultado bajo una montaña de ceniza y lodo tras la erupción del monte Tarawera el 10 de junio de 1886. Ahora se conoce como el pueblo enterrado y es una atracción turística.

Bibliografía

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  • Campbell, Hutching. In Search Of Ancient New Zealand. Penguin New Zealand, 2011.
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  • Savage, Joseph. "The Pink & White Terraces of New Zealand." Transactions of the Annual Meetings of the Kansas Academy of Science, Vol. 11 (1887-1888), pp. 26-30.
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Sobre el traductor

Carlos A Sequera B
Carlos es ingeniero metalúrgico de Barquisimeto, Venezuela. Desde la infancia se sintió muy atraído por la geografía y la historia antigua. Leer sobre estos temas se convirtió en una afición y fortaleció sus conocimientos sobre historia.

Sobre el autor

Kim Martins
Kim es una escritora independiente que reside en Nueva Zelanda. Es licenciada (con honores) en Historia y tiene una maestría en la Ciencia del Caos y la Complejidad. Le interesan especialmente las fábulas y la mitología, así como la exploración del mundo antiguo.

Cita este trabajo

Estilo APA

Martins, K. (2022, noviembre 15). Las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda [Pink and White Terraces of New Zealand]. (C. A. S. B, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21233/las-terrazas-rosas-y-blancas-de-nueva-zelanda/

Estilo Chicago

Martins, Kim. "Las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda." Traducido por Carlos A Sequera B. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 15, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21233/las-terrazas-rosas-y-blancas-de-nueva-zelanda/.

Estilo MLA

Martins, Kim. "Las terrazas rosas y blancas de Nueva Zelanda." Traducido por Carlos A Sequera B. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 15 nov 2022. Web. 23 dic 2024.

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